Sería sin duda muy meritorio si un espíritu preclaro se propusiera una geografía de las Realidades […] dejando a un lado mis escrúpulos, me lanzo a la empresa de describir una de las realidades de Roma, sólo una, la del pasillo de Borromeo Colmi, debo advertir que esta ciudad se halla conformada por numerosas realidades autónomas. Nadie hasta ahora ha sido capaz de enumerarlas todas y menos de ordenarlas. Como en un gigantesco vertedero se superponen unas sobre otras, se penetran mutuamente sin perder su propia idiosincrasia, se acosan y combaten y, aunque pertenecen a diferentes tiempos, están sumamente vivas. En cierto sentido puede decirse incluso que el tiempo y el espacio tienen una función diferente en cada una de ellas. A veces intercambian pura y simplemente sus papeles.
(Michael Ende, El Pasillo de Borromeo Colmi)
Nudos de tiempo
Se dice que la filosofía intenta captar su tiempo en conceptos. Puede que ello sea correcto, siempre y cuando sepamos qué significa “su tiempo”. Nada más difícil que determinar lo contemporáneo. Con mucha ligereza se afirma que lo actual es el aquí y el ahora. O mejor aún: yo, aquí, ahora. Nada más claro, nada más simple. Alguien en un tiempo y un espacio. Es la fórmula de lo concreto, de la actualidad absoluta… si la entendemos como punto... porque, si nos detenemos a pensar, resulta obvio que el ahora no es nada sin el entonces. El aquí no es nada sin el allá. El yo no es nada sin tú, ella o nosotros.
Detengámonos en el tiempo por un momento. El ahora y el entonces forman un entrelazo de pasado, presente y futuro. Entrelazo y no mera secuencia. El presente cita el pasado, anticipa el futuro. Existe una historia de lo que creíamos sería el futuro. Existen pasados que se modifican en el recuerdo durmiente. El tiempo no es una mera sucesión de ahoras. Mi presente absoluto, mi ahora, no es un punto. Todo lo que me concierne ahora mismo remite al pasado, a mis memorias y al futuro, mis expectativas. Además, mis memorias y expectativas se anudan a imágenes, pensamientos, sensaciones o sentimientos. Todo ello termina por trazar un tiempo complejo donde se juega mi vida. Pero este tiempo, sorpresa, tiene una forma, Es decir, es un trazo espacial. ¿No hablamos de tiempo lineal y de tiempo circular? ¿No vivimos por un espacio de tiempo? ¿No es el intervalo un ser híbrido que galopa entre el tiempo y el espacio? El tiempo deviene espacio.
Pero también el espacio tiempo, porque un espacio no es necesariamente estático. El territorio de un animal no tiene fronteras definidas, y responde constantemente a las variaciones del clima o la distribución del alimento. El espacio deviene tiempo y el tiempo deviene espacio. Pero si lo decimos así: uno deviene el otro, damos privilegio al tiempo: uno se convierte en otro, como si ellos no coexistieran, como si ellos mismos no se entrelazaran, particularmente en eso que llamamos presente.
¿Qué es entonces mi presente? ¿Dónde comienza y dónde termina el ahora? ¿Hay un borde entre pasado y presente, entre presente y futuro? ¿Cuántas relaciones no hay entre esos tres tiempos y entre los eventos que en ellos han tenido o tendrán lugar? Hay, digámoslo así, hilos.
Recordemos a Ananké, la diosa griega del destino, representada con una rueca y un huso. Hila el tiempo junto con el destino a partir de todo tipo de vínculos y lazos. Platón hace a las Moiras hijas de Ananké: Cloto (Κλωθώ, la hilandera) que hila la vida con rueca y huso; Láquesis (Λάχεσις, la que echa a suertes), que mide con una vara el tamaño del hilo de la vida; y Átropos (Ἄτροπος, lo inexorable o ‘inevitable’, literalmente, aquello que no gira), quien cortaba el hilo de la vida.
Los Incas hicieron del hilo y del nudo un sistema de escritura completo, los quipus, que hasta la fecha no han sido descifrados. Pero indican ya una relación entre la cuenta y relato de los tiempos con el espacio. Sabemos también que el concepto andino de Pacha significa tierra, mundo, lugar, época, es decir, el lugar donde se habita, en términos tanto espaciales como temporales. Avatares de la forma en el espacio-tiempo Pacha. Incluso existe una asimilación entre espacio y materia, por un lado, y tiempo y espíritu, por el otro.
