Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.
(Refrán popular)
A modo de preámbulo voy a parafrasear, de modo bastante libérrimo, un pensamiento de Miguel Aponte: ¿necesitaremos siempre un dueño? ¿Siempre seremos esclavos? ¿Esclavos de las religiones, de las ciencias, de las tradiciones, de las historias, de las leyes, de los Estados, de los partidos políticos, de los mercados, de las tecnologías, de los movimientos sociales… del consumo, del odio, de la comodidad, de las creencias… del capitalismo, del socialismo… de los profetas e iluminados, de los líderes y los comandantes, del liberalismo, del marxismo, del fascismo, del nazismo, del anarquismo, de la política… de la filosofía, de las ideologías? ¿Seremos siempre criaturas añorando alguna cárcel donde sentirnos seguros, protegidos? Alienados de nuestras propias ideas y de nuestras experiencias siempre buscando un Atlas que nos sostenga… Exiliados de nosotros mismos, siempre construyendo cadenas… ¿Siempre prisioneros del Ego, del Yo, del Superego, del Ello, de la endiosada individualidad y de la endiosada colectividad? ¿Por qué tendría que ser así? ¿Por qué? ¿Acaso somos nadas alucinantes que alucinamos podredumbres constantes? ¿Existe otra alternativa? ¿En qué consiste? ¿Dónde buscarla?
El exceso es el veneno de la razón
La circunstancia a la que me refiero en las líneas que siguen se relaciona con un personaje político importante en la historia de Costa Rica. Me refiero a Manuel Mora Valverde (1909-1994), quien fuera, junto a otros costarricenses, fundador del Partido Comunista de Costa Rica en junio de 1931, y uno de los impulsores principales de la reforma social que tuvo lugar en el país durante la década de los cuarenta del siglo pasado. Mora Valverde sobresalió por su talento negociador y su capacidad para alcanzar acuerdos con otros personajes y con distintas fuerzas políticas. Reconocer estos y otros de sus méritos no implica crear una narrativa idolátrica y mesiánica plagada de consignas y de lugares comunes, conforme a la cual Manuel Mora sería algo así como un ser político cuasi-celestial, casi casi perfecto, debido al número abundantísimo de sus virtudes. «El exceso es el veneno de la razón», como bien recuerda Francisco de Quevedo. Es equilibrado y razonable, propio de estudios objetivos y mesurados, analizar a un ser humano en sus luces y en sus sombras, pero resulta contraproducente y fanático presentarlo como si fuese la suma de todas las perfecciones y de todas las bellezas que puedan decirse o imaginarse sobre él; este tipo de enfoque distorsiona el conocimiento y la sabiduría, y expresa un narcisismo ideológico aun cuando se disfrace de erudición. «Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no le alumbre».
Algunas raíces de su pensamiento
Conviene, en este texto, una muy breve referencia a algunas de las fuentes históricas del pensamiento de Manuel Mora Valverde quien, desde muy joven, mostró inclinaciones políticas e interés por la cuestión social del desarrollo humano. Sus interacciones con la sección costarricense de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), la Liga Cívica Juan Rafael Mora y la Liga Antiimperialista de las Américas, son importantes en la gestación definitiva de sus ideas. El Movimiento aprista, como se sabe, se inspiraba en el liderazgo del político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), y su objetivo inicial fue crear una red latinoamericana de organizaciones (secciones nacionales) que en su conjunto trabajaran en favor de un desarrollo social nacionalista, contrario a los intereses económicos transnacionales. La actividad política e intelectual de nuestro personaje también guarda estrecha relación con la tradición del pensamiento social de Felix Arcadio Montero Monge (1850-1897), Jorge Volio Jiménez (1882-1955) y Aniceto Montero Chaves (1894-1969), este último fundador del Centro Socialista Costarricense e importante divulgador político de la Revolución Rusa. La relación con Jorge Volio y el partido Reformista estuvo marcada por diferencias puntuales. En ese momento, habiendo sido fundado el Partido Comunista en 1931, los comunistas intentaban demostrar que el Partido Reformista no era la organización política requerida por los trabajadores, ellos estaban imbuidos de la teoría leninista del partido político y de clase, y se autoproclamaban como la vanguardia de la clase obrera. Al poco tiempo de fundado, el Partido Comunista de Costa Rica participó en el III Congreso de la Internacional Comunista y en la Conferencia Comunista Continental de La Habana. Otras de las fuentes importantes en la génesis, consolidación y desarrollo del ideario de Manuel Mora Valverde fueron sus relaciones con los movimientos sindicales, políticos y sociales de trabajadores, expresado en organizaciones como la Confederación General de Trabajadores, la Confederación Obrera, la Unión General de Trabajadores, el Partido de Obreros y Artesanos, y algunas organizaciones políticas menores que se habían formado en el país.
