En el último medio siglo, el dibujante y pintor Rolando Faba ha navegado entre la audacia y la temeridad, desde sus comienzos en la gráfica contestaria latinoamericana hasta su fase pictográfica posconceptual y metafísica del presente, pasando por una amplia fase de formación de 23 años en España donde simbióticamente incursionó en diversas escuelas y movimientos.
El crítico de arte, Juan Carlos Flores Zúñiga revisa en la presente crítica la visión posconceptual y experimental de Faba quien expone su producción de los últimos cinco años en la muestra “Salto al Vacío” en la capital costarricense, que como el performance de Yves Klein que la motiva entraña riesgos calculados y otros gratuitos.
Uno de los pasajes que siempre me han atraído en la obra de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas, publicada en 1865, es el encuentro entre el gato de Cheshire y Alicia, una niña preadolescente, que se encuentra tratando de encontrar una salida en su periplo por un mundo subterráneo insanamente fantástico.
-Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar - dijo el Gato.
-No me importa mucho el sitio... – dijo Alicia.
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes - dijo el Gato.
-... siempre que llegue a alguna parte - añadió Alicia como explicación.
-¡Oh, siempre llegarás a alguna parte - aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente!
Alicia pese a su limitada experiencia de vida, tiene solo 10 años en la historia, es audaz en un medio donde, por el contrario, cada personaje que encuentra vive temerariamente por la falta de cordura. El conejo blanco, el gusano, el sombrerero loco y hasta el gato, entre otros, muestran comportamientos que con distancia se podrían clasificar como enfermedades mentales. Pero, todo tiene más que ver con la indagatoria matemática original del autor quien crea un mundo subterráneo disruptivo e inconformista con respecto a los patrones de causa y efecto del pensamiento lógico, mecanicista y lineal de la época victoriana.
Carroll, no obstante, propone un modelo de realidad alternativo, casi cuántico, donde no hay más causa y efecto, donde no dependemos más del mundo externo para experimentar cambios.
De hecho, conceptos aparentemente contradictorios son integrados. Así, por ejemplo, la audacia y la temeridad se confirman como caras de una misma moneda en el medio artístico. Como conceptos que orientan los comportamientos, reflejan la actitud del artista de tomar riesgos en su indagatoria sin depender de lo que diga el entorno, resultando en malentendidos que algunos confunden con genialidades, aunque, algunas veces, solo sean maneras alternas de mirar y crear.
La primera cara de la moneda comunica disrupción con respecto a las convenciones establecidas asumiendo riesgos meditados que pueden controlarse mientras la segunda cara refleja una completa imprudencia en que no se mide ni se consideran los posibles resultados por la incertidumbre y el descontrol que la caracterizan.
En el último medio siglo, Rolando Faba ha navegado entre ambas, enfatizando la segunda, desde sus comienzos en la gráfica contestaria local hasta su fase pictográfica posconceptual y metafísica del presente, pasando por una amplia fase de formación de 23 años en España donde simbióticamente asimiló diversas escuelas y movimientos y se afirmó como creativo en las artes visuales.
Si bien su muestra “Salto al vacío” que estará expuesta todo el 2024 en la Plaza de la Cultura, no es estrictamente retrospectiva, por reunir solo la obra de los últimos cinco años en una carrera de medio siglo, resulta ilustrativa de una indagatoria temeraria y cuántica que trasciende ese marco temporal.
Gama monocromática
Rolando Faba nació en Costa Rica en 1954 y se formó como artista gráfico durante la década de 1970. Un elemento seminal en su formación inicial fue su labor en la imprenta de su padre donde no solo aprendió sobre técnicas de impresión, sino que también tuvo una profunda inmersión en la fotografía analógica, particularmente en la fase de revelado en el cuarto oscuro, lo que empezó a alimentar la idea de combinar el negocio familiar con una vocación artística. Por ello, ingresó a la Facultad Bellas Artes de la UCR en 1974, en un período marcado por la polarización política y profundo cambios regionales y globales.
