Entrevistamos a Maddalena Celano, autora de Manuela Sáenz Aizpuru (2022, Porto Seguro) y de Manuela Sáenz Aizpuru. Feminismos revolucionarios más allá de Simón Bolívar (2018, Aras) y otros trabajos sobre América Latina.
Muchos conocen a Manuelita como a la ‘amante’ de Simón Bolívar, pero ¿quién era realmente Manuela Sáenz antes de conocer al Libertador?
La mayoría de los historiadores actuales la describen como una mujer muy independiente y de gran personalidad. Hija del español Simón Sáenz y de la criolla María Aizpuru, se la conoce por su espíritu rebelde: a los 17 años se fue del Convento de Santa Catalina, donde estudiaba, con un joven soldado, Fausto Delhuyar. Un año después comenzó a luchar activamente por los ideales independentistas, repartiendo folletos, recaudando bienes y dinero (para financiar la causa independentista), e incluso llegó a crear una pequeña red de espionaje. Ayudó a uno de sus hermanastros a emprender la carrera militar en el Ejército Patriótico, por lo que se acercó al escenario político, muchos años antes de conocer a Bolívar. Gracias a su excepcional dedicación, se convirtió en «Caballeresa de la Orden del Sol», junto con otras 111 mujeres condecoradas por el Libertador y el General José de San Martín.
¿Qué tipo de relación hubo entre Manuelita y las mujeres amerindias?
Las amerindias tenían el papel de espiar a los 'realistas' (partidarios monárquicos), impidiendo emboscadas y tratando de descubrir lo que podían sobre las tropas enemigas. Señoras, muchachas, sirvientas y esclavas se hacían amigas, colaboraban entre sí, anulando barreras de clase y raza, e incluso se acostaban con oficiales enemigos (cuando era necesario), sacando informaciones útiles para la causa revolucionaria. Por supuesto, las criollas o las compañeras de los grandes comandantes tenían una visibilidad social más relevante. Manuela Sáenz y Juana Azurduy, modelos de mujeres de vidas turbulentas, apasionadamente comprometidas por la libertad de 'Nuestra América', murieron ambas en el olvido, la soledad y la miseria. Compartieron, indomables, la lucha revolucionaria siendo coronelas y amigas. Manuela, criolla, Juana, importante comandante indígena.
Las mujeres criollas de la clase acomodada jugaron un papel importante en la lucha por la independencia, fomentando una sociedad en la que se debatían y defendían las ideas independentistas. Al mismo tiempo las mujeres indígenas tomaron las armas peleándose junto con los hombres. Muchas dieron su vida. Los hombres eran perseguidos, torturados y asesinados en los campos de batalla y en las prisiones, en cambio las mujeres eran humilladas: las hacían montar burros desnudas, cubiertas de miel y plumas, las azotaban, exhibiéndolas en la plaza pública, antes de asesinarlas. A la crueldad se añadía lo ridículo y la ostentación, fortaleciendo la creencia de que las mujeres eran comparables a las prostitutas e inferiores a los hombres revolucionarios. La brutalidad de las represalias se medía en base a la valentía y la contribución revolucionaria de las mujeres. Lideraron acciones bélicas participando en la planificación de su estrategia, sin miedo a las extremas consecuencias: tortura o muerte.
Los revolucionarios criollos colaboraron con las revolucionarias indias y afrodescendientes, rompiendo los cánones «raciales» y de «género» de la organización social de la época. La igualdad entre mujeres y hombres, así como la indiferenciación «racial», parecían posible en ese momento, pero una vez terminadas las batallas, la dominación racial y de género volvió a prevalecer. Los hombres, temerosos de los avances femeninos en la vida pública, las obligaron a volver a sus hogares y a la tradición del silencio y la sumisión al varón, confinándolas al cuidado doméstico y alejándolas de los oficios públicos. Indios y negros volvieron a su tradicional pobreza y anonimia y a veces a la esclavitud.
¿Qué hecho de su vida la acercó a la idea revolucionaria de Bolívar?
Manuela, a los 14 años, se encontró en el medio de la revolución independentista en Quito. En 1809, cerca de su casa, patriotas criollos obligaron al presidente de la Real Audiencia de Quito, Manuel Ruiz Urriés de Castilla, a abandonar el Palacio del Gobierno, liberando la ciudad. Muchas mujeres participaron en esta acción libertaria. Un año después, los 'realistas' volvieron al poder y los independentistas fueron encarcelados. En un intento de motín para sacarlos de la cárcel, los patriotas que lo intentaron fueron asesinados. La masacre se extendió a las calles y murieron 300 personas. Esta barbarie marcará a Manuelita por toda su vida y determinará su aversión a los españoles.
