Las nuevas exposiciones en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo en San José, capital de Costa Rica, invitan a no dejar de visitarlas, la calidad del tiempo se estira a nuestro favor pues, aunque se inauguraron en noviembre de 2023, estarán abiertas durante el próximo verano. Se trata de «Temporalidades ancladas por la luz» de las nicaragüenses Claudia Gordillo, Patricia Villalobos, Martha Díaz y Mayerling García, curaduría de Susana Sánchez Carballo en salas 2 y 3; «Salaryman» de Allegra Pacheco, curada por José Daniel Picado en sala 4; y no pasó desapercibido, aunque ya concluyó, el colectivo Psycho Drag, en El Tanque. Forman un robusto frente de visualidad contemporánea junto con «Mesoamérica Tierra de Huellas» en sala 1 curada por Illimani de los Andes y quien escribe, que mantienen su programación hasta marzo 2024.
Temporalidades ancladas por la luz
El abordaje central de esta propuesta es el tiempo anclado por la fotografía de estas cuatro artistas nicaragüenses; al avistar sus propuestas fotográficas engulle una introspección que anima a preguntarnos la cala o impacto de la temporalidad en las vidas de todos en un transcurrir complejo y cambiante en el cual subsistimos. Motivan a preguntarnos: ¿qué es lo que nos ancla? ¿Por qué hablar de un boquete en los muros del tiempo? Suscita ponernos delante a este carácter de la imagen actual y en este caso tan singular en el arte femenino centroamericano e intentar aclarar la incertidumbre.
Escarbar un boquete en el muro de la temporalidad conduce a Patricia Aschieri (antropóloga de la Universidad de Buenos Aires, Argentina), quien nos aproxima al término:
Lo liminal o liminar hace referencia a una zona de pasaje, a una puerta de entrada, al origen de una zona de ambigüedad en la que algo deja de ser lo que era, para potencialmente poder transformarse en otra cosa. Convoca lo lindante, lo fronterizo, lo que pareciera continuo pero que no lo es (Asquieri, 2018).
El texto curatorial responde a este cuestionamiento: «existe un cruce de temporalidades repletas de recuerdos silentes, giros memoriales que se cimientan en las vulneraciones de los recuerdos humanos, desastres naturales, un contexto que continúa situándose frente a un escenario convulso, violento y que cada momento presente despierta pasados reprimidos» (Sánchez Carballo, 2023).
Si bien la curaduría ancla cuatro nociones de tiempo muy diferentes entre sí, intriga a preguntarnos qué noción de espacio-tiempo es la que une a cada una de ellas, en qué se diferencian o por el contrario que las ata en esta exploración al arte actual propuesta por el MADC, propuestas que pivotean a referenciar algunas teorías actuales para asumir una postura que nos ayuden a observar lo expuesto en el museo en este fin e inicio de año.
Focaliza el universo de lo fractal al hablarnos de la calidad de lo temporal, más que la métrica del reloj observa un transcurrir que se estira o encoge según el grado emocional que cada uno imprime al vivirlo. Perspectiva del cotidiano en el arte que vivifican los significados como una pulsión o fuerza activadora, que fluye en lo profundo de cada pieza afectándonos. Es cuando se borran las marcas de la conciencia para entrar en un estado o flujo o insight.
Los autores de las Siete leyes del caos, Briggs y Peat acotan:
Es el período del proceso creativo en el que la autoconciencia desaparece, el tiempo se desvanece o se llena por completo y la actividad absorbe completamente. Se tiene una intensa clarividencia… (Briggs y Peat 1999, p. 35 citan a Wheatley y Kellner-Rogers 1996, p. 57).
El doctor Daniel Goleman en La inteligencia emocional nos refiere a la «sabiduría del inconsciente»:
Quienes tienen una sintonía natural con la voz de su corazón -el lenguaje de la emoción-, están seguros de ser más expertos en la articulación de los mensajes (Goleman, 2008. P76).
