Valga la excelente exposición realizada en el Guggenheim de Venecia “Marcel Duchamp y la seducción de la copia” , para traer a colación una cuestión que me ronda a propósito de Duchamp.
Un artista cuya huella quedó tan impregnada en la esencia del arte del siglo XX, que nos dejó un enigma repleto de ironía; la incógnita de cómo influye todavía su trabajo en la era de la virtualidad, el simulacro y ahora la Inteligencia artificial (IA), en la que quizás su obra haya alcanzado mayor trascendencia de la que sospechamos.
Ciertas cuestiones, no exentas también de sátira, siguen rondando a este personaje:
¿Cómo revolucionaría hoy día Duchamp el arte realizado con IA?
¿Quizás reverberaría en torno a un modus tollens introducido en un Big Data lleno de contradicciones?
¿O simplemente se dejaría llevar por las redes neuronales de la IA, retroalimentándose en su propia experiencia para crear una obra de arte?
Duchamp, no sólo fue un artista sino también un gran filósofo, cuyo pensamiento iba más allá de la imagen, creando una obra tan cerrada en sí misma que la propia representación se convertiría en su propio marco. En efecto, para el artista, la obra lejos de su imagen representativa era un medio para expresar una idea, un concepto artístico dirigido a provocar diversas impresiones estéticas en la mente del espectador.
Imaginemos por un momento la obra "L.H.O.O.Q", una Gioconda a la que añadiría un bigote y titularía literalmente "Ella tiene el culo caliente", el éxito fue tal, que tuvo que realizar varias copias con diferentes enfoques y soportes. Como la obra una "Gioconda rasurada", donde la copia de la copia al perder el bigote parece la original, pero no lo es. Aunque todos sabemos que la obra original es de Da Vinci, pero al mismo tiempo todas ellas son auténticas. En Duchamp la copia y el original siempre tuvieron el mismo valor. Y sigamos, añadimos ahora toda esta información en algoritmos al Big Data, y voilà, aparece la Gioconda mostrándonos un culo de cromatismo estridente, que podríamos titular irónicamente Modus Tollens. Sin duda, Duchamp se adelantó con su humor a la IA, no solo mediante su obra, sino con sus ready-made y, la fascinación que siempre tuvo por la copia.
Pero mientras el humor puede llegar enigmática o casualmente a una programación, realmente somos los seres humanos con nuestra intencionalidad, sentimientos y juicio los que damos sentido a la obra de arte, y eso es lo que pretendía el artista. Quizás Duchamp ante tanto algoritmo cogería los pinceles y se retiraría como pintor a Plein air, o quizás utilizase el ADN de las redes generativas como extensión de su trabajo, eso nunca lo sabremos. Lo que sí conocemos fue su interés por la reproducción técnica y la matemática enfatizada con el concepto de lo sublime en su arte más allá de la existencia sensorial. Lo que nos hace sospechar que sus partituras, dameros de ajedrez, planos numéricos, dioramas de cristal, y obras cubistas donde lo geométrico y matemático subyace, no son sino lo que hoy día reconoceríamos como pensamiento de la cuarta dimensión, tal como confesaba en 1967 a Pierre Cabane en una entrevista.
Por otro lado, la dialéctica original-copia nos retrotrae a un pensamiento generativo que se retroalimenta, una apropiación de una imagen, que es reapropiada por otra y así sucesivamente hasta que llega finalmente a una copia de la original, quizás dando una vuelta de tuerca para volver a la belleza original de la mujer. Y es que en este dadaísta, todo parecía un chiste, una broma que realmente ocultaba un lenguaje y una idea compleja.
Ejemplo que suscribe la Fuente o Urinario firmada bajo el seudónimo de R. Mutt, que aludía a uno de los personajes de la tira cómica "Mutt & Jeff", caracterizado por ser un personaje avaricioso y estafador, además la R hacía referencia a Richard, monedero en jerga francesa.
En ella, la clave de su apuesta artística planteaba que el autor de una obra de arte no debía ser necesariamente su autor físico, sino que lo esencial en la obra no es tanto el objeto o su realización como la idea que lo sustenta. Con el Urinario Duchamp no sólo hizo una crítica de la obra de arte, al asesinar la obra mediante la negación del propio medio de expresión, sino a todo el mercado del arte, al prescindir de él. Esto quedó patente en su revolucionaría relación de valor entre copia y original.
En la serie Boîte-en-Valise, maletas revestidas con piel de becerro organizadas mediante compartimentos, en cuyo interior depositó reproducciones de sus obras maestras: El más famoso de sus ready-made, el urinario en miniatura o La boîte verte, donde se incluyó "La mariée mise à nu par ses célibataires", impresiones de sus obras cubistas, fotografías y diversas láminas, el artista nos deja un valioso catálogo o museo portátil donde encontramos las claves para interpretar y valorar el carácter serial y objetual de la obra de arte.
Una cerradura firmada por Louis Vuitton, oculta esta suerte de testamento genético de su producción artística en el que subyace el prototipo de la fototipia de "El rey y la reina rodeados de rápidos cuerpos desnudos" realizado en 1912, con el que obsequió a su gran amiga Peggy Gugenheim. Convirtiéndola en la valedora de un personal ADN cuyas redes generativas aún siguen transmitiéndose entre los creadores más jóvenes, concibiendo todavía formas, conceptos e ideas genuinamente nuevas de creatividad y pensamiento.
Nota: El modus tollendo tollens (latín). El modo que, al negar, niega, conocido como modus tollens, negación del consecuente o ley de contraposición.