Ayer fui al dentista y al salir, pasé por la librería a comprar un premio para gratificarme. Encontré un libro de John Fante: Las historias de Arturo Bandini y lo compré. Hace algunas semanas que empecé a interesarme en él. Sabía de su amistad con Charles Bukowski que lo veneraba, de su vida en Los Ángeles, de su estilo de escritura que posteriormente fue considerada como el punto de partida del «realismo sucio» y sus vicisitudes como hijo de emigrantes italianos en Estados Unidos durante los años de la depresión.
Había llegado a él no por consejos ni recomendaciones, sino buscando informaciones sobre un poeta vasco contemporáneo, Karmelo Iribarren, que a menudo es considerado como parte de la misma escuela o tradición. Iribarren con su tono distante, habla de bares, mujeres, borracheras y la vida en general que se le escapa de las manos, usando un estilo casi minimalista, donde todo es un «flash», un recuerdo de algo que ha sucedido y que lo ha hecho pensar. En cierta medida sus temas tienen algo en común con Bukowski y Fante a pesar de todas las diferencias. Una ligera apatía, distancia en relación a la «normalidad», sarcasmo y una cierta trasgresión, que podría ser una aversión, causada por sentirse diferente o rechazado.
Arturo Bandini es el alter ego de John Fante, y el libro que compré, incluye 4 novelas donde el protagonista es él, Bandini, que en este caso es un italiano, nacido en Italia. Una autobiografía en cierta medida y en pocas palabras, es la historia de un joven que desea con toda su fuerza ser escritor y que por el momento vive su vida, bebiendo y amando, buscando siempre nuevas experiencias.
Uno de los autores preferidos de Fante es el noruego Knut Hamsun, que nos narra la vida de otro joven que escribe artículos para un periódico y vive vagando por la ciudad sin otros recuerdos que su propia desesperación, delirio y afán. Este libro, Hambre, es una descripción de lo que le sucede al personaje, donde la rabia, el autoengaño y la distancia son algunos de los componentes esenciales. El drama de Hambre es importado desde Noruega a los Estados Unidos y el personaje en vez de caminar por las calles de Kristiania, que ahora es Oslo, puebla los parajes de Denver y Los Ángeles haciendo miles de trabajos, que van de un bar-restaurante hasta incluso una fábrica de conservas de pescado para sobrevivir y poder seguir leyendo y escribiendo.
John Fante, después de una vida dedicada al alcohol, tabaco y escritura, enferma de diabetes. Le amputaron las piernas, perdió la vista, pero no dejó de escribir. Su última novela, que es parte de la saga de Arturo Bandini, fue dictada a su mujer desde una silla de ruedas maloliente y publicada después de su muerte. Pasó años escribiendo como guionista de películas para Warner en Hollywood, trabajo que detestaba, pero que le permitía sobrevivir con su familia, mientras se dedicaba a correr detrás de mujeres y pensar en sus novelas.
Charles Bukowski, según se dice, obligó a su editor a volver a publicar las obras de Fante y en los últimos meses de vida John Fante fue reconocido como un escritor excepcional después de tantos años de olvido, indiferencia y anonimato. Fante fue un antihéroe en la vida real y un héroe en la literatura. Sus obras han sido traducidas a decenas de idiomas y con los años se ha convertido en un escritor de culto, que recuerda a la generación beat, en particular a Jack Kerouac, que siempre fue el protagonista de sus propias historias. Bukowski robó un libro de Fante de una librería de Los Ángeles en su búsqueda de un escritor contemporáneo americano, que mereciera su respeto y Fante, a su vez, se robó en Denver el libro de Hamsun, que lo acompaño por toda su vida. La literatura está hecha de pasiones y amistades y también de vicios y excesos, porque lo extraordinario lo encontramos siempre lejos de la normalidad.