Un día los pobladores de una comunidad rural detienen y linchan a unos presuntos delincuentes. La policía no logra detener a los pobladores, pero al día siguiente descubren que los criminales eran jóvenes encuestadores. En otro rincón de México un adolescente acuchilló a su tío, quien tuvo la osadía de burlarse de la pérdida del Club Guadalajara en la final del torneo, equipo favorito del cuquillero. Todos los días, sin falta, en la carretera México-Querétaro hay un accidente fatal provocado por la irresponsabilidad de los «traileros». En alguna escuela del norte del país tenemos a niños de kínder cantando mientras se resguardan en el piso, debajo de sus mesas, mientras una balacera ocurre.
Cada fin de semana aficionados a distintos equipos de fútbol se enfrentan en las gradas y afuera de los estadios como mandriles rabiosos. Mientras en casa «si mi equipo pierde, pierde mi familia». Al mismo tiempo, se descubre una red de pornografía infantil y abuso sexual en las escuelas kinder garden y primarias, que involucra a profesores. Ya es normal oír ejecuciones a manos de gatilleros de cárteles en restaurantes; una o dos personas entran armadas a un restaurante van a una mesa en específico, vacían sus armas y se retiran, dejando uno o varios cadáveres y un conjunto de comensales aterrados. En algunas regiones del país ni los funerales, ni las fiestas infantiles están a salvo de estas visitas.
En Oaxaca, después de una discusión, un joven atacó con un machete a un turista argentino, matándolo de un machetazo en la cabeza. Las «combi» del Estado de México son presa fácil de los asaltantes; armados de pistolas «cobran» peaje a los usuarios. Siempre y cuando los usuarios no tengan la oportunidad de defenderse, en ese caso los victimarios se vuelven depredadores y descargan la furia de una vida injusta sobre un aterrado asaltante.
Hace unos días se viralizó un video. Una madre va caminando con su bebé de brazos por la calle. Aparece un hombre, gordo y falto de toda virilidad, en motocicleta. Se acerca a la madre, saca una pistola y dice: «¿Me vas a dar el celular o te voy a meter un balazo a ti o al niño?»
En México seguimos en el Estado de naturaleza que describe Thomas Hobbes. El mexicano es el lobo del mexicano.
Vale la pena detenerse a pensar en ello, no porque lo normal sea la paz y la violencia la excepción. Todo lo contrario. Sino porque vivir en una sociedad sin la capacidad para contener las tendencias agresivas es una pesadilla. Y mientras los vecinos del norte viven su sueño americano, nosotros tenemos que sobrevivir a la pesadilla mexicana. Las ciencias sociales y humanas tienen muchas y muy variadas explicaciones a los altos niveles de violencia. Desde la falta de un verdadero Estado de Derecho, donde la impunidad es la norma; la guerra contra el narco y la horrorosa lógica de los cárteles «plata o plomo», hasta las tendencias agresivas propias de los humanos como lo muestran los estudios de la psicología evolutiva de Richard Wrangham.
La filosofía clásica explicaría que una polis injusta y viciosa genera ciudadanos viciosos y violentos, alejados de la prudencia, eudemonía y ataraxia. Por su parte, la teología cristiana nos explica que la naturaleza humana es una naturaleza corrompida por el pecado original.
Sin embargo, hay ocasiones en que ese tipo de explicaciones no son suficientes. En un giro metódico antipositivista, requerimos regresar a la mitología y literatura a buscar otras razones y explicaciones. Porque para los fenómenos donde nos involucramos de tal manera —pues todos vivimos dentro de la violencia que ahora queremos entender— se necesitan distintas visiones que nos ayuden a salir de los límites de nuestra subjetividad. Ya sea porque los escritores tienen la habilidad de entender de mejor modo lo cotidiano o porque existen arquetipos que la literatura muestra o ambos.
