Los sistemas políticos y económicos tienen origen en postulados éticos y antropológicos. La república de Platón, la polis democrática aristotélica y el imperio igualitarista de Epicúreo dependen del modo en que responden: ¿qué es el hombre?, ¿cuál es su lugar en el mundo? y ¿cuáles son los criterios del juicio moral, si es que existen?
Por otro lado, los tres elementos que conforman una religión son: (1) conjunto de creencias o dogmas sobre la divinidad, (2) ritos y (3) código moral o ético. Por lo tanto, no es de sorprender que el código o ética de una religión tenga impacto en los sistemas políticos y económicos.
Debemos advertir que no son el único elemento que determina las posiciones ideológicas, sino que son uno de los muchos elementos que influyen en su construcción. Entre esos elementos encontramos la geografía, ecosistemas, recursos, relaciones diplomáticas y desarrollos tecnológicos.1
Es intención del presente texto mostrar la conexión entre los principios del liberalismo clásico y la Reforma protestante. Para ello primero se presentan los principios básicos del Liberalismo clásico, segundo el contexto histórico del protestantismo y liberalismo y, por último, los supuestos antropológicos de la Reforma. Debemos advertir nuevamente que no se busca decir que la Reforma fue la única causa del liberalismo.
Principios del liberalismo
El liberalismo surgió en el siglo XVII aun cuando podemos rastrear antecedentes en el siglo XIII, con la firma de la Carta Magna. En más de cinco siglos de historia se han presentado diversos estilos o corrientes liberales. Sin embargo, existen y unos principios básicos que todos comparten.
La libertad es el primer y más importe valor político. Su principal preocupación es la defensa e incremento de la libertad. Por lo tanto, juzgan las opciones económicas y políticas bajo el criterio del incremento o reducción a la libertad que representan. Es por esto por lo que desconfían el poder del Estado, limitando su actuar a la prevención del daño a terceros.
Individualismo. El individuo, su libertad y derechos, son más importantes que el colectivo; por lo que no se sacrifican los intereses del individuo en favor del «bien común». Lo que sea que eso signifique.
El liberal es escéptico sobre el uso del poder. Entiende al individuo como el mejor juez para la definición y ejecución de sus propios intereses y ve al poder como como la habilidad de hacer que otros hagan cosas que de otro modo no harían. Por eso es escéptico.
Existen unos principios superiores sobre los cuales se juzga la actuación de los gobiernos e individuos. Dichos están encarnados en la Constitución o ley superior y deben ser aplicados en toda acción del Estado y todo individuo debe respetar. A esto llamamos Gobierno de la ley (Rule of Law) y también requiere la inexistencia de leyes especiales para distintos grupos sociales.
Entre los individuos y el Estado existen organizaciones de voluntarios que constituyen la Sociedad Civil. El liberalismo sostiene que la Sociedad Civil es el modo más efectivo para solucionar los problemas sociales.
Las normas y orden pueden surgir de manera espontánea a través de la interacción voluntaria de los individuos. Este será un orden más perfecto que aquel diseñado centralmente y sus leyes responden a las necesidades de los individuos.
La versión liberal de la economía es el libre mercado. El intercambio de servicios y productos debe quedar bajo la voluntad de los individuos como agentes económicos. Cada uno debe decidir qué ofertar, qué demandar y a qué precio está dispuesto a pagarlo. El liberalismo sostiene que este modelo es el más eficiente para incrementar la prosperidad, reducción de la pobreza y creación de trabajos. Para que esto se dé se requiere respetar el derecho a la propiedad privada, y la resolución pacífica de discrepancias.
El valor de la tolerancia. Es la creencia en que uno no debe interferir en cosas en las que no está de acuerdo. No forzar las opiniones a través de violencia o el gobierno. De lo mismo se desprende el derecho a libre prensa y expresión.
El liberalismo requiere de la paz, para que se puedan dar el libre movimiento de capitales, trabajos, personas, servicios e ideas.
Por último, el liberalismo defiende la existencia de límites para el gobierno y el Estado. Ellos deben tener pocas funciones y límites estructurales como la división de poderes.
Contexto histórico
El siglo XVI fue un siglo de cambios rápidos y vertiginosos, que darían estructura a la sociedad moderna. El siglo se inaugura con el descubrimiento del continente americano en 1492 y las consecuencias que trajo la caída del Imperio bizantino a manos de los turcos.
El 31 de octubre de 1517, el sacerdote agustino, Martín Lutero clavó en la Iglesia del Palacio de Wittenberg sus 95 tesis, mejor llamadas «Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias». Con ello inició en la Iglesia romana un cisma religioso y el surgimiento de las Iglesias protestantes separadas de la autoridad del obispo de Roma. Para 1520, Lutero ya había roto con Roma y al redactar «A la nobleza cristiana de la nación alemana» rompe la última estructura de unidad política europea.
Por otro lado, en 1523 Juan Calvino, sacerdote francés, rompe también con el papismo iniciando una segunda generación de reforma protestante. Más radical, con mayor fervor moral. En 1534, después de varios años en conflicto, Enrique VIII rompe con Roma inaugurando la Iglesia anglicana.
Estos eventos generan una revolución más allá de lo meramente religioso. Junto con la reforma científica, encabezada por Galileo Galilei, la Reforma protestante cimbra los cimientos de la sociedad europea. La legitimidad de autoridades e instituciones queda en entredicho; se cuestiona el lugar del hombre en el mundo y las bases epistémicas.
