La navegación hispánica por el océano Pacífico, un super océano que ocupa unos 165 millones de kilómetros cuadrados y millones de habitantes, llamado «el lago español», es una hazaña que aún se recuerda por la historiografía mundial. Los economistas tienen un eslogan: «Quién domina el Pacifico, domina el mundo». En los siglos del Imperio español en el mundo se hablaba español o castellano y ahora se habla inglés, ¿vemos la evidencia? La ambición de conquista de los españoles de los siglos XVI y XVII, se sustentaba en el deseo inquebrantable de hacer grande a España en el contexto internacional, y no importaban los sacrificios que fueran necesarios para lograrlo.
Sin la exploración marítima del Pacífico por del Imperio colonial español de entonces, es difícil comprender un mundo global como el que hoy conocemos. El 25 de septiembre de 1513 Vasco Núñez de Balboa se asomó por primera vez al Pacífico desde las montañas de Panamá y lo vio tan tranquilo que le bautizó con el nombre que mantiene actualmente. Nunca podría Balboa haber imaginado la distancia que le separaba de la costa americana a la asiática, ni que en aquel nuevo océano se dispersaban miles de islas (unas 30,000), más o menos diminutas, que no tardaríamos en circunnavegar y descubrir. La mayoría de las islas del Pacifico quedarían bajo de poder de la Corona española durante cuatro siglos.
Esta gran aventura secular ha provocado mi interés por acercarme a un territorio ignoto para nuestro imaginario actual como el continente de Oceanía, cuya fisonomía sería difícilmente explicable sin tener presente a los navegantes españoles como el Galeón de Manila o Nao de China, que lo comunicó durante 250 años (1565-1815) a través de Manila con los puertos americanos como Acapulco y Veracruz en Nueva España (México) hasta los puertos de Cádiz y Sevilla, y por consiguiente a Europa. Comerciábamos con el real de a 8 de plata americana que era el dólar de entonces.
Además de las islas de Filipinas, parte de Borneo y Formosa, y también dominábamos el archipiélago de las Marianas y las Carolinas, que es donde me voy a detener porque hemos olvidado parte de nuestra historia y posesiones en ultramar.
Archipiélago de las Marianas
Los primeros asentamientos humanos en llegar a las Islas Marianas se establecieron en algún momento entre el 4000 y el 2000 a. C. procedentes del sureste de Asia (India). Tras el paso de la expedición de la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes, navegante de origen portugués al servicio de la Corona española tras su muerte en la isla de Cebú (Filipinas) en 1521, concluyó la circunvalación Juan Sebastián Elcano (1519-1522), tuvieron que pasar varias décadas hasta la siguiente visita de extranjeros a las islas Marianas. Exactamente, hasta el 22 de enero de 1565, cuando Miguel López de Legazpi se dirigía hacia la conquista de las Filipinas. Las Marianas fueron bautizadas en 1667 en honor a la reina española Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV, para simbolizar el poderío español, abandonándose los antiguos gentilicios como islas de las Velas Latinas o de Los Ladrones, (por el robo de una barcaza por parte de los nativos en la expedición de Magallanes, con la consecuente represalia hasta recuperarla).
La mayoría de la población nativa de las islas (90-95%), llamados chamorros, murió de enfermedades europeas portadas por los españoles o por matrimonios con colonos no chamorros bajo el dominio español. Nuevos colonos, principalmente de las Filipinas y las Islas Carolinas, fueron traídos para repoblar las islas. La población chamorra se recuperó gradualmente, y en las Marianas se mantienen varias lenguas indígenas. Actualmente, el idioma oficial de las islas es el inglés hablado en los Estados Unidos.
Durante el siglo XVIII, los colonos españoles trasladaron por la fuerza a los chamorros a la isla de Guam (mejor situada geoestratégicamente, para fomentar la asimilación hispana y la conversión al cristianismo católico. Para cuando se les permitió regresar a las Marianas del Norte, muchos Carolinos del actual estado oriental de Yap y del estado occidental de Chuuk se habían establecido en las Marianas.