Las fotógrafas curadas por Sánchez Carballo
En Claudia Gordillo es evidente el sentido de la espera, de las vicisitudes y contingencias en la escaramuza del cotidiano. Se guerrea siempre, no existe tregua. Por otro esta el significado del reloj que marca 360 grados, doce meses, 365 días, métrica de los calendarios y percepción horaria del día/noche que traspasa a las personas y nos hace cambiar: cambia su cuerpo, su rostro, su manera de pensar y referenciar lo que cree; como esa joven que espera el festín del «Torovenado» con una pulsión interior que marca su sonrisa.
La obra de la maestra Claudia Gordillo, como la de las demás, es contundente, la curadora nos la traduce al referir al pasado con sus silencios y hasta olvidos, lo explica en el texto curatorial: «Sus obras son textos estéticos constructores de memorias colectivas presentes en un país que está conformado por cicatrices abiertas que drenan duelo, melancolía y nostalgia» (Sánchez Carballo, 2023).
En sus inicios, esta creadora centroamericana de la imagen fotográfica se unió al frente de la juventud sandinista trabajando como corresponsal de guerra, pero en los últimos tiempos se interesó en los otros rostros, los de la pobreza, la calamidad social y natural que embarga a aquella tierra de lagos, volcanes, campos, y en particular de los habitantes de las zonas costeras del Caribe de su país con genuinos rasgos de identidad.
Para Mayerling García, además de espera, encontramos ausencia y quizás el frío que conecta a lo atmosférico, cuando la persona se sienta a ver llover o a meditar cómo se despejan las oscuridades, y se advierte la frialdad o calidez en las relaciones intra o interpersonales.
Asume la percepción de lo psicológico que media en los diálogos, a veces consigo misma y que en la interpretación personal que hago de esta obra me ancla con Nubosidad variable, una novela de Carmen Martín Gaite, en tanto los años pasan en una relación que une o separa con la distancia entre dos continentes a dos mujeres. Esa criatura detenida en la ventana de quizás un jardín interior palpando los nubarrones renegridos en el Crucero (lugar con un clima fresco en el departamento de Managua), que, durante los meses lluviosos, envuelve en una densa neblina, implica la deshumanización que provoca la ausencia.
Esta fotografía de Mayerling García de alguna manera liga a Giuseppe Tornatore, Nuovo Cinema Paradiso, película italiana dramática estrenada en 1988, ganadora del Óscar a mejor película de habla no inglesa. La curadora Sánchez Carballo opina que «captura y materializa metáforas visuales que nos muestran desde un antiguo cine (de más de treinta años) y su solitario proyeccionista, hasta los escenarios de un paisaje rural atrapado en medio de horizontes infinitos, escaleras dirigidas al cielo y sus habitantes que surgen entre la neblina y las sombras» (Sánchez, 2023 MADC).
Por otro, evoco las palabras del maestro Rolando Castellón que dice que ese filme se le adelantó pues él en su niñez allá en Managua, ayudaba al operador de las máquinas de proyección de una vieja sala de cine a unir la cinta fílmica cuando se rompía.
La fotografía en el estudio Díaz, foto de 2021 tomada por María Félix Morales, no deja de referirnos a los clisés o encuadres para un retrato personal que nos alienta a comprender la temporalidad en la construcción de identidades. La curadora repasa que:
El estudio se dedicó desde su creación a registrar las memorias de generaciones de familias de toda Nicaragua; conservando hasta el día de hoy, uno de los archivos visuales más grandes del país, conformado por cientos de fotografías desde 1958 (algunos positivos y negativos) que registran el paso de dos terremotos, guerras y demás situaciones trágicas que se han dado en Nicaragua (Sánchez, ídem, 2023 MADC).
El múltiple fotográfico instalado al fondo de la sala 2 del MADC nos ancla a continuar las ideas que pululan y se meten por ese boquete del tiempo en esos patrones estéticos de un pueblo que sueña con el bienestar y transcurrir pacífico de sus vidas, pero es secuestrado por los políticos.
