La intuición no surge de la nada. En realidad, la intuición como habilidad de comprender o percibir algo de manera clara sin la participación, al menos apenas, de la razón, se forma a base de la experiencia y de la información que recibe nuestro cerebro. Más a menudo de lo que nos parece, guiamos nuestras decisiones a partir de sensaciones, algunas de ellas, incluso, poco racionales. Pero, esto, tiene una explicación científica.
Cuando decimos que hemos decidido algo más con el corazón que con la cabeza, no estamos, o no estamos solamente, conjugando una forma poética para expresar sensaciones, sentimientos u otras emociones. La ciencia ha mostrado evidencia de la implicación de las neuronas del corazón en estos procesos; es decir, hablar con el corazón es más que una forma de expresarnos. ¿No lo sabías? ¿No te imaginabas que, en el corazón humano, vivan un buen número de neuronas?
El diálogo corazón-cerebro
Sabemos, hace tiempo ya, de la presencia de neuronas en el corazón (40,000, las mismas que en un solo milímetro cúbico de cerebro) y de cómo estas neuronas intracardiacas ejercen una influencia diferencial en la modulación de las funciones del corazón. Se trata, además, de un grupo de neuronas nerviosas autonómicas sensoriales, primarias y aferentes y otros grupos de interneuronas y neuronas efectoras o de salida. Todas estas neuronas del corazón contribuyen a la plasticidad neuronal del cerebro. Y no es una influencia menor, teniendo en cuenta que esa plasticidad es la que nos permite modificar hábitos o conocimientos predeterminados y aprender cosas nuevas.
La inervación del sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático) de estas neuronas desde los ganglios cardíacos, que son grandes centros de integración de la información, está detrás de lo que conocemos como intuición y de esa mezcla de intuición y razón que conforma la extraña sensación a la que llamamos corazonada. Un estudio de neurobiología de la Universidad Hideyo Noguchi, de Japón, afirma que las corazonadas pueden ser influenciadas por las neuronas espejo, relacionadas con los comportamientos empáticos, sociales e imitativos y cuya misión principal es reflejar la actividad de lo que se está observando.
El ritmo cardíaco y las ondas cerebrales pueden sincronizarse a partir de la inducción de cambios en los pensamientos, modulándolos a partir de un estado de conciencia inteligente.
¿De dónde surgen las corazonadas?
Las sensaciones originadas en nuestro corazón colaboran en llevar a nuestra consciencia a mejores respuestas y más rápidas en determinadas situaciones, particularmente aquellas, en forma de pensamientos elaborados en los centros de poder del cerebro. Y lo hacen a través de mecanismos bioquímicos, neurológicos y electromagnéticos. Estos mecanismos neurobiológicos nos revelan algo muy interesante: gran parte de nuestras decisiones las tomamos basándonos en las corazonadas.
La intuición nos conduce con frecuencia a lugares poco explorados de nosotras y nosotros mismos, a conectarnos con nuestra voz interna, esa misma que está conectada con nuestra identidad y con la experiencia de lo vivido. De esta manera, darle espacio y sentido a nuestro lado intuitivo que, aunque nos parezca una dimensión poco científica (asumir esto es un error), opera en los recovecos de nuestra mente.
La intuición es un recurso que nos ayuda a completar el pensamiento analítico, existe amplia literatura científica que avala esta afirmación. De hecho, la información manejada por la intuición, las corazonadas o el sexto sentido, como también se ha etiquetado, se procesa en la parte frontal de la corteza cingulada del cerebro. Ya hemos comentado la influencia de las neuronas cardiacas en las corazonadas y en otras sensaciones que se despiertan en el cuerpo y cómo envía información eferente al procesamiento cingulado. Sin embargo, también existe evidencia de nuestras reacciones intuitivas en nuestro intestino.
El intestino humano está conectado íntimamente con el sistema nervioso. Las paredes de los intestinos contienen una compleja red neuronal (unos 100 millones), que no solo se encargan de controlar los procesos de la digestión, sino que son capaces de estimular la producción de serotonina, dopamina y opiáceos para el dolor. Por eso se le tiende a considerar como un «segundo cerebro», que nos avisa de peligros y nos ayuda en la toma de decisiones.
El sistema digestivo es un importante centro de procesamiento y decisión a nivel emocional conectado al sistema nervioso central. Muchas de nuestras corazonadas las podemos definir como un «vuelco en el estómago». La corazonada, en consecuencia, es una forma de percepción más de nuestra mente, que puede estar mediada desde nuestro corazón o nuestras tripas.
La voz interior
¿Has sentido alguna vez que algo no estaba bien, aunque no pudieras explicarlo racionalmente? Esa es tu voz interior, la de tu intuición. A veces, la ignoramos o la confundimos con miedos; no es nada infrecuente que las corazonadas nos generen incertidumbres y temores, porque dudamos de si lo que intuimos o presentimos es real o es consecuencia de factores externos que nos alarman o son capaces de sugestionarnos. Aprender a escucharlas puede ayudarnos considerablemente en la toma de decisiones adecuadas.
Las corazonadas, las intuiciones se relacionan con nuestra mente inconsciente y nuestras emociones y, por lo general, están influenciadas por nuestras experiencias pasadas; por eso suelen expresarse en forma de información rápida y automática característica de las decisiones intuitivas.
La intuición es una habilidad mental que podemos desarrollar. Mejorar nuestro dialogo con nuestra voz interior es posible y recomendable. No obstante, la corazonada no siempre es confiable y, por lo general, requiere acompañarla de razonamientos lógicos y conscientes. En cualquier caso, la intuición forma parte de nuestra vida cotidiana y puede ser útil en diferentes situaciones.