La reflexión filosófica en torno al concepto de correspondencia, en virtud de su cimentación histórica y su intrínseca relevancia epistemológica, ha fungido como un campo de disputa y especulación continuo. La coexistencia de lenguaje, realidad y conocimiento en una raíz conceptual ha llevado a los pensadores a evaluar meticulosamente el fenómeno de la correspondencia y sus implicaciones envueltas en las dinámicas lingüísticas existenciales.
Aspiramos a contextualizar la relevancia de la correspondencia en la filosofía a la luz del pensamiento de Jacques Derrida, particularmente en su vertiente deconstruccionista. Paralelamente, articularemos este análisis con la expresión artística conocida como «Mail Art», con el propósito de destacar cómo la filosofía derridiana puede enriquecer nuestra comprensión de este fenómeno cultural.
Desde los comienzos de la tradición filosófica, el concepto de escritura se ha erigido como un eje nodal en el examen de la relación entre el lenguaje y la realidad. En su génesis, los pensadores clásicos griegos, recorrieron un largo camino teórico para analizar la constitución de los significados, los rudimentos del lenguaje y una especie de arqueología de las palabras, buscando a penas visualizar lo que podría ser la esencia de nuestro pensamiento y comportamientos de interacción humana.
Derrida y la deconstrucción
El legado filosófico de Jacques Derrida, eminente pensador del siglo XX, se edifica sobre los cimientos de la deconstrucción, un enfoque filosófico que embate las dicotomías y las estructuras jerárquicas enraizadas en el lenguaje. Este, a su vez, es presentado por Derrida como texto, en una extensa revisión de lo que esto significa, más allá de la asociación con la imprenta, en las convenciones lingüísticas que ponen orden a la realidad. En el corazón de su cometido filosófico reside una perspectiva que desmantela la correspondencia convencional entre signos y referentes. Según Derrida, la correspondencia no transita un camino lineal de determinación ontológica, sino que se ve moldeada por una red de significados que intersecan mientras buscan alcanzar con direcciones intencionales el mundo del otro.
El cimiento de la deconstrucción reside en la subversión de dualismos establecidos y apilados según juicios de valor consensuados en silencio a través de la historia. Por ejemplo, verdad/falsedad. Derrida argumenta que la correspondencia no es fija ni trascendental, sino que se encuentra impregnada de contingencia y sujeta a múltiples interpretaciones. En lugar de adherirse a una correspondencia unívoca, Derrida postula que los conceptos toman forma en relación con su alteridad y diferencias. Nos dirigimos al otro con una intencionalidad que no puede prometernos permanecer al caer en sus manos.
Cuando Derrida explica que el lenguaje nada tiene de natural, sino que nos servimos de él para ordenar la realidad, se presupone que el orden jamás será el mismo en la multiplicidad. El acomodo binario está invadido de una presunción conveniente que busca homologar de alguna manera esta extensa variación de significados, privilegiando a algunos sobre otros para mantener un orden significativo de la realidad que permite sanciones distintas para quienes salen de la dicotomía de valor.
No hay nada fuera del texto, repetirá Derrida incansables veces, invitándonos también a ver dentro de él y cuestionarlo. La deconstrucción pretende desmontar el orden establecido y examinarlo, reacomodarlo, interrogarlo y hacer lo que se quiera con él en el proceso. La correspondencia podría ser interpretada desde este no-lugar como una invitación al proceso deconstruccionista, no desde la teoría sólida y formal, sino recubierta de afecto. Una invitación al otro para ver el mundo propio un solo instante. En la reciprocidad de la correspondencia existe un movimiento juguetón amigable de desacomodos y montajes constantes, una aceptación mutua a reordenar.
El Mail Art y la correspondance
El movimiento artístico conocido como Mail Art, un fenómeno emergente en la década de 1960, se basaba en el intercambio de obras de arte y correspondencia a través del correo postal. Los artistas que participaban creaban piezas artísticas en forma de cartas, postales, collages, dibujos, poemas visuales y otros formatos que luego enviaban por correo a otros artistas y participantes de la red. Las piezas eran excéntricas y eclécticas, priorizando siempre la creatividad y no la comunicación práctica o clara. Este movimiento exhibe un paralelismo conceptual con la deconstrucción derridiana. A través del intercambio de arte por vía postal, el Mail Art socava las fronteras espaciales y democratiza la creación artística. En consonancia con la filosofía de Derrida, este movimiento desafía las estructuras tradicionales y proyecta la multiplicidad de interpretaciones.
