«En las primeras conversas, ya reunidos en una de las Casas Chile donde estuvimos permanentemente juntos, Alfredo me cuenta que tiene un hijo que al día en que lo capturaron tenía 18 días y le cuento que tengo una hija que al día que me capturaron tenía unos nueve meses y eso generó un tema común. Fue un tema que nos unió mucho…».
Quien entrega este recuerdo es Luis Costa del Pozo, preso político de la dictadura de Augusto Pinochet que compartió con Alfredo García Vega, hasta hoy detenido-desaparecido, en Villa Grimaldi, el centro de reclusión y torturas de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), situado en el municipio de Peñalolén, en los faldeos cordilleranos de Santiago.
El bebé de 18 días, hijo de Alfredo, es Alfredo García Vera, la hija de Luis es Paulina Costa Maluk. Ambos emprendieron como productores la filmación de Punto de encuentro, un documental-ficción de 89 minutos que en 2022 se estrenó en festivales de Chile y otros países y que este año, en coincidencia con los 50 años del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 inició su recorrido en salas de exhibición.
«El cine de ficción es un vehículo que les enfrenta a la reconstrucción de su historia familiar, y el cine documental observa este proceso. Es la película dentro de la película. ¿Puede el cine reconstruir la memoria de lo vivido? ¿Puede la ficción materializar a los ausentes? ¿Puede un proceso cinematográfico ser un camino de encuentro y sanación?», se preguntan los realizadores en el dossier de presentación de la obra.
Esta «película dentro de la película» es la fórmula eficaz para transmitir al espectador este complejo entramado de la memoria, donde se entrecruzan datos, testimonios, recuerdos a veces difusos, dolores, emociones e historias de vida dentro de la muerte, la desaparición y la tortura siempre asociadas a la represión y las violaciones de los derechos humanos.
Luis Costa, Paulina, Alfredo y su madre, Silvia Vera Sommer, son los protagonistas «reales» del filme dirigido por Roberto Baeza. La figura de Silvia es fundamental y emblemática. Después de la desaparición forzada de Alfredo a manos de la DINA, rehízo su vida en el exilio junto al periodista José Carrasco Tapia, con quien retornó a Chile. Carrasco fue secuestrado y asesinado en Santiago por agentes de la dictadura el 8 de septiembre de 1986, un día después del fallido atentado contra el dictador Pinochet de un comando del FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez).
Luis Costa y Alfredo García, militantes del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), fueron arrestados en enero de 1975 por agentes de la DINA. Mientras Luis sobrevivió a las torturas y fue condenado al exilio, Alfredo desapareció y la dictadura negó toda información sobre su paradero.
Su destino se comenzó a aclarar en junio de 1975, a través del montaje conocido como Operación Colombo. Organismos represivos de Brasil, Argentina y Chile publicaron falsas informaciones sobre 119 chilenos militantes de izquierda que habían sido asesinados en Argentina por sus propios compañeros a raíz de disputas internas de sus partidos mientras se entrenaban como guerrilleros. La verdad es que fue una maniobra para disfrazar la desaparición forzada de 19 mujeres y un centenar de hombres. Uno de ellos fue Alfredo García Vega.
Alfredo y Luis no se conocían hasta coincidir en Villa Grimaldi. En las duras condiciones de reclusión los presos eran obligados a estar siempre con la vista vendada y en sus salidas a los baños debían marchar a ciegas, en «cuncuna», unidos de brazo a hombro en una larga fila.
Aún con todas esas dificultades, Alfredo y Luis pudieron entablar amistad, conversar sobre sus familias y se ingeniaron, con la ayuda de otros presos del MIR, para compartir la misma celda, en las estrechas edificaciones levantadas por los militares, bautizadas irónicamente por los reclusos como Casas Chile y Casas Corvi, en alusión a la estatal Corporación de la Vivienda.
Fue una breve y profunda amistad de militantes de una misma causa y una misma condición humana y solidaria. Las técnicas de la DINA no se reducían a obtener información para seguir reprimiendo, sino que incluían asimismo la anulación de la personalidad y la destrucción como seres humanos de los presos políticos en sesiones de tortura.
Cuando Alfredo regresaba lloroso y maltratado física y sicológicamente de los tormentos, Luis se encargaba de abrazarlo y calmarlo. Alfredo hacía otro tanto cuando la víctima era Luis. «Había como un equilibrio, no sé cómo llamarlo, pero los dos vivimos momentos muy críticos en Villa Grimaldi y empezábamos a percibir que nuestra situación era de alto riesgo, nos sentíamos muy frágiles con respecto a la supervivencia», sigue rememorando Costa.
