Parafraseando al excanciller venezolano, Arístides Calvani, el movimiento democrático lucha para establecer la democracia allí donde no existe, para consolidarla y perfeccionarla donde está vigente y para defenderla donde está amenazada.

Una democracia duradera se basa en los valores de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, la justicia y la paz.

La democracia no se agota en la simple realización de elecciones por más libres, justas, competitivas y transparentes que sean. Es una forma de vida que incluye el pluralismo, el diálogo, la tolerancia y la construcción permanente de acuerdos y consensos. Supone también la existencia de un Estado de Derecho con una división y equilibrio de poderes y un poder judicial independiente.

La democracia representativa moderna se hace realidad dentro de un Estado de Derecho basado en el principio de igualdad ante la ley.

La democracia es un sistema de gobierno y de vida que se basa en la mayoría del pueblo ciudadano con respeto a la minoría y dentro del marco del Estado de Derecho y de respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Pero el pueblo se caracteriza por la diversidad y por el pluralismo de sus ideas, opciones y acciones.

Una sociedad democrática ha de ser una sociedad pluralista en la que coexisten en un clima de mutuo respeto los más variados grupos políticos, sociales, económicos, étnicos y religiosos, entre otros.

Existe entonces pluralismo político, económico, social, mediático, cultural y religioso, entre otros.

El pluralismo político se expresa a través de la libre organización, participación y competencia de diferentes partidos políticos en procesos electorales y otras formas de interacción social. Los partidos políticos son la piedra angular de la democracia.

El pluralismo doctrinario se caracteriza por la libre expresión y la convivencia respetuosa y tolerante de las distintas ideas, doctrinas, valores y opiniones. Gracias a un ambiente pluralista, la sociedad puede beneficiarse y nutrirse de los más variados puntos de vista y enfoques, y hasta de diálogos o debates entre visiones ideológicas a veces hasta opuestas.

Como escribió el intelectual, Georges Vedel: «“La democracia es un sistema de diálogos», y de dichos diálogos y debates puede nacer mejor la verdad en el contexto de una sociedad pluralista. Cabe incluso la posibilidad de que no exista una sola verdad, sino varias verdades o apreciaciones parciales que se complementan entre sí.

Existe también el pluralismo social que permite y hasta facilita la libre organización de las personas en las más variadas asociaciones de la sociedad civil.

Asimismo, se habla del pluralismo económico como la coexistencia tolerante de diferentes formas de la actividad económica, de propiedad y de gestión de esta. Así, por ejemplo, pueden coexistir las empresas individuales y las cooperativas y las sociedades de socorros mutuos.

Así también el pluralismo cultural y religioso significa la libre organización y expresión y convivencia de diferentes grupos culturales y religiosos que se mueven en un ambiente de respeto y tolerancia dentro del Estado de Derecho. Incluso los grupos culturales y religiosos pueden llegar hasta el diálogo interreligioso y cultural y la misma cooperación en la búsqueda de objetivos que favorezcan el bien público.

Por otra parte, también en una sociedad verdaderamente democrática existe el pluralismo mediático o libre funcionamiento e incluso competencia entre diferentes medios de comunicación tales como periódicos, radios y televisoras. Hoy día, desde luego también se puede hablar de un pluralismo de redes sociales en el Internet.

Finalmente, en una sociedad democrática se debe permitir el pluralismo jurídico y administrativo que otorga cierta autonomía administrativa y política a los gobiernos locales, universitarios y provinciales dentro del marco del Estado de Derecho.

La defensa y promoción de la democracia pasa entonces por la defensa y promoción de la vida pluralista. Hacer nuestro el programa del filósofo Robert Nozick: «Mi pluralismo se extiende a las formas de encarar la filosofía; si bien yo elaboro una, estoy al tanto de otras y las aprecio».

Es decir que está bien que tengamos cada uno su propia filosofía, doctrina, partido, religión etc., pero es necesario conocer las opciones de los demás, tratar de entenderlas, aceptar que pueden tener grados de verdad y dialogar con ellas en un clima de mutuo respeto.

Los sistemas autocráticos y totalitarios son la expresión más pura de la negación del pluralismo y, por lo tanto, de la democracia.

En ellos solamente existe una verdad, la verdad oficial, la verdad única que se impone a toda la ciudadanía. Es decir que existe un partido hegemónico único, una ideología oficial única, una sociedad civil sometida totalmente al Estado, unas iglesias aceptadas oficialmente, unos medios de comunicación oficiales y al servicio del Estado y, en resumen, una verdad única que paulatinamente va excluyendo a todas las demás.

Las autocracias con sus sistemas de monólogo y verdad única constituyen el mayor enemigo del pluralismo y, por tanto, también de la democracia.

Pero también incluso dentro de las sociedades democráticas los que pretenden tener el monopolio de la verdad sea en política, en religión, en ideología, en ciencia o en cualquier campo de la vida social, son también enemigos del pluralismo.

Y están también los que aceptan el pluralismo siempre y cuando sea un pluralismo dentro de los de mi propio partido, o dentro de mi propia doctrina o dentro de mi propia iglesia, excluyendo a los que no forman parte de mi partido, de mi logia, de mi iglesia o de mi doctrina o corriente de pensamiento. Es decir, aceptan el pluralismo únicamente dentro de los afines a su pensamiento o forma de actuar. Se trata de un sectarismo disfrazado de pluralismo.

Como escribió Mario Vargas Llosa en La llamada de la tribu: «Para Karl Popper la verdad no se descubre, se va descubriendo, y este proceso no tiene fin. Ella es por lo tanto siempre, verdad provisional, que dura mientras no es refutada».

Es la actitud existencial del maestro Sócrates, quien a base de dudas y de preguntas dio origen a la filosofía occidental y no la actitud de los autócratas autosuficientes de la antigüedad y de nuestro tiempo.

El auténtico pluralismo nace de una actitud de humildad ante la vida, el ser humano, el universo y el conocimiento. Yo no tengo la última palabra. Nadie tiene la última palabra.

La democracia plena y duradera es un sistema de diálogos, intercambios y construcción plural de la verdad.

Notas

Vargas Llosa, M. (2018). La llamada de la tribu. Barcelona, España: Alfaguara.