Estar inconsciente se utiliza cuando alguien ha perdido el sentido de la consciencia. Según la Real Academia de la Lengua, la consciencia es el conocimiento que un sujeto tiene de sí mismo y de sus actos. Ser consciente es la capacidad reflexionar sobre lo que sucede, de reconocer la realidad, el entorno y la forma de percibirse a si mismo y al mundo en general. Por eso quizás cuando alguien se desmaya o se va de sí se dice ha perdido la consciencia o está inconsciente, pues está como dormido o ido de la realidad.

Hablar del inconsciente nos lleva a pensar en clave personal, en los hábitos, memorias y prácticas que nos habitan, aunque la mayoría de las veces no somos conscientes del porque las realizamos. Precisamente en este presente de cambios hay un gran despliegue de técnicas, terapias y medios para abordar lo que está almacenado en el inconsciente para sacarlo a la luz y así poder sanarlo.

Si bien el inconsciente más conocido es el personal, también existe el familiar y el colectivo, que puede ser desde el más pequeño como el de los grupos a los que pertenecemos, pasando por el del lugar que habitamos, el país, continente o región con la que nos identificamos, hasta llegar al planetario.

Para comenzar, está el inconsciente del clan familiar, ese que forjan y transmiten nuestros los ancestros, abuelos y abuelas, tanto paternos como maternos, a través de las costumbres y hábitos que marcan los comportamientos y las formas de ser, vivir y actuar según las directrices del colectivo. De generación a generación se repite la información que construye una percepción de la realidad que inconscientemente incorporamos en nuestra vida, en cómo nos reconocemos y nos comportamos.

Muchas veces actuamos de forma inconsciente, incluso repetimos situaciones que hemos dicho “esto a mí no me va a pasar” o “así no lo voy a hacer” pues creemos que evitamos comportamientos o historias familiares, sin darnos cuenta que tomamos el mismo camino que está determinado por lo sucedido en la historia familiar o colectiva. Sin quererlo somos guiados por el inconsciente y solo al hacerlo consciente podemos liberarlo o evitarlo.

Decidimos esto o aquello por los dictados inconscientes por la información que transmite la familia, pero si ampliamos las referencia podremos comprender la cantidad de información externa que nos determina. También está la educación y el inconsciente social constituido por directrices, hábitos, mensajes repetitivos o modelos que nos dictan como debemos comportarnos en cada rol que ejercemos. Esa información se va convirtiendo en una nube que puede llegar a ser tan potente que guía nuestras acciones sin que nos demos cuenta, conformando el inconsciente normativo que rige la vida del colectivo.

Si bien la familia es el núcleo o la célula primaria de la sociedad, ésta se desenvuelve en un ámbito social y entorno vecinal que también conforma un inconsciente colectivo extendido a los grupos con los que se comparten espacios y hábitos que generan pautas que construyen un deber ser personal y grupal. Un claro ejemplo son los barrios que tienen sus particularidades y un inconsciente colectivo creado por los pensamientos, las costumbres, el lenguaje, los modismos, la arquitectura, el color de las casas, el ancho de las calles, la ropa de moda, la música que se escucha y todo aquello que define una determinada forma de vida para quienes allí habitan.

No es lo mismo el inconsciente de un barrio de ricos que uno de clase media o el de menores recursos. Esto también aplica para zonas, ciudades y países, siendo distintos los inconscientes de lugares con mayor dificultad para conseguir el alimento diario y escasa infraestructura para acceder a los servicios básicos, frente al de otros con abundancia y riqueza. El inconsciente de cada lugar almacena la información colectiva o mayoritaria, bien sea de carencias o de abundancia.

Por ello algunas técnicas de cambio de consciencia proponen visitar o imaginar lugares acordes con lo que se desea conseguir. Si quieres estudiar, ve a salas de estudio o bibliotecas donde te conectarás con un inconsciente alimentado con la vibración de concentración y el aprendizaje. Para proyectar tus metas de abundancia, visita zonas de riqueza porque de alguna manera te puedes conectar con la nube del inconsciente que tiene la información que quieres vibrar.

