La demarcación entre las ciencias naturales y la filosofía ha sido un proceso largo y gradual dentro del pensamiento occidental. En un principio la indagación en la naturaleza de las cosas consistía en una amalgama que hoy concebimos como filosofía: consideraciones generales del tipo más amplio sobre la naturaleza del ser –ontología– y la naturaleza de nuestro acceso cognitivo al mundo –epistemología– y la acumulación de hechos observacionales y formulación de hipótesis generales y teóricas que lo expliquen es lo que hoy concebimos como ciencias exactas.
En la época de la filosofía griega clásica encontramos una cierta disociación entre ciencia y filosofía. En sus obras metafísicas Aristóteles está haciendo lo que hacen los filósofos hoy día; mientras que en sus obras de biología, astronomía y física encontramos métodos de investigación que hoy día se asemejan a las prácticas científicas.
A medida que la física, química y biología han ido multiplicándose, dominando cada vez más recursos y desarrollando metodologías, han demostrado poseer capacidad para describir y explicar las características fundamentales del mundo.
Algunos filósofos creen que hay dominios de investigación muy distintos a los de las ciencias exactas (¿Qué es Dios?, etc.) mientras otros han buscado, de diversas maneras, un dominio distinto de investigación para la filosofía que este estrechamente vinculado a los recientes desarrollos y avances de las ciencias naturales.
Exploremos más estas ideas…
Para ello veremos el rol de la filosofía en ciencia, es decir la relación entre ambas, desde dos posiciones bien definidas en ciencias exactas: la experimentación y la teorización. Ahora bien, cuando decimos teorización debemos dejar en claro que nos referimos a las relaciones conceptuales en ciencia y cuando decimos experimentación nos estamos refiriendo a los métodos que la ciencia utiliza para obtener del mundo el dato observacional. En filosofía a la primera postura se le asocia con la razón mientras que a la segunda se le asocia con lo sensible, lo que percibimos o medimos, es decir a lo empírico.
La primera postura:el racionalismo
Una concepción más antigua sostiene que hay una forma de conocer el mundo cuyo fundamento no necesita descansar en la investigación experimental, sino solo en la razón: racionalismo. Esta vieja concepción se vio influida por la existencia de la lógica pura y la matemática, cuyas verdades no parecen descansar, para su justificación, en un fundamento experimental u observacional. De esta manera, el rol de la filosofía es servir no como un fundamento para la ciencia o como extensión de la ciencia, sino más bien como un observador crítico de la ciencia. ¿Cómo es esto? Veamos esto con cuidado…
La segunda postura: el empirismo
Las disciplinas científicas particulares –física, química, biología– usan conceptos y métodos, he aquí que las relaciones entre unos conceptos y otros (aunque la ciencia haga un uso implícito de éstos) pueden no ser lo suficientemente claro. Es tarea de la filosofía el esclarecimiento de las relaciones conceptuales. Las ciencias particulares emplean métodos específicos para generalización de los datos observacionales a las hipótesis y teorías. El cometido de la filosofía es describir los métodos que las ciencias utilizan y explorar el terreno para justificar estos métodos. Es decir, compete a la filosofía mostrar que se trata de los métodos adecuados para hallar la verdad en la disciplina científica en cuestión.
Ahora bien desde estas dos perspectiva, razón y empírico, ¿cómo podemos diferenciar entre ciencia y filosofía?
En otras palabras: tanto desde la visión racionalista como desde la visión empirista, ¿se puede diferenciar claramente entre ciencia y filosofía? Muchos piensan que no. En las ciencias específicas, física, matemática, biología, química, las teorías se adoptan a veces no solo por ser consistentes con los datos observacionales, sino también por otros motivos como por ejemplo el grado de simplicidad. Cuando advertimos esto, comenzamos a perder confianza en la idea de que hay dos tipos muy diferentes de proposiciones: aquellas respaldadas por los datos (empirismo) y aquellas respaldadas por la razón (racionalismo).
Quine, metodólogo y filósofo, mantiene que las ciencias naturales –matemáticas, lógica pura– forman un continuo unificado de creencias sobre el mundo. Todas ellas están indirectamente respaldadas por datos observacionales, pero a su vez, todas ellas contienen elementos de apoyo racional.
Si esto es cierto, ¿no formaría la filosofía, entendida como las verdades de la razón, parte integrante de este unificado?, es decir, ¿no sería también la filosofía un componente de las ciencias especializadas?
Cuando preguntamos por la adecuada descripción y justificación de los métodos de la ciencia, parece que esperamos que los resultados específicos de las ciencias particulares entren de nuevo en juego.
¿Cómo podríamos entender la aptitud de los métodos de la ciencia para conducirnos a la verdad sin ser capaces de demostrar que estos métodos poseen exactamente la confiabilidad que se les ha atribuido? Es decir, ¿podemos fiarnos ciegamente en los métodos de la ciencia? ¿Cómo podemos estar seguros que estos métodos son confiables? ¿Cómo podríamos justificar nuestra confianza en la observación sensorial, o percepción, en la ciencia sí nuestro entendimiento de tales procesos perceptivos (un entendimiento que descansa en la física, neurología y psicología) no nos garantizase que la percepción en la forma en que se utiliza para probar las teorías científicas, era efectivamente una buena guía hacia la verdad sobre la naturaleza del mundo?
Es en la discusión de las teorías más fundamentales y generales de la física donde la indistinción de la frontera entre las ciencias naturales y la filosofía se hace más evidente.
Dada la clara ambición de estas teorías por describir el mundo natural en sus aspectos más fundamentales y generales, no resulta sorprendente que los tipos de razonamiento aplicados en el desarrollo de estas teorías sumamente abstractas parezcan a veces más próximos al razonamiento filosófico que a los métodos empleados en llevar a cabo una investigación científica más limitada y particular. Cuando se exploran por ejemplo los conceptos y métodos utilizados por la física en el estudio de cuestiones más fundamentales (espacio, tiempo, materia, energía) veremos una y otra vez cómo puede no estar claro en absoluto sí estamos explorando cuestiones de la ciencia natural o cuestiones de la filosofía. De hecho, en este dominio de nuestra exploración de la naturaleza del mundo, la distinción entre las dos disciplinas se torna muy confusa.