Una historia realmente increíble es la de Alejandro Magno, no sólo por la personalidad tan particular que tenía sino también por todo lo que se proponía lograr, y logró. Una mente única para su época pero también para cualquier otra porque además de su inteligencia y táctica para los enfrentamientos bélicos, tenía conocimientos en ingeniería, medicina, ciencias naturales, filosofía, liderazgo, política, literatura, hablaba distintas lenguas y era una persona muy culta, siempre interesado en aprender más. Su inspiración educativa fue Aristóteles, ya que fue su maestro a los 13 años cuando lo enviaron a estudiar en su academia en Mieza. Magno no era su apellido, sino que es un título que significa «grande» en latín y se le otorgó para remarcar su increíble habilidad militar y la gran influencia que tuvo en la historia.
Pero para entender la magnitud de sus logros, es fundamental partir del contexto del que salió. Alejandro Magno nació en el 356 a.C. el 20 o 21 de julio, en la antigua ciudad de Pela, la capital del reino de Macedonia (actuales Macedonia, Grecia, Bulgaria y Albania). Fue hijo de Olimpia y de Filipo II, quien en realidad no estaba destinado al trono, sin embargo, frente a la muerte de sus dos hermanos mayores, Filipo logró eliminar a otros candidatos y ser nombrado como el Rey de Macedonia desde el año 359 a. C. hasta su asesinato en 336 a. C.
Filipo tomó un reino lleno de conflictos. Macedonia pertenecía a la Hélade, es decir, que era parte del mundo griego, y tenía conflictos internos con otras ciudades, además de los que existían contra el Imperio Persa. Logró mejorar la organización del Estado, creó su propio ejército y estabilizó la situación en la región, llegando a tener el control de gran parte del mundo griego, incluidas algunas ciudades de Asia que hasta entonces pertenecían al Imperio Persa. Esta ola de crecimiento para Macedonia continuaría después de su muerte, con Alejandro.
La relación entre padre e hijo no era la mejor, en una discusión entre Alejandro Magno y el hombre de mayor confianza de su padre, Filipo salió en defensa de este hombre en lugar de su hijo, por lo que Alejandro enojado se alejó un tiempo del reino hasta que finalmente en el 336 a.C. su padre lo mandó a llamar con la excusa del casamiento de su hermana. Fue en esa celebración que limaron asperezas y Filipo le hizo saber que había algunos conflictos que se avecinaban y que deseaba que Alejandro lo acompañara a su lado nuevamente en las batallas. Pero momentos después y en medio del casamiento Pausanias, el principal guardaespaldas de Filipo, lo asesinó frente a toda la corte de Macedonia. Fue también ahí que Alejandro se hizo proclamar como el rey que tomaría el trono.
Alejandro tenía solamente 20 años cuando asumió el trono y tenía claro lo que haría en su mandato: continuar con los deseos de su padre de expandir Macedonia; eso incluía enfrentar al imperio más grande de todos los tiempos: el Imperio Persa.
Ahora hagamos un paréntesis para poder tomar dimensión de lo que era en ese momento el gran Imperio Persa. Ubicado en Asia central pero extendido hasta África e incluso al sur de Europa, los persas lograron gobernar entre el año 550 y 330 a. C. en los actuales territorios de Irán, Irak, Azerbaiyán, Armenia, Afganistán y partes del este de Turquía y Siria, el norte de Grecia, parte de Pakistán, el Cáucaso, Asia Central y Arabia.
Si pensamos en lo difícil que debe ser en la actualidad gobernar un país con un territorio tan extenso, imaginemos qué tan complicado podía ser en ese entonces sostener un gobierno de varias regiones, tan distantes y diferentes entre sí, a la vez que había que defender esos territorios tan codiciados.
El Imperio Persa estaba gobernado por el Rey de Reyes, y cada ciudad tenía su propio gobernador quien rendía cuentas a este rey. La capital del imperio era Babilonia y allí se encontraba el palacio donde residía el monarca, que en los tiempos de Alejandro, era Darío III, quien había asumido en la misma época que él por lo que tampoco tenía experiencia gobernando.
Además en el caso de Darío, él no estaba preparado para ese rol, ni se le hubiese ocurrido ser rey porque no pertenecía a la familia real. Sin embargo, después de que fallecieran los dos reyes anteriores y gracias a que estaba casado con una mujer de la nobleza, Darío terminó en el trono. Fue un rey que escuchaba a sus asesores y a su esposa, pero terminaba decidiendo lo que a él le parecía. Tal vez este fue uno de los motivos que lo llevaron al inesperado final.
A dos años de ser rey y después de solucionar los problemas internos de Macedonia, en el 334 a.C. Alejandro salió de sus tierras para empezar una guerra contra los persas, los cuales minimizaron el ingenio de Alejandro y para la primera batalla en Gránico (nordeste del actual Turquía), apenas se molestaron en enviar a unos pocos hombres creyendo que con eso sería suficiente para sacar a Alejandro del territorio persa. La noticia de la derrota sorprendió fuertemente a Darío y su pueblo, pero creyendo que solo había sido mala suerte, Darío siguió por el mismo camino sin aceptar consejos ni prestarle demasiada preocupación a este joven rey que iba a por todo.
Alejandro continuó ganando batallas y tierras con su famosa campaña de la Conquista del Imperio Aqueménida (o Persa), mientras tanto Darío siguió enviando a su ejército, el cual estaba conformado por persas, mercenarios e incluso griegos a los que les pagaban por pelear para ellos. Recordemos que Macedonia formaba parte de la Hélade, es decir, era parte del mundo griego, así que sí, en esa guerra los griegos pelearon contra otros griegos.
