Hasta hace unas semanas, el clan político Char no era muy conocido fuera de Colombia. Poco se sabía, en otras latitudes, del poder que tienen en los departamentos de la Costa Caribe del país, del control que tienen en Barranquilla, capital del Atlántico. No se sabía del milagro de aquella ciudad: cómo los Char modernizaron la infraestructura al tiempo que establecieron fuertes, cercanos, vínculos con los contratistas que trabajan con el gobierno local. Tampoco se sabía del peso que tienen en las elecciones: nadie moviliza votos como ellos; por eso padre (Fuad) e hijos (Alejandro y Arturo) han sido senadores, alcaldes, gobernadores y concejales de su ciudad ―no todos en todos los cargos, se los distribuyen. Tal vez su empresa de mayor reconocimiento es el Junior de Barranquilla, el equipo de fútbol más fuerte de la región y que logró ser finalista de la Copa Sudamericana en 2018.
El Junior es el equipo de Teófilo Gutiérrez, de Carlos Bacca, de Luis Díaz; allí también jugó el Pibe. No es poco ser dueño del Junior, uno de los equipos que más invierte en contrataciones y del que se suele decir que se refuerza mejor en época electoral. Es increíble que medios como El País en sus ediciones internacionales, El Diario de España o el podcast El Hilo, que cada semana trata un tema de importancia latinoamericana para presentarlo a su audiencia, mencionaran al clan Char. Todo por un libro.
La Costa Nostra ―tremendo título― habría sido una publicación importante en Colombia si la Editorial Planeta hubiese seguido el camino que ellos mismos habían trazado desde hacía dos años con la periodista Laura Ardila. A poco de que el libro viera la luz ―luego de la foto de la solapa y con portada lista―, la venezolana Mariana Marczuk, directora de Planeta para la Región Andina, le comunicó a Laura, en una reunión extraordinaria, que por el riesgo de una demanda no iban a publicar su texto. Ana Bejarano, abogada y codirectora de El Veinte (ONG dedicada a la defensa de la libertad de expresión de medios, periodistas y usuarios de redes sociales), acompañó el proceso de escritura y se comprometió a ser la abogada de Laura en caso de una demanda ―porque en el contrato con Planeta era claro que la autora debía enfrentar tales situaciones, no la editorial―; Bejarano consideró que todo lo escrito en el libro tenía sustento, de hecho, Marczuk elogió el libro antes de negarse a publicarlo.
Planeta solo ha emitido un comunicado, firmado por Mariana Marczuk, donde aseguró que la decisión se debió a tres conceptos emitidos en España. Lo curioso es que para ese tipo de medidas la autora tiene que ser tomada en cuenta. La decisión sorprendió al mundo editorial y llevó a que artistas de distintas disciplinas y periodistas se manifestaran. Un editor de Planeta en Colombia renunció, Juan David Correa, y otra periodista, Ana Cristina Restrepo, decidió no publicar su libro con ellos; Marczuk hizo privada su cuenta en lo que ya no es Twitter ―mucha gente le mencionó el tuit que tenía destacado: «Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena» J. Sabina―; a muchos nos sorprende todavía la decisión de Planeta y seguimos esperando la pieza que hace falta en esta historia; y La Costa Nostra encontró una nueva editorial: Rey Naranjo.
El libro que iba a ser importante en Colombia ganó relevancia continental por la lucha contra la censura que implica su publicación. Ninguna estrategia de mercadeo habría logrado lo que el ‘No’ de Planeta hizo. Ahora solo resta tener los ejemplares en las manos y que el contenido esté a la altura del escándalo. En lo personal, creo que lo estará: a Laura Ardila la han acosado y perseguido durante la investigación. Una periodista que hace bien su trabajo suele tener ese tipo de presiones, lastimosamente.