La analogía entre deconstrucción y Mail Art reside inicialmente en su rechazo a las interpretaciones unívocas y en su valorización de la multiplicidad de significados. La correspondencia en este tipo de arte, al igual que en la deconstrucción, no es unívoca ni estática, sino que se somete a una multiplicidad de interpretaciones subjetivas. En este contexto, la obra de arte se convierte en un objeto de interpretación activa, mediada por contextos variados y resonancias heterogéneas.
La imposibilidad del regalo
Ray Johnson, reconocido como el fundador y precursor del Mail Art, aportó un matiz performativo a la escritura y presentó una perspectiva poética del intercambio. Él introdujo una noción artística de la correspondencia, denominándola correspondance (correspon-danza). A través de esta terminología, Johnson resaltó la naturaleza íntima compartida en la correspondencia y consideró la práctica intencionada del Mail Art como una forma de regalo.
En palabras del propio Johnson: «[Mail Art] has no history, only a present» (no tiene historia, solo un presente), donde la expresión present juega ingeniosamente tanto con la noción de tiempo como con la idea de regalo en inglés.
Sin embargo, Jacques Derrida plantea una perspectiva contrastante en relación con el intercambio de correspondencia y el concepto de regalo. Desde su enfoque filosófico, Derrida argumenta que el acto de intercambiar correspondencia no puede ser considerado genuinamente un regalo. Esto se debe a que la reciprocidad inherente al intercambio ya implica una especie de economía, una expectativa tácita de devolución pre-acordada. En este sentido, el intercambio de cartas se convierte en una transacción en sí misma. El regalo verdadero deberá suponer siempre una pérdida unilateral y la creación de un no-lugar aneconómico1 que, como dirá el filósofo: es imposible.
Desde sus primeros escritos, Derrida asume una posición radical, su actitud combativa lo lleva a desafiar los conceptos que se aceptan con mayor naturalidad, aquellos que son obvios en la vida diaria de cualquier persona. Además de otras cuestiones como el lenguaje y el regalo, resulta significativa la importancia que el pensador otorga a la amistad, que se relaciona con la idea del obsequio. Para Derrida, las relaciones que involucran la presencia del otro son fundamentales para comprender al individuo. Es a través del otro que nos reconocemos, ya que el otro refleja lo que somos.
Al reflexionar sobre la amistad, Derrida nos sumerge en un terreno lleno de contradicciones y dilemas. El filósofo redefine el concepto tradicional de amistad, lo concibe como un acto político donde prevalece una dinámica de poder. Incluso va más allá al afirmar que ninguna relación puede formarse sin una intención de poder o de gratificación. El otro solo importa como un medio para alcanzar lo deseado y, por ende, todas las relaciones se establecen a través de la negación. Si el otro entra en un vínculo conmigo basado en lo que me beneficia, la relación termina por disolverse. Lo contrario ocurre cuando cedo yo, siendo anulado por el deseo del otro. De este modo, la amistad se sumerge en una lógica de supresión, incluso en los actos más pequeños.
Así, mientras Johnson enfatiza la idea de regalo en el contexto del Mail Art, Derrida cuestiona la viabilidad de un regalo genuino en la práctica de intercambio de correspondencia, argumentando que la reciprocidad y la expectativa de algo a cambio siempre están presentes en cualquier forma de interacción. Estas perspectivas divergentes ofrecen una visión compleja sobre la naturaleza de la correspondencia, el intercambio y el regalo en el contexto del arte y la filosofía.
En última instancia, podría argumentarse que el espacio de convergencia entre las perspectivas de Ray Johnson y Jacques Derrida se halla en la capacidad de ambos pensadores para explorar y exponerse mediante la labor de análisis minucioso de las estructuras y la manifestación de reconfiguraciones íntimas. Ambos comparten un enfoque en la descomposición y reconfiguración de sistemas preexistentes, una deconstrucción.
Derrida en busca de desmantelar las estructuras lingüísticas y conceptuales arraigadas en la cultura, revelando sus supuestos subyacentes y señalando sus contradicciones. Y, por otro lado, Johnson desarticulando el lenguaje para malearlo en distintas figuras artísticas sin un cometido convencional y retomando la correspondencia como un ritual completo de carácter performativo más allá de su utilidad comunicativa.
Quizás, entonces, el espacio de encuentro entre ambos pensadores estaría en la posibilidad de exponerse desde la labor del análisis y plasmación de reconfiguraciones íntimas que, en el espacio compartido, se alimentan y sobreviven sin un objetivo más allá del instante, deconstruyendo así también las lógicas de la otredad y buscando lo imposible.
Nota
1 No confundir con «anti-económico». Lo aneconómico busca interrumpir el círculo económico/mercantil, la reciprocidad y la posibilidad de la devolución.