Hay hilos o rayos entre el presente, el pasado y el futuro, entre eventos, pensamientos e imágenes. Fibración de Hop Rayos o hilos. Un tejido, un espacio dinámico. Es el telar del tiempo.
El presente puede ser visto también como un nudo que entrelaza pasado y futuro, que no puede ser cortado sin destruir el tiempo mismo. Un nudo gordiano.
Los Incas registraban los hechos a partir de nudos en un gran telar. Se piensa que se trataba de una escritura y de un sistema calendárico, pero también de registro histórico. Los nudos marcan eventos. Pero el conjunto de nudos se anuda a su vez en una gran estructura. Existen escalas de tiempo. No hay duda. Larga y corta duración. El presente de mi vida no es el presente de un país o de la especie humana. Lo que se anuda para nosotros es un conjunto de nudos de diversas escalas. Nudos de nudos. Un nudo salvaje:
Nudo salvaje
Y no sólo varía la forma y escala del tiempo, sino también sus tipos. Hay tiempos de urgencia (como los revolucionarios), tiempos meditativos (como cuando nos recogemos a pensar), tiempos crónicos (como cuando estamos enfermos, esperando alguna recuperación), tiempos indiferentes (como el tiempo infinito representado por una recta).
Especies de espacios
El problema no es tanto el de saber cómo hemos llegado, sino simplemente reconocer que hemos llegado, que estamos aquí: no hay un espacio, un bello espacio, un bello espacio alrededor, un bello espacio alrededor de nosotros, hay cantidad de pequeños trozos de espacios, y uno de esos trozos es un pasillo de metro, y otro de esos trozos es un jardín público; otro (aquí entramos rápidamente en espacios mucho más particularizados), de talla más bien modesta en su origen, ha conseguido dimensiones colosales y ha terminado siendo París […] En resumidas cuentas, los espacios se han multiplicado, fragmentado y diversificado. Los hay de todos los tamaños y especies, para todos los usos y para todas las funciones. Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo posible para no golpearse.
(Georges Perec, Especies de espacios)
Con el espacio sucede como con el tiempo. El aquí, un mero punto, no es nada sin el allá y el acullá. Pero aquí, allá, acullá, son meros puntos, no alcanzan para hacer el espacio, por ejemplo, donde encontramos las cosas. Esos puntos cohabitan en un campo más amplio, que posee su propia estructura. Sí, los filósofos y filósofas hablan gustosos del tiempo, porque éste remite fácilmente a la etérea dimensión de un sujeto o un espíritu. El sujeto vive, siente, experimenta y se experimenta en el tiempo y como tiempo. El espacio, en cambio, se trata con recelo. Éste carece de vida, se arguye, es el territorio desprovisto de conciencia o subjetividad, son las inaccesibles cosas en sí o la impenetrable naturaleza. Partes extra partes. Exterioridad. Dispersión. Y, sin embargo, todo lo que existe está situado, tiene un entorno, que comparte con otros seres. Tiene un espacio. O mejor, existe porque tiene lugar. Es en algún espacio donde aparecen cosas y personas que se entrelazan. Los puntos se remiten entre sí, pero también los espacio: unos se contienen entre sí, otros colindan, otros se encuentran distantes. Unos reúnen, otros dispersan, alejan o acercan.
Sí, los espacios son de muchos tipos: continuos o discontinuos, euclidianos y no-euclidianos, métricos o topológicos. El mundo es una red de remisiones, actuales o virtuales. Los espacios pueden ser homogéneos o no. Pueden admitir medidas, o ser indiferentes a ellas. Pueden ser rígidos o flexibles. Pueden ser finitos o infinitos. Con o sin borde, con y sin curvatura. Con y sin agujeros. Como sea, lo es espacios se recorren. En ellos encontramos caminos. Solitarios o que se cruzan con o se bifurcan en otros. Como sea, siempre hay más de uno.