De acuerdo con lo anterior puede afirmarse que la adopción del marxismo-leninismo por parte de Manuel Mora, y la fundación del Partido Comunista es uno de los resultados de un proceso histórico que venía desenvolviéndose desde finales del siglo XIX, razón por la cual es equivocado reducir el proceso fundacional de esa organización a solo la reunión del Comité Ejecutivo efectuada el 16 de junio. En personas como Manuel Mora Valverde, Jaime Cerdas Mora, Ricardo Coto Conde, José Barquero, Carmen Lyra y Luisa González, confluían muchas de las corrientes sociales y políticas presentes en el país desde el año 1900, y que también influyeron en la fundación de otras organizaciones políticas nacionales. Si bien existían corrientes sociales y de pensamiento no marxista, resulta claro que en Manuel Mora Valverde es el marxismo-leninismo y la ideología comunista su fuente intelectual y política por excelencia. Desde esa cosmovisión él analiza los antecedentes históricos del comunismo en Costa Rica, la coyuntura de la crisis económica de 1929, el liberalismo costarricense de los años treinta, la política de alianzas sociales en la decisiva década de los cuarenta del siglo XX, así como la evolución del país desde ese momento hasta la crucial década de los ochenta y principios de los años noventa.
El perfil ideológico
Manuel Mora Valverde, por lo tanto, fue un político marxista-leninista según la definición clásica de ese vocablo establecida conforme a los parámetros de la tradición comunista instalada en la Unión Soviética. Para él el marxismo era la ciencia social por excelencia del siglo XX, y el leninismo representaba el desarrollo de esa ciencia en las condiciones de lo que Lenin denominaba el desarrollo imperialista del capitalismo; el Materialismo Histórico era «la ciencia de la historia», el Materialismo Dialéctico la «filosofía científica por excelencia» y la Economía Política Marxista representaba la «ciencia económica proletaria y popular». Las obras de Karl Marx (1818-1883), Federico Engels (1820-1895), Vladimir Ilích Lenin (1870-1924), Joseph Stalin y León Trotski (1918-1925) constituían parte fundamental de sus autores y políticos leídos y estudiados, lo que era común en un dirigente comunista situado entre los años 1931 y 1994.
En ese período de tiempo las principales dirigencias comunistas a nivel mundial se consideraban expertas en los contenidos de El Capital de Marx, en especial del tomo primero, y de los ensayos de Lenin, pero al mismo tiempo desconocían por completo o casi por completo las obras de quienes se habían alejado del marxismo o lo contradijeron desde el inicio. Para Manuel Mora Valverde esos autores y políticos no marxistas eran representantes de la «economía política burguesa» o, en su defecto, «revisionistas y traidores». En tal contexto, análisis sobresalientes y meritorios de la economía de mercado y del capitalismo, como los realizados en los libros e investigaciones de Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914), Wilhelm Emmanuel von Ketteler (1811-1877), Heinrich Pesch (1854-1926), Eduard Bernstein (1850-1932), Rudolf Hilferding (1877-1941), Carl Menger (1840-1921), Ludwig von Mises (1881-1973), Friedrich Hayek (1899-1992) o John Maynard Keynes (1883-1946), no pertenecían a la biblioteca frecuentada, mucho menos estudiada, por las dirigencias de los partidos comunistas, acostumbradas a referirse a tales autores e investigaciones desde el prisma ideológico y las consignas de la nomenclatura soviética. Un desconocimiento análogo se observaba en relación con los ideólogos y políticos, inicialmente marxistas, que se desplazaron con relativa rapidez hacia posiciones de reformismo político y social típicas de la socialdemocracia, el socialcristianismo y el liberalismo social. Las ideas generales de Manuel Mora Valverde se inscribieron sin fisuras en ese marco teórico centrado en la interpretación soviética del marxismo-leninismo, y en la exclusión ideológica y política de otros autores que no se leían ni estudiaban, pero a los cuales se les aplicaban conceptos originados en la narrativa del Movimiento Comunista Internacional. Las inclinaciones dialogantes y el talento negociador de Mora Valverde sintonizaban bastante bien con el perfil ideológico general del marxismo-leninismo en los tiempos de la III Internacional, de la Segunda Guerra Mundial y de la etapa posterior a la finalización de ese conflicto hasta la década de los ochenta del siglo XX.