Desde ese momento, las islas quedaron bajo la bandera española para evitar incursiones de piratas de ingleses y holandeses, habituales a partir del siglo XVII. Las Marianas (y especialmente la isla de Guaján), se convirtieron a partir de entonces en parada o arribada obligatoria para galeones españoles, tanto en los viajes a Filipinas, como en el de vuelta desde Asia a Nueva España (México), concretamente al puerto de Acapulco. El tornaviaje, o ruta de regreso, fue descubierto por el marino, geógrafo y religioso agustino Miguel de Urdaneta en 1564, utilizando la corriente del Kuro Siwo. En la ida se usaba la corriente del Humboldt.
Flota y tripulación españoles
Los galeones de la flota española se construyeron en Acapulco, Nueva España, y medían 28 metros de eslora. La expedición estaba compuesta por la Capitana, donde iban Legazpi y Urdaneta, los galeones San Pablo y San Pedro y las gabarras San Juan y San Lucas.
El primer tornaviaje de Urdaneta zarpó del puerto de San Miguel en Filipinas el 1 de junio de 1565. Costeaban rumbo hacia el hoy oeste de Estados Unidos, y luego tomaban rumbo sur hasta el puerto de Acapulco donde llegaron el 8 de octubre del mismo año (4 meses), tras haber recorrido 7,644 millas náuticas (14,157 km) a una media de 59 millas náuticas (109 km) por día. Otras navegaciones duraron más tiempo por circunstancias meteorológicas.
Urdaneta había seleccionado cuidadosamente a la tripulación para conseguir afinidad social y evitar posibles motines. Incluyó un 33 % de guipuzcoanos elegidos en la Nueva España y que ya se conocían entre ellos. En un informe dirigido por Urdaneta al virrey precisó: «es necesario incluir alimentos frescos para buscar la salud de la tripulación». Seleccionó, entre otros, habichuelas, ananás y cocos (ricas en vitamina C), para evitar el escorbuto durante la larga navegación, ya que el viaje se podía prolongar entre cinco a nueve meses, según el tiempo o las tormentas. No sería hasta 1744 cuando los españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa midieron el grado del meridiano terrestre para favorecer la navegación, al demostrar que nuestro planeta es chato por los polos.
Durante los viajes del Galeón de Manila, además de mercancías, también se transportaban ideas y creencias religiosas. Los jesuitas, entre ellos Diego Luis de San Vitore, desempeñaron un papel importante en la propagación de la fe católica en las islas del Pacífico. Estos misioneros trabajaron para convertir a la población local al catolicismo y establecer comunidades cristianas en las colonias españolas.
La labor de los jesuitas como Diego Luis de San Vitore consistió en evangelizar a las poblaciones indígenas de las islas del Pacífico, impulsando la conversión al catolicismo y estableciendo misiones religiosas en lugares como Filipinas, Guam, las Carolinas y otras islas del Pacífico bajo la Corona española.
De esta forma, se publicó la Real Cédula de 24 de junio de 1665, por la que se ordenaba al gobernador de Filipinas, Diego Salcedo, dispensar de todo lo necesario a los frailes para que comenzasen la obra misionera. Así, se completó el engranaje administrativo para colonizar las islas.
Isla de Guaján o Guam (las Marinas)
La situación de la expedición de Magallanes era desesperada después 41 días de navegación cuando, el 6 de marzo de 1521, el grumete Juan Navarro que se encontraba de vigía en la Concepción gritó: «¡Tierra, tierra!», Eran islotes habitados por pájaros, y además ninguna de las tres naos pudo echar el ancla para bajar a tierra en busca de agua dulce y comida por culpa de los arrecifes y los inmensos tiburones de Guaján o Guam (isla principal del archipiélago de las Marinas).
Posteriormente, la isla de Guam, por su situación geográfica entre Asia y América, se convirtió en un puerto aventajando para el comercio del Pacífico, usado como escala imprescindible para el Galeón de Manila en su ruta entre Asia y América, que lo fue durante 250 años.
