Pablo Neruda no se llamaba ni Pablo ni Neruda, sino Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, célebre poeta chileno y Premio Nobel de Literatura en 1971 (la CIA hizo todo lo posible para que no se lo dieran por ser comunista). Falleció en Santiago de Chile el 23 de septiembre de 1973, hace ahora cincuenta años. Después del golpe militar del 11 de septiembre contra el socialista Salvador Allende, su salud se agravó y el 19 fue trasladado de urgencia desde su casa de Isla Negra a Santiago, donde murió en la Clínica Santa María a las 22:30 horas. Según los últimos informes científicos fue envenenado. Por lo tanto, es digno de recordar su paso por España y sus amistades, como la que tuvo con Federico García Lorca o Miguel Hernández.
Introducción
Para evitar que el padre de Ricardo Elíecer, un obrero ferroviario José del Carmen Reyes Morales —su madre Rosa Neftalí Basoalto Opazo era maestra—, supiera que escribía poesía, en octubre de 1920, a los 16 años, adoptó el seudónimo de Pablo Neruda por el nombre del poeta checo Jan Neruda, quien vivió en Praga entre 1834 y 1891, y también fue periodista y escritor. Por eso podemos decir que el origen del nombre de Pablo Neruda está en la actual República Checa. Tener un seudónimo denota grandeza y egolatría distintiva, o como le sucedió a Pablo, ocultar su verdadera filiación. Es decir, que con un seudónimo te distingues entre los demás. No se mezcla con otros nombres y es una gran idea, sobre todo en estos tiempos informativos de búsqueda en Internet.
Neruda fue un poeta comprometido con la poesía y con los novatos, le gustaba ayudarles y así demostrar su gallardía. Tuvo una estrecha relación con España y con el poeta español Miguel Hernández (1910-1942), así como con Federico García Lorca (1898-1936). Neruda vivió en España entre 1934 y 1937, coincidiendo con el inicio de la guerra civil española. Fue durante esa época cuando trabó amistad con varios poetas e intelectuales españoles, incluyendo a Miguel Hernández.
Neruda admiraba la poesía social de Hernández y su compromiso político con la causa republicana, al que inculcó sus ideas comunistas, en una época en la que el comunismo seguía una estela de idea de progreso social desde la Revolución Rusa de 1917. Ambos compartían ideales izquierdistas y una poesía profundamente humana y comprometida con la sociedad y los problemas vivos en la guerra civil. De hecho, se cree que algunos poemas de Hernández influyeron en la poesía política y el tono elegíaco de Neruda en su famoso libro España en el corazón (1937). Sin embargo, fue Neruda quien introdujo a Hernández en la llamada «poesía impura» y le hizo enemistarse con Ramón Sijé, su amigo de infancia en Orihuela, que dirigía la revista neocatólica El Gallo Crisis.
La guerra civil marcó profundamente a Neruda, quien ya era un ferviente antifascista. El apoyo del poeta chileno a la República española le valió el odio de los sublevados y la derecha conservadora hispanoamericana. Cuando la guerra terminó con la victoria franquista en 1939, Neruda ayudó a unos 2,000 exiliados republicanos a escapar a Chile.
Miguel Hernández, en tanto, terminó encarcelado y murió de tuberculosis en la cárcel en 1942 a causa de las duras condiciones y su deteriorada salud. Neruda intentó sin éxito que le concedieran la libertad y le envió víveres a la prisión. La prematura muerte de Hernández impactó profundamente a Neruda.
La experiencia española de Neruda y su contacto con la Generación del 27 y poetas como García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, dejaron una profunda huella en su literatura. Los paisajes y el pueblo español están muy presentes en sus famosos Veinte poemas de amor y una canción desesperada, y el mencionado España en el corazón. Neruda mantuvo siempre un fuerte vínculo con España, a la que consideraba su «segunda patria».
Neruda ayudó a unos 2,000 refugiados españoles a escapar a Chile en un barco fletado por el gobierno chileno. Miguel Hernández estaba en la lista de Neruda; sin embargo, no quería irse solo a Chile sin su mujer Josefina Manresa y su hijo Manolillo. En abril de 1939, viajó a Andalucía y, ante la falta de trabajo, decidió viajar a Lisboa, donde por entonces Gabriel Mistral estaba en el consulado de Chile. Sin embargo, el poeta fue detenido en Moura por la policía portuguesa.