Como ya he escrito al respecto en relación con la muestra “Artes visuales de los 70” organizada por los Museos del Banco Central de Costa Rica en el 2019:
Nuestra sociedad se mantuvo enfocada más en las transformaciones políticas, educativas, económicas, y sociales locales a pesar de la inestabilidad del mundo circundante como ilustran la guerra en Vietnam; las tensiones en el eje Este-Oeste que originaron la Guerra Fría; la rebelión estudiantil y obrera de mayo de 1968 en Francia, y la masacre de estudiante en octubre de 1968 en la plaza de las tres culturas conocida como Tlatelolco en México, entre otros. La década inició con un significativo movimiento estudiantil en las calles contra el proyecto para concesionar la explotación de aluminio a la transnacional estadounidense Alcoa en abril de 1970 y cierra con la revolución sandinista en 1979 que cambia el balance geopolítico regional. Aunque en el exterior estos eventos incidieron en el desarrollo de un espíritu de reivindicación hacia la paz y el amor y gestaron movimientos socioculturales como el hipismo, y otros más radicales e incluso violentos, la respuesta fue tímida y extemporánea en Costa Rica. No hubo, localmente, la correlación entre los eventos políticos y los culturales que eran reflejados en el arte por medio de la pintura sígnico-gestual, el Arte Povera, lo Matérico, el Pop, el Informalismo, y el Neoexpresionismo.1
Es en ese período que Faba afianza su militancia política y expresión contestaria junto a conocidos dibujantes de la misma vena como Fernando Carballo y Fernando Castro. Con ellos emprende una colaboración que formalmente se materializa con la muestra “Clima Natal” que inicia en la capital costarricense en 1985 y se vuelve itinerante al año siguiente. Por cinco años consecutivos se expone en diferentes ciudades estadounidenses con la adición al título de “Trazos y voces desde Centroamérica”.
Escribí entonces a raíz de su participación en dicha muestra que:
Faba pertenece, por derecho propio, al terreno del cartel, pues deliberadamente y no por los recursos que emplea –siluetas de tiro al blanco–, busca la idea global, propia de mensaje publicitario. No intenta liberar sus componentes constructivos para que ellos nos participen de una dialéctica, con sus múltiples mensajes, sino que más bien los mediatiza limitando la lectura libre por parte del espectador. Cuando presenta el díptico en grafito, “Cazadores”, el mensaje es claro y único: soldados (guerra) armas (muerte), personas (víctimas). Sus “especies en peligro” y I y II, en tinta china y “collage” son, en cambio, pequeños divertimentos visuales sin mayor trascendencia en cuanto a imaginación, interpretación y profundidad. Juegos ópticos que se pueden aprovechar mejor en la publicidad o para colgarse en un muro público, no para una galería de arte.2
En el 2009 a raíz de su muestra “Puntos suspensivos” reconoce en retrospectiva su distanciamiento con respecto a la contingencia y la protesta política por medio de la gráfica que le caracterizó entonces al declarar que en sus inicios “mi trabajo giraba en torno a la violencia, tanto humana como de la naturaleza. Pero, ahora me inquietan la vida y los cambios”.3
La grafía (palabra griega que designa la actividad gráfica, tanto en su modalidad de escritura como de dibujo) sigue siendo en el presente un término apropiado para comprender su colección “Nimium temeraria lapsus” (traducida libremente como “pequeño desliz temerario”) consistente de tres series, a saber, Blanca, Negra y Brahmanda, que analizaremos más adelante. En estas series se ocupa consistentemente de ilustrar y narrar visualmente los resultados de su continua experimentación técnica y conceptual, rotundamente ecléctica, de lo circunstancial, y aleatorio en la existencia humana y la naturaleza.
Independientemente de la óptica con que se aprecien no estamos ante composiciones intencionalmente realistas o abstractas, sino ante un caos ordenado cuyos componentes gráficos adquieren cualidades artísticas, a pesar de su temporalidad como ocurre en el diseño, el cartel y la ilustración que dominó tempranamente.
No obstante, existe algo en común entre las manifestaciones gráficas de Faba, a lo largo de su carrera, se trate de un dibujo, un collage, o un cartel o “afiche”: su principal característica es la línea que designa, señala, a diferencia de la escritura que, cada día, se define más como un sistema simbólico racional, conectado con el lenguaje.
Para fraseando al pintor y dibujante suizo Paul Klee, cuando Faba dibuja "lleva a pasear una línea" (deriva) y se distancia del cartelista, no así de su identidad como artista gráfico, en que la línea es, a la vez, el tema de su expresión, mientras que para el diseñador gráfico la línea no es el tema, sino un medio para comunicar una idea global que desea se comprenda de un solo vistazo, como en la publicidad o la propaganda.