La circunstancia teórico-práctica reseñada se tradujo en un Manuel Mora adherido a la escolástica ideológica del marxismo-leninismo y a los intereses geopolíticos del Movimiento Comunista Internacional, al mismo tiempo que se conducía con una flexibilidad ajena a todo dogmatismo teoricista. Estos dos aspectos coexistieron en él hasta su fallecimiento, y le permitieron enunciar planteamientos de táctica y estrategia políticas que en su momento fueron valorados como positivos y constructivos incluso por sus acérrimos adversarios. La versatilidad táctica y estratégica de Mora Valverde encontraba, en el Partido Comunista, resistencias que pueden rastrearse desde muy temprano en la historia de esa organización política. Esas resistencias se intensificaron en los años setenta del siglo XX y, finalmente, condujeron a que Manuel Mora Valverde, junto a sus seguidores, fuese expulsado de la organización en 1984, seis años antes de la desaparición de la Unión Soviética y de la crisis del Movimiento Comunista Internacional que condujo a su casi extinción. Es importante anotar que, al interior del Partido Comunista (por lo menos hasta donde he logrado investigar) nunca se desarrolló un debate abierto y de fondo sobre las distintas visiones tácticas y estratégicas, ni tampoco se crearon espacios de participación relevantes donde colaborara un número mayor de militantes en esos eventuales debates.
Insuficiencia principal del perfil ideológico en comentario
Conviene recordar que en el marco ideológico y político marxista-leninista referido con anterioridad, los partidos comunistas y sus principales dirigencias a nivel mundial no percibieron, no quisieron percibir, o de manera deliberada disimularon y ocultaron la naturaleza capitalista, centralista, represiva y dictatorial de las sociedades denominadas socialistas, tanto en el caso de la Unión Soviética como en los países europeos que al finalizar la Segunda Guerra Mundial se situaron en la esfera de influencia geopolítica del Imperio ruso.
Las tesis de Marx, y de quienes continuaron repitiéndolas en el siglo XX (Manuel Mora entre ellos), sobre la propiedad privada, la acumulación originaria del capital, la lucha de clases, las teorías sobre la plusvalía, la teoría de la explotación, la caracterización de las economías de mercado y de las sociedades capitalistas, y la teoría de la expropiación de los expropiadores, contenían fallas técnicas, epistemológicas y ontológicas monumentales que condujeron, en buena medida, hasta las derivas autoritarias, militaristas y totalitarias de los movimientos comunistas. No afirmo que todo el planteamiento de Karl Marx estuviese errado, sostengo que los vacíos e insuficiencias de sus investigaciones comprometen la validez del conjunto de sus teorías y de sus traducciones políticas e ideológicas, tal y como la experiencia histórica ha demostrado mejor que cualquier teoría. La demostración teórica y técnica de las insuficiencias contenidas en la cosmovisión de Karl Marx se produjo entre los años 1850-1930, y bastaron unas pocas décadas del siglo XX para evidenciar, en términos de práctica histórica, las consecuencias destructivas y autodestructivas de tales vacíos.
¿Cuáles fueron las realidades que escaparon al análisis de Marx y al perfil ideológico comunista prevaleciente hasta la desaparición de la Unión Soviética, y que inspiró a Manuel Mora Valverde?