Federico García Lorca y Pablo Neruda en Buenos Aires
El 2 de enero de 1933 Federico García Lorca y Miguel Hernández se vieron por primera en Murcia en el domicilio de Raimundo de los Reyes, el editor que acabará ocupándose de Perito en lunas (su opera prima) con un prólogo de Ramón Sijé. Federico está de gira con La Barraca, aquel grupo de teatro universitario que dirigía junto a Eduardo Ugarte y que llevaba por pueblos y ciudades obras clásicas. Sin embargo, Hernández, aún no era conocido y García Lorca lo ignoró, como es norma de comportarse con los novatos.
Ese mismo año en octubre García Lorca llega a Buenos Aires, para estrenar Bodas de Sangre en la compañía de Lola Membrive, que dirigía su esposo Juan Reforzo. En Buenos Aires, Bodas de Sangre tuvo más de 100 representaciones y, además, en la ciudad bonaerense, Federico daría múltiples conferencias, entre ellas «Discurso a dúo en honor de Rubén Darío» junto a Neruda, donde ambos se preguntaron dónde se encontraba la plaza con la estatua de Rubén Darío en Buenos Aires. Estos dos poetas trabaron una fuerte amistad que continuó en Madrid.
Según la versión de Víctor Raviola Molina:
El primer encuentro entre Federico García Lorca y Pablo Neruda se produjo en octubre de 1933, en Buenos Aires, Argentina, en casa de Pablo Rojas Paz. ¿Qué circunstancias históricas o personales hicieron posible dicho primer encuentro entre el poeta chileno y el escritor español, ambos lejos de sus respectivos países de origen? Curiosamente, la permanencia en Buenos Aires de ambos escritores coincide tanto en las fechas como en la extensión. Pablo Neruda había llegado a Buenos Aires desde Santiago de Chile en agosto de 1933 para asumir su designación como Cónsul de Chile en dicha ciudad. Su permanencia duraría hasta comienzos de 1934, ya que el 05 de mayo de ese año debía viajar hacia Barcelona (España) para asumir allí el mismo cargo de Cónsul. Antes de su llegada a Argentina, Neruda ya había desempeñado esas funciones consulares en Rangoon (Birmania) hacia 1927, en Colombo (Ceilán) hacia 1928, en Batavia (Java) en 1930 y en Singapur en 1931.
Otro de los encuentros tuvo lugar en el Pen Club, y en la Peña del Café Tortoni, Neruda conoció a la poetisa Alfonsina Storni. Lorca también ilustró un breve libro de poemas de Neruda con sus dibujos en el mes de febrero de 1934. La amistad con Lorca provocó el deseo en Neruda de viajar a España. Neruda vino a España y contactó con los poetas de la Generación del 27 y con Miguel Hernández que es de la Generación del 36. En el poemario nerudiano Residencia en la Tierra, Ediciones del Árbol de Madrid, 1935, publica «Oda a Federico García Lorca», un canto surrealista, sin saber que al año siguiente Lorca sería asesinado por los fascistas el 19 de agosto entre Víznar y Alfacar. Su cadáver aún no ha sido encontrado.
Primeros viajes de Neruda España
Pablo Neruda llegó a España en mayo de 1934 como diplomático al consulado de Barcelona. En un viaje que hizo Pablo a Madrid, a mediados de 1934 para gestionar la publicación del segundo poemario de Residencia en la tierra, con José Bergamín, conoce a Miguel Hernández en la redacción de Cruz y Raya; donde el oriolano ya había publicado el primer acto de su auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras (número de julio). Trabajo que Pablo había leído en Cruz y Raya, al que consideraba «de inaudita construcción verbal… el más grande poeta nuevo del catolicismo español» (Para nacer he nacido, Barcelona: Bruguera, 1980, p. 78).
Neruda llega en 1934 a Barcelona, como cónsul adjunto de la Embajada de Chile. Al año siguiente en febrero se instala definitivamente en Madrid como cónsul adjunto de la Embajada de Chile en la llamada «Casa de las Flores» en el barrio de Argüelles, calle del Prado n.º 26. Llegó a la ciudad en octubre de ese año para asumir el cargo. Fijó su residencia en Madrid entre 1935 y 1937. Manuel Altolaguirre y Concha Méndez le ofrecen dirigir la revista exclusiva de poesía Caballo verde para la poesía. El poeta apoyó fervientemente la causa republicana.
