Ya desde la Antigua Grecia y la Antigua China, los distintos filósofos y teóricos del lenguaje eran conscientes de los beneficios que arrojaba el ejercicio de la oratoria. Destacaban estos autores la mejora de la expresión oral frente a una audiencia o a la hora de elaborar un escrito, el desarrollo del pensamiento crítico, la mejora en la capacidad de argumentación, el ornato que le otorgaba al lenguaje o el papel vital que jugaba en la persuasión.
Hoy en día, estas afirmaciones están respaldadas de manera científica y no solo por vías empíricas o intuitivas. Entre las ventajas de esta actividad no solo se encuentran las previsibles, sino otros tantas que deben ser tenidas en cuenta como la reducción de fobias, el fomento de una buena autoestima, de un autoconcepto positivo o el aumento de las habilidades sociales.
Señalan autores como Salim (2015) que la confianza de los alumnos en sus actuaciones lingüísticas en público favorece la participación de estos en estas situaciones y mejora su autoconcepto junto a su valía en general. Otros como Reverter (2017) inciden en las ventajas en el plano afectivo:
En el territorio del dominio afectivo podemos encontrarnos con una mayor motivación para el aprendizaje, un incremento de la empatía y la exigencia para con uno mismo (deseo de perfeccionamiento, el cual conduciría a un incremento en la seguridad y la autoestima), una sana competencia…
Siguiendo esta estela expositiva, si los adolescentes se perciben como competentes en el uso de la lengua, la utilizarán más y, esto, se reflejará en un mejor manejo de las relaciones sociales Adnan, Jafre y Abidin (1989).
Junto a estos beneficios, no debemos olvidar que la participación en estos concursos promueve la investigación científica, al tener que conocer en profundidad un tema o topic. El hecho de realizar estas búsquedas les familiariza con el método científico y les inicia en actividades propias de los estudios universitarios (TFG’s, TFM’s, tesis doctorales…). Todas estas pequeñas iinvestigaciones fomentanla mejora de su capacidad de síntesis y de concreción, a la par que les hace mejorar su léxico y rigor en la elaboración de trabajos académicos. Asimismo, esta pesquisa de fuentes fiables les permite cotejar y discernir posibles fakes news y poseer un pensamiento más crítico con respecto a los sucesos que acaecen en la sociedad. Por último, autores como Robles Bonifacio (2021) sitúan al debate como un elemento capaz de recuperar competencias oxidadas entre los estudiantes durante la pandemia de Covid19.
Siguiendo estas premisas, las dinámicas de esta actividad favorecen el aperturismo de ideas, ya que un rival puede presentar argumentos más certeros que los propios y persuadir a otro alumno sobre su postura inicial. De igual modo, este aperturismo de ideas y argumentos favorece que los estudiantes no caigan en discursos polarizados, algo crucial en el contexto político, social y económico actual. Así mismo, el hecho de reconocer posturas ajenas a las iniciales y estar dispuesto a escuchar otras opiniones sobre un tema, auxilia el desarrollo de valores y destrezas como el respeto, la empatía, la autorregulación o la tolerancia, algo que recoge De Miguel (2019). En esa línea sostiene Sánchez Prieto (2011):
El debate académico se distingue del diálogo, la disputa, la discusión, la polémica y la controversia en que éste hace énfasis en el contraste de ideas entre sus participantes, no tiene tintes violentos y las opiniones no se basan en intereses personales sino en argumentos lógicos.
Tal y como versa la cita, podemos afirmar que esas nuevas ideas y tesis surgen del propio individuo, cuando es consciente de que ha errado en sus propias convicciones.
No debemos olvidar tampoco que, el debate es efectivo en el tratamiento de fobias. Varios estudios como los de Finkelstein (2017) y Martínez (2019) señalan que es muy beneficioso en el tratamiento de la glosofobia, es decir, el miedo a hablar en público. Bien es cierto, que la oratoria que debiera acompañarse de otras estrategias de tinte psicológico como la terapia cognitivo-conductual destinadas a superar esa ansiedad y ese miedo ante el ágora. Mas, el desarrollo pormenorizado de estas cuestiones sobrepasa el marco teórico de este análisis.
Por último, resulta pertinente resaltar algunas de las virtudes secundarias de esta disciplina, tales como el utilitarismo y pragmatismo inherente a esta. El debate prepara para el desempeño de profesiones como la abogacía, la política, el periodismo o las artes escénicas, aunque, en realidad, las destrezas adquiridas mediante el enfrentamiento dialéctico son positivas para cualquier rama del saber debido a su carácter interdisciplinar.
Referencias
De Miguel, Regina (2019). Oratoria, la asignatura pendiente, Educación 3.0.
Delgado Reverter, Luis (2018). El debate académico como instrumento educativo en la enseñanza secundaria. Publicaciones, 48 (2), 113–125.
Finkelstein, Deborah (2017). Conquer Glossophobia: Help students overcome their fear of public speaking, George Mason University; College of Humanities and Social Sciences; English Department.
Robles Bonifacio, C. (2021). Oratoria y debate como facilitadores del pensamiento crítico en tiempos post-pandémicos. Revista INFAD De Psicología. International Journal of Developmental and Educational Psychology. 1(2), 267–274.
Sánchez Prieto, Guillermo A. (2011). El debate académico en el aula como herramienta didáctica y evaluativa, Docsity.
Salim, A. (2015). General Self- Confidence and Its Implication on Students’ Achievements in Oral Presentation. JEELS, 36.