La velocidad de las noticias falsas es solo comportable a la estupidez de crédulos bajo tratamiento de jíbaros.
Una escultura, Ágape, hombre desnudo y barbudo que amamanta a un bebe, divulgada por Telegram, que pide unirse a su grupo, ha llevado a piar a todos los pájaros que interpretan el arte a su medida utilizándolo para ensuciar porque la mugre se puede lavar, pero no totalmente.
Las noticias de la radio, televisión o So Me: migraciones, elecciones, discusiones de arte, inundaciones o sequías deberían tomarse filtradas y cum gramo salis, pues hoy nadie sabe a quién van dirigidos los misiles informativos que solamente contribuyen a rebalsar cloacas ante la ausencia total de opinión pública crítica o gobernantes interesados en hacerse cargo de la verdadera razón de las catástrofes.
No es necesario ser experto en economía de mercado para constatar que las acciones y valores suben, con la misma velocidad de las raquetas que se producen en la industria de la guerra y el lujo. Me bajo mareada del tren.
Un Bugatti tiene el valor de Bakhmut y una cartera Vuitton alimenta una familia sureña, durante un año. Irán asesina a sus jóvenes mientras construye drones que exportan para matar.
Uganda y Museveni, que desde 1986 se enriquece robando, desde su puesto de presidente perpetuo, la ayuda internacional, condena a muerte a los homosexuales.
Europa enriquece desorbitadamente a las compañías de electricidad mientras los consumidores se empobrecen y pasan frío en invierno y sufren sin ventilación en verano.
Y es aquí, donde lugares comunes, pandemia convertida en lucrativo negocio o un mundial de fútbol en un país que se enriquece maltratando a los emigrantes, los únicos que trabajan construyendo modernos estadios y hoteles que facilitan el evento. No colaboran.
El hambre, el frío del invierno pasado y los calores de una primavera que anticipa un horno encendido al máximo en el verano que comienza. La guerra oscurece la razón y los países ricos se dedican a producir armas asegurándose ganancias astronómicas que permiten subir el porcentaje dedicado a defensa y deteriorando clima, salud y educación.
La pandemia enseñó a los gobiernos que las crisis aumentan la sumisión y servilismo de los habitantes. No sé si es por temor o ignorancia, pero no me cabe duda de que la medicina utilizada no cura crisis alguna.
Desgraciadamente el clima corresponde a una esfera manipulable y al compás de la carbonización de bosques y producción de armas; el acuerdo de Paris es una utopía cada vez más distante.
La mayor -al parecer la única- incidencia que tiene la producción en las estadísticas que miden el CO2, perdona a los consumidores de mayores recursos que siguen hartándose de comida, autos y textiles producidos, ojalá, lo más lejos posible y usando -eso si- la tecnología de Occidente. Tecnología que no poluciona, se vende cara o se utiliza en las fábricas construidas donde la mano de obra es barata y obediente. Las sociedades anónimas practican la subcontratación y se lavan las manos al tiempo que hablan de los grandes esfuerzos destinados a que los productores mejoren los modos de producción… siempre y cuando los costos se mantengan.
El difícil arte de sobrevivir manteniendo la vida es individual. Leer y releer, cocinar, ir al cine, caminar mucho en buena compañía.