¿Qué le gustó del 'bolivarianismo'?
El ideal del sindicalismo latinoamericano, el continentalismo y la lucha contra la esclavitud, el patriotismo más apasionado, basado en un valor fundamental: el amor a la independencia y la autodeterminación de los pueblos. Bolívar representó la encarnación de los propios ideales de Manuelita sin olvidar al alcance de la mayor felicidad posible.
¿Su padre le compró dos esclavas: ¿quiénes eran y en qué se convirtieron para Manuela?
A los 9 años su padre le compró las esclavas Jonatás y Natán: Manuela les enseñó a leer y escribir y ellas le inculcaron la idea de la igualdad y el amor al prójimo. Posteriormente las liberó, pero ellas decidieron seguir viviendo con Manuelita, compartiendo sus pasiones políticas y sociales. Siempre le fueron fieles.
Manuela causó escándalo, por lo que su padre le buscó un esposo, ¿quién fue el elegido?
Manuelita vivió una vida sin frenos por su carácter rebelde. El primer escándalo, como se mencionó anteriormente, fue la huida del convento donde había aprendido a leer y escribir. La relación con Fausto Delhuyar, coronel del ejército español, comprometió la imagen pública de Manuelita, obligándola a casarse a la fuerza con James de Thorne, un británico de 40 años, amigo de su padre. Después de la boda en 1817, Manuelita y Thorne se mudaron a Lima, donde creció el deseo de independencia de esa mujer, lo que ayudó a promover su papel en la lucha por la liberación. El otro gran escándalo fue la ilícita historia de amor entre Manuela y Bolívar.
¿Cómo se llevó con su cónyuge, veinte años mayor que ella?
En realidad, James de Thorne quería a su esposa, pero ella solo tenía ojos para Simón dejándolo claro en su correspondencia amorosa. Para Manuelita su marido no era ni interesante ni tampoco fascinante, por eso no se dejó convencer a regresar con él que sufría mucho y la echaba de menos. De Thorne era demasiado frío y estaba muy ocupado con sus asuntos, mientras que en el corazón de Manuelita ardía el fuego de la pasión y de la revolución.
¿Qué papel tuvo la Señora De Thorne en Lima en la sociedad peruana gobernada por la nobleza española?
Manuela vivió siete años en Lima, donde se incorporó a la «Red de Guerra» de San Martín y Monteagudo: actuó estratégicamente, acarreándoles desventajas materiales a sus adversarios, a través de sabotajes y propaganda política. Organizó una red de mujeres dedicada a la conspiración y a la propaganda revolucionaria. Iba de casa en casa pidiendo tela para uniformes, acompañada por la fiel Jonatás, del turbante rojo, y Natán la guapa, del peinado a la moda.
Todos los hogares se convirtieron en talleres, donde mujeres nobles y sirvientas indias trabajaban juntas cosiendo uniformes del ejército. También organizó colecciones de joyas y platería para financiar la causa. Manuela lo controlaba todo, estaba en todas partes preguntando, aguijoneando, halagando, convenciendo a la gente para que contribuyera o coaccionándola, a veces, gracias a su conocimiento de los viejos escándalos de Quito.
Tras la boda, pasó a formar parte de un círculo social privilegiado por sus estrechos vínculos con los poderes políticos y económicos: era invitada habitual a las veladas de baile que se celebraban en los salones del virrey español. En estos encuentros conoció a Rosita Campusano, la amante de José San Martín, y es a ella que le ofreció su colaboración y la de sus compañeros por la lucha libertadora del Perú: le brindaba información sobre estrategias militares 'realistas'. Manuelita tenía creencias políticas opuestas a las de su esposo y de su padre quienes, como europeos y comerciantes, se sentían amenazados por la posibilidad de que se llegara a la República y se produjera una posterior revolución sociopolítica.
¿Cuándo y cómo conoció al Libertador?
