Existen muchos mitos y leyendas que se fueron transmitiendo a lo largo del tiempo y a través del boca a boca, y que se siguen reproduciendo en nuestro presente. Todas son creencias relacionadas a la mala suerte pero que en realidad tienen un contexto histórico del cual nacieron y con el cual podemos entender su verdadero significado.
Todos evitamos pasar la sal de mano en mano en la mesa o viajar un martes o viernes 13, preferiríamos no romper un espejo, caminar por debajo de una escalera o cruzarnos un gato negro, ¿de verdad dan mala suerte esas cosas? Hoy vamos a conocer sus verdaderos significados y desmitificar estas leyendas urbanas.
La mayoría de las personas tienen la costumbre de apoyar la sal en la mesa para pasarlo a otra persona en lugar de dárselo directamente con la mano, ¿quién no lo hizo alguna vez? Por las dudas mejor hacerlo para no atraer mala suerte. La realidad es que esta costumbre se remonta a la época del Imperio Romano cuando la sal se usaba como pago (de ahí viene la palabra «salario»). Pensemos en lo difícil que sería pagar con sal sin que se eche a perder un poco. Si una persona estaba pagando por un producto y se caía la sal al pasar de mano en mano era muy difícil determinar de quién era la culpa y esto podía ocasionar un conflicto que probablemente terminaba en pelea. Por eso para evitar dudas, al pagarle a una persona empezaron a apoyar la sal en la mesa o en un cuenco para que la persona que recibía el pago tomara la sal desde ahí. Si al momento de agarrarla de la mesa se le caía, no había lugar a dudas de que había sido su culpa.
¿Quién no evitó alguna vez pasar por debajo de una escalera? La creencia dice que caminar por debajo de una escalera es mala suerte y que quien lo hace, deberá volver a pasar para romperla. En sus orígenes creían que se atraería la muerte dado que evocaba la imagen de pasar por debajo de la horca. Esto se debe a que las escaleras eran usadas para descolgar los cuerpos de las personas que habían sido ahorcadas, y había que evitar pasar por debajo en ese momento ya que en muchas ocasiones los cuerpos se desplomaban y podían ocasionar accidentes al caer sobre alguien. Además, las personas creían que estar debajo de la escalera era invadir a los espíritus de las personas que habían sido ejecutadas y que, para romper esa maldición, había que volver a pasar por debajo.
Si hablamos del mito de los espejos, en la antigüedad los griegos leían el futuro en cuencos de vidrio con agua que, si se rompían, se interpretaba como que esa persona no tenía futuro. Los romanos por su parte creían que los reflejos de un charco o un río reflejaban el alma de las personas. Los primeros espejos que se comenzaron a fabricar eran de plata o cobre por lo que eran espejos realmente duros y romperlos no era fácil por eso, si llegaba a suceder que un espejo se rompía se creía que se liberaban malas energías. Más tarde, cuando se empezaron a fabricar espejos de materiales más accesibles, estos no eran tan duros y es por eso era más probable que se rompieran. Pero por suerte, los romanos no creían que la mala suerte era para siempre, su creencia hablaba de ciclos de salud y energía que se renovaban cada 7 años. Es por eso que la leyenda dice que, si se nos rompe un espejo, vamos a tener mala suerte solo durante 7 años, luego la buena fortuna vuelve.
¿Escuchaste alguna vez que brindar con agua da mala suerte? Este mito también tiene su explicación que se remonta a la costumbre de los antiguos griegos de brindar con agua cuando alguien moría, como un homenaje al río Lete debido a que se creía que los muertos navegaban hacia el inframundo a través de este río. Fue por eso que se comenzó a decir que brindar con agua en otras ocasiones, era desearle la muerte a esa persona, y hoy en día esta creencia es acompañada de que para romper el mal augurio hay que brindar dos veces cuando se hace con agua.
Por otro lado, podríamos confirmar que nadie abre un paraguas adentro de casa. Desde que éramos chiquitos que nos enseñaron que no había que hacerlo porque daba mala suerte, pero resulta que este mito popular se debe a que antiguamente los paraguas se abrían dentro de las casas antes de salir, y se cerraban recién una vez que volvían a entrar, lo que provocaba que las varillas chocaran con lo que estuviese cerca, pudiendo tirar adornos y ocasionar roturas. Que mala suerte que justo se rompiera un cuadro o un adorno de cristal muy valioso, ¿no?
