Eduardo Galeano ha escrito que “no hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva”, y que mientras los “colonos invaden, y tras ellos los soldados (israelíes) van corriendo la frontera, las balas sacralizan el despojo en legítima defensa”.
I. El conflicto
Para quienes asistíamos a la Asamblea General de la ONU desde finales de los años 70, el tema del conflicto árabe-israelí fue algo que resultaba bastante común o familiar en la Comisión de Asuntos Especiales y en el Consejo de Seguridad. Allí las representaciones acreditadas discutíamos una y otra vez, con más escepticismo que entusiasmo, los altibajos de las siempre empantanadas negociaciones sobre los últimos acontecimientos en Medio Oriente.
Después de leer diversos artículos sobre sobre Gaza, antiguos y recientes, queda la impresión de que no hay prácticamente nada que agregar sobre el tema. Acaso algún detalle histórico o técnico-jurídico. Pero lo esencial está allí con toda su crudeza, su terrible injusticia y crueldad.
Frente a nuevas acciones bélicas, supuestamente legitimadas y arropadas masivamente por los grandes medios, no solo queda por ahora la resistencia estoica y la solidaridad por y para el rescate de la dignidad de los agredidos, de los ofendidos, sino queda también la política y la diplomacia: la votación reiterada y ampliamente mayoritaria en la Asamblea General para reconocer a Palestina el estatus de Estado miembro, el veto anticipado en el Consejo de Seguridad y la reapertura de negociaciones con Israel.
Los hechos anteriores y actuales, concatenados como los duros eslabones de una cadena, hacen aparecer ante nuestras conciencias escenas que nos remiten a los peores escenarios de barbarie de la Roma imperial, de la España monárquica, de la vieja y raposa Inglaterra, de la Francia napoleónica, de la Alemania y la Italia fascistas y de los Estados Unidos neoimperialistas y genocidas. Israel no se queda atrás y aparece hoy como la punta de lanza de las más crueles pesadillas convertidas en realidad. Y es que la lucha por la hegemonía mundial ha hecho de EE. UU. el gran policía occidental, con indudables aliados e ineludibles intereses en los conflictos específicos de Medio Oriente.
Con no poca razón los Netanyahu se preguntan cómo lo hizo Bush (Bushito) en su momento: ¿por qué no nos quieren si somos tan buenos? Aún entre las nebulosas y tenebrosas telarañas de su inconsciencia, alcanzan a discernir que la invasión y la conquista, la fuerza y la prepotencia, el engaño y la mentira no crean derechos. Ellos saben que lo mal habido, lo arrebatado y desposeído a sangre y fuego, no puede ser disfrutado en paz y tranquilidad, que la injusticia no lleva a la felicidad ni puede ser perdurable. Dura un tiempo, pero deja huellas y herencias nefastas de padres a hijos y a nietos, ensombrece la vida presente y futura de nuevas generaciones que no podrán ya suponerse inocentes. Ya decía Jefferson: “Una pequeña rebelión de tanto es una buena cosa” y agregaba: “En verdad yo tiemblo por mi país cuando pienso que Dios es justo” (Notas sobre Virginia).
Los "hijos de Israel", como suelen llamarse, saben y deben saber inequívocamente que el suelo que pisan en Palestina, si alguna vez fue parte de su tierra, de la llamada "Tierra Santa", era y es ahora una tierra común, de árabes, de musulmanes, de cristianos, de hebreos, pero no exclusivo o hegemonizado por sionistas dogmáticos, racistas y trasnochados, de gente trastornada por creencias signadas por el fanatismo, la exclusión y la intolerancia. Y es que el fanatismo religioso aún campea entre pueblos y naciones.
II. Estado de Palestina
Palestina, oficialmente declarada como el Estado de Palestina, es un Estado que fue proclamado en el exilio en Argel el 15 de noviembre de 1988, cuando el Consejo Nacional de Palestina de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) adoptó la declaración de independencia de Palestina de forma unilateral. En ese tiempo, la OLP no ejercía control sobre espacio alguno y su territorio reclamado se mantiene bajo ocupación israelí. Reclama los territorios palestinos (definidos de acuerdo a las fronteras de 1967) y ha designado a Jerusalén como su capital.
Richard Falk, relator especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, profesor emérito de Derecho Internacional de la Universidad de Princeton y autor de más de 50 libros sobre la guerra, los derechos humanos y el derecho internacional, afirma: “Nadie cuestiona el derecho a la defensa. La pregunta es: ¿cuándo y de qué manera es justificado?”.
Robert Fisk:
En 1948, cuando los palestinos huyeron o fueron expulsados de sus casas —750 mil es la cifra ampliamente aceptada—, aquellos en el norte del área de Galilea, de lo que se convirtió en Israel huyeron hacia el Líbano, los del área de Jerusalén huyeron hacia el este, a lo que ahora llamamos Cisjordania, y los del sur huyeron a lo que ahora llamamos Franja de Gaza.
Richard Falk continúa:
Ahora, al igual que en 2008, cuando Israel lanzó un ataque devastador similar contra la población y el pueblo de Gaza, había alternativas. Este tipo de enfoque con respecto a la seguridad genera un nuevo ciclo de violencia de un nivel de intensidad más alto. Y me parece que ya es hora de que la comunidad internacional asuma algún tipo de responsabilidad en la protección de la población de Gaza.
Cuando Noam Chomsky visitó Gaza recientemente describió el lugar como la mayor prisión al aire libre del mundo.