El 1 de mayo de 1898 habíamos perdido dos escuadras enteras, incluida la del Pacífico, en la batalla de Cavite (Bahía de Manila) contra la flota estadounidense, por lo que, ante la clara imposibilidad de defenderlas, tan lejos de la metrópoli madrileña, no tuvo España más remedio que claudicar y vender Filipinas y Guam a los EE. UU. cumpliendo el Tratado de París por 20 millones de dólares. En este sentido, Alemania presionó suficiente al gobierno español para facilitar su venta; un año después los germanos comprarían las Carolinas por 17 millones de marcos. El antiguo Imperio español estaba en saldo.
El archipiélago de las Carolinas
Las Carolinas es un archipiélago de la Micronesia, al oeste del océano Pacífico. Está formado por más de 500 islas divididas entre occidentales y orientales. Cuya capital administrativa occidental fue Yap, y las Carolinas orientales, cuya capital fue Ponape (o Ponapé) isla de mayor superficie del archipiélago. La distancia desde Yap a Guam (Marianas) es de 420 millas; hasta Mindanao (Filipinas) es de 726 millas y hasta Nueva Guinea es de 720 millas.
Tienen una extensión de 1,194 km² y actualmente unos 126,000 habitantes. Está formado por casi un millar de atolones e islas, algunas de origen volcánico. El archipiélago está políticamente dividido en dos países; los Estados Federados de Micronesia y Palaos. Las principales islas son Ponape, la más extensa y elevada, Truk, Kosrae y Yap. Estas, las más orientales, forman los Estados Federados de Micronesia, mientras que Palaos es una república independiente.
El océano Pacífico es el más extenso del planeta con gran cantidad de islas que la componen, las Islas Carolinas fueron descubiertas por varias expediciones que pasaron por allí durante décadas. La primera expedición española documentada que se internó en el archipiélago fue la de Toribio Alonso de Salazar. En 1525, había zarpado de La Coruña al frente de una flota de siete naves, en la que viajaba como piloto mayor Juan Sebastián Elcano quien, cuatro años antes, había conseguido dar la primera vuelta al mundo en la expedición Magallanes, y por tanto tenía experiencia en navegar por aquel lejano y peligroso océano.
El 1 de enero de 1528 el descubridor Álvaro de Saavedra tomó posesión en nombre del rey de España de las islas de Uluti, siendo visitado el archipiélago en 1542 (islas Matelotes), 1543, 1545, y por Legazpi en 1565. Unas en las primeras incursiones de España en la ruta hacia las islas de las especias (Molucas) y por otras expediciones por estar ubicadas a medio camino entre América y el este de Asia. Años después, en 1686, el piloto español Francisco de Lezcano llegó a Yap y las llamó Carolinas, en honor del rey Carlos II de España, haciendo extensible el nombre a las Islas Palaos.
El 21 de agosto de 1526 los españoles divisaron tierra y al día siguiente llegaron frente a ella, aunque no pudieron desembarcar debido a las fuertes corrientes marinas que encontraron.
En 1686 el piloto español Francisco Lezcano descubrió una isla, que llamó Carolina, en honor del monarca Carlos II, pero no se ha podido averiguar qué isla ni a qué parte del archipiélago corresponde, ni la importancia que tuvo este descubrimiento. A partir de entonces, las únicas expediciones españolas que llegaron a las Carolinas fueron las de los religiosos españoles quienes, empeñados en evangelizar a los indígenas y a integrarlos en la civilización cristiana, sufrieron penalidades y martirios en su esfuerzo por enseñar a los indígenas a leer, escribir, cultivar, criar ganado, construir viviendas con ladrillos más estables ante los huracanes.
Las Islas Carolinas no aportaron riquezas materiales a España, por la distancia y la falta de recursos mineros, más bien al contrario: recibieron civilización, además estaban muy alejadas de la ruta del Galeón de Manila. Siglos después de ser descubiertas tuvieron que ser protegidas de piratas y bucaneros ingleses, franceses y holandeses. En el siglo XIX aparecieron bayeneros, traficantes de drogas y armas estadounidenses y otros conflictos con otra emergente potencia europea como la Alemania de Bismark.