La mitología no es solo un conjunto de fantasiosas historias. En ella se esconden los distintos modos en que civilizaciones antiguas entendieron el mundo. Para ayudarnos a entender la violencia y su control, vale la pena volver la vista a la Odisea. Mientras Ulises y los griegos se rigen bajo la ley y una visión arcaica del derecho, Polifemo y los cíclopes viven en una sociedad pre-racional, no ordenada, sin ley común que los rija a todos. Por eso los griegos son la civilización, el orden y el dominio de la violencia y los cíclopes son la barbárie cuasi-animal. Hoy México es una sociedad de monstruos de un solo ojo.
Hay tres personajes que quizás nos ayuden a entender lo que hoy vivimos. En primer lugar, el dios exterior Nyarlathotep, el Caos Reptante, un dios primordial del escritor Howard Phillips Lovecraft. Este es uno de los pocos dioses de los mitos de Lovecraft que puede actuar libremente y que tiene un macabro interés en los seres humanos. Suele manipular a las personas con el interés de causar locura y sufrimiento, por el simple «placer o gusto» por la destrucción. Las intenciones de Nyarlathotep escapan a nuestra capacidad intelectual, al tiempo que para él somos insignificantes.
El segundo personaje es Morgoth o Melkor, el Señor Oscuro original y principal villano de la obra de J. R. Tolkien. Uno de los Valar, dioses del mundo responsables de cuidarlo y gobernarlo, pero que en realidad sentía el irrefrenable deseo de dominarlo todo para sí y de destruir lo que sus compañeros tanto se preocuparon por crear. Muchas son las ocasiones en las que Melkor provocó el caos, fue apresado y siempre, pidiendo disculpas y fingiendo profundo arrepentimiento, acababa siendo liberado. Morgoth, y por consiguiente el mal, es más poderoso que todas las fuerzas del bien combinadas. Antes de ser capturado envolvió al mundo en su anillo, el «Anillo de Morgoth», la corrupción general que contamina al mundo; el mal como una fuerza impersonal, algo hacia lo que incluso los corazones más puros e inocentes eran capaces de atender. Morgoth derramó su espíritu sobre toda la tierra, como un mal primordial que permanecerá, a pesar de nuestros esfuerzos, hasta que la tierra misma sea destruida.
Por eso, la historia de la tierra media es la historia de una larga derrota.
Por último, tenemos al macabro payaso Pennywise en It. Pennywise es una antigua entidad extradimensional cuya verdadera forma nunca fue vista. Tiene su origen antes de la formación del universo, en un lugar llamado «Macrocosmos». Pennywise no tiene una forma física original, se le describe como «fuegos fatuos», que es un reflejo de su naturaleza de un omnipotente dios de la locura y la maldad. It llegó a este mundo en forma de meteorito durante la prehistoria, en el sitio donde posteriormente se construiría el pueblo de Derry. Cuando los humanos comenzaron a colonizar el lugar, Pennywise despertó, se alimentó y adoptó un ciclo de hibernación que se repite cada 27 años: a cada ciclo sucede una terrible ola de violencia, después de la cual vuelve a dormir.
It necesita dejar al pueblo de Derry en paz. Pues la violencia necesita que sus víctimas descansen, hagan su vida y se hagan a la idea que todo está bien. Entre otras razones para no luchar por cambiar las cosas. La criatura ha influenciado la existencia de los que han vivido en el sector de su caída. Altera la percepción humana, normalizando la violencia que genera y que lo alimenta. It es el dueño de Derry, que es solo su cultivo de humanos de los cuales se alimenta. Los habitantes de Derry están intoxicados por la violencia y maldad que It provoca.
Queda un último tema. No es suficiente entender la violencia. No solo hay que ponerle una cara y describir su naturaleza y sus afectaciones entre nosotros. Hay que buscar la manera de solucionarlo. Desafortunadamente ante Nyarlathotep, Morgoth y Pennywise hay poco que hacer; no existe una solución definitiva. Y si las ciencias sociales y humanas nos dan los métodos para combatir la violencia, la literatura nos recuerda que esta es una lucha que requiere toda la valentía de los héroes y la conciencia de que esta es una lucha infinita: A never ending battle.