Fue recién en 333 a.C. para la batalla de Issos (ubicado entre Turquía y Siria) que Darío, preocupado por el territorio que Alejandro ya había conquistado para Macedonia, tomó cartas en el asunto, preparó un gran número de su ejército y se puso a él mismo frente a este para combatir y terminar de una vez por todas con Alejandro Magno. Junto a él iba toda su familia, madre, esposa y 3 hijos, dado que en la cultura persa los monarcas acostumbraban llevar a su familia a modo de excursión para que pudieran ver de cerca como su rey defendía el Imperio y salía victorioso. Pero en este caso no fue así.
Si bien los persas superaban ampliamente a los macedonios en número, y Darío planeaba tomar desprevenido a Alejandro ya que no esperaba encontrarlo allí, fue él quien se llevó la sorpresa. Pese a que todo indicaba que no tenía posibilidades, Alejandro decidió aprovechar las dificultades del terreno para tomarlo como una ventaja a su favor. Se estima que los persas contaban con alrededor de 100.000 hombres y los macedonios solo con 40.000.
La batalla ocurrió en una llanura estrecha por donde cruzaba un río. Alrededor había una cadena montañosa y del otro lado el mar, con lo que los persas no podrían aprovechar la ventaja numérica lanzando a todo el ejército encima de ellos para rodearlos. La estrategia de Alejandro tuvo en cuenta el terreno y se adelantó a lo que los persas harían. Él mismo se puso en primera fila durante el combate, logrando llegar hasta donde se encontraba Darío que observaba desde su carro, rodeado de hombres que lo protegían. Alejandro supo que si lograba matarlo sería el final del Imperio Persa.
Se lanzó solo y sin protección e intentó herirlo, pero Darío terminó huyendo dejando atrás a sus hombres, su campamento lleno de riquezas y a su familia entera. Alejandro que había estudiado cada detalle de la cultura persa, supo de inmediato que encontraría a la familia real en el campamento y así entendió que no haber logrado matar a Darío no significaba que hubiese fallado en esa batalla. Con la familia en su poder, debilitó fuertemente al rey persa. Alejandro, a diferencia de la suerte que tuvieron otras mujeres del campamento, se ocupó personalmente del cuidado de la familia. Veía a las mujeres y al hijo de Darío como un trofeo de guerra a preservar, por eso los mantuvo rodeados de lujos, cuidó del niño como si fuera propio y hasta mantuvo una relación con Estatira, la esposa de Darío, quien terminó embarazada del primer hijo de Alejandro, resultando que durante el parto murieron ambos.
Egipto era una región del Imperio Persa que jugaba un papel económico muy importante para Persia debido a que sus tierras daban bastas cosechas, además de las riquezas que allí había. No siempre había formado parte del imperio, sino que ellos la habían conquistado en el 525 a.C., por lo que sus habitantes no se consideraban del todo persas. Sin embargo, Darío no prestó especial atención en Egipto durante su mandato, ni se le cruzaba la idea de que podría perderla. Alejandro estaba obsesionado con esta región, su historia, cultura y riquezas, y no dudó ni un segundo en ir por ella a pesar de las recomendaciones y el cansancio de sus hombres.
Al llegar a las puertas, los egipcios los esperaban, asustados por las noticias que llegaban sobre este rey macedonio que no tenía límites. Alejandro, lejos de querer atacar a Egipto, bajó su espada y se arrodilló en señal de que no iba a atacar. Frente a esto, los egipcios aceptaron hablar con el joven rey, quien ofreció que si no se resistían y se unían a él contra los persas, nadie iba a salir herido y podrían formar parte de su nuevo Imperio. El sátrapa o gobernador egipcio aceptó casi sin dudarlo, recibiendo a Alejandro como un libertador, a quien rápidamente nombraron faraón del alto y bajo Egipto. Luego de esto, decidió visitar al oráculo en el oasis de Siwa, donde le dijeron que era hijo de un dios, ni más ni menos que de Zeus. Esto fortaleció a Alejandro, creyéndose invencible y generando más miedo sobre los enemigos.
La otra decisión que tomó después de coronarse faraón, fue la construcción de ciudades. En el año 331 a.C. Alejandro eligió estratégicamente crear su primera ciudad al norte de Egipto en la zona más occidental del delta del Nilo, y al igual que las ciudades que nombraría después con su nombre, a esta primera le puso Alejandría. Él mismo se ocupó de pensar y diseñar cómo sería esa ciudad que se terminó convirtiendo en una de las más importantes de la antigüedad por su ubicación y su cultura. Hoy en día sigue existiendo, habiendo quedado algunas huellas de lo que fue en la época de Alejandro Magno.
Alejandro «El Grande» ya había logrado conquistar una parte del Imperio Persa, incluyendo a Egipto, una de las regiones más importantes del mundo antiguo. Sus hombres creyeron que acá culminaba esta guerra, satisfechos de todo lo que habían logrado en pocos años. Ni en sus sueños Egipto podía ser parte de Macedonia, y a esta altura ya habían pasado muchos años desde que habían dejado su tierra. Pero Alejandro, rey de Macedonia y ahora también faraón y supuesto hijo de Zeus, no estaba satisfecho y quería ir a por más. Sabía que para terminar con el Imperio Persa tenía que matar a Darío y se creía capaz de lograrlo. Sus hombres ya lo desconocían, incluso su círculo más cercano, dado que había adoptado las costumbres egipcias y seguía con ideas que parecían descabelladas, por lo que tuvo varias discusiones con sus hombres y le costó recuperar su confianza. Pero Alejandro nació para ir por todo y el legado que dejó fue muy extenso y no termina acá. En el próximo artículo vamos a seguir conociendo su historia, su vida más privada, sus logros, lo que pasó con Dario y como concluyó la historia de Alejandro, el conquistador más grande de todos los tiempos.