Pero su tiempo por tierras españolas duró poco, porque al estallar la guerra civil tuvo que marcharse a París. Allí, entristecido por la barbarie que estaba sucediendo en España, y por la muerte de su amigo García Lorca, escribió el libro de poemas titulado España en el corazón: himno a las glorias del pueblo en la guerra, en la editorial Ercilla de Santiago de Chile, expresando su dolor por la guerra civil y su apoyo a la República. Fue reimpreso por primera vez en España por el Comisariado del Ejército del Este, ediciones literarias, en una primera edición impresa en el Monasterio de Monserrat en 1938 y otra en 1939. En 1938 compró la casa de Isla Negra, comuna de El Quisco, con vistas al océano Pacífico. La arquitectura de la casa se inspira en el gusto del poeta por el mar y los barcos, donde residirá con su segunda mujer Delia del Carril.
En 1946 se afilió al Partido Comunista de Chile. Fue elegido senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta. En 1953 recibe el Premio Stalin de la Paz. Pero no duró mucho su dicha en el país chileno, ya que tras hacer pública una protesta en la que arremetía contra la persecución a los sindicatos por parte del presidente González Videla, se le condenó a su detención. Gracias a amigos, Neruda evitó la cárcel y consiguió salir del país. El 21 de octubre de 1971, Neruda fue galardonado con el Nobel «por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente».
Neruda protector de Miguel Hernández
Como se ha mencionado, en un viaje que hizo Neruda a Madrid a mediados de 1934, conoce a Miguel Hernández. El poeta chileno ya había descubierto a el poeta, y diría: «Era escritor salido de la naturaleza como una piedra intacta, con virginidad selvática... Su rostro era el rostro de España. Cortado por la luz, arrugado como una pasa, con algo rotundo de pan y de la tierra» (Confieso que he vivido. p. 129). Miguel lo cuenta de esta forma en un escrito de junio de 1936: «Acabamos de llegar a Madrid, él [Pablo] con polvo en la frente y en los talones de la India [Pablo había sido cónsul en Colombo (Ceilán), Batavia (Java) y Singapur], yo con tierra de barbecho en las costuras de los pantalones. Y me sentí compañero suyo desde el primer momento». Había nacido, entre ambas almas sensibles al invisible mundo de los sentimientos, un idilio poético.
Además del auto sacramental Quien te ha visto…, de corte calderoniano, tenía Miguel Hernández publicado desde el 20 enero de 1933 su poemario gongorino Perito en lunas, con prólogo de Ramón Sijé, editado en «Sudeste» de La Verdad de Murcia. Obra hermética y descolgada de la Generación del 27, de alta calidad estilística, pero que tuvo poca acogida por la crítica; sin embargo, Pablo Neruda, crítico sensible, al conocer al campesino Miguel que aún llevaba barro en los pantalones, y seguramente en los talones de las alpargatas, sus versos, le provocan un gran impacto en su doble aspecto: el de campesino español y el de la asombrosa calidad de sus versos. Además, las simpatías y el idilio poético naciente fueron recíprocos, sobre todo a través de la comunión en la palabra poética, en los versos nuevos salidos del sentimiento más que del artificio verbal o arquitectura poética. El don sublime de la palabra era lo que verdaderamente les unía y les separaba a la vez porque los estilos eran opuestos, el primero llevaba una poesía católica reaccionaria y gongorina por influencias del estudio de los clásicos (Virgilio, Calderón, Quevedo, Góngora) y el segundo ya tenía Crepúsculo (1923), Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) y Residencia en la tierra (1925-1935), obras en transición entre el Modernismo de Rubén Darío y las vanguardias, de la poesía sin pureza, automática, llenas de surrealismo, a pesar de que el juglar de Isla Negra no se consideraba del todo surrealista.
