Los que no murieron no son lo que fueron.
Los que murieron se fueron en vano.
Se fueron y nos dejaron la muerte.
Rescato solamente que fue el año en que alcancé los 75 y por respeto a mi pasado me obligué a abrir los ojos y aceptar el insomnio como paliativo a la ceguera. Me encantaría poder seguir aferrándome a la utopía de hija silvestre, generación 68, que desentonaba melodías de Rolling Stone endulzadas con Violeta Parra y salía a la calle, sin que nadie me apelara, ante la menor injusticia.
Al creer en la bondad del ser humano el engaño poco a poco carcome la posibilidad de enfrentarlos y al dilucidarlos se presentan más inaceptables y el dolor más profundo. Pensé, después de una conversación con mi hermano interlocutor, que Arafat no estuvo, hoy menos que nunca, solo. Zelenskyj lo acompaña. Los dos tuvieron, en su momento, la maravillosa posibilidad de elegir la paz y maldita sea no lo hicieron. Desgraciadamente, hoy día, la posibilidad de que Occidente, como antítesis de autarquía, siga existiendo ante y frente a:
- un vacío absoluto de políticos,
- vilipendio a la diferencia,
- la mentira disfrazada de ideología,
- un crecimiento económico innecesario,
- el armamentismo como solución,
- hegeliana y religiosa creencia en lo que desune, separa y enemista,
- desprecio a la sobrevivencia de la naturaleza, animales y plantas es día a día más menguada y su contrario, perdón, me parece terrible.
No soy la primera que predique en el desierto. La red está llena de voces, dichos, declaraciones y pruebas ante y por todo, sin acreditar nada. Pero cual Mafalda, me fascina la idea de gritar que paren el mundo, para bajarme, pero me detiene el terror de caer al vacío espacial y más aún morir en el intento de comprender que es lo que nos hace tan aviesos.
Mientras la tecnología nos podría facilitar el acceso a la cultura y con ello a mayores cuotas de libertad y conocimiento, nosotros mismo la usamos para trasmitir falsedades y odios. Aquel que por naturaleza es un reconocido egocéntrico, desfalcador, mentiroso y pervertido obtiene la mera suma de setenta y cuatro millones de votos y tiene más de 80 millones de seguidores en Twitter.
Debería, por nacimiento, calentar mis huesos en un verano de finales de año, pero debo soportar el frío de un invierno sin luz que me transporta al oscuro subterráneo que protege a los millones de ucranianos que corren varias veces al día a su alero llamados por el aullido de las alarmas antimisiles tratando de no morir.
Bienvenida tu ida 2022.
Un año que nadie por sus bondades recordará.
Menos aún en Oriente donde la pandemia, que por aquí desoló dos años
sin haberse ido por completo ha perdido fuerza, ante una absoluta falta
de inmunidad matará en su trayecto de mutaciones viejos y enfermos.
Menos aún en Occidente donde no se salva nadie pues la inteligencia se
fue de vacaciones, el carbón se sigue extrayendo y los neoliberales
afirman sus escaños con renovada fuerza.
Me alegro que te vayas año asesino.
Me queda en la que llaman alma
un sentimiento de añoranza infinita
a partir sin lamentar
el tener que sorprenderme
una y otra vez
ante la inmensa inhumanidad del ser.