Los espacios se recorren. Están constituidos por los caminos que se pueden trazar en él. Caminos que a su vez recorren los individuos que constituyen su tráfico o sus flujos. Caminos de bosque. Caminos de ciudad. Rutas informáticas. Corrientes marinas. Flujos de personas. De capitales. Pero el espacio no puede recorrerse sino en un tiempo particular. Por tanto, entre tiempo y espacio, aparecen otros lazos. Varios lazos sin formar totalidad, No hay UN gran vínculo del mundo. Eso quiere decir que no podemos hablar de todo en el mismo tiempo, en el mismo espacio, en el mismo contexto, del mismo modo. Pero no hay tampoco espacios y tiempos aislados como en un gran archipiélago del ser. En absoluto, todo se conecta. Pero no al mismo tiempo, ni del mismo modo, ni en el mismo sitio. Hay muchos tiempos y muchos espacios y muchos enlaces entre ellos.
Paul Klee. Hauptweg und Nebenwege (1929)
La palabra “espacio” remite con toda justicia a diversas mundos. El espacio donde los astros definen su velocidad y sus trayectorias. El espacio de la página en blanco. El espacio entre palabra y palabra. El espacio acoge, da libertad y, al mismo tiempo limita. Los grados de libertad que tenemos en una situación lo llamamos margen de maniobra, que en alemán se dice: Spielraum: espacio de juego. Podríamos decir que los espacios nos dan los diferentes tableros de juego. Algunos se pierden en el infinito. Otros se envuelven sobre sí. Algunos están conectados. Otros, no.
Variantes de ajedrez
Cronotopo
Vamos a llamar cronotopo (lo que en traducción literal significa «tiempo-espacio») a la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. Este término se utiliza en las ciencias matemáticas y ha sido introducido y fundamentado a través de la teoría de la relatividad de Einstein […] es importante para nosotros el hecho de que expresa el carácter indisoluble del espacio y el tiempo […] El tiempo se condensa aquí, se comprime, se convierte en visible desde el punto de vista artístico; y el espacio, a su vez, se intensifica, penetra en el movimiento del tiempo, del argumento, de la historia. Los elementos del tiempo se revelan en el espacio, y el espacio es entendido y medido a través del tiempo. La intersección de las series y uniones de esos elementos constituye la característica del cronotopo artístico Bajtín, M. Teoría y Estética de la Novela.
Consideremos un cronotopo una estructura espacio-temporal habitada por ciertos seres reales o efectivos entre sí, regidos por ciertas relaciones, actuales o virtuales. Se trata de pequeños universos. Espacio y tiempo abrigan, cobijan a los seres. Les dan un sitio y un ritmo. Son extraños, porque tiempo y espacio son inseparables de los seres, sin ellos mismos serlo. No son cosas, entes. Fácilmente decimos que son dimensiones humanas, coordenadas que nosotros les imponemos a los fenómenos. Pero no podemos librarnos del hecho de que nosotros mismos existimos. Y que, al existir, debemos hacerlo en el tiempo y el espacio. Pero sabemos también que hay muchas escalas, formas y modalidades de existir. El quark, el planeta, la esponja, la navaja de rasurar, tu tía. Sí, claro, todo está sometido, en última instancia, el tiempo del universo en su conjunto. Sin embargo, ese universo no forma un continuum simple. La diversificación del saber solamente refleja la diversidad de modalidades en que damos testimonio de lo existente. La teoría del todo, tan soñada por los físicos, no explicaría realmente nada hasta que pudiese establecer las cadenas causales y genéticas de todos los órdenes. Trazar el camino que lleva del gluon al ataque de risa. O de las neuronas a la decisión de qué comer el día de hoy. No podemos, porque colisionan el determinismo de un dominio, con la mínima libertad que asumimos del otro. Pero los que niegan el libre albedrío lo hacen por prueba indirecta, porque éste no es compatible con sus sistemas de explicación. Eso constituye una discrepancia, pero no es ninguna prueba. Una verdadera prueba sólo puede ser constructiva, dándonos el mecanismo completo que explicaría sin resto la causalidad en el mundo humano.