III. Reconocimiento internacional
El Estado de Palestina carece de plena independencia y, de facto, su extensión geográfica se identifica generalmente por los medios occidentales como los Territorios Palestinos.
En 1974, la Asamblea General de la ONU reconoció a la OLP como representante del pueblo palestino, otorgándole la condición de observadora. Puede así participar en todos los trabajos de la Asamblea y en las conferencias internacionales convocadas por la ONU, y desde 1976, es invitada regularmente por el Consejo de Seguridad a participar en sus deliberaciones sobre la situación en el Oriente medio, la cuestión de Palestina y asuntos conexos. Desde el 15 de diciembre de 1988, la ONU utiliza el término “Palestina” en lugar de “Organización para la Liberación de Palestina” (OLP) en su organización, sus agencias y sus organismos afiliados.
El Estado palestino fue reconocido por 94 países tras su proclamación en 1988 y, desde enero de 2012, más de 130 países miembros de la ONU lo habían reconocido formalmente. En los últimos meses, coincidiendo con la intervención militar israelí en Gaza, tras los varios atentados perpetrados por Hamas en Israel el pasado mes de octubre de 2023, otros nueve países han reconocido al Estado palestino.
El primero fue Barbados, el 21 de abril de 2024. Tres días después lo hizo Jamaica. El 3 de mayo fue el turno de Trinidad y Tobago y el 8 de mayo, el de Bahamas. Después llegó el reconocimiento de España, Irlanda, Noruega y Eslovenia, y el último ha sido Armenia.
Actualmente, un total de 145 países de los 193 países que forman parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han reconocido el Estado palestino y de ellos una docena pertenecen a la Unión Europea (UE).
IV. La cuestión judía
Es tiempo de recordar, de releer y de reflexionar lo que ya Carlos Marx escribió en La Cuestión Judía. Cito: “Mediante la liberación del Estado respecto de la religión, el hombre no se liberó de la religión, sino que obtuvo la libertad religiosa”. Así, el hombre, en tanto miembro de la sociedad política se libera de la religión, en el Estado laico, pero como miembro de la sociedad civil sigue estando atado a la religión.
En palabras de Marx: “La emancipación política de la religión no es la emancipación de la religión llevada a fondo y exenta de contradicciones, porque la emancipación política no es el modo llevado a fondo y exento de contradicciones de la emancipación humana”. En efecto, el tema de los fanatismos religiosos es un asunto de intereses materiales, pero también y de manera preponderante, de confrontaciones y luchas ideológicas.
Es en ese magnífico ensayo de juventud donde Marx debate el lugar y el papel de las ideologías, la religión, el Estado y los derechos humanos, en la Alemania de su tiempo. ¿Hasta qué punto —cabe preguntarse— mantienen las tesis materialistas y dialécticas de Marx su vigencia en nuestros días, particularmente en relación a la conformación y coexistencia de dos Estados modernos, formalmente laicos pero esencialmente religiosos, como son el Estado Palestino y el Estado de Israel?
Parece increíble que a estas alturas del desarrollo humano tengan las creencias religiosas tal peso en la vida y en la muerte, simbólica y real, de pueblos enteros. Recuérdense las terribles guerras de religiones europeas de los siglos XVI y XVII. No es solo Marx —que da las pautas para una crítica radical de toda religión—, sino somos nosotros los que tenemos que volver los ojos a las raíces de la historia, del trabajo, de la cultura humana, para preguntarnos ¿son los hombres criaturas de dioses o son los dioses criaturas humanas?
Aún pulula la idea, la falsa disyuntiva, de que son "respetables los creyentes pero no las creencias", o viceversa. Lo respetable es la verdad común, consensuada, por transitoria que sea; lo respetable son las personas, creyentes y no creyentes, las mujeres y los hombres, todos. Por eso quienes pensamos que no es la razón la que atenta contra la fe, sino que es la fe la que niega la razón, cuando escuchamos la frase "Dios ha muerto" nos preguntamos ¿cómo puede morir lo que nunca existió? Ha vivido la creencia, la llamada fe en el más allá, pero por amoroso que pueda parecer, ese imaginario colectivo ha visto desfilar desde Babilonia hasta hoy a múltiples dioses y diosas que han desaparecido con individuos y como civilizaciones. Bien lo dice Jeremías: “La cosecha ha pasado, terminó el verano y nada nos salva todavía”.
Marx afirma que “no es la conciencia la que crea la vida social, sino la vida social la que crea la conciencia de los hombres”. Y dice también que "la religión y el derecho no tienen historia". Lo que significa que ambos dominios carecen de entidad, de existencia propia, que son estructuras ideológicas derivadas o concurrentes de otras, las que conforman la actividad y los intereses materiales de los hombres.
Aplicadas estas ideas al caso que nos ocupa, cabe decir con Marx que no es el predominio o la tolerancia de una religión y un derecho por otro lo que puede dar legalidad y legitimidad a una y a otra comunidad, judíos y musulmanes, en un mismo territorio, sea común o separado. No. Es la liberación de los hombres con respecto a la dominación y a la enajenación, a las creencias religiosas y postulados jurídicos, exclusivos y excluyentes, lo que puede dar lugar a la conformación de leyes justas y a gobiernos legítimos. Paz con tierra, para formar estados independientes y separados, es el camino efectivo y confiable para alcanzar una verdadera tierra en paz.