La dialéctica del ocultamiento histórico ha dejado un rastro imborrable en el arte. Se trate de arte militar, social, político, económico o religioso. Existe un complejo engranaje que ha obligado, durante siglos, a encajar las innumerables piezas que constituye el apasionante universo de la Historia del Arte.
Hay cuestiones cuyas respuestas todavía son controvertidas, eso sí, dependiendo del tamiz político, ideológico o el interés económico. Pero a estas alturas, superadas las vanguardias y en plena crisis económica y política mundial, si un plátano pegado en una pared es considerado una obra de arte revolucionaría, que “Detengan el mundo que me bajo”, como diría Groucho Marx. Sin embargo, hubo una vez unos plátanos revolucionarios, transformados en arma, proyectil o en explosivo erótico a los ojos lascivos de un dictador.
Hubo una vez un instante heroico, que durante décadas, quedó sepultado por la h istoria; el preciso instante que un francotirador lanzó desde su afilado lápiz de dibujante una bala directa al corazón de la autocracia, fusilándola a carcajadas. Sería un 17 de marzo de 1937 cuando, por primera vez, desde la revista española La Traca aparecía el retrato del dictador español Franco, caricaturizado como homosexual –“el general invertido”- Travestido de mujer, suspirando por bellos africanos o mirando de forma lujuriosa esos plátanos. Ver en plena guerra civil a Franco vestido de mujer, o ya en pleno franquismo, transexuado amamantando de su pecho tatuado con el escudo falangista al futuro monarca de España, mientras susurraba tiernamente a su bebé: «¡Chupa, Carlitos! ¡Chupa, rey mío!», causó gran revuelo y comicidad.
No obstante, mientras la mayoría publicaba desde el exilio, como hicieron los caricaturistas anarquistas de la CNT, con el objetivo de mantener el ánimo en el destierro. La revista valenciana La Traca, considerada el Charlie Hebdo de España, lo hizo desde el propio campo de batalla, en plena Guerra Civil, a sabiendas de que con su sentido del humor se jugaban la vida. Aunque con la ironía y el sarcasmo que provocan las situaciones límites impulsadas por el peligro y el estrés. Una irreverencia hacia el régimen militar que les costó la vida a su editor y al dibujante Bluff. Fusilados el 28 de junio de 1940 y arrojados a una fosa común.
La propaganda política o en su oposición la denuncia política con fines de adoctrinamiento, a través del Arte Oficial, ha jugado siempre un papel clave. Los llamados regímenes totalitarios fueron un ejemplo significativo.
Evidentemente el humor incomoda al poder, nunca sale favorecido ni en las viñetas ni en los chistes. Tal vez, el humor no posea el poder de los adoctrinamientos totalitarios, pero fue y sigue siendo una interesante herramienta de lucha. Sin embargo, la historia del humor gráfico nos ha dejado verdaderos documentos, crónicas de un tiempo o con otras palabras: las caricaturas son testimonios históricos y sociológicos de su época.
Obviamente la vida siempre nos supera con su singular teatralidad e ironía, hasta los propios nazis con su “misión cultural”, crearon toda una estética a su servicio que abarcaba desde la gestualidad de los líderes hasta la teatralidad de las celebraciones públicas. Gestos que fueron utilizados en clave de humor. Recordemos la teatralidad inolvidable con que parodiaría Charles Chaplin al Tercer Reich en “El Gran dictador”. Cuya crítica mordaz, según cuentan, hizo reír hasta al propio Hitler. Y que también fue caricaturizada en la prensa internacional con dibujantes de la talla de E.H.Sephard, Kimon Evan Marengo, Will Dyson, Clifford Berryman o Arthur Szyk.
No disparen al dibujante.
La caricatura y el humor gráfico no dejaron indiferentes a los artistas durante los totalitarismos, de hecho vivirían con un escalofrío en la espalda, siempre bajo el yugo de la amenaza de muerte.
El artista de origen griego, Kimon Evan Marengo, más conocido por su acróstico, Kem, estaba en la lista negra tanto de Hitler como Mussolini. Anualmente editaba una tarjeta navideña dedicada a plasmar la esencia política del año. En 1936, cuentan que se la dedicó y envió personalmente, como felicitación, al propio Mussolini. La imagen mostraba el retrato de Mussolini transformado en una loba capitolina ataviada con el traje fascista y amamantando a los principales dictadores aún en pañales.
También, Arthur Szyk fue uno de los principales ilustradores que se encontraba en la lista negra del Führer. Según informaría en 1940 el Morning Herald, se ofrecía una recompensa por él, aunque esto último nunca fue confirmado. Considerado como el principal defensor artístico de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, la misma Eleanor Roosevelt lo definió como un “ejército de un solo hombre”, que usaba el arte como arma para conseguir apoyo para los judíos.