En el campo de lo político surge el liberalismo, dentro de la Ilustración, como respuesta al modo en que debe organizarse un Estado. Se considera que surge intelectualmente con el filósofo John Locke (1632-1704), en respuesta al Leviatán de Thomas Hobbes y que se fragua en la Guerra Civil Inglesa (1642-1651), la Revolución Gloriosa (1688) y llega a su clímax con la Declaración de Derechos (1689) en Gran Bretaña, la Revolución americana (1776) y la Revolución francesa (1789). Aun cuando tenemos un primer antecedente en 1215 con la firma de la Carta Magna en Inglaterra, que es el primer documento que limita el poder del rey en favor de un primer parlamento de nobles.
Los conflictos en Gran Bretaña entre los liberales que buscan limitar al rey en favor del parlamento y los monarquistas coinciden con las luchas religiosas entre católicos y protestantes, sobre todo anglicanos. El punto máximo de esta confrontación fue la Revolución Gloriosa de 1689, donde el rey Jacobo II católico se enfrentó a William III de Orange, su esposa María II (hija de Jacobo II) y el parlamento inglés. William III y María II eran ambos protestantes. Al finalizar la Revolución se dio el triunfo de William III y María II, siendo Jacobo II el último rey católico en Gran Bretaña.
En la Revolución Gloriosa tuvo una participación John Locke, primer ideólogo y sintetizador del pensamiento liberal, en favor de William y María. Locke es uno de los principales pensadores de la teoría del contrato social y la democracia. Se dio cuenta de que las inestabilidades políticas provocadas por las luchas religiosas eran dañinas para la nación. Por ello escribe sus «Cartas sobre la tolerancia», donde aboga por la tolerancia religiosa.
Antropología protestante y su raíz liberal
En primer lugar, debemos retomar lo ya dicho por Weber; los valores de trabajo, ahorro y sobriedad propios del calvinismo son la base del espíritu del capitalismo. Sin olvidar las críticas que le hace Jean Bauberot en su Historia del Protestantismo: la intención antimarxista de Weber supone que el espíritu del capitalismo es contrario a la naturaleza humana, los presupuestos de Weber son aplicables a todas las económicas desarrolladas y el uso de la mitología de los tipos ideales.2
Sin embargo, otras consecuencias en los sistemas políticos y económicos pueden rastrearse en la Reforma protestante. Consecuencias no necesariamente deseadas por Lutero, Zuinglio, Bullinger, Calvino o algún otro de los reformadores.
El sacerdocio universal del luteranismo predica que son las personas quienes deben interpretar por su cuenta las Sagradas Escrituras. No es una institución con un poder central, la Iglesia romana, quien debe entregar a través de su magisterio los mensajes de Dios, sino que este mismo por medio de la fe otorga la potestad de interpretación a todo cristiano. Este hecho se complementa con la traducción de la Biblia al idioma alemán, realizada por Lutero.
Con ello Lutero fortalece al creyente frente a la institución religiosa, en una relación donde previamente en el papismo el creyente debe ser subordinado, obediente y sumiso ante la Iglesia.
Este cambio se movió a otros campos. De pronto los individuos se vieron fortalecidos frente al resto de las instituciones: Estado, universidades, entre otras. Resurge la figura del individuo autónomo desligado de vínculos necesarios con sus instituciones. El individuo deja de tener papel pasivo de simple receptáculo de mensajes y órdenes venidos desde afuera de sus capacidades intelectuales.
El sacerdocio universal tuvo una segunda consecuencia, la destrucción de la estructura vertical de la Iglesia en favor de estructuras horizontales. Este fenómeno se movió al campo político con la sustitución del Estado absolutista con el Estado democrático que, si bien tiene un poder central, en él el individuo participa en la formación de repúblicas representativas y populares.
Dos elementos más surgen del fortalecimiento del individuo: el rompimiento de derecho divino a gobernar y la libertad de culto. Si no hay elegidos para interpretar la fe, mucho menos hay ungidos para gobernar. Si Dios nos da la misma gracia a todos por igual, no hay razón para suponer que hay príncipes entre los hijos de Dios. Y como Locke lo ve: debemos tolerar todas las interpretaciones religiosas, pues no hay criterio para distinguir una mejor que otra.
La segunda raíz del protestantismo es la neutralidad del mundo. El cristianismo papista entendía el mundo como un lugar indigno, despreciable, que era una mera etapa de tránsito a la otra vida. Lutero cambia este punto de vista; volviendo al mundo neutral. No es bueno ni malo; simplemente es.
Con ello implica que, si el mundo es neutral, tampoco hay lugares más divinos que otros. Todos son iguales. El templo no es más sagrado que el campo, por lo tanto, se rompe la espiritualidad del mundo y el trabajo, la vida cotidiana se vuelven modos de orar. Tan válidos como la vida contemplativa y pasiva de monjas y monjes.
Al romperse el vínculo entre la vida cotidiana y la vida religiosa, dejan de ser necesarias las peregrinaciones y se abren las puertas a la secularización de la sociedad.
La iglesia, como institución y templo, pierden la centralidad de la sociedad. Y el vacío que provocan al dejar de ser el referente moral, simbólico y festivo será cubierto poco a poco con referentes morales, simbólicos, arquitectónicos y festivos seculares, donde todo creyente y, más adelante, no creyentes, pueden verse identificados.
Notas
1 Diamond, J. (2007). Armas, gérmenes y acero.
2 Balderas Vega, G. (2009). La Reforma y la Contrarreforma. Dos expresiones del ser cristiano en la Modernidad. México: Universidad Iberoamericana, A.C.