El objetivo de mantener la paz y seguridad internacionales de las Naciones Unidas, el que justifica la existencia del organismo mundial, ha sido desafiado por la Federación Rusa con la invasión de Ucrania, y la consecuente secuela de violaciones al sistema internacional, por más de un año, y que todavía persiste. Sin duda, uno de los momentos más críticos desde su existencia. No ha sido el único, por cierto, pero luego de casi ochenta años de crearse, el que uno de los Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad, y gran potencia nuclear, viole su responsabilidad insustituible con la paz mundial, amenazando e invadiendo un país soberano y vecino, resulta inédito. Lo ha decidido, inventando todo tipo de excusas inverosímiles, como sentirse amenazada, estar gobernada por nazis, o pertenecerle porque dio origen a la nación rusa hace siglos, y otras razones inaceptables. No ha sido apoyada en su aventura, sino por incondicionales o temerosos, y a su vez, condenada por la inmensa mayoría de los países en reiteradas oportunidades. No obstante, y lo más grave, ha sido que el sistema creado para mantener la paz no ha podido ponerse en práctica y continúa inaplicable. Sigue siendo el mayor desafío.
Bien conocemos, que es precisamente el Consejo de Seguridad y sus Miembros Permanentes, a quienes les corresponde la responsabilidad primordial de la paz, y el tan polémico derecho a «veto» que poseen, es el que justamente obliga a las cinco Grandes Potencias, a que no sea posible imponerse mutuamente, obligaciones ni sanciones, en caso de amenazas a la paz, quebrantamiento de la paz, o actos de agresión (Capítulo VII de la Carta). Lo que precisamente Rusia ha aprovechado en su favor, sabiendo que el sistema no podría serle impuesto sin su aceptación, o bien, habría una nueva confrontación mundial. El sistema creado, en consecuencia, se ha visto paralizado y cuestionado. Y tal vez, pese a lo que significa y sus incalculables consecuencias, curiosamente, ha sido positivo. Si hubieran funcionado las sanciones progresivas de imposición de la paz, incluso por la fuerza, del Capítulo VII, ya estaríamos en una guerra total contra Rusia, el agresor.
Por lo tanto, la comunidad internacional ha debido buscar otras vías de acción, paralelas o sustitutivas de las previstas, y han sido muchas. Sería imposible consignarlas todas, y sólo podremos referirnos a las más significativas, comenzando por la aplicación excepcional de la conocida Unión Pro-Paz, de la época de la Guerra de Corea (A/RES.377 -V- de 1950), donde la Asamblea General, en sesión de emergencia, puede ejercer dichas funciones, cuando el Consejo de Seguridad está impedido de cumplir con su obligación primordial de hacerlo. Así ha ocurrido, y en repetidas ocasiones, ha condenado a Rusia en votaciones abrumadoras, al producirse la invasión de Ucrania, y al cumplirse un año de la agresión. Demostrando que el mundo sigue sin aceptarla, y mostrando una clara condena política, no obligatoria, pues no es una resolución del Consejo ante el «veto» ruso, pero recomendando claramente, oponerse a ella y autorizando todo tipo de sanciones o acciones aplicables.
Además, la Asamblea por Resolución (Doc. A/77/L 52), responsabilizó, sin votación, al Consejo por el uso del «veto», diez días posteriores de ejercerlo por uno de los Miembros Permanentes, y celebrar un debate (salvo que exista una Reunión de Emergencia por la Unión Pro-Paz), y presentar un informe especial. Asimismo, Francia y México propusieron por otra Resolución, suspender el derecho a «veto», utilizado 17 veces los últimos 5 años. Y también por Resolución, se acordó poderes y funciones a la Asamblea General y a la CDI, en cuestiones relacionadas con el Mantenimiento de la Paz, donde el presidente podrá citar a sesión especial sobre el «Uso del Veto» y el «Fortalecimiento del Sistema de Naciones Unidas».
Por su parte, no han prosperado varias iniciativas rusas de contrarrestar a la Asamblea, incluso en abril reciente, para «examinar el plan de sabotaje del gasoducto Nord-Steam»; o «la verdadera situación de los niños ucranianos», y para «la necesidad de un nuevo orden mundial, que sustituya el unipolarismo por el multipolarismo». Claramente, en respuesta a la posición rusa sobre el orden internacional que desea; y respecto a la decisión de la Corte Penal Internacional, de condenar a Putin y a Lvlova Belova (Comisionada de Derechos del Niño de la Oficina del presidente), como responsables penales individuales, por el traslado ilegal de los niños y población en zonas ocupadas, desde Ucrania a Rusia. Primera vez que un Jefe de Estado en ejercicio, y de una gran potencia, es calificado como criminal de guerra por la Corte, mientras sigue en el poder y la guerra continúa sin definirse.
Asimismo, el Consejo de Seguridad, examinó la apertura por el Fiscal de la Corte en septiembre de 2022, del caso ruso; celebró varias sesiones informativas sobre la situación de Ucrania, condenándola; y en marzo último, analizó los riesgos de las armas nucleares, el que en opinión del secretario general adjunto para Asuntos de Desarme, «es el más alto que en cualquier otro momento desde la guerra fría». El secretario general de la ONU, a su vez, en reiteradas oportunidades, ha condenado enérgicamente, la agresión a Ucrania y advertido de sus peligros para la paz mundial, en particular, abogando por la integridad territorial ucraniana y realizando diversas gestiones para alcanzar una solución pacífica del conflicto; declarando el «Día del Multilateralismo y la Diplomacia», el 22 de abril.
No han sido los únicos órganos de la ONU que han adoptado decisiones y condenas, dentro de sus respectivas competencias, en contra de la guerra en Ucrania, o relacionado con ella. Ha sido el caso del Consejo de Derechos Humanos, la Corte Internacional de Justicia, y otros en sus sesiones. Ni tampoco, los variados casos de conflicto que el Organismo examina, con distintos énfasis y acuerdos. La mayoría, cuenta con Misiones de Mantenimiento de la Paz, y desde hace largos años. Las hay para África, Américas, Asia-Pacífico, Europa y Medio Oriente. Atienden aquellas guerras que poco llaman la atención en la actualidad y que muchas han sido casi olvidadas. Tenemos los casos de Sudán del Sur; la Explanada de Jerusalén; Siria; Región de los Grandes Lagos; Afganistán; Sahara Occidental; Moldavia; Líbano; República Centroafricana; Haití; Senegal; Maldivas; Mali; Somalia; Yemen; y algunas más. Una prueba irrefutable de que el ideal de la paz sigue estando sumamente frágil, y que todavía hay conflictos de mayor o menor intensidad, si bien todos, potencialmente atentatorios a la paz y seguridad internacionales. Dependerá del sistema en vigor el que no escalen. Es lo que Rusia atenta gravemente, aunque se procure adicionarlo por medios complementarios, pero nunca reemplazarlo.
La ONU se transformaría en inoperante.