En Madrid viven los poetas más representativos de la que sería la Generación del 27: García Lorca, Alberti, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre, José Bergamín, Luis Cernuda y Miguel Hernández de la Generación del 36. El grupo se reunía casi todos los días en los mismos bares de Correos, donde comentan sus creaciones diarias y entre ellos se leen versos. Pablo conoce además a Antonio Machado, a Valle-Inclán, a Ramón Gómez de la Serna en su cripta de Pombo, a Juan Ramón Jiménez que escribía en El Sol críticas literarias, no muy favorables, por ejemplo, de Pedro Salinas o Jorge Guillén, en cambio, Miguel Hernández se libró de esos ácidos comentarios juanramonianos, quizás porque provenían de la prestigiosa Revista de Occidente, como la «Elegía» y «Seis sonetos». La revista de Ramón Sijé, El Gallo Crisis, había aparecido en el corpus de 1934, (junio), y Miguel se lleva revistas para vender en su círculo de nuevos amigos en Madrid: Altolaguirre, Alberti, Cernuda, Delia del Carril, María Zambrano, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, pero constata que la nueva revista neocatólica no gusta a muchos a sus nuevos amigos.
Neruda empleó a fondo sus influencias y contactó con el vizconde de Mamblas, jefe de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado, para que tratara de colocar a Hernández en algún despachito funcionarial. El vizconde no dudó en extender cuanto antes el nombramiento, siempre y cuando el poeta especificara sus preferencias y el trabajo que mejor podía desarrollar». Neruda cuenta que Hernández le respondió: «¿No podría el vizconde encontrarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?». Dudo mucho que Hernández respondiera de esta forma tan pintoresca, ya que él había escrito y dado a entender en carta a Juan Ramón Jiménez: «odio la pobreza en que he nacido», odiaba su trabajo de pastor de cabras, que puede ser tan digno como cualquier otro, pero Miguel había sido humillado en Orihuela cuando su padre le sacó del Colegio Santo Domingo de los jesuitas donde se codeaba con los hijos de la burguesía para dedicarse a cuidar cabras y vender leche.
Años de Residencia en la tierra y El rayo que no cesa
Pablo Neruda dio una conferencia en la Universidad de Madrid el 6 de diciembre de 1934, en el acto coincidirán Miguel Hernández y Federico García Lorca, al que ya conocía desde que se lo presentó Raimundo de los Reyes en Murcia (2 de enero de 1933), que no recibe muy calurosamente al ya, «incordiante poeta-pastor»; no obstante Hernández, confiado como era, le entregó el Torero más valiente (tragedia española, inspirada en la rivalidad del torero Ignacio Sánchez Mejías y su cuñado Joselito) con el ruego de que se ocupara de la obra. Neruda percibe este rechazo lorquiano y le advertirá en una carta del 4 de enero de 1935 que no se forje falsas esperanzas con Lorca. Es la famosa carta en la que sataniza a Ramón Sijé por la revista neocatólica El Gallo Crisis, cuando escribe: «Querido Miguel, siento decirle que no me gusta El Gallo Crisis, le hallo demasiado olor a iglesia ahogado en incienso». El 9 de febrero de 1936, un importante grupo de intelectuales organizan una comida homenaje a Rafael Alberti y a María Teresa León en el Café Nacional, a su regreso de América y de la Unión Soviética, donde también acuden Pablo Neruda, Federico García Lorca y Luis Cernuda, pero no invitan a Miguel Hernández; su presencia era incompatible con los dos últimos poetas señoritos andaluces, a pesar de la aceptación favorable de Pablo en su círculo de amigos. Tampoco invitan a Hernández al mitin político de adhesión al Frente Popular donde García Lorca leyó un manifiesto en el mes de febrero, días antes de ganar el Frente Popular.
En la revista Cruz y Raya, de Madrid, publica Neruda «Visiones de las hijas de Albión» y «El viajero mental», de William Blake, traducidos por él mismo. Presenta también una selección de poemas de Quevedo, «Sonetos de la muerte».
