Por estos días, un hombre tierno de juventud, con ojos brillantes, me cuenta que ha besado por primera vez y deja a esta madura mujer, sumergida en idílicos recuerdos que la ayudarán a llegar al final de sus días, satisfecha.
Desde siempre el «primer beso» ha formado parte de los grandes acontecimientos de nuestras vidas, nos hace soñar despiertos, como a mí en este momento recordando mis primeros besos. No, no tengo un único beso, pues los míos son los que marcaron a fuego mi corazón y mi alma.
Mi primer beso fue muy tramitado, tenía el permiso de mis padres para frecuentar a mi enamorado, pero mi pudor no me permitía besarlo y así pasó una semana en la que al final se concretó el tan anhelado evento.
Fue tierno, delicado y muy sentido, pues yo estaba muy enamorada, como se puede estar a los 15 años.
Mi segundo primer beso, fue llorado, cargado de culpas pues me dejé besar sin confesión de amor por parte de él y eso me asustó mucho, luego se convirtió en una de las historias de amor más importantes de mi vida… tenía 18 años.
Mi tercer primer beso fue a los 40 años, una deuda que tenía desde los 17 y, como no me gustan las deudas, me desendeudé… fue mágico porque me besó como siempre había soñado ser besada: él que me mira profundamente a los ojos, tal vez buscando a la niña que nunca se atrevió tocar, con sus manos temblorosas sin saber si es de emoción o incredulidad y mi cara entre sus manos, prisionera de ese encantamiento que nos sucumbía a la luz de una luna llena de curiosidad, que no quiso perderse el acontecimiento.
Luego hubo quien, sin tocarme, dejó mi corazón alborotado porque como él mismo confesara, nos besamos el alma…
Los besos, han sido representados en todas las formas artísticas, no tienen género, son besos con distintas connotaciones sí, de fácil definición y con una múltiple conjugación.
En literatura podemos encontrar al gran escritor argentino, Julio Cortázar, que, en el séptimo capítulo de libro, Rayuela, describe la boca que desea besar:
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
En la escultura tenemos la celebérrima obra Cupido y Psique, del gran artista italiano, Antonio Canova, en donde el mármol transparenta sensualidad y ternura proponiéndonos dos seres en el acto de acercar sus rostros para el encuentro de sus bocas (argumento profundizado en el artículo Cupido y Psique en la mitología griega- Meer, 17 oct, 2022).
En pintura, Klimt nos presenta un beso colorido, delicado y contenedor, en donde aparece una mujer arrodillada, totalmente absorbida de un áureo manto mientras el hombre sosteniéndole la mejilla, la besa.
El beso ha sido usado como protesta contra la homofobia, la autoridad y como tema en el llamado Street art, vemos a uno de sus máximos exponentes, Banksy en su grafito The Kissing Coppers, en Brighton, donde se aprecian dos policías británicos besándose apasionadamente.
Encontramos el beso más antiguo de la Historia del Arte Cristiano en la Capilla de los Scrovegni, en Padua, Italia. La serie de frescos, obra maestra de Giotto, pintor del siglo XIV, presenta una escena del reencuentro de los padres de María, saludándose tiernamente al enterarse que finalmente habían concebido, en este caso, a la futura madre de Jesús.
En la poesía, este argumento ha ocupado páginas y páginas, tratando de expresar en palabras el volcán de emociones que provoca ese intercambio de afecto tan íntimo, tan avasallador como es el rozar si quiera los labios de quien se ama.
La tremenda poetisa chilena Gabriela Mistral, en su poema Besos del libro Sonetos de la muerte, nos da un listado de estos:
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hoy a mis 53 años, llevo esos besos como tesoros luminosos contra el olvido y como escudos contra la indiferencia de un mundo desgastado.
La medicina se ha pronunciado sobre los beneficios que provocan los besos, aparte de ayudarnos a encontrar la pareja adecuada, los besos son una medicina natural contra el estrés, mejoran el ánimo, fortalecen el sistema inmunológico y, durante un beso apasionado, trabajan entre 23 y 34 músculos faciales.
En fin, ¡besaos! Besémonos con ternura, con inocencia, con pasión, con el alma…