Iwona también tiene, al igual que todos los artistas irremediables, un don que desde muy pequeña ha desarrollado - no puede ser de otra forma - mediante trabajo meticuloso y continuado: con solo 9 años inició sus clases de pintura en el Centro Cultural Muranow de su ciudad natal, Varsovia. Más tarde vendrán sus estudios en la Academia de Bellas Artes, Facultad de Restauración de Obras de Arte, hasta culminar, en 1985, con un título de Master en Artes.
Persona inquieta y comprometida socialmente, Iwona ha sido siempre una enamorada de las culturas iberoamericanas. Esto le llevó a solicitar en 1986 una beca al Ministerio de Cultura de Polonia y al de Relaciones Exteriores de México, lugar en el que, durante años, desarrolló importantes trabajos de restauración: cerámica precolombina, retablos del siglo XVI, óleos del XVII y un mural de Diego Rivera. También han pasado por sus expertas manos obras de Miguel Cabrera, Pedro Soto, Arellano de Sosa, José de Ribera (conocido en Italia, donde murió en Nápoles en 1652, como il Spagnoletto) y hasta una obra del artista cordobés Julio Romero de Torres, el cual evoca en su discurso un tipo de pintura, acaso, un tanto folclorista y tópica, pero que supo, sin duda, transmitir magistralmente un estilo de concebir la belleza mezclando convicción con incorporeidad al dotar a todos sus personajes de un aire imperecedero e ideal que los preserva del tiempo devorador.
Será en México, que ella califica de país maravilloso, donde Iwona conocerá al que hoy es su marido y en donde, según palabras de Kasia Wyderko:
Iwona Flaszczyñska, ha andado por estas tierras sin rumbo fijo durante largos meses, lo mismo que los pueblos mazatecos, que a través del desierto chihuahuense, todo con la incontenible codicia del temperamento, con la avidez de captar las entrañas mismas del paraíso pisado. La variedad de sus temas pictóricos - efecto de aprehender todo lo que el mundo circundante le ha propuesto - gira en torno a la vida mexicana, que es atisbado en la experiencia primero de emotivo asombro.
A Castelldefels vino, un poco por casualidad, en 1990 y aquí vive desde entonces de una manera que califica de «cómoda»: cerca del mar, cerca de la montaña, de Barcelona… Donde, a cada paso, te encuentras con personas conocidas que te paran y te saludan, lugar en el cual, según sus propias palabras: «te sientes arropado». Pero también hay cosas que echa a faltar en una población como Castelldefels, de más de 70.000 habitantes: una más amplia oferta cultural, unas buenas galerías de arte…
Este columnista asistió al taller de Iwona Flaszczynska durante varios años. Solo su infinita paciencia permitió que yo pudiera pergeñar alguna figura, un recuerdo o un paisaje de otoño en papel Arches.
De aquellos años guardo un excelente recuerdo y me queda la amistad de la artista y de gran parte del alumnado. Eso ya fue más que suficiente para dar por bien empleado el tiempo que estuve. Sobre mi continuidad en la acuarela, ya es otra historia. A veces, ese extraño ente que habita en nosotros, que va por libre y llamamos cerebro, nos juega malas pasadas. Tras una época donde no supe entender dónde estaban mis límites artísticos, tuve que dejarlo. Pero siempre me quedará, como París, la poesía.
Ella es la compañera perfecta, nunca tiene sueño, ni le duele la cabeza cuando la requieres.
Pero, la vida es generosa y me unió con Iwona en otro proyecto.
Durante una visita al monumento a Sadako Sasaki, en el Parque de la Paz de Hiroshima, en 2019, comencé un poemario basado en la historia de la niña hibakusha, pero a la vuelta a Barcelona tuve que dejarlo ya que, como bien dijo Pepe Hierro:
La poesía viene cuando ella quiere.
Desilusionado y lleno de dudas, tras varios intentos infructuosos, terminé abandonándolo en el cajón donde hay que poner las causas imposibles. En 2021, el Ministerio de Cultura convocó «Ayudas extraordinarias para el fomento de la movilidad internacional de autores literarios». Fui seleccionado y viajé, en 2022, de nuevo a Hiroshima.
En el Parque de la Paz, junto a la niña, las hortensias azules y el río Ōta, pasé los días y constaté la cruel realidad de la expresión tempus fugit.
De regreso a España, volví al cajón donde yacía el poemario y me reencontré con versos dubitativos, dolientes, casi olvidados...
Ahora los poemas fueron brotando desde mi recuerdo renacido, no sin dudas y con dolor; Sadako desde la lejanía me tendía una mano y surgió una historia que titulé Cúmulos de plutonio, poemario que fue editado en la prestigiosa editorial In-Verso, Ediciones de Poesía, Barcelona, marzo, 2023.
Para esta edición le pedí a Iwona algunas acuarelas para ilustrar el libro, que se presentó en el Espai Margarita Xirgu el 6 de junio de 2023. Revivimos senbazuru y esta historia de amor cerrada como el fruto del almendro, la ceremonia del té y los tazones de rakú de Yasunari Kawabata, que me llevan camino de Kamakura a Mitaka-shi como parada obligada para abrazar a Takumi hasta llegar a Hiroshima como destino final, la ciudad mártir donde sobrevuela Sadako.
Allí las mil grullas de origami se transforman y renacen; ya no concederán un único deseo a quienes completen la cifra mágica, cada una de ellas será un grito esperanzado por la paz del mundo y para que nunca vuelva otro Enola Gay.
Y si hay que soñar, quisiera ver, algún día, como se apaga la Llama de la Paz, porque eso será que ya no hay armas nucleares en el mundo.
Cada ocaso muere contigo como criaturas inmoladas el fatídico 6 de agosto y cuyas cenizas están depositadas en Burial Mound, tan cerca. Pero han vuelto los niños de partos jóvenes que hoy cantan junto a ti, que no son tuyos, ni son míos, pero son nuestros herederos de la Tierra. Caminar entre los ginkgos del parque y saber que siempre te voy a encontrar en el lugar preciso a tus doce años en punto de la historia, tan triste como hermosa.
Bajo el puente Otagawa veo pasar el barco de los enamorados sobre las aguas del Ōta que un día hirvieron. Una pareja se besa y la mano del chico acariciando el seno de la muchacha renueva mi esperanza.
Y descubrir, como un milagro, que, en el otoño siguiente a la hecatombe, rebrotó la hierba en Hiroshima.