Una de mis películas favoritas, con diferencia, es El último samurái. Posiblemente la vea de tres a cuatro veces al año, así desde que fue estrenada allá por el 2003.
Me apetece verla, normalmente, cuando me rondan los problemas, los fracasos; cuando siento el peso de la responsabilidad a la hora de tomar decisiones o cuando, de una u otra manera, necesito arroparme en mi consciencia para elegir el camino, acertado o no, a seguir.
Si no has visto esta película te recomiendo hacerlo, no solo para pasar un rato entretenido, sino para atender a los detalles y aprender.
Algo que hacemos en coaching es no dejar de aprender. Aprender, para nosotros, es aprender para los demás.
En esta película se aprende, entre otras cosas, la importancia de un líder inspirador a la hora de tomar decisiones; caminar y mover a un grupo en una dirección para conseguir unos objetivos comunes. Nos enseña que, en ocasiones, hay cosas que aparentemente no tienen sentido, pero más adelante resulta que lo tienen en determinadas circunstancias y momentos.
La importancia de la mejora continua, lenta, en todos los aspectos de nuestras vidas. Conocer la quietud, el sentir de la espiritualidad como valor frente a esa modernidad que nos lleva.
En estos tiempos que corren, la defensa de los valores y los principios, las lealtades y fidelidades, quedan de lado por esos intereses personales e individualistas que a todos nos convencen mentalmente.
La película, como su título indica, tiene que ver con los samuráis y su código: el código bushido.
Bushido es un sistema moral, ético, y significa «el camino del noble guerrero». Sus fuentes emanan del Zen, el budismo, el confucionismo y el sintoísmo.
Hoy, no sé a cuento de qué, o sí, lo quería significar en estas notas, para trasladar todo su sentido al liderazgo de las organizaciones, tanto en el mundo de las instituciones, administración, la empresa o en el político.
Ser líder no es sencillo, es un reto que nos obliga día a día a enfrentarnos a nuestras propias fortalezas y capacidades; un reto en el que nos vemos obligados a decidir quiénes somos frente a una meta específica.
El líder se forma con experiencia, poco a poco y, como comento a menudo, tiene que comenzar consigo mismo.
Disfruto leyendo los filósofos clásicos, bebo de su sabiduría, y me encanta empaparme, también, en esa filosofía oriental, que para muchos puede estar anticuada, pero que, os lo aseguro, cada uno de los textos son, todavía hoy, de lo más actuales. Por eso vuelvo a repasar el código samurái o código bushido que se creó en Japón entre los siglos IX-XII.
Leer este código puede parecer anticuado en esta era que habitamos, tan aparentemente fantástica, envueltos en aparatos, en tecnología de la información. Se aprende mucho de algunas de sus frases y, de hecho, la mayoría es perfectamente aplicable a nuestro siglo XXI.
A cuántos políticos, por ejemplo, en momentos como los que vivimos, se los daría para que aprendieran algunos valores como son la lealtad, la coherencia, y la honradez, tan esenciales en la filosofía de los samuráis y en el bushido.
El bushido pone el énfasis en «la lealtad, el autosacrificio, la justicia, el sentido de la vergüenza, los modales refinados, la pureza, la modestia, la frugalidad, el espíritu marcial, el honor y el afecto».
Los siete principios que rigen el código de bushido
«Sed fiel a él y vuestro honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado por las generaciones venideras».
Gi: honradez y justicia
Sé honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en la justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia. Para un auténtico samurái no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere a honradez y justicia. Solo existe lo correcto y lo incorrecto.
Yu: valor heroico
Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es peligroso. Es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte. Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución.
Jin: compasión
Mediante el entrenamiento intenso el samurái se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos. Tiene compasión. Ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla.
Rei: cortesía
Los samuráis no tienen motivos para ser crueles. No necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales. Un samurái recibe respeto no solo por su fiereza en la batalla, sino también por su manera de tratar a los demás. La auténtica fuerza interior del samurái se vuelve evidente en tiempos de apuros.
Meyo: honor
El auténtico samurái solo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo son un reflejo de quién eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo.
Makoto: sinceridad absoluta
Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará. No ha de «dar su palabra.» No ha de «prometer». El simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer. Hablar y hacer son la misma acción.
Chugo: deber y lealtad
Para el samurái, haber hecho o dicho «algo», significa que ese «algo» le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurái es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre son como sus huellas; puedes seguirlas donde quiera que él vaya. Cuidado con el camino que sigues.
Respetar estos siete principios puede ser más complicado de lo que parece, nosotros somos seres imperfectos, caemos en contradicciones continuamente y buscamos justificaciones lógicas o ilógicas para nuestros errores.
Desde mi humilde punto de vista, el bushido es la base de valores que todo líder debe tener.
Si lo llevamos a la época actual, se hace completamente operativo, no solo en las organizaciones, instituciones o empresa, sino como una filosofía de vida.