Realismo y abstracción
Por casi una década Faba priorizó en su producción figurativa el objeto de la comunicación subordinando su indagatoria técnica y conceptual a la idea o tema del que partía conforme a su formación gráfica. Un accidente en su mano derecha lo obliga a usar la izquierda – lo cual no deja de ser una paradoja ideológica – erosionando el control racional permeado por la política para encontrarse con la abstracción, la otra cara del realismo desde su perspectiva.
Sin embargo, no es el único punto de inflexión, ya que desde 1984 venía trabajando en paralelo en dibujos monocromos que ven la luz en su primera individual en el desaparecido Teatro Carpa e incluso ese mismo año empieza a pintar con acrílicos retratos grotescos sobre noticias de los medios de comunicación como concursantes en concursos de belleza y accidentes de tránsito que siguen siendo disonantes por su marcado tratamiento expresionista. La mayor parte de esta obra no ha sido documentada y mucha se ha perdido.
Este rompimiento con el mensaje contestario y la ilustración se vuelve definitivo en 1988 con la muestra de corte conceptual titulada “Islas y otros accidentes” que realizó en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica en la que, sin dejar de depender fuertemente de la gráfica sobre papel, recurrió a un sencillo método aleatorio para reducir la “interferencia física” en el proceso compositivo. En una bolsa plástica introdujo recortes fragmentados de afiches y otras obras suyas publicadas que tras agitar dispersaba sobre un proyector de opacos para inferir diseños o bocetos que una vez filtrados se convirtieron vibrantes collages con colores y diseños geométricos aleatorios. El resultado fue gratificante comercialmente, ya que fue la primera vez que pudo vender toda la obra de una exhibición.
El acto de descontextualizar las imágenes mediante la mutilación y su posterior reorganización obligaba al receptor final a hacer una lectura muy personal de cada obra. Esto a finales de los ochenta no era ninguna novedad por supuesto, ya que las técnicas de collage y los recortes se remontan al dadaísmo de los veinte con artistas como Hannah Höch y Kurt Schwitters, surrealistas en los treinta como Man Ray y Eileen Agar, y fauvistas como Henry Matisse con sus “cut-outs” en los cuarenta. El objetivo tampoco era muy diferente, ya que Faba como sus predecesores descubre que la pérdida del control permite componer obras que tienen como fin último alterar la percepción criticando tácitamente el consumo pasivo de la obra en exposición.
Creando “a la deriva”
Empieza entonces intencionalmente una jornada de investigación que continua hasta el presente, impidiendo que se afirme en un estilo o escuela artística y/o técnica en particular. Lo único permanente en su indagatoria tanto en Costa Rica como en su residencia de 23 años en España, es su vocación como artista gráfico, su insaciable curiosidad y su adopción de “la deriva” como herramienta primordial de concepción y realización técnica de su obra.
Esto es patente en su producción española y en su serie verde que desarrolló a partir de 1996 por poco más de una década de la que su acrílico sobre tela “Biomáquina” es un buen ejemplo.
Mientras la curiosidad por la técnica y las posibilidades de los materiales compensa la falta de intencionalidad en su obra, evadiendo las etiquetas y las definiciones estilísticas, la deriva es una práctica estética que ha terminado caracterizándolo como un artista conceptual. Originada en las experiencias de desorientación experimentadas por los dadaístas y los surrealistas, en sus excursiones al aire libre, haciendo lecturas de las posibilidades expresivas de anti-arte en la ciudad, la deriva es tanto un modo de concepción como de vida para el artista.
Basándose en el concepto de psicogeografía, la deriva quería ser el “reconocimiento de los efectos psíquicos del contexto urbano en el individuo y su comportamiento”, según el filósofo, cineasta y activista francés Guy Debord (1931-1994) quien a finales de los cincuenta retoma la deriva modernista y lidera el movimiento “Situacionista” de corte neomarxista, cuyo principal objetivo era el de liquidar la sociedad de clases en tanto que sistema opresivo y el de combatir el sistema ideológico contemporáneo de la civilización occidental: la llamada dominación capitalista y la dictadura de la mercancía.
Debord era ante todo un estratega político, pero su influencia en las artes ha alcanzado a creadores como Faba que han incorporado paso a paso esta metodología a su práctica artística.