Manuelita formó parte de la Comisión encargada de recibir a Bolívar tras su decisiva victoria en la batalla de Pichincha, y coordinó la limpieza de las habitaciones que lo recibirían: nuevamente un papel político tradicional, típicamente femenino y «doméstico». Pero fue durante la bienvenida que se produjo el fatídico encuentro entre ambos. El 16 de junio de 1822, entre cohetes, fuegos artificiales y sonido de campanas, el Libertador entró en Quito entre aplausos y festejos. Desde los balcones las jóvenes lanzaban hermosas flores a los patriotas que entraban cabalgando. Entre ellas estaba Manuelita, que por aquel entonces tenía 24 años. Durante el baile de la tarde, Sáenz conoció a Bolívar, que tenía 39 años, y se convirtió en su amante y compañera hasta 1830, abandonando definitivamente a su marido.
A pesar de estar casada, la relación clandestina con Simón, llena de dificultades y separaciones, deberes y renuncias, le dio ocho años de pasión, ¿cómo fue posible?
Desde el momento en que Manuela se unió a Bolívar, comenzó a proteger al Libertador, organizando grupos tácticos y estratégicos que le aseguraron una protección de primer nivel. En 1824 Bolívar la ascendió a archivero del Estado Mayor General y Patriota. También la llamará «la Libertadora del Libertador» porque lo había salvado de conspiradores y agresores. Gracias a su carácter apasionado, impulsivo y en ocasiones tumultuoso, él también la llamará «mi amable loca». Su relación amorosa está marcada por dificultades y ausencias. La mayoría de las veces estarán separados debido a los numerosos compromisos del Libertador.
Cuando Simón decidió celebrarla a través de una condecoración militar, tuvo serios problemas con el vicepresidente de Colombia, el general Francisco de Paula Santander, quien, indignado, le pedirá al Libertador que dimita, por considerar denigrante la concesión de este título a una mujer. Su relación seguirá la parábola del General, quien, cansado, enfermo, decepcionado, saldrá a su último refugio en Santa Marta, donde morirá poco después. Derrotado ya definitivamente el proyecto de un Bolívar que agonizaba, Manuela se exilió a Colombia, donde fue encarcelada y acusada por «inmigración irregular». Liberada, se trasladó a Jamaica, pero, al cabo de tres años, se exilió a la región de Paita, acompañada únicamente por sus fieles Natán y Jonatás.
¿Podemos definir esta relación como un matrimonio alquímico?
Cuando en 1822 Bolívar llegó triunfante a lomos de su noble caballo, Manuela estaba allí y, desde su balcón, le arrojó una corona de laureles y rosas que llegó a tocar su pecho; él se quedó asombrado y levantó la mirada que se cruzó con aquella apasionada de Manuelita. Más tarde, durante el Baile de la Victoria, Bolívar susurró al oído de Manuela palabras de admiración y bailaron muy apretados por toda la velada. Fue la suya una historia de amor cautivadora que poco a poco se fue convirtiendo en un amor maduro y verdadero. Simón se había quedado viudo de la noble española Teresa del Toro, fallecida muy joven en Venezuela, a quien le había prometido amor eterno. Sin embargo, con el pasar de los años, Manuelita le cautivó el corazón. Los dos tenían una «visión común» del mundo y de la vida: compartían los mismos objetivos y mantenían una mutua colaboración política e intelectual, sin olvidar el erotismo del cuerpo y de la mente y todo esto se vivió en lo más profundo del alma. Relaciones semejantes encarnan el verdadero «matrimonio alquímico».
Manuelita odiaba profundamente a Santander, ¿por qué?
Porque gracias a la información de algunas mujeres, pudo interceptar las conspiraciones de los enemigos, incluso las del propio Santander. El acceso a las redes de chismes y noticias de mujeres, le dio la posibilidad de actuar políticamente. Aunque su primer interés fuera la protección de su amado, también estaba fuertemente convencida de que el movimiento independentista no iba a tener éxito alguno sin el liderazgo de Bolívar.
¿Cómo transcurrieron los 26 años posteriores a la muerte del Libertador?
Bolívar murió desilusionado y desmoralizado. Sus ideales democráticos fueron abandonados y sólo sobrevivió su intento desesperado por mantener y centralizar el poder. Entre sus últimos escritos quedaron inmortales frases como «Quien sirve a una revolución ara en el mar». Manuela fue involucrada en la derrota de esta unión territorial y de los valores progresistas. Fue doblemente discriminada en su esfuerzo por mantener la fuerza política en las nuevas repúblicas; se la asoció abrumadoramente a la figura de Bolívar y, tras su muerte, se convirtió en el foco del antibolivarianismo, especialmente en Bogotá. Fue exiliada a Jamaica en 1833 por el presidente colombiano Santander y finalmente fue expulsada por el presidente Rocafuerte quien la consideró una peligrosa subversiva: la acción política de las mujeres era considerada antinatural y desestabilizadora.
