Buscar un libro es una aventura que vale la pena. Me refiero a cuando uno se pregunta: “¿Qué leo?” Es decir, “¿Qué será bueno leer ahora?”
Un propósito, entre otros muchos, de disponerse a leer es aprovechar los tiempos libres: ¿por qué? Porque hay un (buen) libro: si no podemos ir a todas partes — por tener que trabajar, por economía, por precaución o por lo que sea— podemos emprenderla en diferentes formas. ¿Ver la televisión? Pues… nos vamos a encontrar con la crisis humana, universal, de la que ya sabemos lo importante o ya tenemos una fuente segura de información y no queremos más. ¿Películas o series? Abonan a la tensión, angustia y sustos que ya de por sí vivimos. Si nos ponemos a aprender música puede ser que enseguida lo abandonemos: no había vocación; si queremos cocinar puede que no haya quien quiera consumir el producto, ¡ni siquiera uno mismo!
Mejor escuchar música o leer.
Aquí vamos a abordar lo segundo, aunque algo o mucho de lo que se diga para emprender lecturas vale para cuando uno se dispone a escuchar música.
Hay dos grandes vías: buscar por uno mismo o preguntar a otro.
Vamos por el segundo camino. Ese “otro” seré yo, el que aquí escribe.
Lo primero que hay que hacer es definir qué tipo de lectura se quiere. Algo como lo que hacemos con las películas: de ficción o verosímil; mexicana o extranjera; en español o doblada (en el caso del libro sería “traducción”); de acción o de amor.
¿Ficción o realidad?
Para la literatura todo lo que no son hechos o análisis es ficción. Tendría que elegir entre reportajes, ensayos, estudios, Historia con mayúscula o… pues ficción; es decir, todo lo demás.
Ahora bien, hay una ficción realista, verosímil, y hay una ficción ficción; ejemplo: El señor de los anillos.
¿Mexicana o extranjera?
Resolver este punto resulta obvio: si se quiere algo pensado desde México, escrito desde México y referente a este país, pues ya está. O más bien la visión de un compatriota, hable de lo que hable y donde esté; ejemplo: José María Pérez Gay o Sergio Pitol, ciudadanos del mundo, que escribieron sus experiencias europeas.
Es decir —ya lo hemos advertido— que un autor y un tema necesitan ser muy universales, muy trascendentes, para no estar comprometidos con su localidad y con su tiempo, pues hay libros que son una respuesta a su entorno geográfico y otros que trascienden fronteras. Hay libros para siempre y hay libros del momento, de la época, de la actualidad pura… Tome estas consideraciones como preguntas a formularse para elegir una lectura.
¿En español o no?
Este punto es importantísimo, pues nunca una traducción podrá compararse con el original; a menos que el traductor domine ambas lenguas y sobre todo ambas culturas, idiosincrasia, etcétera.
Si se va a leer una obra que nació en otro idioma, le deseo que existan varias traducciones. ¿Para qué? Para poder comparar. Cuando encuentre la que más corresponda a como habla, esa es la que me conviene leer.
Ahora, que si es usted un académico, buscará una traducción con un sistema de referencias importante, e incluso sacrificará el que se acomode a su lenguaje propio porque le aporta otros niveles de información. En ese contexto los mexicanos contamos con un gran apoyo. Las traducciones de los libros de la colección Sepan cuantos… están escritas en español mexicano; en su mayoría, me parece.
¿De acción o de amor?
Aquí entran estrictamente los gustos y personalidad del lector. Incluso la edad. Si quiere que su hija conozca el corazón de la mujer, que lea Mujercitas; pero es muy probable que se aburra por la forma conservadora de los diálogos y por lo lejano de la época: Como decíamos antes: lo que a alguien cautivó en una edad y tiempos, a otro a la misma edad en otra época puede ser que ya no.
Si lo que busca es una buena aventura, coincidiría con el objetivo de muchos lectores: tramas que nos atrapen y nos distraigan de la incertidumbre del momento real.
Por último, una palabra acerca de los géneros. Si quiere algo breve, lea cuento. Si prefiere que se abunde en el desarrollo —trama, personajes, diálogos— lea novela. Si quiere información, hay muchos buenos libros agudos, asombrosos e informados sobre las grandes tendencias de México y del mundo en el siglo XXI.
Decía yo que hay dos caminos para elegir libro (buscar uno mismo y preguntar a otro), y que recorreríamos el segundo de ellos y que yo sería ese “otro”. Bien. Mas he aquí que hay “otro”: el empleado de la librería o el bibliotecario. Aunque puede haber mayor sinceridad y menos mercadeo en el segundo que en el primero. Entrando en los detalles de nuestra búsqueda: si usted va a leer un libro originario de otra lengua, ellos le podrán decir las virtudes y debilidades de diversas traducciones.
Por supuesto que si el libro que va a leer es de una biblioteca no hubo necesidad de que usted lo comprara, puede cambiarlo en cualquier momento y sin mayor trámite, etcétera.
Para terminar
Si usted encuentra que la aventura es fascinante, que le gustaría seguir en ella, que le abrió los ojos, que lo enriqueció… entonces he logrado mi propósito y puedo sentirme orgulloso —y usted conmigo— de haber asistido a un alumbramiento prometedor.
Curiosidades
La primera vez que platiqué con José Emilio Pacheco le pregunté que si él podría ser algo con lo que yo soñaba: mi guía de lecturas. Generoso como bien era él (ha sido redundante decirlo), aceptó, sin titubeos ni excusas.
Nunca hice efectiva la valiosa orientación que hubiera yo tenido de haber dado el paso. Ese paso no dado, uno más, del que uno se arrepiente para siempre.