Al finalizar el año 2023 el gasto militar global en comparación con el año previo fue del 9%, muy superior a los aumentos de periodos normales. Alcanzó una cifra récord, superior a cualquier año de la Guerra Fría de U$S 2.2 billones de dólares (dos millones de millones doscientos mil millones de dólares) según datos brindados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres que desde hace un cuarto de siglo es una referencia clave en el ámbito de la información sobre Defensa.
El proceso de aumento viene produciéndose desde hace varios años, pero este salto es sin duda extraordinario y no atañe solo temas militares y de defensa, marcan una nueva época para el mundo. Para alcanzar estos niveles, las armas deben estar en uso, deben participar en guerras y consumir millones de municiones y decenas de miles de equipos militares de todo tipo.
Implica un crecimiento en la producción de las principales fábricas militares en todos los sectores, y, por lo tanto, un desplazamiento del gasto público de las naciones desde otros rubros (salud, educación, infraestructura, cultura, etc.) hacia la defensa y…el ataque.
Este nivel de aumento en un año —que supera cualquier año de posguerra— representa un cambio en las prioridades globales, no solo económico, sino tecnológico y científico que marcan paso a paso una nueva época, porque el proceso no se ha detenido, al contrario, es muy probable que este año el aumento sea aún mayor, según los analistas más renombrados.
Más armas, más gasto militar, más atención concentrada en estos temas implican cambios políticos, económicos, culturales y de sensibilidades a nivel global. Cientos de millones de refugiados que superan los de la Segunda Guerra Mundial, millones de muertos, heridos, mutilados y zonas enteras devastadas por las guerras. Las más visibles son sin duda el ataque de Israel a Gaza y la ocupación de Rusia de ciertas regiones en Ucrania, pero existen otros conflictos, sobre todo en África (Níger, Gabón), las tensiones en el golfo pérsico y en Siria.
El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (ISIS) ha revelado que los países de la OTAN no estadounidenses gastan ahora un 32% combinado más que cuando Rusia invadió Crimea en 2014. Con gastos diferenciados, los gastos en municiones y bombas se han duplicado con creces.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha declarado que han alcanzado en 2023 niveles de «récord» de gastos militares. Y afirmó: «En 2024, los aliados de la OTAN en Europa invertirán un total combinado de 380 mil millones de dólares estadounidenses en defensa. Por primera vez, esto equivale al 2 % de su PIB combinado».
El rearme concierne tanto armamento convencional como nuclear. China ha añadido silos de misiles y Estados Unidos ha modernizado sus ojivas y sistemas vectores. Asimismo, durante la Conferencia de Múnich, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, aprovechó la presencia de sus homólogos chino e indio para avisar sobre una nueva arma nuclear en la que Rusia trabaja. Según Washington, se trata de un desarrollo que le permitiría colocar una cabeza atómica en el espacio, algo prohibido por el vigente tratado internacional, y que le permitiría provocar una disrupción brutal de todos los servicios vinculados a los satélites. Por su parte, China y Rusia alcanzaron un gasto militar del 30% del total del presupuesto gubernamental.
Los 10 países con los mayores gastos militares del mundo son: Estados Unidos con 877 mil millones de dólares (39.9% del total mundial); China con 292 mil millones; Rusia 86.4 mil millones y un nuevo jugador: la India con 81.4 mil millones; Arabia Saudita 75 mil millones; Reino Unido 68.5 mil millones; Alemania 55.8 mil millones; Francia 56.6 mil millones; Corea del Sur 46.4 mil millones y Japón con 46 mil millones de dólares.
Aunque la carrera armamentista se concentra en las grandes naciones, todos los países de la OTAN aumentaron su presupuesto y en general este incremento se produce en todo el mundo. ¿Hasta cuándo y hasta dónde?
Afirmar que los factores geopolíticos y los diversos conflictos de la industria militar con su impresionante lobby es impulsora y beneficiaria de esta carrera, es de Perogrullo. Un «detalle» que no siempre se considera es que la industria militar no paga impuestos en la gran mayoría de los países, por lo tanto, su impacto en el gasto público en otras áreas es directo y negativo y nunca es un factor de desarrollo.
El gasto militar mundial durante la crisis financiera se redujo a la mitad del 3.6% del PBI que consumía durante la guerra fría.
En América Latina los países con el mayor gasto militar per cápita son Venezuela y Ecuador, con el menor gasto son México, Argentina y Paraguay, el resto se sitúan en un rango medio, con algunos como Chile, Cuba y Uruguay que tienen presupuestos más elevados con más del 5% de su PBI.
Utilizando el eufemismo de «gastos de defensa», en realidad se oculta que se trata de gastos de guerra, que los conflictos hacen crecer de manera sideral y que impactan en toda la economía y las sociedades involucradas directa o indirectamente, como alianzas y pactos de apoyo a uno de los contendientes.
La historia de la humanidad, sobre todo el siglo XX es un ejemplo del nivel de destrucción de capital humano, de riqueza en general y de valores que son difíciles de cuantificar, como los derechos humanos, el valor de la vida, la destrucción de países y regiones enteras.
Lo más grave es que las fuerzas que dan impulso a este crecimiento del belicismo, del gasto militar están muy lejos de avizorar un final, sobre todo en Ucrania y en Gaza, por el contrario, el peligro de su extensión a Irán, países del golfo y eventualmente de Europa, están siempre latentes.
También está claro que los instrumentos internacionales creados al finalizar la Guerra Mundial se han demostrado altamente declarativos, pero con muy escaso impacto en las guerras. El consuelo general es que si las Naciones Unidas no existieran posiblemente todo sería peor.