Por su parte Patricia Villalobos comenta que «mi trabajo se compromete con estas ideas usando textos e imágenes personales, vivencias de mi biografía e historia de Nicaragua: sus guerras y desastres naturales de este modo dando voz al cuerpo divagante; descartado y derrochable de Centroamérica —el cuerpo transcultural» (Villalobos, citada por Sánchez Carballo, 2023 MADC).
Además de exhibir la «caponera» (el carrito) de la performance tenida en varios lugares del mundo —documentado en el video que se proyecta en la sala—, se corre en la China, pero también en Managua, cuando la autora invita a hacer un giro para ver la ciudad, palpar su memoria, contingencias y vicisitudes de su historia, de un largo, profundo e intenso anclaje emocional a través del intersticio abierto del cual venimos hablando.
Según mi juicio crítico en Patricia Villalobos es evidente ese boquete liminar que las diferencia, pues ella aborda la poética de el abismo interior desde donde catapulta la creación contemporánea más divagante o sostenida con las contradicciones de lo temporal. Pero, y en particular aquellas esferas o las telas impresas y videos acuerpan, más que el tratamiento de lo político, una lectura escatológica o pensamiento final cuando no sabemos cómo actuar en la vida ante la irremediable verdad de que lo único que se tiene seguro es la muerte.
Allegra Pacheco: «Dear salaryman»
Y hablando de finales dramáticos, la artista nacional Allegra Pacheco exhibe en Sala 4 del MADC su intensa propuesta «Dear Salaryman»; con la cual explora escenarios donde cientos de miles de asalariados en el mundo se ganan la vida en una sociedad mediada como es el Japón actual. Aquella bestia de colmillos afilados y garras-navaja con un ojo de fuego pero que todo lo ve (el mercado, la mercadotecnia, la economía mundial) engendra una cultura de adicción al trabajo, en la cual el poder hegemónico controla la información que corre entre los ductos digitales y redes tecnológicas bajo la piel de la urbe contemporánea con altísimos niveles de incierta deshumanización.
Una de las zonas expositivas es ambientada con elementos museográficos y simbólica de aquella cultura, lo cual me motiva a evocar la novela de Yukio Mishima La Corrupción del ángel, última de la trilogía «El mar de la fertilidad». Lo que tiene a su haber este libro y que en mi criterio ancla en la muestra de Pacheco, propone ilustrar una realidad social que puede ser vivida por muchas personas y en otras grandes urbes del mundo, pero este autor, Mishima, horas después de terminar el manuscrito de su novela y enviada al editor se suicida, haciéndose el temible harakiri: tomar una daga entre las manos y clavársela en el vientre a sí mismo en el más crudo acto de autoinmolación que registra la historia literaria de todos los tiempos.
Acudo a tan ominoso signo, pues la propuesta de Pacheco, curada por José Daniel Picado, exhibe una daga de samurái en la pared de la sala 4, cuya sombra arrojada en el mismo muro del museo asimila uno de los ideogramas de la escritura japonesa, sobre un maletín de ejecutivo, de esos que mueven las personas en estas sociedades densamente pobladas en tiempos postindustriales tan ataviados de contradicciones y contingencias necrófilas e inhumanas. ¿Será ese el carácter del boquete temporal que nos ancla en las distintas muestras?
José Daniel motiva a autocuestionarnos y autorreferenciar nuestra contemplación del transcurrir cotidiano con la siguiente seguidilla de preguntas: ¿Cuánto tiempo trabajamos? ¿Cómo vivimos nuestras vidas? ¿Cómo invertimos nuestro tiempo? ¿Cómo nos cuidamos en nuestros trabajos? ¿Qué nos define como personas? Son interrogantes que salen por ese boquete —en nuestro caso—, del ejercicio crítico de palpar la noción temporal marcada en esa muralla que es la sala del museo y el espacio bajo sus aleros que reguardan la producción cultural y el arte costarricense y regional contemporáneo.