El conflicto de las Carolinas entre España y Alemania
Las guerras civiles carlistas más el sexenio revolucionario español (1868-1874) fueron algunas de las causas de la falta de inversiones en la Armada española, que continuaron en tiempos de la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena (viuda de Alfonso XII y madre de Alonso XIII); hubo intentos de reconstruirla, pero se demostró que la Armada española no era lo suficientemente moderna como la de otros países. Así conocieron la luz los proyectos de escuadra de Durán (1880), Pavía (1883) y Antequera (1884) que quedarían solamente en proyectos. Pese a estos fracasos, era urgente dotar al país de unas adecuadas flotas navales —por la extensión de su dominio en el Pacífico—, en una época en que se habían perdido las colonias americanas.
En tiempos del canciller Bismark, artífice de la unificación alemana, surgió un conflicto con España por la posesión del archipiélago de las Carolinas en 1885 cuando Alemania envió a la isla de Yap el cañonero Iltis para tomar posesión de las islas Carolinas, al considerar que no eran de nadie. Sin embargo, el interés de Alemania colonial por las islas españolas del Pacífico databa de hacía siglos. El conflicto germano-español finalizó con el arbitraje del papa León XIII, que fue favorable a los intereses españoles, reconociendo la soberanía española de estas islas.
El barrio de las Carolinas en Alicante
Con motivo de este conflicto en el Pacífico, se dio nombre a un barrio situado norte de la plaza de toros, barrio que da inicio en 1886 con la calle Sol como eje central. Llamándose barriadas de las Carolinas. Barrio de casas de humildes agricultores y trabajadores que llegaron de Francia huyendo de la filoxera (enfermedad de las plantas de la vid) con los chalés de pudientes empresarios. Es hoy uno de los barrios más densamente habitados, dividido en Carolinas Altas y Bajas. Alfredo Campello Querada, director de la asociación cultural Alicante Vivo es autor el Barrios de Las Carolinas, Temporae Libros, Alicante, 2018, donde lo cuenta más detalladamente.
La humillante venta de las islas Carolinas
Finalmente, y tras la pérdida de Filipinas y Guam en el 1898, permanecer en Micronesia no tenía razón de ser —además habíamos perdido nuestro peso internacional—, por ello, se rubricó un acuerdo —en secreto— celebrado en Madrid por el entonces presidente del gobierno Francisco Silvela (un liberal-conservador) el 12 de febrero de 1899, donde se procede a la venta de los archipiélagos de Carolinas, Palaos y Marianas por 25 millones de pesetas de la época a Alemania, unos 17 millones de marcos alemanes (excluyendo Guam vendida a EE. UU. por el Tratado de París del año anterior). El acuerdo hispano-alemán fue ratificado posteriormente por la reina regente María Cristina, debido la minoría de edad de Alfonso XIII.
Conclusiones
El siglo XIX es la decadencia total de Imperio español, iniciada con la sangría de la guerra de Independencia (1808-1814), por la invasión del ejército de Napoleón, con Fernando VII se le subió a la parra el libertador Simón Bolívar, y se independizaron todas las colonias americanas, y con ello se perdió el comercio con el Pacífico. Tras los desastres del sexenio revolucionario, la guerra de África, y la tercera guerra carlista, España quedó desangrada económicamente y con ello nuestro poder, ante dicho panorama, nació una potencia emergente tras la Guerra de Secesión en los Estados Unidos (1861-1865), que nos desafió, y perdimos Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam, las Marianas y las Carolinas.
Nos descolonizamos como era previsible (excepto Guinea Ecuatorial); sin embargo, Gran Bretaña continuó su imperio con la India, Hong Kong… Francia conserva actualmente el archipiélago de Tahití y otros atolones donde se hicieron pruebas atómicas o la Guyana Francesa en Sudamérica.
Es decir, sigue importando la frase «Quién domina el Pacifico, domina el mundo», y nosotros actualmente no dominamos nada ni siquiera a nosotros mismos, menos mal que nació la Unión Europea con el euro como gran salvavidas de nuestra decadencia.
Notas
Escudero, L. (s/f). El gran islario del Pacífico español. Sociedad geográfica española.
Manzano, D. (2020). El imperio español en Oceanía. Almuzara.