El libro La sonrisa de Gladys salió a las librerías en agosto y a fines de septiembre ya estaba lanzando la tercera edición. A mediados de octubre ha vendido más de cuatro mil ejemplares, cantidad muy alta en el mercado chileno de literatura de no ficción. Su autor: Richard Sandoval, un periodista de 35 años que incursionó en la trayectoria íntima de una protagonista fundamental de la izquierda chilena desde 1965, para rescatar su faz más humana en una vida marcada por la lucha social, la represión, la clandestinidad, los sufrimientos y las esperanzas.
Gladys Marín Millie nació en Curepto, una localidad rural del centro de Chile, en julio de 1938. Profesora primaria, en 1965 fue elegida diputada por el Partido Comunista (PC) y reelecta en 1969 y en 1973, año en que el golpe de Estado de septiembre la obligaría a permanecer oculta y a salir al exilio en julio de 1974. En 1976 la dictadura de Augusto Pinochet secuestró e hizo desaparecer a su esposo, el ingeniero Jorge Muñoz. Gladys regresó clandestinamente a Chile en 1978 para trabajar en la reconstrucción de su partido y tener un papel central en la estrategia de oposición armada a la dictadura que los comunistas impulsaron entre 1980 y 1987.
Desde 1965 fue secretaria general de las Juventudes Comunistas. En 1984, en la clandestinidad, asumió como subsecretaria general del PC y en 1994, ya restablecida la democracia en Chile, fue elegida secretaria general de su partido. En un escenario político de exclusión de los comunistas en virtud de un sistema electoral que favorecía las grandes coaliciones, postuló sin éxito a cargos parlamentarios en 1993 y 1997 y en 1999 fue candidata presidencial para alcanzar apenas una votación de 3,19%.
El 12 de enero de 1998, cuando el exdictador Pinochet se aprestaba a dejar la comandancia del Ejército para transformarse en senador vitalicio, Gladys Marín presentó una querella judicial en su contra por la desaparición de su esposo. Esta causa, a la que se sumaron otras demandas en los tribunales por crímenes del régimen militar, posibilitó el enjuiciamiento de Pinochet cuando regresó de su arresto de 17 meses en Londres en marzo del año 2000. El exdictador murió el 10 de diciembre de 2006, sin que los tribunales alcanzaran a condenarlo.
Gladys Marín había fallecido en Santiago el 6 de marzo de 2005, tras una prolongada lucha contra un tumor cerebral diagnosticado el año 2003, que incluyó operaciones y tratamientos en Suecia y Cuba. Tuvo un multitudinario funeral y una avenida del municipio santiaguino de Maipú lleva su nombre desde septiembre de 2005.
La obra de Richard Sandoval va más allá de esta escueta relación de la trayectoria política de Gladys. El libro de 227 páginas, publicado por la Editorial Planeta, traza la vida de esta mujer de origen campesino, que desde su debut en la política se destacó por sus minifaldas, en una suerte de ruptura con el aire adusto de la dirigencia comunista, pero que a la vez era exponente de la férrea disciplina de un PC chileno poco dado a la discusión interna e implacable perseguidor de las disidencias, según las normas leninistas del centralismo democrático.
Sandoval se propuso precisamente borrar la imagen de la «comunista dura» con que muchos recuerdan a Gladys Marín y plasmó su intento en este libro que rescata a una mujer con sentido del humor, lectora de poesía, dada a las grandes amistades, madre sufrida que en los duros años del exilio y la clandestinidad dejó de ver a sus dos hijos para no exponerlos a la represión dictatorial. Una mujer amante de la vida social, a quien le gustaba bailar tango y asistir a funciones circenses. Una comunista que rompió con el conservadurismo moral del PC ante la homosexualidad y cultivó una amistad férrea con el escritor Pedro Lemebel, ícono de la literatura gay chilena.
«La idea de escribir este libro nació de una conversación con mi editor sobre la memoria en el país y la necesidad de hacer justicia con un personaje muchas veces caricaturizado como Gladys Marín», me comentó Richard Sandoval.
«Al momento de decidir hacer este libro ya asomaban en las calles del país pancartas con la frase Lucha como Gladys. Era la energía del estallido social en ciernes que se desplegaba rindiendo tributo a una dirigente que desde hace décadas instaló los temas que hoy se siguen discutiendo en un convulsionado Chile», agregó el autor, aludiendo al periodo de movilizaciones populares que se abrió en Chile el 18 de octubre de 2019.
Fueron tres años de trabajo, entre la investigación, que incluyó numerosas entrevistas, y la escritura de La sonrisa de Gladys. Sandoval estudió Periodismo en la Universidad de Chile entre 2007 y 2012, para luego diplomarse en Periodismo de Investigación en el curso de la Universidad Diego Portales y CIPER (Centro de Investigación Periodística). Pertenece a la generación que terminó su enseñanza media con la llamada «revolución pingüina» de 2006, y que en su paso por la educación superior protagonizó las luchas por la gratuidad de la enseñanza universitaria, donde hicieron sus primeras armas políticas el actual presidente Gabriel Boric, la ministra Camila Vallejo y el ministro Giorgio Jackson.
Entre 2012 y 2018 Richard Sandoval publicó cuatro libros de crónicas, donde destacó por su buena pluma y su crítica política y social. Tiempos peores, su obra publicada también por Planeta en 2018 fue un agudo emplazamiento al gobierno del empresario derechista Sebastián Piñera (2018-2022), cuyo lema de campaña fue la promesa de «tiempos mejores» para los chilenos.
«En tu trayectoria has publicado libros de comentarios, crónicas y periodismo de investigación. ¿Cuáles son los autores que más han influido en ti?», le pregunté a Sandoval.
«En el estudio del género de la crónica ha sido fundamental la influencia de (la periodista y escritora argentina) Leila Guerriero. Tuve la posibilidad de tomar un taller con ella, en el que se explayó sobre los pasos que dio para escribir su libro Los suicidas del fin del mundo. Esas pistas fueron claves para trabajar La sonrisa de Gladys, desde la elección de las fuentes hasta las escenas y ambientes que permiten ilustrar de la mejor forma lo que quería mostrar», respondió.
«También ha sido importante (el estadounidense) Gay Talese, por la soltura de su estilo y arrojo en la investigación. Muy relevante es su libro El motel del voyeur», añadió Sandoval, para destacar asimismo al periodista chileno Carlos Pinto, quien se hizo conocido en la televisión por su programa Mea culpa, acerca de crímenes no resueltos. «Me devoré sus libros y sin duda fueron influencia para trabajar el misterio dentro de la narrativa».
Los personajes políticos están expuestos, aun después de fallecidos, a los juicios más polémicos y diversos y Gladys Marín no es la excepción. Ser comunista no es fácil en un país como Chile, donde los medios de comunicación controlados por grupos económicos tienen permanentemente en la mira crítica al PC, atribuyéndole en ocasiones una influencia desmesurada dentro de la izquierda.
Varios historiadores, periodistas y analistas han escrito multitud de páginas sobre los comunistas, la implacable persecución desatada contra ellos por la dictadura de Pinochet y su política de «rebelión popular de masas» que incluyó en 1986 el fallido atentado contra el dictador. Este ejercicio de memorias carece a menudo de un relato que profundice en los protagonistas, no solo en tanto dirigentes políticos sino también en su dimensión humana.
En ese sentido La sonrisa de Gladys es un apreciable ejercicio de memoria. Es una obra de investigación y testimonios de un calibre mayor para conocer a una mujer en sus dimensiones de luchadora, esposa-viuda y madre. Es un libro necesario en un país donde la política está expuesta constantemente a una amnesia interesada.