Nicolás Maquiavelo nació en Florencia el 3 de mayo de 1469. Al principio tenía formación latina e ideas republicanas y, cuando se proclamó la República de Florencia en 1498 que desplazó a los Médicis del poder, el joven Maquiavelo ingresó en la carrera de servicio público donde se desempeñó en cargos diplomáticos y militares. Fue secretario de Asuntos Exteriores y Guerra de la Segunda Cancillería de la República de Florencia hasta 1512. Es decir que su época de mayores éxitos profesionales fue su etapa de republicano.
Prestó sus servicios a la república hasta que en 1512 los Médicis reconquistan el poder de la ciudad y entonces Maquiavelo es destituido de sus cargos e incluso encarcelado durante algún tiempo. A sus 44 años lo liberan y entonces se refugia en su pequeña finca en la Villa de Percusina, cerca de Florencia, donde escribe sus obras. O sea que, al truncarse su carrera en el servicio público, no tuvo más camino que dedicarse a escribir sus libros, sobre todo de historia, política y diplomacia.
En 1513 escribe El príncipe, con dedicatoria al gran Lorenzo de Médicis, quien le agradece el regalo enviándole un par de botellas de vino. Recobra algo de su prestigio y los Médicis le nombran «Defensor de murallas», lo cual le compromete con los nuevos gobernantes y dificulta sus posibilidades cuando regrese la república.
En 1519 tiene lista su segunda gran obra: Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde retoma sus ideas republicanas. Allí, por ejemplo, se adhiere a la clasificación aristotélica sobre los tipos de gobierno y se muestra a favor de la Politeia en Grecia y de la República romana. También escribió El arte de la guerra, Discurso sobre la reforma del estado de Florencia y La mandrágora, obra dramática. Hay también poemas del florentino.
Al volver la república en Florencia y caer de nuevo los Médicis, Maquiavelo fue percibido con desconfianza por los nuevos gobernantes y no logró recuperar sus anteriores cargos públicos.
Sin embargo, la posteridad no consagró a Maquiavelo ni por sus cargos, ni por sus ideas republicanas que hoy son vistas como «políticamente correctas», sino por su obra El príncipe en la que parecía ser afín a la monarquía absoluta y al reinado de los signori, es decir, los Médicis.
El príncipe es un breve tratado sobre las formas para adquirir, conservar y acrecentar el poder, con relativa independencia de consideraciones éticas y religiosas. En la obra noto por lo menos dos vacíos: no se refiere ni a los regímenes republicanos ni a los sistemas eclesiásticos. Además de basarse únicamente y conforme a su visión de siglo XVI en fuentes de la historia política de Grecia, Roma, Europa y Florencia.
Durante siglos, el texto ha sido vilipendiado como prédica de la maldad y muy rechazado sobre todo por los teólogos y religiosos. Creo que esa condición de libro maldito y prohibido es lo que le dio la fama, más allá de los méritos académicos indiscutibles de la obra. De allí nació el término «maquiavelismo» como equivalente a hipocresía, astucia, doble moral, medios inmorales y maldad en general.
Más recientemente los politólogos lo empezaron a considerar como el texto fundador de la ciencia política moderna.
Después de la dedicatoria al «magnífico Lorenzo de Médicis», sobrino del Papa León X, el libro comienza por referirse a las diferentes clases de principados y las formas de obtenerlos. Desde el principio aclara que no se referirá a las repúblicas «por cuanto trato de ellas en otro lugar». Es decir, se refiere a los Discursos sobre la primera década de Tito Livio.
Luego se refiere a los principados hereditarios, a los principados mixtos, los nuevos principados que se adquieren con las armas propias o las ajenas, por la fortuna o por la virtù, así como los principados civiles y los principados eclesiásticos.
Para Maquiavelo la virtù no tiene un significado espiritual propio del cristianismo o de otra religión, sino que es la capacidad para obtener, defender y acrecentar el poder del Estado.
Por cierto, considera que los principados eclesiásticos son los más seguros y felices, pero «erigidos y conservados por Dios sería presunción y temeridad en mí analizarlos». Aquí se nos revela la filiación católica del analista fundador de la ciencia política. Por cierto, Napoleón Bonaparte le reprochó y criticó a Maquiavelo «ser moralista». Escribió textualmente: «Qué importa el camino con tal de que se llegue? Maquiavelo comete una falta al hacer de moralista sobre semejante materia» (p. 83).
