Buenas noches. La URRS ha dejado de existir.
(Boletín de noticias de la televisión rusa, 21 de diciembre de 1991)
El pasado 30 de agosto de 2022 falleció Mijaíl Gorbachov a la edad de 91 años. A su pensamiento y a su acción política se vincula un proceso de cambio social que condujo a la desaparición de la Unión Soviética, a la crisis y casi desaparición del Movimiento Comunista Internacional, y a la derrota estratégica del denominado «socialismo real», del Pacto de Varsovia y del Consejo Mutuo de Ayuda Económica (CAME). Estos hechos formaron parte de un proceso más universal y profundo que consistió en el relanzamiento de las economías de mercado, el nuevo ascenso de las tradiciones liberales en todo el mundo y el final de los regímenes de seguridad nacional que asolaban las sociedades de varias regiones del planeta, especialmente en América Latina. Se trató, sin duda, del último cambio de época de que se tenga noticia, sin contar, por supuesto, la actual transición histórica (sanitaria, política, social, económica, climática, religiosa, cultural y militar) que es también un cambio de época, aún más profundo y radical que el conocido en tiempos de Gorbachov, Reagan, Margaret Thatcher, Giulio Andreotti, Helmut Kohl, Juan Pablo II y Lech Walesa, entre otros dirigentes políticos y sociales de esos años.
Aquel cambio epocal guarda directa relación con la evolución posterior de la geopolítica global hasta la actual invasión rusa a Ucrania, y la guerra en curso que encuentra en Europa uno de sus escenarios principales. Si la contradicción principal de nuestro tiempo es la que separa las corrientes autoritarias de las liberales y viceversa, es lo cierto que uno de los intentos previos para anticiparse a esta contradicción y a sus efectos en las condiciones del siglo XXI, fue precisamente, el intento reformador de Gorbachov. Si ese intento hubiese tenido éxito, los derroteros de la historia serían otros respecto a los que hemos conocido.
Tendencias de cambio
Entre los años 1970 y 1990 tuvieron lugar en Europa tres movimientos sociales y políticos cuyas consecuencias resultaron incontrolables para los capitalismos dictatoriales de Estado denominados en aquel tiempo con el concepto de «socialismo real», me refiero a las corrientes reformistas del neomarxismo, al eurocomunismo, y a las políticas de reestructuración en la Unión Soviética conocidas como perestroika y glasnost. Puede decirse que el neomarxismo representaba un esfuerzo teórico para unir el principio liberal de la libertad con el historicismo determinista del marxismo; el eurocomunismo se perfiló como el intento de algunos partidos comunistas europeos, sobre todo en Italia, Francia, España, para incorporar en sus idearios programáticos los valores, principios y propuestas de origen liberal, mientras que la perestroika (reestructuración económica y social) y la glasnost (transparencia informativa), en la misma línea del neomarxismo y del eurocomunismo, pretendieron flexibilizar y modernizar el capitalismo dictatorial del imperio soviético. Estos procesos de cambio (neomarxismo, eurocomunismo, perestroika y glasnost) fracasaron debido a la imposibilidad técnica de combinar la dictadura política y el centralismo ideológico con la existencia de un régimen de libertades civiles, incluidas las económicas, y en todos los casos se mantuvieron incólumes los vacíos e insuficiencias teóricas de quien era considerado como el creador del marxismo: Karl Marx (sobre este tema véanse los ensayos «Dos mentiras: anarcocapitalismo y socialismo» del 19 de marzo, 2021, y «Karl Marx y la sociedad 4.0» del 19 de octubre, 2021, publicados en Meer). Los movimientos referidos, tomados en su conjunto, llevaron a una situación donde los partidos comunistas europeos, los teóricos marxistas y las elites gobernantes en la URSS y en Europa del Este no lograron controlar las fuerzas creativas y plurales que sus esfuerzos reformistas provocaron, a lo que se unió la acción política estratégica de los grupos gobernantes en Estados Unidos y en Europa Occidental tendiente a que el bloque soviético terminara siendo derrotado en la Guerra Fría.