El filósofo francés sugería que
Para hacer una deriva, debes ir andando sin meta y horario. Elegir el camino sin basarse en lo que sabes, pero con base a lo que ven a su alrededor. Tienen que ser enajenados y mirar todo como si fuera la primera vez. Una forma de facilitar esto es andar con paso medido y mira hacia arriba ligeramente inclinados, así como para llevar el centro de la arquitectura del campo visual y dejar la superficie de la carretera al margen inferior de la vista. Tienes que percibir el espacio como un todo y dejarse atraer por los particulares.4
Faba entiende la deriva como un reflejo de su forma de ser consistente dejándose llevar por un flujo continuo aparentemente sin control en el proceso creativo. De hecho, esta técnica lo ha llevado a extremos obsesivos en la factura formal de su obra, pero preservando su tendencia histórica a la monocromía –indistintamente de si incluye el verde, amarillo o el rojo– producto de su deformación como artista primariamente gráfico.
En términos creativos es un artista posconceptual que se deja llevar por las ideas obtenidas mediante la deriva, subyacente en cada obra, las cuales suelen tener más gravidez que las obras en sí mismas. Esto no quiere decir que no le importe el resultado formal final, sino que la técnica, la forma, las dimensiones y los materiales están al servicio de la idea derivada.
Forma y fondo
En la obra del último quinquenio, Faba expande el sentido lúdico de la deriva reviviendo la parodia mediática de Yves Klein con su teatral “Salto al vacío” de 1960 que da nombre a la muestra, para lanzar importantes interrogantes con base en tres ejes conceptuales que han sido cruciales en la búsqueda del propósito de la existencia.
Primero, la posibilidad con los conceptos largamente discutidos en la historia humana del vacío (físico y metafísico), la saturación (psico-social, cultural y medial) y el origen de la vida (científico y espiritual). Segundo, la ambigüedad con su intrincada polisemia que obliga a reducir la incertidumbre, y tercero, el error, causado directa o indirectamente por el deterioro (entropía), lo accidental y lo transitorio (lo efímero).
Hay ciertamente una correspondencia formal y conceptual entre las series y los tres ejes temáticos ya citados: en la “serie blanca” se explora el concepto del vacío a partir de los fondos blancos donde dialogan tácitamente con manchas y texturas monocromáticas con algunos acentos de color como en “Volúptas” un acrílico sobre tela del 2022.
El enfoque de Faba en ésta como en obras similares de la “Serie blanca” es capturar la esencia y la energía del elemento principal en lugar de enfocarse en los detalles precisos. A través de trazos rápidos y fluidos, representa el movimiento de una manera expresiva y dinámica al aplicar los pigmentos de color en el centro de la composición colocándolos deliberadamente en relieve. Me gustaría compartir la noción de que hay descontrol y emoción, pero eso parece ajeno aquí como en la mayoría de las obras presentes por tener lugar en la fase oculta del proceso, no en el resultado final que se hace público.
Mientras tanto en la “Serie negra”, se explora exponencialmente el tema de la saturación barroca de estímulos que ahogan la atención como un vórtice que atrae a sus profundidades. Su perturbador paisaje en acrílico sobre tela “Insomnio” del 2022 ilustra el consumo gradual del vacío por medio de la saturación del movimiento en tonos oscuros sinuosos y desproporcionados.
No debe confundirse el vacío con la nada, ya que la física cuántica ha demostrado que hay energía donde parece no haber nada. En otras palabras, el vacío no está realmente vacío, sino que se encuentra lleno de distintos elementos, aunque no sean propiamente materia. Por eso resulta paradójico saltar a algo que realmente no está vacío. El impacto en las artes visuales de este descubrimiento ha sido enorme, por eso es posible reconocer ondas electromagnéticas, partículas y los famosos campos no nulos como el de Higgs. En el caso concreto de Faba, estamos ante una obra que pasa de llena a saturada, aunque visualmente la superficie nos parezca vacía o inmaterial.
Que quede claro, sin embargo, que estamos ante una exposición cuya concepción está fundada en la filosofía del arte más que en la ciencia.
