Es molesto. Sí, sí lo es: escribir es un ejercicio incómodo. Más aún cuando se es mujer, en la era de la inmediatez, y se es periodista digital. Detrás de la pantalla, un sinnúmero de lectores se refugia en el anonimato. En ocasiones, con una mirada interesada. Otras, quizá no es tanto así.
He tenido el privilegio y el gran honor de escribir desde muy joven. Empecé en Capital Oaxaca, con una publicación impresa a la semana. Luego entré a Cultura Colectiva, donde establecí las bases de la sección de arte. Entre museos, exposiciones y pases preferenciales de prensa, Andrea de 17 años estaba fascinada. Estaba en la preparatoria en ese momento. Me encantaba perderme en las librerías de viejo de Coyoacán, caminar por horas en el Centro Histórico, descubrir portales en el extinto DF. Todo eso que a las citadinas nos gusta hacer, casi por naturaleza.
Leí. Leí mucho. Leí hasta que mis ojos se cansaron (antes no usaba lentes; ahora los necesito para ejercer mi profesión). Y la lectura me hizo creer que tenía algo que decir. Pero en realidad no sabía cómo, aunque en ese momento estaba convencida que sería a través de la escritura. Por eso, también, estudié Comunicación en la Universidad Iberoamericana. Era la única licenciatura que tenía algo relacionado con producción escrita. Seguí escribiendo, seguí publicando. No podía parar. Incluso, descubrí que me gustaba la fotografía análoga.
Ahí mismo hice la especialidad en periodismo, y en ese círculo, encontré las puertas para Editorial Televisa. Todo lo que había soñado con publicar vino a mí, de una manera quizás prematura: cuando empecé a escribir para Muy Interesante México y National Geographic en Español, apenas iba a cumplir 22 años. Tenía ganas de ser incendiaria, de quemar todo. Encontré en la divulgación científica cosas que no sabía que me gustaban: dinosaurios, el espacio, la observación astronómica, la lucha por denunciar la crisis climática global.
Cientos de miles de visitas al día. Textos que pegaban, incluso, hasta alcanzar más del millón de usuarios únicos. Otros que sencillamente no llegaban a lo que esperábamos, aunque siguiéramos las mismas fórmulas de éxito. Así de vertiginoso es el periodismo digital, así de incierto. En ocasiones me cuesta trabajo creer que mis textos tenían (y tienen, agraciadamente) ese nivel de impacto. En Televisa conocí lo que es imponer tendencias. Hacer periodismo global se convirtió en una necesidad, bajo la mentoría y entusiasmo de Alejandro I. López, de quien aprendí prácticamente todo lo que sé. Entonces, me pusieron como editora de Muy Interesante México. Y las grietas en mi experiencia empezaron a hacerse más amplias.
Me equivoqué. Varias veces. No se puede aprender a hacer periodismo de otra manera. No hay forma de entender la dimensión de un medio masivo hasta que tienes que escribir para esa cantidad de gente. Más aún si les traduces conceptos complejos, que muchas veces ni tú misma entiendes, para que sean digeribles a gran escala. Pensé que tenía la plataforma para escribir sobre género, abordar la violencia de género en mi país1, sobre cómo tumbar el patriarcado desde la ciencia2. La marea del anonimato masivo respondió.
En las redes sociales de la revista, llovieron miles de comentarios irascibles. Cientos de usuarios me buscaron a mis redes personales para amenazarme e insultarme. Entré en pánico: era el rostro del periodismo que le sonríe con sordidez a las mujeres que ejercemos la profesión, y que no me había encontrado hasta el momento. Fue entonces que escribir me empezó a dejar sin palabras.
Poco tiempo después, me ascendieron a Content Manager de National Geographic en Español. Estuve al frente del equipo editorial en la versión digital de la revista. Trabajé de la mano con el equipo de Estados Unidos, para traducir y adaptar las mejores historias de la revista a nivel mundial. Andrés Olascoaga, el coordinador SEO de la editorial en ese momento, me ayudó a que mis textos despegaran hasta la estrellas. Me conmoví y me maravillé más de una vez. Escribir volvió a tener sentido.
Mis colegas se sorprenden, con cierta indignación, cuando les digo que escribir me dejó sin palabras. Específicamente el periodismo. No les culpo, honestamente. Pero quienes hemos trabajado en una editorial sabemos, específicamente si publicamos más de 4 textos al día, que la escritura es como un músculo, que si no se ejercita, pierde tono. Pero cuando se esfuerza de más, se quiebra. Y se quebró. Y me quebré. No había tomado vacaciones en más de dos años y medio de publicar a ese ritmo. La intensidad me cobró una factura alta. Aunque me tomé un mes para no pensar en escribir, no estar al pendiente de las tendencias, ni pensar en el número de usuarios únicos.
En mayo de 2023, mi camino en la editorial terminó. Me empecé a dedicar de tiempo completo al negocio que había empezado un par de años antes. Recuperé el silencio que necesitaba. De pronto, ya no tenía chismes para mis amistades. La quietud de un estudio de yoga me devolvió algo que sin duda había perdido. Me peleé con el periodismo. Pensé que me había retirado. Y entonces, Muy Interesante México volvió a mi camino. Parece que la revista no me suelta y, aunque tuvimos nuestros roces ácidos, aquí sigo. Ahora, sólo escribo una vez al día, prácticamente de lo que me viene en gana. Honro esa libertad. Me siento agradecida de reencontrarme con eso que perdí a fuerza de inexperiencia y seguramente de necedad.
El periodismo me dejó sin palabras. Pero la ficción, como la que publico en Meer, siempre me ha acompañado. Me gusta trabajar con lo sombrío, con lo extraño, con lo que se esconde a plena vista. Es como el palpitar de un corazón ávido por historias, que pensó que en la realidad encontraría algo de certeza. Este espacio me recuerda que no es así. Gracias a la lectoría, que sigue mi trabajo y lo apoya desde la distancia. Tal vez nunca nos conozcamos, pero honro el espacio que le dedican a mis textos. Sobre todo, porque me recuerdan que escribir te vacía de palabras, pero te da pretextos para seguir creando más.
Notas
1 Para leer sobre el abordaje de la violencia de género, acceder al siguiente link.
2 Para conocer cómo tumbar el patriarcado desde la ciencia, seguir este enlace.