En Paita, ¿cómo se sentía Manuela alejada de todo?
Más allá del cliché sexista por el que se la consideraba la amante de Bolívar, Manuela encarna la perfecta figura de la heroína: dionisiaca, mercurial, tenaz en el sentido literal del término. A pesar de la imagen romántica que la une al Libertador, ella murió desamparada, inválida y sola, sin dejar de renunciar a su dignidad hasta el final. Algunos historiadores hacen coincidir el final de su actividad política con la muerte de su amado. En realidad, vivió casi treinta años más, pero para sus biógrafos, este período fue solo un trágico epílogo. En Paita, pequeño puerto polvoriento del norte del Perú, Manuelita, pobre, ya no bella, relegada a una silla de ruedas por la enfermedad y la obesidad, acogía de vez en cuando a algún conocido e ilustrado visitante que consolaba su triste existencia, entre los cuales encontramos al patriota italiano Giuseppe Garibaldi, al escritor peruano Ricardo Palma y a su homólogo norteamericano, Herman Melville.
A través del puerto de Paita se podían satisfacer casi todas las necesidades de vecinos: agua, leña, alimentos, licores y otros productos como jabón, sal, azúcar y tabaco. Al parecer esto le permitió a Manuelita, sobrevivir a través del comercio minorista: vendía cigarrillos y dulces y hacía traducciones. En realidad, en Paita, amargada y angustiada sobrevivió gracias a la ayuda de amigos y al apoyo del general Juan José Flores, del otro lado de la frontera. Gracias a su mente inquieta y pluma ágil, las cartas de Manuela Sáenz en las que busca comprensión, ayuda económica y noticias sobre la política ecuatoriana, son una verdadera mina de oro. Su existencia, heroica hasta el final, sigue pareciéndose a una leyenda o quizás a una tragedia de Shakespeare.
Murió durante una epidemia de fiebre amarilla el 23 de noviembre de 1856. Su cuerpo fue arrojado a una fosa común, sus efectos personales quemados para evitar el contagio.
¿Cuándo y gracias a quién salió a la luz la memoria de Manuelita?
Parte de los documentos de Manuela Sáenz se han conservado gracias al general argentino Antonio de la Guerra que decidió salvar el baúl del incendio de su casa en Paita. Posteriormente, el empresario e historiador ecuatoriano Carlos Álvarez Saá encontró misteriosamente el baúl con toda la documentación.
A esta mujer le has dedicado dos biografías, ahora estás trabajando en un libro sobre sus diarios de Paita, ¿qué sale de estos escritos?
Esta es la reconstrucción de sus últimos años de vida, en el exilio y en la soledad, en el puerto de Paita. Durante 25 años vivió de la venta de tabaco, traduciendo y escribiendo cartas para las tripulaciones de los balleneros norteamericanos que pasaban por la zona, también bordaba y elaboraba pasteles personalizados. Durante su exilio siguió escribiendo diarios en los que recordaba y reelaboraba su pasado, también les escribió cartas a amigos y conocidos, no dejando de afirmar: «Yo adoré a Bolívar vivo, lo venero muerto».
¿Por qué centraste toda tu actividad en América Latina? ¿Qué es lo que más te emocionó como escritora?
Desde mi adolescencia, me sentía atraída por las ideologías políticas latinoamericanas. Por increíble que parezca, América Latina ha revitalizado el discurso y la imagen de la izquierda, tan mermada, vendida y distorsionada (sobre todo en Europa) después de la caída del Muro de Berlín.
Escondido tras la memoria de Bolívar, el viejo discurso marxista-leninista vuelve a la palestra, renovado y readaptado a la realidad latinoamericana. Desde el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela (1998), el Libertador vuelve a cabalgar, pero esta vez acompañado por Marx, Lenin, Sandino, Che Guevara, Allende y otros muchos. En la práctica, en todas las naciones del continente, diversos grupos, en su mayoría de izquierda, se han adherido, en los últimos años, a lo que se denominan el ideal bolivariano defensor de tres posiciones: la unidad latinoamericana, el rechazo a la influencia estadounidense en la región y su oposición al modelo capitalista (rechazo al neoliberalismo y tratados de libre comercio).