Por ello, el tema del origen de la vida es importante como evidencia la "Serie Brahmanda", aunque no permita un análisis o discusión a fondo. Consistente en cuatro pinturas al acrílico sobre tela producidos entre el 2022 y 2023, este conjunto se ha inspirado en una de las leyendas sagradas hinduistas (puranas) principales que afirma que en el comienzo había un huevo (o testículo) de oro que era de origen divino (Brahma) y el universo (parpancha) se formó a partir de él.
Es probable que a los budistas aficionados o no, les interese esta serie que formalmente ha sido resuelta con limpieza técnica y concepto minimalista, pero que conceptualmente no agrega mucho a la pregunta mundana de ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Tal vez, tengamos una prueba de su esterilidad cuando el autor en otro ardid lúdico viste de patrones de camuflaje uno de los huevos representados.
La ambigüedad constituye un paradójico segundo pilar en la exhibición, a partir de su instalación “Ananda o la farmacia celestial” consistente de tres triángulos dorados y la pieza “Alicia”, otro triángulo, realizada en bronce y acrílico sobre madera, todas concebidas en el 2023.
La pretensión del artista es envolvernos en un ritual posmoderno recurriendo al triangulo, el azul y el oro que en el pasado se han asociado simbólicamente con la divinidad, para compartir símbolos y fórmulas químicas de nueve sustancias de efectos alucinógenos de uso común en los rituales chamánicos y ciertas prácticas de psicoterapia.
Aunque su investigación preparatoria se haya fundado en la figura de Ananda, principal discípulo de Buda de quien era primo, las láminas precolombinas de figuras de oro del Pacífico sur costarricense asociadas a los rituales mencionados y la experiencia de la Alicia de Carroll, consumiendo un supuesto hongo alucinógeno (posiblemente Amanita muscaria) que cambiaba la percepción visual del personaje permitiéndole ver objetos más grandes o más chicos como una realidad alterada, la verdad es que Faba nos participa de juegos mentales en los que no pasamos de curiosos espectadores.
No estamos de hecho ante una ruta viable de iluminación sensorial o metafísica inducido por láminas que sugieren la química de drogas alucinógenas, sino ante una instalación que evoca desorientación por su carácter enigmático.
Es, ciertamente, una temeridad reducir la búsqueda de respuestas en la dimensión espiritual al atajo que provee el uso de las drogas rituales, pero ciertamente confirma la cosmovisión atea de que la religión es una invención humana y no sobrenatural que se puede encontrar en cualquier “farmacia celestial”.
Especialmente afecto a la “belleza” de la imperfección humana y natural, Faba como un humanista nos adentra luego en el tercer eje, el error, mediante representaciones que transgreden los límites entre lo humano artificial y el mundo natural valiéndose de un biomorfismo que explota lo orgánico y lo transforma unas veces en máquinas como en los cuatro componentes de su “Maquinaria Sutil” –serie negra del 2022–, y otras en umbrales de lo desconocido e incierto como “El llanto de las bestias I”, acrílico sobre tela del 2021. El error no tiene que ver aquí con equivocación deliberada, sino más bien con imperfección accidental que puede transformarse en belleza según la perspectiva estética que apliquemos.
No pretende Faba que las obras asociadas a cada eje brinden respuestas profundas, sino más bien que generen nuevas preguntas en el mejor sentido heurístico al que no ha acostumbrado la ciencia humana. Lo que observamos en cada obra de las series presentadas, a saber, Blanca, Negra y Brahmanda, son una suerte de documentos visuales resultado de factores artísticos y extra artísticos que buscan desafiar nuestra percepción y si es posible provocar nuevos comienzos o interrogantes.
Esta muestra como otras que he hecho anteriormente es una documentación, …es decir una serie de documentos que no hacen referencia a las situaciones (de la vida) pero que son fruto de las situaciones. No solo son documentos sobre situaciones reales, humanas, y reflexiones sobre esas situaciones y sobre la vida, sino un punto de partida para otras cosas.5
En retrospectiva la obra de Faba permite la lectura de múltiples referentes y detonantes propios de su experimentación e inmersión en diferentes culturas visuales durante diferentes estadios históricos, desde el arte precolombino que estudió para afirmar su identidad cultural antes de residir en España, pasando por las mitologías y estéticas orientales para su exploración metafísica, particularmente el budismo, y llegando hasta las influencias de artistas de mediados del siglo pasado como el monocromático neorrealista francés Yves Klein (1928-1962) y el pintor y poeta sueco cartógrafo Öyvind Fahlström (1928-1976).