El escenario me motiva a recordar mi estadía en la capital nipona y percatarme que cuando el semáforo en rojo detenía el espeso tránsito vehicular, un maremagno de individuos tensos y acechantes luchaba por llegar a la acera contraria como si fuera el último objetivo por alcanzar en el mundo. Razón para que me impresionara tanto encontrarme un múltiple de fotografías al subir las escaleras sobre un rojo escarlata de la pared, y luego cerciorarme que los calcetines del asalariado caído coincidían con el mismo color generando tensión perceptiva pero además fiero dramatismo y pavor escénico. Fotos, videos, y otra simbólica afín al abordaje contribuyeron a esta conjetura que impele distinguir la propuesta de la expositora y el curador para el MADC.
En el texto Picado observa:
Así, este ejercicio curatorial, pretende conducirnos por una serie de catárticas observaciones sobre lo cotidiano y algunas de sus dimensiones más voraces. En esta ocasión, la sala 4 del MADC se convierte en un espacio donde se despliega un conjunto de diversas exploraciones planteadas por Allegra a través de distintos recursos y técnicas —tal como: fotografía, pintura, cerámica, instalación, performance, por último, cine— y de sus experiencias a modo de narradora omnisciente, de un fenómeno cultural personificado por medio de los Salaryman en Japón.
Psycho Drag: disruptivas
A menudo afirmo que, para escribir de arte en sus diversos formatos, lenguajes, creatividad y géneros, es fundamental la experiencia autorreferencial, para pivotear los posicionamientos que nos definen al intentar comprender el significado del trabajo de los demás. Me refiero al performance y bio-instalación en El Tanque, laboratorio de Ideas del MADC, curada también por José Picado en 2023.
Importa afirmar que este inquietante «lado oscuro de la luna» donde la mayoría de las personas ignoramos qué ocurre, es una manifestación contemporánea en regla la cual se cruza con el teatro y las artes visuales traspasadas a su vez por los juegos y roles de género, lo pulsional, mediando ropa, maquillaje, zapatos, peinados, parafernalia para exagerar los rasgos del sexo opuesto.
Una de las vertientes, la Drag «queer» performance, como se dijo, es de una estética no binaria, cuando persigue manifestar con naturalidad, perspicacia teatral e histriónica, crítica, talentos escenográficos, coreográficos para satisfacer el desafío: colmar de veracidad u voracidad un espacio que no siempre es un teatro sino una plaza —un «no lugar» en la teoría del antropólogo social Marc Auge de finales e inicios de siglo—, además en el espacio virtual de las redes, o en un bar, la misma calle o como en este caso el museo intentando colmarlo con lenguajes no verbales: gestualidad (kinésica) con manos, rostro y cuerpo; prosémica cuando las distancias hablan; paralingüística o acentuaciones discursivas; la dimensión semiótica; la mirada esquiva, todo con dramas excéntricos capaces de quebrar fieros patrones de género, sin olvidar que el cuerpo es central a todo discurso del arte performativo, una corporalidad que más que entidad física y estética su lectura es como traer una piedrita incomodando en el zapato.
A manera de conclusión
Al visitar estas propuestas asistimos a un cruce de vectores interpretativos y en particular «Dear Salaryman»; en el cual pivotea la muerte, motiva afirmar —tan dramático acto—, que esta es una de las mejores exposiciones vistas en este museo en los últimos años en la oferta cultural y augura el mejor porvenir al joven curador en tanto deja el museo para buscar nuevos horizontes profesionales. A eso se le llama mística de trabajo, escaso en el universo laboral hoy en día, no solo para quienes ya tienen un empleo sino la desesperante ansiedad que provoca buscarlo, sin dejar de lado las contradicciones que tematizan las diversas propuestas en el MADC.