Al contrastar el sistema de mercado con el modelo ideal de una organización social planificada, que era la propuesta de Marx y de los comunistas, ellos sostuvieron tres tesis que determinaron los vacíos del conjunto de sus planteamientos programáticos: primera, es necesario centralizar los conocimientos en una única instancia política, estatal y gubernamental; segunda, la fuerza de trabajo asalariada es una mercancía especial que actúa como fuente exclusiva del valor de las mercancías, y tercero, el ser humano es un conjunto de relaciones sociales. La primera idea es imposible de realizar dado que los conocimientos están descentralizados per se, son diversos, dinámicos y evolutivos, y dependen de cientos de millones de personas y de experiencias que al interactuar generan un orden social sin planificación previa; la segunda no toma en cuenta que en el proceso de formación del valor de las mercancías y de la riqueza social, además de la fuerza de trabajo asalariada del proletariado industrial, intervienen otros factores tales como el tiempo, la escasez, la utilidad, la apreciación subjetiva de las personas y la subjetividad de estas, así como la fuerza de trabajo de profesionales, gerentes, artistas, educadores, emprendedores, empresarios, estudiantes, agricultores y propietarios de medios de producción en general, de modo que la formación económica y social del valor, y la generación de riqueza, son procesos multiclasistas; la tercera olvida que la persona trasciende las relaciones sociales, es autónoma respecto a las sociedades en las que vive, y por eso puede cambiarlas. A lo dicho debe agregarse un vacío antropológico fundamental que en su momento fue señalado por el filósofo francés Jean Paul Sartre y por algunos representantes del neo-marxismo: reducir la fuerza de trabajo a la condición de mercancía, desatendiendo las dimensiones psicológicas, subjetivas y espirituales del mundo laboral.
Los equívocos referidos condujeron a una conclusión que fue dominante —si bien no exclusiva— en las convicciones ideológicas del Movimiento Comunista Internacional, y que configura uno de los absurdos mayores del pensamiento social compartido en su totalidad de Manuel Mora: La historia humana — se decía — es un proceso natural sin sujeto o donde el sujeto es siempre una tribu colectiva y colectivista. En tal tesitura las distintas sociedades pueden ser analizadas con la exactitud propia de las ciencias naturales, y los políticos, ideólogos y militares que conocen las leyes objetivas del desenvolvimiento social están en capacidad de planificar las dinámicas históricas de manera centralizada. Estos absurdos invisibilizaron otros hechos básicos de las dinámicas sociales modernas y contemporáneas: primero, las capacidades de autotransformación de las sociedades capitalistas; segundo, la consolidación de diversos tipos de capitalismos; tercero, el carácter capitalista de las sociedades llamadas socialistas y, cuarto, la importancia cardinal del pluralismo político, económico y social, no como concesión de quienes tienen el poder del Estado, sino como realidad ontológica consustancial a la condición humana y a la vida social, lo que se traduce en subsistemas de libertades públicas y privadas.
Sea en los tiempos de Marx, de la II y III Internacionales, del Movimiento Comunista Internacional del siglo XX, del llamado Socialismo del siglo XXI, de la Sociedad 4.0 y de la Cuarta Revolución Industrial, en todos estos escenarios la corriente comunista de la historia, aún la más desdibujada de los días que corren, arrastró y arrastra los vacíos e insuficiencias señaladas ¿Por qué ocurrió este fenómeno? Debido a la ausencia de una autocrítica real, de forma y de fondo, teórica y práctica al mismo tiempo, situada al margen de las consignas y de los intereses ideológicos y políticos. Tal autocrítica bien pudo realizarse a partir de la desaparición de la Unión Soviética y de las dictaduras comunistas en Europa, en los años inmediatamente posteriores al fallecimiento de Karl Marx en 1883, en los momentos más intensos de la represión estalinista o con ocasión de la planificación internacional para asesinar a Lev Davidovich Bronstein (León Trotsky), dirigente bolchevique que observó y denunció la naturaleza burocrática y dictatorial del régimen establecido en la Unión Soviética. Pero tal autocrítica no se realizó, no se ha realizado, y cuando algunos la intentaron fueron rápidamente excluidos y reprimidos.