Por ahora y por honestidad, con nuestro saber y con las cosas, consideremos los distintos cronotopos. De las partículas. De los planetas y los hoyos negros. De los pólipos. De los pixeles. Y reconozcamos tanto los patrones comunes que los atraviesan, así como las intersecciones e isomorfismos entre ellos, pero también su singularidad. Digamos que no existen diferentes mundos, cada uno con sus habitantes y sus reglas. Existen el espacio y el tiempo y sus diferentes individuaciones, creando diferentes cronotopos, pero todos ellos conectados entre sí de formas variadas. Sí, no sólo se individúan el átomo, el planeta, el virus o los animales, sino también tiempo y espacio, así como sus relaciones recíprocas. A la postre no hay sino ese gran tiempo y espacio cósmico, sea lo que eso signifique, pero éste se ramifica y se determina en otros espacios y tiempos. En otros cronotopos, que albergan el teatro de las criaturas más diversas.
La estructura espacio-temporal significa algo distinto para la física relativista que para la novela. Y, sin embargo, no tenemos empacho en hablar, en ambos casos tanto de espacio como de tiempo. No se trata de meras metáforas. Se trata de estructuras donde contemporaneidad y secuencia se desenvuelven para dar escenario y marco a los eventos, los encuentros o las distancias.
En cuanto al tiempo no lo es menos lo que tarda la luz en recorrer 300,000 kilómetros que aquel tiempo angustioso y no medido, pero sí vivido, en la sala de espera del hospital. El cronotopo acoge a los seres, les da un lugar y un ritmo. El cronotopo es, como el espacio (χώρα) en Platón, algo extraño, captable por un razonamiento indirecto o, como dice él, bastardo. Espacio y tiempo no son cosas, ni ideas. Tampoco son, stricto sensu, relaciones entre ellos. Pero son, sí, algo. Más que nada. Menos que algo. Inseparables de todo lo existente, sin existir en pleno derecho. Por un lado, tiempo y espacio condicionan. Limitan, si se quiere, lo que puede ocurrir. Por el otro, posibilitan. Con, literalmente, condiciones de posibilidad. No hay posibilidad sin restricción. Es así que tiempo y espacio, como un escenario, permiten que los entes desplieguen sus escenas. Pero si decimos que hay muchos modos del tiempo y del espacio, es porque ellos y no sólo los cosas, se individúan. Tiempo y espacio, conforman diferentes cronotopos: para los planetas, los átomos, los pólipos, las moscas o los imperios. Por supuesto, todo está en un único cronotopo cósmico que, sin embargo, da lugar a otros en diferentes niveles, escalas, estratos.Escalas del universo: de los átomos a las galaxias. The Open University Cronotopos dentro de cronotopos.
Pero también cronotopos anudados. El tiempo ceremonial de los Mexicas, como el de otros tantos, mezcla las direcciones del espacio con los lugares de la muerte, con los seres del mundo: por el oriente, lugar de Quetzalcóatl, surge el sol, lugar más importante. El oriente es el lugar de Xipe Tote, de las mujeres, sitio a donde van cuando mueren en el parto. El norte corresponde a Mictlantecuhtil, lugar de todos los muertos. El sur es el sitio de las espinas, de la lluvia, del silencio. Arriba es sitio de la Coyolxauqui, lugar de los habitantes del universo y del dador de la vida. Finalmente, abajo, es el sitio de la Coatlicue, madre tierra.
No hay un tiempo del reloj (el tiempo medido), por un lado, y un tiempo vivido, por el otro. Antes del reloj del campanario, está el reloj de sol, que está sincronizado con los ciclos circadianos del cuerpo. Antes de que alguien mida conscientemente, el cuerpo ya mide, tiene su frecuencia cardiaca, sus ciclos de formación ósea, de reemplazo celular. Reloj antes del reloj. Reloj de la vida que no es experimentado, porque no somos conscientes de sus ciclos. Pero vivimos indirectamente el crecimiento del cabello, de las uñas y percibimos claramente el sueño y la claridad de la vigilia. No todo lo vivo se siente (como el crecer de nuestros huesos), ni todo lo sentido se comprende (como innumerables sensaciones que ni siquiera despiertan nuestra atención), ni todo lo comprendido es articulado (dicho con claridad y distinción, formulado explícitamente). ¿Cuál de todos estos niveles es el real, el verdadero, la última instancia? Todos ellos, en su anudamiento. Porque al vivir circula sangre, sentimos el hormigueo de las piernas cansados, nos preocupamos por llegar tarde, mientras el cielo nos indica que el día está por terminar.