Considerada la primera gran educadora y formadora de enfermeras profesionales, además de experta en estadísticas y escritora. Nació en mayo de 1820 en Florencia, Italia, de una familia británica muy rica que por esa época vivió ahí. Falleció en 1910 a la edad de 90 años en Londres. Ella pertenecía a una familia adinerada y, en su juventud, adoraba asistir a bailes con lindos trajes. Pronto se cansó de eso; ella relata que a los 16 años escuchó la voz de Dios que le pedía le sirviera, y por ello estuvo varios años indecisa tratando de ver en qué ocupaba su tiempo.
Con el tiempo ya la vida mundana no le satisfacía, cuando salía a la calle se daba cuenta que existía una gran miseria provocada en la población por la industrialización inglesa. También supo sobre la gran cantidad de enfermos existentes de todo tipo que inundaban los hospitales sin recibir atención lo que le creó un dilema moral por ser ella, como dijimos, una persona acomodada. El hecho de que una joven de la alta sociedad escogiera la profesión de enfermería era muy raro y disgustó a su familia que se oponía a ello.
Por fin logró que le permitieran recibir enseñanza en enfermería médica en Salisbury, terminando sus estudios en Alemania. Después de finalizar su formación, regresó a Londres e inició su trabajo con los enfermos y menesterosos de la ciudad. Finalmente, en el año de 1853 se convirtió en la primera enfermera mujer en dirigir un hospital privado en Gran Bretaña, para lo que tuvo que superar muchos obstáculos de diversos tipos, en especial por el machismo imperante en la época y la oposición del cuerpo médico.
Se le considera pionera en la práctica y educación de la enfermería moderna, en un tiempo en que esta profesión era mal considerada y no respetada por los médicos. Sus experiencias en enfermería las puso en un libro llamado Notas de enfermería de 136 páginas, que tuvo una gran acogida y por años fue empleado en Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y otros países para enseñar esta profesión. Además, estableció un sistema estadístico sobre cuidados de enfermería y resultados en el tratamiento de los pacientes en los hospitales del ejército y públicos.
Ella relata que, para combatir los prejuicios existentes contra la mujer, tuvo que rebelarse contra su familia para poder estudiar enfermería y, además, luchar tenazmente por las causas del feminismo con toda su alma. Su éxito sentó un precedente en la Inglaterra victoriana a favor de la mujer, algo que requirió un gran esfuerzo y mucho carácter de su parte. En su país se le llegó a llamar «el ángel de la caridad», por sus cuidados a los enfermos y moribundos, también «la dama de la lámpara» ya que atendía pacientes de noche llevando un candelabro con luz para iluminar.
El mayor éxito lo obtuvo en la guerra de Crimea. Esta fue una guerra que Inglaterra y Francia iniciaron contra la Rusia zarista en la península de Crimea. En sus escritos relata que, en el campo de batalla, era posible observar una matanza tremenda entre ambos bandos, los muertos yacían junto a los heridos y no existían condiciones mínimas e instalaciones sanitarias y clínicas para tratar a los enfermos de parte de los médicos que, de por sí, eran pocos y estaban llenos de trabajo del ejército inglés.
No se ponían ahí en práctica principios de higiene y los soldados morían por infecciones y sin tratamiento. La disentería, el cólera y el escorbuto afectaban al ejército. Así es que no es posible entender cómo se animó a ir a esos lugares y, sobre todo, cómo logró que la nombraran para trabajar ahí. Al parecer primó en los altos mandos médicos de Londres lo que estaba aconteciendo con los heridos y, ante el fracaso médico, el ministro británico de la guerra la envió con un grupo de 38 enfermeras que ella reclutó para ir a ayudar al hospital militar de Scutari en Estambul situado frente a Constantinopla en el año de 1854.
Cuando llegó, según relata, se encontró un auténtico caos; había un tremendo desorden, faltaba de todo, higiene, medicinas y médicos, no había agua potable, alimentos ni vendas, ni ventilación adecuada. Los médicos amputaban miembros sin anestesia, los enfermos estaban hacinados en camas sucias y hasta en el suelo, y el lugar estaba lleno de basura. Señaló que, en la puerta de dicho hospital, se podría colocar el célebre verso de Dante: «Abandonad toda esperanza los que entréis aquí», debido a que casi nadie sobrevivía.
Para superar esto comenzó por efectuar una limpieza a fondo de las salas del hospital; separar los heridos no infectados de los infectados, obtener camas y sabanas limpias para todos, ropa nueva y comidas regulares, agua potable para tomar y para lavar a los enfermos. Se limpió todo el hospital; se exigió a los médicos y al personal de enfermería estarse, regularmente, enjabonando y lavando las manos. Se pusieron biombos y se separó la cirugía del área de los pacientes encamados; se dotó de equipos quirúrgicos a los cirujanos y se realizó una constante eliminación de la basura.
La realidad es que ella logró lo que no habían hecho antes los médicos. Además, tuvo la inteligencia de dar a conocer a la prensa en Londres el estado caótico del hospital y sus carencias, y que en realidad era un infierno, para así obtener ayuda. Ella venció la oposición de los médicos, ya que al principio la criticaban como «una charlatana audaz y estúpida» que no tenía los conocimientos para enseñar el oficio a los expertos ahí trabajando. Por supuesto como sucede en la vida, además de su valía como persona, tuvo el apoyo de Sidney Herbert, un brillante político, amigo personal y que era a sí mismo, secretario de Guerra.
El valor de su trabajo y de las medidas tomadas por ella y sus compañeras enfermeras se demostró al ver como las defunciones bajaron del 42% al 12%. Ella triunfó al mostrar que una mujer puede hacer las cosas bien o mejor en este campo que los hombres. El precio que pagó fue enfermarse, ya que contrajo brucelosis de la cual nunca se recuperó bien. A su regreso a Gran Bretaña en 1860 fundó una Escuela de Enfermería y Obstetricia que lleva su nombre. La creo con fondos propios y de su familia y se denominó Escuela de entrenamiento de Enfermería Nightingale, y hoy es un museo.
Durante su vida tuvo varios pretendientes y propuestas de matrimonio que no aceptó. Un amigo íntimo, Benjamin Jowett, puso dinero para crear una unidad de estadísticas en la Universidad de Oxford, donde ella trabajó en ese campo, antes de crear su Escuela de Enfermería. Además, entrenó enfermeras para un sistema de enfermería a domicilio en Inglaterra y Irlanda. Escribió numerosos libros y folletos e, incluso, produjo un registro médico de las causas de enfermedad y muerte de los soldados durante una guerra, y de la forma de abastecer a los hospitales militares.
Por su gran labor fue la primera mujer a la que se le concedió la Orden del Mérito en Inglaterra y también fue nombrada Miembro Honoraria de la Libertad de la ciudad de Londres.
Notas
Baly, M. y Matthew, H. C. G. (2004). Nightingale, Florence. Londres: Oxford University Press.
Bostridge, Marck. (2008). Florence Nightingale: The Woman and her Legend. Londres: Viking Press.
Gill, G. (2005). The extraordinary upbringing and curious life of Miss Florence Nightingale. Nueva York, EE. UU.: Random House.
Woodham Smith, C. (1955). Florence Nightingale. Nueva York. EE. UU.: Penguin Books.