En el plano teórico Manuel Mora Valverde no corrigió y mucho menos trascendió las insuficiencias y vacíos de la teoría marxista y marxista-leninista que lo inspiraba. Él estuvo cerca de comprender las falencias teórico-prácticas del marxismo-leninismo, y se acercó por el fondo a los méritos del liberalismo político y social (siempre rechazó el liberalismo económico), pero nunca arribó, al menos hasta donde he logrado corroborar, a una cosmovisión completa fundamentada en tales hechos.
En la totalidad de los textos e investigaciones sobre Manuel Mora Valverde (no conozco nada en sentido contrario) se hace uso de un lenguaje de consigna y de adhesión emocional con alguna ilustración historicista, pero nunca se analiza con sentido crítico si su pensamiento contenía o no insuficiencias y vacíos que puedan contribuir a explicar la no realización de sus horizontes tácticos y estratégicos principales. Es de sentido común afirmar que el pensamiento de Manuel no era perfecto, que sus bases ideológicas de inspiración contenían errores técnicos, filosóficos, metafísicos, ontológicos, sociológicos, económicos y politológicos importantes, y que todo esto no podía más que reflejarse y reproducirse en sus análisis y acciones. Estudiar este aspecto de la cuestión es clave para arribar a una cosmovisión más realista y equilibrada de este personaje político, y de cualquier otro, con independencia de su corriente ideológica y política.
Marxismo, comunismo y liberalismo
La contradicción existencial que he señalado para el caso de Manuel Mora Valverde (su talento negociador vs la rigidez de su ideología), también existió en algunos dirigentes comunistas europeos, sobre todo en Francia, España e Italia. En estos países, y en otros del mismo continente, tal contradicción condujo hasta el nacimiento del Eurocomunismo. En puridad estas corrientes intentaron sintetizar marxismo y liberalismo político y social, pero fracasaron en ese esfuerzo. En Costa Rica no se produjo nada comparable al Eurocomunismo. La contradicción existencial de Mora Valverde y su extensión en quienes lo acuerpaban, así como las diferencias entre él, y otras corrientes internas en el partido comunista, se resolvieron en disputas ideológicas, políticas y de poder partidario, a las que subyacían niveles insuficientes de elaboración teórica y de conocimientos técnicos.
Enfoque nacional, plural y multi-clasista
En este punto conviene una breve, pero decisiva observación para la mejor comprensión del pensamiento de Manuel Mora Valverde. Como decía al inicio de este comentario, él era una persona que buscaba de manera permanente el consenso y favorecía el diálogo, y esta característica de su conducta política le permitió aquilatar el valor irrenunciable de los acuerdos entre fuerzas políticas y sociales distintas y contrapuestas. Conforme a este marco de acción política para Mora Valverde el vocablo «unidad nacional» no obedecía a una táctica política temporal, se trataba de una posibilidad estratégica real de la acción política enmarcada en la necesidad de impulsar cambios sociales a través de la más amplia alianza social posible. En los años de fundación y consolidación del Partido Comunista, y de la Segunda Guerra Mundial, tal enfoque se tradujo en el concepto de «frente popular» prohijado en la III Internacional Comunista; luego, durante el período de la clandestinidad, del exilio en México y del retorno a Costa Rica, se concretó en una política de alianzas políticas y sociales destinada a facilitar el proceso de legalización del Partido Comunista; alcanzada esa legalización se decantó en la tesis de la revolución democrática y anti-imperialista de fuerte tono nacionalista que Manuel mantuvo incólume hasta su muerte en 1994.
El enfoque plural y multiclasista se fundamentaba en la supuesta o real existencia de una contradicción social insalvable entre los intereses económicos de las empresas extranjeras y la práctica totalidad de los grupos sociales nacionales (el empresariado, las clases sociales medias de la ciudad y del campo, el proletariado industrial, los agricultores, los comerciantes y los sectores educativos y culturales). La sociedad costarricense en su conjunto, exceptuando un porcentaje pequeñísimo de la población vinculado a las empresas transnacionales, era susceptible, según sostenía Manuel Mora, de participar en una revolución democrática y antiimperialista de carácter nacionalista, que para él representaba la fase inicial de un proceso de cambio que debía conducir a la creación de una sociedad socialista y comunista en Costa Rica.