Ya hablamos de muchos objetos que se relacionan con la mala suerte, pero me parece importante desmitificar las creencias que le dan mala fama a los gatos negros. En el antiguo Egipto eran venerados como Dioses y los enterraban momificados con todos los lujos, pero en la Edad Media comenzaron a tener una connotación negativa relacionada con brujerías, dado que a las mujeres que tenían gatos se las consideraba brujas, y se creía que cruzarse uno negro significaba estar viendo a una bruja que dejaba un mal presagio. Con los años, los malos augurios no desaparecieron, sino que siguieron expandiéndose en occidente las creencias y mitos acusando a los gatos negros de distintas desgracias como la peste. Si bien los gatos estuvieron relacionados a la peste negra, la culpa fue puramente de estas leyendas.
En la Edad Media hubo una masacre de gatos, sobre todo de los negros, pero de toda la especie en general. Esto provocó un desequilibrio en el ciclo natural de contención de plagas, haciendo que no hubiese quien cazara a las ratas. Así fue que, como consecuencia de una caza injustificada de los gatos, ocurrió la gran peste negra. Hoy en día siguen existiendo consecuencias de estos mitos milenarios, no tanto de la especie de gatos en sí porque son muy queridos como mascotas, pero sí de los gatos negros en particular, ya que son los menos elegidos e incluso continúan siendo violentados para ritos satánicos. Las estadísticas dicen que, en lugares de adopción, los gatos negros tardan hasta 6 días más en ser adoptados que los gatos de otros colores y esto se debe únicamente a las connotaciones negativas que persisten.
Por último, vamos a hablar del número 13 que ya de por sí está asociado a la mala suerte, ni hablar del martes o viernes, según la cultura. En Argentina, por ejemplo, cuando cae un martes 13 muchas personas ven ese día con cuidado y un poco de miedo de que puedan pasar cosas malas. Por las dudas nadie se va a casar en esta fecha y viajar en avión siempre es más barato, dado que solo los valientes se atreverían a subirse a un avión tentando a la mala suerte. Además, en algunos países es difícil encontrar edificios con pisos 13, ya que prefieren saltarse el número que atraer mala suerte.
Existen varios mitos alrededor de este miedo. Por un lado, el 13 está asociado a la cantidad de personas que participaron de la «última cena» y el número 13 del Apocalipsis corresponde al anticristo. Además, la caída de Constantinopla habría sido un martes 13, pero la teoría que justificaría la connotación negativa de este día se remonta a la época de las cruzadas en la Edad Media, cuando a pedido de los reyes y la Iglesia, dirigida por distintos Papas a lo largo de los años, pidieron a los Caballeros Templarios que protegieran a los Cruzados que intentaban recuperar la Tierra Prometida tomada por los árabes. Por supuesto que los Templarios no aceptaron solo por una cuestión de fe, sino que había dinero prometido de por medio. El problema fue casi 100 años después del inicio de estas guerras, cuando finalmente los árabes ganaban y los Templarios tuvieron que abandonar las tierras y volver a Europa. Al hacerlo reclamaron la paga prometida que se les debía, pero el Papa y los reyes no quisieron saber nada. Sumado a que los Templarios habían ganado popularidad entre los ciudadanos por haber sido quienes los cuidaron y defendieron mientras los poderosos estaban muy cómodos en sus castillos, y por eso la gente sentía más simpatía por ellos, incluso más que por la Iglesia. Estas razones hicieron que la Iglesia y el rey Felipe IV de Francia se pusieran de acuerdo para ordenar una masacre contra los Templarios. Fue así que un viernes 13 de octubre de 1307, los caballeros de la Orden del Temple fueron acusados de herejía y sodomía y quemados en la hoguera.
Es curioso ver cómo se fueron transmitiendo a lo largo de tantos años y de diferentes culturas estas creencias y que muchas hayan llegado a convertirse en costumbres que repetimos sin cuestionarlas. Saber el origen tal vez no nos haga cambiarlas, pero por lo menos no nos va a dar miedo si accidentalmente se nos rompe un espejo o cruzamos un gato negro. La próxima vez que pases la sal en la mesa, ¿la vas a apoyar?