Comunidad del salto
En el ámbito de las influencias, ni Klein ni Fahlström son trazables compositivamente en la obra de Faba, si bien sus posturas políticas de izquierda y artísticas en favor de la liberación de los medios, formas y materiales redefiniendo el espacio y el tiempo encuentran eco en los paisajes mentales que representa el autor costarricense.
La influencia de Klein es más bien técnica y conceptual ya que produjo principalmente obras monocromáticas en la aplicación del color, transgrediendo con despreocupación los bordes del formato, mediante diferentes rodillos y esponjas, aunque, muchas veces, simplemente depositaba la pintura y dejaba que esta se colara por sí misma para que el azul encontrara su propia forma.
Otro aspecto relevante en la obra de Klein fue su exploración y uso del pan de oro en sus series buscando representar la unión entre material y lo espiritual. Además, daba un gran valor al uso del pan de oro porque daba una textura determinada y usaba el mismo material para representar el color. Encontramos un reflejo de esta práctica en su instalación "Ananda o la farmacia celestial".
Por otro lado, el interés del francés en el budismo zen es otro punto de encuentro con respecto a Faba. Pero, recordemos que esto no tiene que ver con una idea de Dios, ya que el centro de esa doctrina sigue siendo el ser humano, no la divinidad.
En cuanto a Fahlström la distancia aumenta más por cuanto el artista sueco practicó un dibujo automatista, y creó mapas con base en imágenes y textos conectados poéticamente. Lo único que los acerca es su desafío en su cartografía de los conceptos de espacio y tiempo mediante juegos en los que invita a participar activamente al espectador.
La incidencia de artistas como Klein y Fahlström en el artista costarricense, tiene que ver más con filosofía que práctica artística. Su objetivo no es halagar copiando en su producción a quienes admira, sino más bien sumarse a ellos en términos de modo de vida con base en una cosmovisión particular, una especie de zona neutral donde como artista puede poner atención completamente a su sensibilidad y realidad. De ahí la infatigable experimentación que realiza Faba y que poco tiene que ver con el objeto terminado.
No obstante, su preocupación primordial, como otrora la de Klein y Fahlström no es hacer representaciones de la realidad que se consuman como arte, sino despojar sus construcciones del subjetivismo y las restricciones del raciocinio. Repito, el énfasis está en el proceso, no en el objeto final. Una evidencia adicional de esto es que ninguna de sus etapas o series surgen como resultado de una evolución en secuencia cronológica lineal o a partir de puntos de inflexión o ruptura, sino más bien que se traslapan a veces por años hasta emerger por completo.
A finales de los años cincuenta, diez años antes del famoso “Salto al vacío” de Klein, se creó una dinámica educativa en museos europeos con base en técnicas circenses dirigido a niños y adultos, con el fin de ayudarles a recorrer el camino disruptivo de distintos creadores modernos y darle así la espalda a su rol tradicional de espectadores abrazando el nuevo rol de protagonistas en el objeto/proceso artístico. Puede que Faba no haya llegado aún a su destino o completado su "salto" - puede que tal vez nunca llegue-, igual que puede que su compulsiva curiosidad y obsesiva experimentación en el mundo cuántico de Alicia lo emparente con el espectáculo circense, pero al final el "salto al vacío" supone un riesgo que no por ser calculado y lúdico reduce el grado de incertidumbre y fracaso que asume individualmente el creador. Por ello, respeto la declaración del innovador cineasta francés, Jean Luc Godard quien ha dejado claro que: “Aquel que salta al vacío no debe ninguna explicación a quienes de pie se quedan observando”.
Notas
1 Flores Zúñiga, Juan Carlos. (2019, 1 noviembre). “Violenta nostalgia”. Ars Kriterion E-Zine.
2 Flores Zúñiga, Juan Carlos. (1986, 17 de enero). “Carballo, Castro y Faba: Indolencia”. La Nación, p. 2B.
3 Sin autor. (2009, 1 de mayo). “Rolando Faba usa el arte para crear un caos controlado”. La Nación.
4 Debord, Guy. (1956, noviembre). “Théorie de la dérive”, Les Lèvres nues, n. 9, Bruxelles.
5 Faba, Rolando. (2023). Entrevista. Museos BCCR.