Malva Marina, la hija de Maruca y Neruda, nació en Madrid el 18 de agosto de 1934 con hidrocefalia. Miguel se encariñó con la niña, y solicitó a Antonio Oliver en Cartagena y a Juan Guerreo Ruiz en carta de junio de 1935 que le facilitaran a Pablo y a su familia una estancia temporal en la isla de Tabarca (Alicante) o en una isla del Mar Menor (Murcia) «donde el mar no se encuentre con la arena, al ir a la tierra», y habla de la hija que ya tiene diez meses y además le preguntará a Guerrero Ruiz si conoce a algún médico bueno de niños. Pero nunca fue la familia de Neruda a la isla Plana o de Tabarca. Maruca y la hija Malva Marina se fueron a vivir a Barcelona en 1936 y luego a Holanda donde la niña moriría el 2 de marzo de 1943 en la ciudad holandesa de Gouda. En el verano del 1934, Pablo había conocido a la bella artista argentina Delia del Carril en la casa de Carlos Mola Lynch, ella era quince años mayor que él, en 1936 comienzan a vivir juntos y se convertiría en su segunda esposa. En febrero de 1935 conocerá Miguel a la pintora gallega vanguardista Maruja Mallo en la casa de Pablo Neruda, con la que mantendrá un idilio amoroso, a la que dedicará algunos sonetos de El rayo que no cesa.
En 1935, se publica Homenaje a Pablo Neruda de los poetas españoles, en ediciones Plutarco, Madrid, donde Pablo publica tres poemas, recibe el reconocimiento de los poetas españoles: León Felipe, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Luis Rosales, Vivanco, Muñoz Rojas y Serrano Plaja. Luis Larrea se negó a ello, porque profesaba amistad con Vicente Huidobro, el enemigo número uno de Pablo Neruda desde los tiempos de Buenos Aires en 1933. De esta negativa nacería la enemistad a Pablo hacia el bilbaíno como en su «Oda a Juan Tarrea», según recientes descubrimientos de Gabrielli Morelli. A finales de 1935 y después de que Pablo Neruda publicara el 15 de septiembre de 1935 en la Edición Árbol de Cruz y Raya, una segunda parte de Residencia en la tierra (1925-1935), poemario que causó en Miguel honda impresión, y en reconocimiento de este impacto le dedicará: «Oda entre sangre y vino a Pablo Neruda». Este poema de «exaltación vital» como ha expuesto José Antonio Serrano, no fue incluido en ningún libro y figurará como poemas sueltos. En este poema hernandiano de ciento treinta y cuatro versos, distribuidos en catorce estrofas, contiene evidentes influencias de Residencia en la tierra, como «caracolas» y «amapolas» como símbolo del vino y de la sangre; veamos y comparémoslo con el poema nerudiano: «Estatuto del vino» cuando Miguel escribe el verso «Alrededor de ti y el vino, Pablo…» (v.117) de «Oda entre sangre y vino a Pablo Neruda» (Comentado por Manuel Parra Pozuelo, Revista AUCA, número 1, junio 2004, pp. 36-39).
Los verdaderos amigos son los que se forjan en las barras de las tabernas porque el vino como una sangre hermana une a los espíritus sublimes y también a los mezquinos. No queremos tomarnos una copa con un desconocido porque tememos el hacernos con un nuevo amigo. Leamos esta primera estrofa de «Oda entre sangre y vino a Pablo Neruda»:
Para cantar ¡qué rama terminante, qué espeso aparte de escogidas selvas, qué nido de botellas, pez y mimbres, con qué sensibles ecos, taberna!
Las referencias a la taberna también se aprecian en el prólogo de El hombre acecha, como evocaciones de estas veladas: «Y recuerdo a nuestro alrededor aquellas madrugadas, cuando amanecíamos dentro del azul de un topacio de carne universal, en el umbral de la taberna confuso de llanto y escarcha, como viudos y heridos de la luna». Tanto era el entusiasmo de Hernández por Residencia en la tierra que se atreve a escribir una reseña que publicó el diario «El Sol» de Madrid en 2 enero de 1936: «Ganas me dan de echarme puñados de arena en los ojos, de cogerme los dedos con la puerta… La cuya voz es un clamor oceánico, que no se puede limitar…».