A nivel planetario también existe un inconsciente colectivo, tan amplio como la tierra misma, en el que la polaridad negativa se expandió creando escenarios de guerras, carencias, carestía, pobreza, inflación, deforestación y un etcétera que nubla el entendimiento para poder vivir en la paz y armonía que somos capaces de crear como seres humanos.

La reiteración del pensamiento negativo excluye las versiones positivas que suceden incluso en los mismos lugares donde existen conflictos, como la solidaridad colectiva o la fuerza de la supervivencia de quienes resuelven buscar salidas para ganarle la partida a la vida. Aunque lo negativo lamentablemente está sucediendo, la insistente repetición de la misma información alimenta un inconsciente que puede llegar a normalizar el dolor, generando el olvido de capacidad del ser humano para generar cambios desde el ejercicio consciente de nuestro poder transformador.

Si creemos que es inevitable vivir en un mundo injusto y aceptamos esa realidad como la única posible, inconscientemente olvidamos las buenas cosas que somos capaces de crear los seres humanos y solo conectamos con las emociones de rabia, dolor, impotencia, injusticia e indignación. El olvido nos hace perder la consciencia para ejercer nuestra capacidad de transformar la realidad actuando y exigiendo que se cumplan los derechos humanos, naturales y colectivos que desde hace siglos se han proclamado.

La ingeniera social precisamente trabaja con programas colectivos que, según los intereses de sus creadores, pueden incentivar emociones, sensaciones, pensamientos, acciones y comportamientos limitantes o transformadores. Todo depende del origen y la intención de la programación que puede ser positiva o negativa.

Entonces podemos preguntarnos hasta donde la información que recibimos por todos lados, inconsciente y subliminal se va almacenando en la nube del barrio, la ciudad, el país, región y del planeta, nos influye al punto de determinar las acciones y decisiones que tomamos. La pregunta que surge es, ¿hasta donde podemos tomar decisiones conscientes y ejercer el libre albedrío que nos corresponde como humanos libres?

Cuando nos enganchamos al inconsciente colectivo sin quererlo cogemos la información que determina la acción. Si somos conscientes del impacto que tiene la información que recibimos en lo que pensamos, sentimos y vibramos, tanto individual como colectivamente, tendremos la herramienta básica para actuar con criterios propios que nos permitirán recuperar la autonomía o soberanía para vivir con criterios propios para definirnos. Es decir, recuperaríamos la consciencia del poder de ser humanos.

En estos tiempos en los que la información es tan abundante, es clave recuperar la consciencia del impacto de los mensajes que alimentan la nube social que se construye en las redes y se expande en la realidad. Cada mensaje que recibimos y emitimos alimenta el inconsciente personal y colectivo, haciéndonos corresponsables de la realidad que creamos.

En esta era de hiper información podemos y debemos reconocer nuestra capacidad de recuperar la autonomía transformadora y creadora de la realidad, porque de lo contrario seguiremos dormidos, olvidándonos de ser sujetos conscientes.

A la inconsciencia se le llama estar dormidos y por eso se clama por el despertar para recuperar la consciencia de quienes somos en realidad. Como en la película Matrix tenemos la posibilidad de tomar la pastilla azul para continuar en el sueño profundo de la aparente normalidad, o escoger la pastilla roja que a pesar de ser incomoda nos permitirá saber quienes somos en realidad.

Reflexionar sobre el inconsciente colectivo es importante para hacernos conscientes del impacto que tiene en nuestras vidas. Saberlo es un paso para aprender a reconocernos y sanarnos personal y colectivamente, recuperando la posibilidad de valorarnos e identificarnos como seres humanos conscientes capaces de transformar la realidad.

Cuando seamos conscientes de la existencia del inconsciente colectivo que nos influye e incluso determina, podremos a cambiar desde adentro hacia afuera ejerciendo el poder transformador del Ser Humano que es capaz incluso reestablecer el equilibrio con la madre tierra y armonizar su vibración a nivel planetario. Entonces será el tiempo de despertar, ¿te animas?