En Punto de encuentro se reproduce con escenografía la celda de las Casas Corvi, en el recinto de la Torre de Villa Grimaldi, un cajón de madera de estrechas dimensiones donde apenas cabían dos presos. Se muestra también el rudimentario juego de dominó que hicieron, con fichas de papel y puntos perforados con un clavo que también les sirvió para agujerear una tabla hacia el exterior y «vigilar» a sus vigilantes.
El 20 de febrero de 1975 Alfredo García y otros siete miristas detenidos como él en Valparaíso fueron sacados de Villa Grimaldi. Costa recuerda que pensó inicialmente que los llevaban a otro recinto como anticipo de una pronta liberación. «En ese tiempo nosotros no teníamos mucha certeza de la técnica de la desaparición forzada, no lo teníamos incorporado como un hecho real así que en ese momento no se me ocurrió de que eso hubiera sucedido», me comentó Luis.
Toda esta historia está reconstruida en el documental-ficción. Silvia cuenta cuando Alfredo se despidió de ella y su hijo recién nacido el día que fue arrestado y luego la escena es representada por dos actores profesionales. Del mismo modo, se narra y reconstruye el último contacto de Luis Costa con su esposa Virginia Maluk y la entonces pequeña Paulina, antes de ser secuestrado por la DINA.
En este ir y venir de la memoria la película alcanza grados de dramatismo y emoción, sobre todo en las escenas recordadas y ficcionadas de la reclusión de Alfredo y Luis en Villa Grimaldi, como un testimonio irrebatible de la brutalidad represiva del régimen de Augusto Pinochet.
La película recibió en 2022 el Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cine de Santiago (Sanfic), el Premio al Mejor Largometraje en el Festival de Cine de Antofagasta, el Premio del Público en el Festival Internacional de Viña del Mar y en el Festival de Cine Chileno de Quilpué, así como el Premio al Mejor Documental en el Festival de Rengo. Este año 2023 fue galardonada con el Premio del Público en el Festival Ojoloco de Grenoble (Francia).
¿Cómo nació la idea da hacer Punto de encuentro? Responde Paulina Costa:
«Nosotros compartíamos la historia de nuestros padres desde niños, pero cuando crecimos además compartimos el oficio del Cine: Alfredo en cámara y yo en Dirección y Producción. Con el tiempo también compartimos la pulsión, las ganas, la necesidad de hacer un proyecto cinematográfico. Cada uno de nosotros tenía la idea de hacer una película sobre su padre, yo ya tenía los primeros escritos de la peli que quería hacer sobre Lucho, se llamaba Los Pasos, pero un día que nos encontramos en el cumpleaños de un amigo común y conversamos. ¿Por qué no hacemos un proyecto juntos?, y ahí empezó todo».
Parte de la filmación coincidió el año 2019 con el estallido social contra el gobierno derechista de Sebastián Piñera, que abrió expectativas de avance de las luchas sociales en Chile y que la película recoge con escenas de manifestaciones callejeras y represión policial.
Como es sabido, la meta de generar una nueva Constitución de contenido progresista en reemplazo de la que Pinochet impuso en 1980 se frustró en el año 2022 cuando la propuesta fue rechazada en un plebiscito. Hoy se intenta un nuevo proceso constituyente a través de un consejo donde tiene mayoría la extrema derecha.
Medio siglo después del golpe contra Salvador Allende, la política chilena enfrenta la paradoja de que la generación de una nueva carta fundamental está en manos de consejeros que reivindican el modelo neoliberal implantado por Pinochet, defienden su legado y relativizan su registro como violador de los derechos humanos. Una situación que Paulina cuestiona y da relevancia a la película.
«Punto de Encuentro es una manera de visibilizar la dimensión humana y familiar de una historia que marcó la vida de miles de chilenos, una historia inconclusa, ya que nos seguimos preguntando ¿dónde están los desaparecidos?, con muchos cabos pendientes. De hecho, en la mayoría de los casos la justicia está pendiente, y el legado emocional de esta historia sigue viajando de generación en generación».
Agrega: «Estrenar Punto de Encuentro este año, en que se conmemoran los 50 años del golpe de Estado, es una «feliz casualidad», ya que obviamente esto le da una connotación simbólica que nos trasciende, permitiendo que se instalen en torno a la peli varias conversaciones que están pendientes, incluso en el seno de muchas familias. Hablar de estas cosas duele, pero enfrentar lo que duele, conversarlo, asumir y compartir lo que se siente, permite bajar barreras ideológicas y crear puentes de empatía para que nos miremos profundamente, y nos salga de las tripas un ‘Nunca más’ transversal, sobre el que no haya duda ni negacionismo posible».