Amigos de vinos y tabernas
En agosto de 1935, Hernández se hallaba en Orihuela y recibe una carta del poeta chileno en la que éste le anima y requiere a volver a Madrid, porque está a punto de imprimirse el primer número de Caballo verde para la poesía, y había mucho trabajo por hacer. Además, Pablo le comentarán en tono sarcástico: «Celebro que no te hayas peleado con El Gallo Crisis, pero eso te sobrevendrá a la larga. Tú eres demasiado sano para soportar ese tufo sotánico-satánico». Neruda estigmatiza la labor mentora de Ramón Sijé (José Marín Gutiérrez), quizás indirectamente, porque le interesan los brazos de Miguel, y Miguel acude inmediatamente a Madrid, en este viaje le acompañará su hermana Elvira. Ramón Sijé teme perder a su gran amigo y paisano para sus ideales neocatólicos, pero pronto tiene que constatar que el ambiente de Madrid puede más que los ecos de la lejana Oleza mironiana.
Hernández se mueve en todos los frentes literarios de Madrid: María Zambrano, Enrique Azcoaga, Vicente Aleixandre. Tiene la suerte de ser invitado por Pablo Neruda a publicar en la recién fundada revista Caballo verde para la poesía, que dirigía simbólicamente el chileno a petición del poeta e impresor malagueño Manuel Altolaguirre que le ofreció la dirección muy generosamente. Hernández publicó solamente un poema en el primer número de fecha 18 de octubre de 1935, titulado: «Vecino de la muerte» de estilo similar al de Neruda. Escribe a sus amigos cartageneros: «No puedo mandaros la revista porque no me han dado más que un número». Existe una carta a de Hernández a Pablo, datada el 8 de septiembre de 1938 donde le recuerda veladas de vino, alegría y poesía.
Dedicatoria a Pablo Neruda en El hombre acecha
La dedicatoria del poemario El hombre acecha, Valencia, 1939, (edición destruida de la que se salvaron varias «capillas» y reeditado en edición facsímil en 1978 y 81 en Casona de Tudanca) la dirige Hernández al poeta chileno por su influencia y ser cónsul adjunto en la embajada de Chile en Madrid, aunque Neruda ya no estaba en esta ciudad.
En la dedicatoria recuerda con añoranza los años que pasó en Madrid cuando se reunían con Federico García Loca, con Vicente Aleixandre, con Delia Carril, amiga íntima de Pablo Neruda, en la casa que éste tenía en el barrio de Argüelles, cerca de la ciudad universitaria. Estaba casado con la holandesa Maruca, aunque estaban separados de hecho. «Tú preguntas por el corazón y yo también. Mira cuántas bocas cenicientas de rencor, hambre y muerte, pálidas de no cantar...». Añora los viejos tiempos de tabernas en las que, parece ser, les llegaba el amanecer, como auténticos bohemos felices.
En el segundo párrafo le hace partícipe del profundo dolor que le aqueja por la enfermedad de su primogénito Manuel Ramón.
Pablo: un rosal sombrío viene y se cierne sobre mí, sobre una cuna familiar que se desfonda poco a poco, hasta entrever centro de ella, además de un niño sufrimiento, el fondo de la tierra.
Pablo no era ajeno a este dolor filial por la enfermedad de su hija Malva Marina Trinidad con hidrocefalia, como he comentado. Hernández llega a visitarla con su sobrina, la hija de Elvira, para que ésta juegue con ella. Además, Miguel intentó que Neruda y su familia pasaran unos días de descanso en la isla de Tabarca (Alicante), pero no llegó a venir a la isla.
En el tercer párrafo le habla sobre la amargura que hay en el pueblo «florido de tristeza», que con resignación espera el futuro esplendo del vino y la poesía. Lo que evidencia el sabor de la derrota, aunque, su obligación, es disimularla y levantar la moral que sin duda estaba tocando fondo.
Si comparamos los prólogos de Viento del pueblo y El hombre acecha, el primero dedicado a Vicente Aleixandre, observamos que ambos se inician con el nombre del destinatario del prólogo y dos puntos, a los que se dirige a modo de epistolario. A Vicente Aleixandre le quiere hacer ver la misión que tienen los poetas, y a Pablo Neruda le recuerda sus paseos y vivencia en Madrid.
Carta de Hernández a Pablo desde la prisión de Torrijos
Madrid, en prisión [Torrijos], a 26-6-1939.