Este singular enfoque, como dije con anterioridad, no siempre fue compartido por otros miembros del partido comunista de Costa Rica. En un informe de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, del 4 de abril de 1950, se indica con precisión uno de los orígenes de la división de los comunistas, al afirmar que en el marco del Congreso Nacional del partido comunista se esperaba una especie de lucha entre Arnoldo Ferreto y Manuel Mora Valverde «…ya que ideológicamente están tan alejados uno del otro como lo permiten los límites generales de la teoría comunista: Mora a la derecha y Ferreto a la izquierda…» (Central Intelligence Agency, «Projected return of Manuel Mora Valverde to Costa Rica», en: General CIA Records, CIA-RDP82- 00457R004600230008-2. Citado por Sofía Cortés Sequeira en su estudio sobre la división del partido Vanguardia Popular, p. 7).
El informante de la CIA simplifica en extremo el tema. Al enfoque nacional, plural y multiclasista le subyacía un debate mucho más de fondo en torno a tres temas claves: el significado histórico de la democracia liberal, la hegemonía política y social, y la relación entre reformismo, revolución y democracia liberal, o reforma, democracia liberal y ruptura política. Existen suficientes fuentes como para afirmar que las diferencias en torno a estos asuntos venían manifestándose en el Partido Comunista casi desde su período de fundación y consolidación. Mientras la conducta política de Manuel Mora enfatizaba el valor positivo del reformismo, de las reformas sociales progresivas y de las instituciones democrático-liberales, disminuyendo el significado del rupturismo político o asimilando la revolución a las reformas; otras tendencias comunistas insistían en la necesidad de la ruptura revolucionaria, e indicaban que hablar de democracia en general, como según ellas lo hacía Manuel Mora, ocultaba la dictadura de clase que en el fondo representaba la democracia liberal. La revolución, para estos sectores, no era concebida como un conjunto de reformas que se acumulaban poco a poco, sino más bien como una ruptura respecto a cualquier reforma parcial del orden establecido. Para estas tendencias la reforma sin revolución de Manuel Mora Valverde favorecía al sistema social capitalista, mientras que para Manuel Mora la revolución sin reformas era un contrasentido aventurero y extremista. Se comprende que la construcción de la hegemonía social y política a nivel nacional dependía de cuál de estos enfoques prevalecía, y en este punto sostengo la tesis de que ni Manuel Mora Valverde ni sus adversarios en el Partido Comunista alcanzaron la hegemonía política y social en el país debido a que sus respectivas visiones de táctica y estrategia favorecían el desarrollo hegemónico de las alternativas socialdemócratas, socialcristianas y liberales. Los vocablos «revolución» y «revolucionario», tan importantes en la narrativa comunista, no referían nada real más allá de la subjetividad ideológica y de los intereses políticos y político partidarios.
Cuando se estudia la historia del Movimiento Comunista Internacional es bastante común encontrar episodios de un debate análogo en la casi totalidad de los partidos comunistas, y es también común observar que los comunistas acostumbraban dividirse e incluso reprimirse entre ellos, acusándose mutuamente de reformistas y revisionistas, unos, y de aventureros y extremistas, otros, según fuesen sus posiciones respecto a los temas indicados, en especial cuando intentaban aclarar y aclararse el significado histórico de las tradiciones democrático-liberales.
El «otro mundo posible»
El otro mundo posible por el que trabajaba Manuel Mora Valverde buscaba la creación de un capitalismo reformista de Estado, como condición previa para iniciar la construcción del socialismo, entendido este según los conceptos de la ortodoxia marxista y comunista de la época, bajo el prisma de la nomenclatura soviética y según las realidades costarricense. Ese socialismo sería alcanzado luego de una «revolución social democrática y antiimperialista». Esta perspectiva se enmarcaba en lo que Mora Valverde denominó, desde 1938, con el nombre de «comunismo a la tica», es decir, realizado conforme a las realidades costarricenses o, sería mejor decir, surgido de las entrañas de las realidades nacionales. El esquema mental-ideológico de Manuel Mora Valverde, por lo tanto, es diáfano: marxismo-leninismo como fuente principal de su pensamiento, capitalismo reformista de Estado como propuesta transitoria hacia el «socialismo», «revolución social democrática y antiimperialista» como antesala del «socialismo», y «socialismo real» como primera fase de la futura sociedad comunista para, finalmente, arribar a la sociedad comunista donde regiría el principio «de cada quien, según su trabajo, a cada quien según sus necesidades». Este es el ABC de la ideología que inspiró a Manuel Mora Valverde, y cuyos contenidos no se realizaron. Si bien en Costa Rica se creó un capitalismo reformista de Estado este no se inspiró en la ideología de Manuel Mora Valverde ni en su visión estratégica, sino en las tesis socialdemócratas, socialcristianas y liberales.