En fin, que el florentino va definiendo las características de los diferentes tipos de principados y las formas como se obtienen o defienden. En la adquisición de los principados y, conforme a su época, para Maquiavelo era muy importante el tema de los medios militares. De modo que se refiere a los diferentes tipos, ventajas y desventajas de las tropas propias, de las tropas mercenarias y de las tropas mixtas. Según su criterio las mejores tropas son las propias y las peores son las mercenarias, muy volubles e inclinadas a la traición.
Dice que en los principados civiles «se asciende o con el poder del pueblo o con el poder de los magnates». El florentino de bases republicanas parece inclinado a preferir basarse en el poder del pueblo.
Lo óptimo para el príncipe es ser amado y temido, pero en caso de que eso no sea posible, entonces debe optar por ser temido.
El capítulo XIV se refiere a «Las obligaciones del Príncipe en lo concerniente al arte de la guerra». Este es un capítulo esencial porque, para el florentino, el político o príncipe de su tiempo debía ser por sobre todas las características un militar, un experto en el arte de la guerra. Sobre tal punto escribió textualmente: «Por lo que se refiere al adiestramiento mental, el príncipe debe leer la historia y examinar las historias de los hombres insignes, estudiar cómo se condujeron en la guerra, analizar las causas de sus victorias y de sus derrotas, a fin de hallarse en condiciones de imitar las unas y evitar las otras…» Recomendó al gobernante leer biografías de grandes militares tales como Aquiles, César, Escipión, Ciro y, sobre todo, Alejandro Magno. Por eso el caudillo militar y emperador Napoleón Bonaparte escogió El príncipe como su libro de cabecera.
El capítulo XXI es uno de los más representativos de la obra. Se titula: «¿Qué debe hacer un príncipe para distinguirse?» Contiene consejos interesantes para ser considerados por los asesores políticos contemporáneos.
También es muy importante el capítulo XXII con una serie de consejos para que el príncipe nombre buenos secretarios o ministros que le ayuden en el ejercicio del poder. Al nombrar ministros, el príncipe debe seguir una regla que jamás falla: «Cuándo ves que un ministro piensa más en sí mismo que en ti, y busca en todas sus acciones el provecho propio, deduce que ese individuo ni será nunca un buen ministro ni podrás nunca fiarte de él, porque aquél a quien se ha confiado el gobierno no debe nunca pensar en sí mismo, sino siempre en el príncipe».
Uno de los textos más interesantes sobre materias, digamos de economía, es el siguiente:
Debe también el príncipe mostrar su aprecio por el talento honrado a los que destacan en alguna disciplina. Debe, además, y en consecuencia, procurar a sus ciudadanos el pacífico ejercicio de sus profesiones, ya sea el comercio, la agricultura o cualquiera otra actividad, sin que ninguno tema engrandecer sus posesiones por miedo a que le sean arrebatadas o abrir un negocio por miedo a los impuestos (p. 102).
Aquí se nota un respeto por las profesiones y por la propiedad y el sector privado y el comercio. Se muestra adversario de las expropiaciones. Además, entiende que los impuestos deben ser moderados.
Hacia el final de la obra Maquiavelo se nos revela como un patriota e idealista defensor de la soberanía nacional, que invita a Lorenzo de Médicis para que se convierta en un «príncipe nuevo», que logre la unidad y la independencia de Italia, que fortalezca un ejército nacional y se convierta en el redentor de Italia.
Por otra parte, aun cuando el público le atribuye a Maquiavelo la expresión de que «el fin justifica los medios», la verdad es que al revisar El príncipe una y otra vez, no aparece por ninguna parte la célebre expresión.
Nicolás Maquiavelo es hoy día considerado como un destacado politólogo, diplomático, escritor, historiador, dramaturgo, poeta, filósofo y político del Renacimiento italiano. Para los politólogos fue el fundador de la ciencia política moderna, el padre del realismo político occidental, del concepto moderno de Estado nacional y de la Escuela de Florencia de Ciencias Políticas. Pero murió en Florencia a los 58 años, el 21de junio de 1527, totalmente ignorado por sus contemporáneos.
El príncipe fue póstumamente publicado en Roma en 1531 y en Florencia en 1532. Ha sido traducido a más de 50 idiomas y, después de haber sido escrito en 1513 (hace más de 500 años), es hoy día uno de los libros de ciencias sociales más vendidos y comentados. Sigue teniendo tanto apologistas como detractores.
Notas
Álvarez Araya, O. (2022). Pensadores de política y economía. San José, Costa Rica: Ediciones Pensamiento.
Maquiavelo, N. (2014). El príncipe. Madrid, España: Edimat Libros.
Maquiavelo, N. (2020). El príncipe comentado por Napoleón Bonaparte. Madrid, España.