Querido Pablo:
Tal vez por Juvencio, y por el Embajador de tu país en Madrid, donde me encuentro detenido varios meses, sabrás de mí y en qué situación estoy. Es de absoluta necesidad que hagas todo cuanto esté en tu mano por conseguir mi salida de España y el arribo a tu tierra en el más breve espacio de tiempo posible. El señor Fajardo, y nuestro amigo José María de Cossío, te pueden escribir con detalle sobre lo que me sucede, aunque ya te imaginarás bastante. Pon en movimiento todo tu interés y tu cariño por mí que me hacen falta enormemente y rápidamente. Conmigo habrán de salir mi mujer y dos amigos nuestros. Preocúpate en seguida de esto. No olvides que nuestra situación es bien difícil. Sabré de ti por la Embajada, desde donde harán el favor de venir a comunicarme cuanto resuelvas.
Me acuerdo como nunca de vosotros. Te necesito como nunca. Da un gran abrazo a Delia, y tú recibe el otro.
Firmado Miguel Hernández
Neruda fue un destacado protector del poeta oriolano en España y desde París cuando hizo gestiones ante el cardenal francés Baudrillard que produjo su salida de prisión (también intervino José María de Cossío) sin ser procesado, en septiembre de 1939, pero esta libertad no duró por mucho tiempo.
A la muerte de Hernández, Neruda se pone en contacto con Germán Vergara, nuevo encargado de negocios de la embajada de Chile, que se pone en contacto con la esposa Josefina Manresa.
La muerte de Miguel Hernández en Alicante
Como escribe el profesor Manuel Parra Pozuelo:
La guerra de España los aventó y nunca más volvieron a estar juntos, aunque el recuerdo de Miguel permanecería en el corazón de Pablo Neruda, dando lugar a algunos de sus más emocionantes poemas. La última vez que coincidieron fue en el Madrid ya bombardeado, y en esos momentos, Miguel, vestido con su uniforme de miliciano, acompañó a Pablo hasta la Casa de las Flores, que estaba ubicada en lugar muy próximo a la línea del frente para recoger sus pertenencias personales («Miguel Hernández: una nueva visión», p. 137).
La parca de las diosas del destino le llegó a Hernández bajo grandes sufrimientos, el 28 de marzo de 1942 en la enfermería el Reformatorio de Adultos de Alicante. Neruda le dedicó un poema: «A Miguel Hernández, muerto en los presidios de España», publicado como parte del XII, Los Ríos, de Canto general (Océano y el Comité Auspiciador, México, 1950), para burlar la censura. Lo que demuestra el aprecio de Neruda hacia su acólito poeta.
Pablo Neruda dijo una vez: «Federico era mi hermano y me lo mataron. Miguel era mi hijo y me lo mataron: ¿qué se puede pensar de un país que mata a sus poetas?».
No, no se puede esperar mucho de un país que mata a sus poetas, y mucho menos de uno que luego los sigue matando. Federico García Lorca estercola una tumba escondida, y a Miguel Hernández lo matan o lo dejan morir cada cierto tiempo, recurrentemente.
A los poetas no se les debería mirar la ideología, sino cómo ponen los adjetivos. Pemán, el denostado José María Pemán, los ponía bien, muy bien. Él, que estaba en las antípodas ideológicamente, trató de interceder por Miguel Hernández y se atrevió a pedirle a Franco un poco de clemencia, a lo que el general contestó, dirigiéndose a uno de sus asistentes: «a ver, atienda a don José María, no vayamos a tener un disgusto como con el Federico García Lorca».
Conclusiones
Pablo Neruda murió envenenado a los 69 años, hace cincuenta años. Uno de los más grandes poetas hispanoamericanos de todos los tiempos sentía una gran simpatía por el poeta-pastor que tenía, según sus notas: «Cara de patata recién salida de la tierra». No obstante, las circunstancias de ser Hernández un destacado poeta antifranquista y señalarse como «poeta del pueblo» marcó su trágico destino y no pudo exiliarse en Chile. Si bien. Se salvó primero de la pena de muerte de un consejo de guerra porque actuó Neruda y unos falangistas como Cossío y Sánchez Mazas ante Franco, pero no se libró del bacilo de Koch de la tuberculosis en las infames cárceles franquistas.
Notas
Fernández Palmeral, R. (2009). Pablo Neruda y Miguel Hernández: un idilio poético, en portal Miguel Hernández-multimedia centenario.
Parra Pozuelo, M. (2013). Miguel Hernández: una nueva visión. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.