Conviene observar que el planteamiento del «comunismo a la tica» no debe interpretarse como un anticipo de lo que en Europa se conoció como «Eurocomunismo». Se trataba de un enunciado político de un político realista, pero adolecía de los niveles de estudio y análisis que sí se conocieron en Europa y en Estados Unidos antes del nacimiento del Eurocomunismo. El concepto de «comunismo a la tica» enlazaba con las tesis dominantes de la III Internacional Comunista y con la orientación básica del Partido Comunista de la Unión Soviética respecto a la revolución mundial en la etapa de la Segunda Guerra Mundial, que enfatizaba la necesidad de crear «frentes populares» en los distintos países de acuerdo con las circunstancias históricas nacionales. No sorprende, en consecuencia, el vocablo «comunismo a la tica». En muchos otros países los comunistas, y los marxistas en general, utilizaban enunciados semejantes al empleado por Manuel Mora, lo que no significaba otra cosa más que aplicar el marxismo según las condiciones específicas de cada país. Para Manuel Mora, y para los dirigentes comunistas internacionales, si bien existían leyes generales de la transición al socialismo, estas se realizaban de conformidad a las condiciones locales. Conforme a lo dicho resulta equivocado sobredimensionar la importancia de la tesis del «comunismo a la tica» presentándola como si fuese una genialidad visionaria o un aporte trascendental al pensamiento social. No. Era un enunciado realista y de sentido común bastante extendido.
Acompañar al capitalismo, mecerse en sus regazos, reformarlo, ser una de sus columnas vertebrales
El mundo anhelado por Manuel Mora Valverde nunca se concretó, ocurrió lo contrario. Entre 1900 y 1940 el capitalismo costarricense siguió su ruta bajo la hegemonía política de los liberales; en la década de los cuarenta ese capitalismo se renovó e innovó a través de la reforma social, la guerra civil, la Asamblea Nacional Constituyente y los primeros decretos de la Junta Fundadora de la Segunda República; a lo que siguió la fase del capitalismo reformista del Estado social y liberal de Derecho, caracterizado en lo económico por la sustitución de importaciones y el proceso de industrialización, bajo la hegemonía socialdemócrata, socialcristiana y liberal; sobrevino después el capitalismo de la apertura comercial y la desmonopolización del sector público, y al momento de escribir este ensayo ese mismo sistema conoce una fase acelerada de autotransformación que en la civilización occidental se conoce como Cuarta Revolución Industrial y Sociedad 4.0. Se trata de 123 años de trayectoria capitalista nacional, y en ninguno de los momentos claves de este proceso las tesis de Manuel Mora Valverde y del partido comunista, en cualquiera de sus sectores, se concretaron, razón por la cual puede decirse, sin equívoco, que la acción política de Manuel Mora Valverde, en términos objetivos, acompañó al capitalismo nacional, contribuyó a reformarlo e innovarlo y fue una de sus columnas vertebrales. Esto mismo puede decirse de quienes en el partido comunista adversaron a Manuel Mora calificándolo de «revisionista, reformista y conciliador», dado que sus planteamientos tampoco se realizaron y, en el fondo, su radicalismo estaba contabilizado en las lógicas del sistema que pretendían derrotar. De este modo se cumplió la ley de hierro del sistema-mundo: todo en el sistema, nada fuera del sistema, nada contra el sistema. Esta ley fue satisfecha en todos sus extremos y contenidos por Manuel Mora Valverde, por el conjunto del partido comunista de Costa Rica, por la totalidad de los partidos comunistas en el mundo y por las ramificaciones ideológicas posteriores a la desaparición de la Unión Soviética y a la desaparición de las dictaduras de ese signo ideológico en Europa y otros lugares del planeta.