No es solo fantasía de Disney, en este caso pasó de verdad y los motivos no eran tan tiernos cómo ocupar el lugar de un papá enfermo, sino que tenían que ver con una cuestión de género.
Catalina de Erauso nació en 1585 en San Sebastián, en una época en la que el destino de las mujeres estaba definido desde que nacían: los papás de las mujeres las comprometían con un hombre o las dejaban en un convento. Y esto fue lo que le pasó a Catalina, cuando solo con 4 años la encerraron en un convento donde sufrió distintas torturas y abusos. Una mujer no podía contradecir la decisión de sus padres ni mucho menos quedarse sola y andar sola por la calle.
Catalina, que desde muy chica demostró tener carácter y no era una monja que obedecía sin discutir, no tenía pensado aceptar esa vida y se escapó del convento a los 15 años, se cortó el pelo, se vistió como hombre y se subió como polizón en un barco con rumbo al Nuevo Mundo, lugar perfecto para empezar de cero porque nadie la conocía ni sabía su pasado. Al llegar nadie se dio cuenta de cuál era su verdadero sexo, consiguió un trabajo y empezó a tener sus primeros enfrentamientos en las tabernas. Las primeras discusiones eran más inocentes, hasta que su primera gran pelea terminó con dos hombres muertos.
Quedó apresada en varias circunstancias, siendo condenada a muerte en dos oportunidades, pero en ambas logró salvarse. Sin embargo, las peleas nunca dejaron de suceder, Catalina, o mejor dicho Francisco de Loyola, Pedro de Orive, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso (como se dio a conocer en diferentes momentos) tenía fama de mujeriego, y en Lima se ganó muchas peleas con esposos engañados por sus mujeres que estaban fascinadas con este hombre. Mujeres que en la oscuridad nunca descubrieron la identidad de Catalina.
Desde muy chica, Catalina de Erauso había aprendido a tener un buen uso de la espada debido a que acompañaba mucho a su papá quien era capitán militar. Esta habilidad se fue perfeccionando con las peleas al punto de que en 1619 decidió sumarse como militar a una compañía que hacía expediciones en el sur, en el actual territorio chileno. Ahí su general no era ni más ni menos que Miguel Erauso, es decir, su propio hermano quien nunca reconoció a su hermana Catalina.
La monja Catalina se desempeñaba con mucha valentía y en casi todos los enfrentamientos conseguía destacarse, incluso más que el resto de sus compañeros de su misma expedición. Fue por esto que logró el ascenso al cargo de alférez.
En una ocasión desobedeció una orden y asesinó a un jefe indígena que estaba desarmado, por lo que la trasladaron varias veces hasta que terminó dejando la militancia. Caída en desgracia y sin trabajo, comenzó a ocupar su tiempo únicamente en tabernas buscando a su próxima víctima para iniciar una pelea.
No sucedió que alguien le descubriera, sino que la justicia hizo que vaya con un obispo para que lograse calmar su personalidad tan conflictiva. Finalmente, terminó confesando ser la monja Catalina de Erauso.
Se hizo famosa tanto en América como en España como «La monja alférez» y fue enviada a España para ser encerrada en el mismo convento de donde se había escapado y de donde se volvería a escapar un tiempo después, para volver a ponerse ropa de hombre y cruzar nuevamente el atlántico.
Volvió a empezar otra nueva vida, como un nuevo hombre hasta el momento en que falleció. Luego se encontró la autobiografía que escribió contando sus aventuras, la cual fue publicada en Paris en 1829.
La valentía de esta mujer es ejemplar, pero quiero que pensemos también que no fue solamente la mejor opción que encontró para escapar de una vida impuesta como monja, sino que además fue una elección de vivir la vida que quiso. En esa época lejos estaba de hablarse del cambio de género, pero con los ojos de hoy podemos entender que lo de Catalina, o mejor dicho Antonio Erauso (nombre con el que murió), fue el primer caso de una persona transgénero del que tengamos registros, a pesar de que se diga que los primeros casos aparecieron en el Siglo XX, «la monja alférez» en su autobiografía dejó en evidencia que fue en el siglo XVII.