De origen polaco, este judío exiliado a Estados Unidos en 1940, dedicó todos sus esfuerzos en hacer ver al mundo el asesinato en masa del pueblo judío durante la Europa ocupada por los nazis. Sus imágenes aparecieron en destacadas revistas y periódicos, tales como: The New York Times, Liberty, Collier´s, Esquire, Look, New York Post y Chicago Sun.
-In real times, Arthur Szyk: Artist and Soldier for Human Rights-, exposición realizada en las Galerías Bellarmine Hall del museo de la Universidad de Fairfield en Connecticut, Estados Unidos; se recoge 50 años de este artista considerado por la crítica como un reflejo y documento gráfico fidedigno de su tiempo. Como señalaría en 1946 el crítico de arte norteamericano Carl Van Doren; no había nada más seguro que, así como ellos volverían a Hogarth y Goya en busca de las imágenes de su época, sus descendientes volverán a Arthur Szyk en busca de la historia gráfica de Hitler, Hirohito y Mussolini. Porque según añadía el crítico ahí se encuentra el penetrante resumen de lo que los hombres han vivido y sentido.
A pesar de su innegable valor histórico y artístico, Szyk fue uno de esos artistas que con el tiempo cayeron en el olvido, siendo eclipsados por la abstracción. En 1921, el artista se había trasladado a Paris, allí se matriculó en la prestigiosa Académie Julian, entrando en contacto con todas las tendencias modernas del arte: Desde el cubismo, el surrealismo y el arte abstracto. Aunque su interés siempre estaría centrado en el compromiso social y político, su obra se caracterizó por el uso de complejas y coloristas composiciones con reminiscencia a la pintura medieval y renacentista, especialmente las miniaturas medievales e iluminados de esos periodos, alejado de las innovaciones del Arte de las Vanguardias.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la obra de Szyk llegó a millones de estadounidenses y ayudó a desenmascarar la amenaza que el nazismo y sus aliados representaba para la civilización occidental.
En “Madness”, el artista se muestra como un visionario conocedor de la geopolítica. La obra realizada seis meses antes de Perl Harbour, ya advertía de la conquista global de las potencias del eje del mal. Portada de la revista Collier’s en enero de 1942, la ilustración titulada originalmente “Propaganda nazi. Toda esperanza abandona a los que entráis aquí”, muestra los rostros más reconocibles del Tercer Reich, mientras el globo terráqueo ha sido acribillado con banderas nazis. Una especie de exclamación parece salir de sus malignos rostros: ¡Somos los dueños del mundo!
El nacionalsocialismo alemán junto con el comunismo son las ideologías y regímenes más sangrientos y tiránicos de la Historia de la Humanidad. En este punto, no podemos obviar las publicaciones antisemitas del periódico alemán De Stürmer traducido como El atacante. Revista propagandística del tercer Reich, que incluía grotescas e insultantes caricaturas atacando a los judíos como un pueblo perverso o la denuncia al engranaje político-económico mundial de familias judías como los Rotshchild en su afán por controlar el poder económico mundial. Esto último muy interesante y que daría pie a un espinoso debate.
Las caricaturas fueron realizadas por el ilustrador alemán Philipp Ruprecht, apodado Fip. En 1945, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial sería juzgado y condenado durante diez años a trabajos forzados. Los totalitarismos siempre se caracterizaron por adoptar una estética y un discurso de seriedad extrema, recalcitrante, con un respeto por las instituciones y por la ceremonia. Sin embargo, lo cierto es que también se sirvieron de la irreverencia de la caricatura gráfica. Desde luego, ser dibujante de chistes en la Unión Soviética no debió de ser tarea fácil para artistas de la talla de Boris Yefimov o para el equipo de dibujantes Kurkrinisky.
Yefimov, nacido como Boris Fridlyand, cambió su nombre real para ocultar sus orígenes judíos. De hecho, Hitler había encargado a sus tropas que nada más lo atraparan lo mataran. Hermano del periodista Mijail Koltsov, arrestado durante la Gran Purga y fusilado por orden de Stalin en 1940, tuvo una vida complicada a pesar de que vivió hasta los ciento ocho años.
Boris que colaboraba en el diario Izvestia de Moscú había conseguido tanta fama con sus viñetas, que hasta el propio Trotsky, impresionado por sus dibujos le escribió un prólogo, costándole la vida al editor. Paradojas de la vida, años después Yefimov se vería obligado a cargar en sus viñetas contra su amigo Trotsky, por entonces ya en el exilio. Y es que lo cómico no es un subproducto de la actividad cultural como la Historia del Arte nos ha narrado erróneamente, es la creación fundamental de la cultura ideológica y popular. Este es el motivo por lo que la caricatura ha estado en el centro de la diana desde hace casi dos siglos. Porque es una amenaza, como lo son dos tipos cargados con metralletas en una redacción.
