En la danza clásica, muchas de las historias que han alcanzado la fama mundial y que aparecen al instante en las mentes de los espectadores al escuchar la palabra «ballet», independientemente de su acercamiento hacia este arte, están ambientadas en el contexto europeo: El cascanueces, Alemania; La bella durmiente, Francia; Don Quijote, España; entre otros.
Sin embargo, existe un montaje cuyo libreto está inspirado en la India y que, en zapatillas de punta, sube a las tablas toda su esencia oriental, aunada a un tributo especial a los «ballets blancos»: La bayadera.
¿Quiénes eran las «bayaderas»?
Una «bayadera», también conocida como devadasi –en sánscrito: «sirvienta de Dios»–, era una mujer de la India del Sur con elevadas aptitudes dancísticas, teatrales y pantomímicas que dedicaba su vida a venerar y entretener a la deidad de un templo, especialmente a Indra –representación de la lluvia y el trueno en la mitología hindú–.
La gran mayoría de estas chicas también participaba en celebraciones populares y eventos de las cortes, llegando, en algunos casos, a ejercer la prostitución.
¿De qué trata este ballet?
La consagrada bayadera Nikiya y el guerrero Solor se aman en secreto, pero el Gran Brahman les sorprende juntos y, consumido por los celos, se apresura a denunciar esta relación prohibida ante el Rajah, quien le recuerda a Solor su deber: casarse con Gamzatti, hija del gobernante que procura la muerte a Nikiya con la mordida de una serpiente venenosa. Pero el carácter inquebrantable de los juramentos de amor alcanza al reino de las sombras, donde se ubica uno de los homenajes al «ballet blanco» más reconocidos de la historia.
Vale resaltar que esta obra ha sufrido algunos cambios desde su estreno y, en 1919, se le eliminó el tercer acto. No obstante, en el presente, existen variaciones según la compañía y la coreografía, lo que hace que, en ciertas versiones, sí se bailen los tres actos.
Sinergia entre coreógrafo y compositor
El maestro y bailarín francés Marius Petipa fue el encargado de armar la coreografía de este espectáculo. Durante sus 63 años en Rusia, diseñó la planta dancística para numerosas piezas breves y un total de 46 ballets completos como El lago de los cisnes, La bella durmiente, El cascanueces, Raymonda, Don Quijote, Paquita y La bayadera.
Por su parte, el violinista, profesor y compositor austriaco Ludwig Minkus asumió la creación de la música, y trabajando de cerca con el coreógrafo, se produjo la sinergia necesaria para lograr la que es considerada una de las más notables composiciones pre-chaikovskianas.
Un libreto de inspiración india
El libreto, escrito por Serguéi Judekov y Marius Petipa, está basado en dos dramas del poeta indio Kālidāsa, autor en sánscrito clásico que es catalogado, a menudo, como el mejor dramaturgo de la India antigua, siendo un gran redactor de los géneros lírico y épico, en los cuales plasmaba los valores de su cultura y temas universales como la naturaleza y el amor, vistos a través de la sensibilidad artística.
De su autoría se conservan tres obras de teatro, dos poemas épicos y dos poemas más breves, obras a partir de las cuales se puede inferir ciertos detalles sobre su desconocida vida. A pesar de que estos textos no puedan ser fechados con precisión, lo más probable es que se hayan escrito antes del siglo V d.C.
El primer elenco de La bayadera
Este ballet se encontró con el público por primera vez en el Teatro Bolshói Kámenny –San Petersburgo– el 23 de enero de 1877. El personaje de Solor nació de las zapatillas de Lev Ivánov, mientras Nikiya fue bailada por Ekaterina Vázem.
Con dieciséis años de edad, el coreógrafo y bailarín ruso Lev Ivánov ingresó al Ballet Imperial, donde fue alumno de Jean-Antoine Petipa, padre de Marius Petipa. Tiempo después, comenzó a dictar clases en la Escuela del Ballet Imperial y, en 1882, alcanzó la posición de Ensayador en jefe del ballet del Teatro Mariinski. Años más tarde, se volvió el asistente de Marius Petipa, quien daba la aprobación final a las coreografías de su pupilo, poseyendo la autoridad para alterarlas y cambiarlas a su gusto. Hoy por hoy, Ivánov es recordado como una de las figuras icónicas de la danza clásica.
A su vez, la prima ballerina y maestra rusa Ekaterina Vázem, quien llegó a ser nombrada la mejor estudiante de la Escuela Imperial de Teatro –Ballet Mariinsky–, con el avance de su carrera ascendió en las filas del Ballet Imperial, hasta convertirse en una de las bailarinas más populares de la compañía. Entre sus estudiantes estuvieron Anna Pávlova, Olga Preobrazhénskaya, Agrippina Vagánova, Mathilde Kschessinska, Vera Trefílova, Olga Spesívtseva, Elizaveta Gerdt, Elza Vill, Borís Shavrov, Konstantín Serguéiev, entre otras.
En el estreno de La bayadera se agotaron las entradas, y se dice que al final de la función, el público aplaudió durante más de media hora.
Otras celebridades que han bailado esta historia
Varias estrellas del ballet clásico han obtenido grandes reconocimientos por sus interpretaciones en La bayadera. Por nombrar dos: Anna Pávlova tuvo su primer éxito en 1902 como Nikiya; y Rudolf Nuréyev, en 1958, impresionó a la audiencia en San Petersburgo cuando añadió ciertos toques propios a la variación de Solor.
Un arte que no entiende de fronteras culturales
Se puede concluir que La bayadera tiene en común con los ballets situados en Occidente el hecho de que, efectivamente, abarca tópicos de interés e incumbencia universal como el amor, la lealtad, la veneración, el trabajo y los celos. Sin embargo, enfocarlos desde una óptica distinta, la perspectiva oriental, resulta un tributo a dicha cultura, hecho desde la escena de un arte que no entiende de fronteras culturales, solo de maneras de contar historias para deleitar y dar a conocer al mundo otras caras de una misma moneda.