La primera cosa es reconocer que has sido víctima de violencia psicológica y esto después de compartir tantos años con tu pareja, no es nada fácil, te sientes defraudada, estúpida porque la persona que prometió protegerte, descubriste, era tu propio abusador.
Solo al escribirlo te da escrúpulo porque no lo puedes creer, como última ilusión, dentro de tu corazón, solo esperas que el abuso psicológico que ejerció sobre ti fue inconsciente, involuntario, por ende, sin premeditación.
Un día cualquiera, como hago siempre, doy una mirada en Instagram y veo un pequeño video sobre Gaslighting y mi reacción es romper en llanto, pues después de 15 años de separación, me doy cuenta de que realmente, no me estaba volviendo loca, ni fue una crisis de los 40 años, ni mucho menos una crisis de «no maternidad» como él comunicó a nuestro entorno. La negación de la separación, lo llevó a exprimir mi psiquis al borde de la locura.
Pero este término tan extraño, ¿de dónde nace? En 1938 se estrena la obra de teatro Gaslight, de Patrick Hamilton, en la que el protagonista, por medio distintas acciones (ocultar objetos, bajar la intensidad de la luz de la lámpara de gas), intenta enloquecer a su esposa Paula. Luego viene el estreno en el cine en 1944, la versión más famosa fue la interpretada por Ingrid Bergman, Charles Boyer y Angela Lansbury.
De la ficción, el término Gaslight se traslada a los artículos científicos en materia de psicología, para así poner en resalto un tipo de abuso psicológico bastante común, como por ejemplo en caso de una infidelidad, la estrategia es negarlo y culpar a quien hace notar la falta, convenciéndolo de que exagera o se imagina situaciones.
El artículo Gaslighting: juego mental y manipulación, de Abraham Esparaza Velasco, nos describe en qué radica este tipo de manipulación: grupo de comportamientos que consiste en ocultar información para sembrar la duda y deshabilitar al otro. En palabras simples, se trata de una manipulación que comienza de forma sutil, haciendo dudar a la víctima de sus recuerdos, de sus dichos, de lo que ve y descalificar lo que siente.
Escuchas, entonces, decir, «¿por qué eres tan insegura?, yo no he dicho eso, ¡eres una exagerada!; ¡eres demasiado sensible!»
La culpa se apodera de ti, sientes que creas discusiones sin sentido, que dudas de la persona que más «te quiere». Entonces prefieres callar, pero comienza la confusión, la angustia y en algunos casos puede llevar a una depresión. Comienzas a dudar hasta de tu estado mental, crees que se te olvidan las cosas o que las recuerdas mal; sientes que tal vez estás perdiendo la razón…
Al mismo tiempo, el agresor crea un abismo al alrededor tuyo y a los/las amigas en común, les comenta que tú no estás bien, que actúas de manera extraña desde hace un tiempo, que estás pasando por una crisis, que no sabes lo que quieres, que te crees adolescente por tu comportamiento irresponsable. Desestima tanto tus sentimientos, que dice que lo que te ocurre son «5 minutos de pataleta» y pronto volverás a tu sano juicio. Los amigos o amigas que «osan» acercarse y darte alguna luz sobre lo que te está pasando, inmediatamente pasan a ser «traidores» y acusados a su vez de «manipuladores», entonces te hace creer que estás rodeada de personas en las cuales no puedes confiar y te vas quedando cada vez más aislada, sin nadie que te diga que tienes derecho a salir de donde ya no quieres estar más.
En 1987 el artículo Psicosis impuesta de la British Journal of Psychiatry, presentó casos en donde el abusador no solo mentía, sino que saboteaba la mente del afectado haciéndole creer que estaba enfermo y que, por lo tanto, no podía confiar en sí mismo.
En el 2015, el gaslighting se convirtió oficialmente en parte de la ley penal sobre la violencia doméstica. Según Anna Mikhailova para The Telegraph (2018), «en Gran Bretaña, más de 300 personas han sido acusadas legalmente de causar este mal».
El diccionario Merriam-Webster, antiguo diccionario de Estados Unidos (1831), revela que la palabra más buscada en el 2022 fue «Gaslighting», adjudicándose el título de la «Palabra del año 2022».
En el artículo aparecido en Marie Claire (2022), de Debora Attanasio, se hace hincapié en que es uno de los abusos psicológicos más difundidos en la pareja y, sobre todo, ejercido hacia la mujer.
Tal vez, si hubiese conocido este tipo de manipulación, habría escapado antes, antes de perder mi percepción de la realidad. Habría entendido que cuando sentía ruidos por la escala o bocinazos en mi calle, no eran los médicos que venían por mí para llevarme a un manicomio. Quizás sonreíste al leer estas últimas líneas, pero el manipulador, te priva de la cordura.
Cuando volví a casa de mis padres, volví niña nuevamente, hija desvalida, hermana mayor pequeña… después de la primera noche, al abrir los ojos vi todo blanco, paredes desnudas y ropa de cama pesada. Mi primer pensamiento fue «listo, lo logró, aquí estoy encerrada» y lloré de angustia y desesperación hasta que el rostro de mi hermana apareció y me dijo «aquí estoy, todo estará bien».
Así fue, llegué a pesar 43 kilos de solo culpas, pero los tentáculos del manipulador seguían latentes y cada ocasión era buena para tratar de llegar a mí, de recuperar la presa, de seguir en negación, aludiendo a que tantos años de matrimonio no se podían tirar por la borda, ¡que tenía que volver!
Tuve que irme lejos, bloquearlo de las redes sociales y poner kilómetros de separación, cada cierto tiempo reaparecen los fantasmas. Hoy, los saludo, ya no les temo, la angustia reaparece de vez en cuando, pero me miro al espejo y repito mi letanía: «no estás loca, no estás loca, no estás loca».