Yefimov odiaba a Stalin, gran admirador de sus viñetas cómicas. Y a lo largo de su vida se vio obligado a realizar encargos del dictador con sus macabras ideas. En esta tesitura se encontraba también el equipo de dibujantes Kukrynisky, formado en 1924 por Mikhail Kuprianov, Porfiry Krylov, y Nikolia Sokolovisky, una contracción de sus apellidos. Como todo el arte durante la Unión Soviética, su producción estaba controlada por el Estado, destinada a fines propagandísticos. Había que ensalzar tanto al gobierno comunista y los trabajadores, como demonizar el capitalismo, la Iglesia y la realeza.
Kukrynisky ganó su fama a raíz del ascenso del fascismo en Europa, atacando a través de sus viñetas publicadas en la revista krokodil a los lideres fascistas. Tanto Yefimov como los tres artistas serían distinguidos con el titulo de Artistas del pueblo de la URSS en 1958, así como con otros premios y galardones.
En 1945, fueron contratados como dibujantes de sala de audiencias para cubrir los juicios de Nuremberg. Pero la cruda realidad es que todos tuvieron que afilar sus lápices, enfundar pinceles cual metralletas cromáticas y atacar como soldados con el sarcasmo, ironía e inteligencia que les caracterizaba. Porque aquel país avisaba con sus chistes frente a cualquier disidencia hacia el Régimen:
“¿Cuántos años te han caído?”, le pregunta un preso a un recién llegado. “Treinta”, ¿Y, por qué?”, insiste el otro. “Por nada”. “Venga, hombre. Por nada sólo son veinte”-, versaba el chiste en aquella época.
Como señalábamos al inicio no hay nada más irritante para un dictador que ver al pueblo, que él cree sometido, divertirse libremente a su costa. Semejante diversión, como ya se ha dicho, pasa por bajar al mundo de lo grotesco la imagen de los dictadores. Pero la autocracia puede ser cruel en todas sus formas, disfrazarse y deslizarse con sus garras a otros países como hizo el comunismo en la España de la Segunda República. Allí aparecieron las checas soviéticas, que hacen referencia a las celdas inquisitoriales que también se utilizaron como lugares de tortura y aniquilación.
Esto lo sabía muy bien el escritor británico George Orwell tras su paso como brigadista en defensa de la República. El escritor abandonaría España tras la trágica desaparición y asesinato de algunos de sus amigos brigadistas en manos de los comunistas, como el escocés Bob Smillie, citado en su obra Homenaje a Cataluña, 1938.
Orwell denunciaría a la Unión Soviética como un régimen represivo y totalitario. De hecho, su novela Rebelión en la Granja, publicada en 1945, narraría a modo de fabula como Stalin pervirtió el socialismo convirtiéndolo en un Totalitarismo. No obstante, al margen de Orwell, se realizaría una versión cinematográfica en 1954 de Rebelión en la granja financiada en secreto por la agencia de inteligencia estadounidense CIA, caricaturizando a Stalin como el cerdo Napoleón. Pero esto es otra historia.
Lo cierto, es que ilustradores españoles como Kin o Areuger sufrieron las represarías del estalinismo que se había infiltrado en la política durante la Segunda República. Ambos artistas publicaron entre los años 1931-36 sus viñetas cómicas en el semanario español Gracia y Justicia. Histórica publicación político-satírica del partido conservador cuyo humor gráfico, dejando al margen ideologías políticas, estaba muy por encima de la calidad de los dibujantes de las publicaciones de izquierdas como El Fray-Lazo o La Traca. De hecho Kim, seudónimo de Joaquín de Alba se convertiría en un famoso caricaturista en Estados Unidos, siendo nominado en 1966 para el premio Pulitzer de caricatura editorial, por la Universidad de Columbia.
Durante el tiempo que duró la publicación, Kin y Areuger realizaron divertidas viñetas donde a través de sus sátiras ridiculizaban a políticos e intelectuales. Caricaturas donde se hacía solfa de los debates políticos a través de un inteligente chiste.
Finalmente, cuando en 1936 estalló la guerra civil española fueron detenidos y encarcelados. Pero mientras Kin tras ser procesado y declarado en libertad provisional gracias al apoyo de su hermano que era comunista, logró salvar su vida.
Peor fue la suerte que corrieron el ilustrador Areuger y su editor Manuel Delgado Barreto que serían encerrados en la cárcel modelo de Madrid, el primero fusilado en Paracuellos del Jarama un 7 de noviembre de 1936, y su editor la madrugada del día 4 de noviembre de 1936, cerca del cementerio de Rivas-Vaciamadrid, en una saca organizada y ejecutada por el miliciano socialista conocido, para más ironía, como «Papá Pistolas».
Y así fue como terminó esta Historia, a través de viñetas cómicas, sin más, sin héroes, sin libertad de expresión, sin memoria en los libros de Arte, sin reconocimiento, la mayoría terminaron cayendo en el olvido. Pero eso sí, todos lucharon con las mismas reglas del juego: El humor y la risa. Un arma letal con la que un buen día unos dibujantes con sus afilados lápices y pinceles, osaron valerosamente fusilar los totalitarismos a carcajadas.