Perestroika y glasnost
Por lo tanto, el significado real de la perestroika y la glasnost, así como las contradicciones y resistencias que suscitó, no pertenecían al esfuerzo por introducir la libertad dentro del sistema categorial marxista; ni a la búsqueda de un sistema político basado en el pluralismo político e ideológico. Lo que Gorbachov y sus seguidores se propusieron fue flexibilizar un régimen rígido, burocrático y conservador a fin de que pudiese desbloquearse y modernizarse sin necesitar desmontar el régimen de partido político único ni el carácter imperial del sistema soviético, pero resultó que al intentarlo desataron fuerzas sociales que no lograron controlar, y en esa especie de liberación social creativa reside el fracaso de la práctica política reformista de Mijaíl Gorbachov.
Para los comunistas soviéticos de la vieja guardia la acción política y las ideas de Gorbachov suponían grandes y graves riesgos para la estabilidad del país y su influencia en el mundo. Ellos estaban convencidos de que la hoja de ruta de la perestroika y la transparencia informativa debilitaban el régimen de partido único, y la unidad indisoluble del Estado, el gobierno, el partido comunista y el ejército, en que se basaba el régimen centralista, burocrático y dictatorial, motivo por el cual se resistían a los cambios, y calificaban a Gorbachov como un reformista y revisionista al servicio de Occidente.
Es por este motivo que, para el ala más conservadora del partido comunista, las políticas de reforma debían contener, como un elemento consustancial, un alto grado de represión que aumentaba cuando las contradicciones de la sociedad soviética no podían canalizarse mediante el consenso y la manipulación ideológica.
A este respecto recuérdese la represión del Estado en varias revueltas nacionalistas, la prohibición de crear publicaciones independientes, el encarcelamiento de varios manifestantes pertenecientes al grupo «Perestroika 88», el ataque del órgano oficial del PCUS a los grupos independientes y muchos otros hechos reseñados en los medios de comunicación de la época.
En el libro de Gorbachov, Perestroika, se encuentra el siguiente texto:
Una demora en comenzar la perestroika podría haber llevado, en un futuro cercano, a una situación interna exasperante, la cual, para decirlo sin vueltas, se habría recargado con una muy seria crisis social, económica y política […] El país estaba al borde de la crisis.
No hay duda, a la luz de ese diagnóstico, acerca del objetivo estratégico de la política de reestructuración y glasnost: anticiparse y evitar la crisis económica, social y política de la sociedad soviética.
Alcanzar ese objetivo requería cumplir las siguientes metas:
- Dinamizar la economía, para lo cual las empresas debían ser colocadas en condiciones que facilitaran y estimularan la competencia económica, la satisfacción de las demandas de los consumidores y el establecimiento de los salarios conforme a la producción y las utilidades de las unidades económicas.
- Satisfacer las crecientes necesidades de vivienda.
- Mejorar la cantidad y la calidad de los alimentos.
- Elevar la cantidad y la organización de los transportes públicos, de la educación y los servicios de salud.
- Flexibilizar el control sociopolítico sobre la población, permitiendo a los medios de comunicación expresar diversos puntos de vista y tolerar una mayor movilidad de las instituciones sociales y culturales, sin perder el dominio ideológico.
- Renunciar a los métodos administrativos de gestión económica y sustituirlos por métodos puramente económicos.
- Eliminar el excesivo control financiero y burocrático sobre las unidades de producción.
- Eliminar la corrupción administrativa y política.
En los puntos anteriores destacan tres aspectos especialmente explosivos y difíciles de gestionar, dadas las características políticas de la sociedad soviética.
Primero: ¿cómo establecer salarios conforme a las utilidades de las empresas si al mismo tiempo se mantenía el sistema de privilegios de los funcionarios del partido, del aparato burocrático del Estado y los beneficios de la nueva clase dueña de los medios de producción, todo lo cual determinaba la existencia de una escala salarial «subterránea», establecida en función de las cuotas de poder?
Segundo: ¿cómo flexibilizar el control sociopolítico sobre la población sin debilitar al mismo tiempo la dictadura del partido?
Tercero: ¿cómo descentralizar la dirección de la economía nacional sin introducir simultáneamente criterios económicos propios de la dinámica empresarial privada, que en la mitología marxista del imperio soviético se fundamentaba en la explotación social de los trabajadores?
He aquí, según veo, los tres aspectos principales en torno a los cuales giraban las resistencias y contra resistencias suscitadas por la política reformista de Gorbachov. De ahí la necesidad de señalarle límites precisos a la política de reestructuración, más allá de los cuales, se convertiría en una amenaza directa contra el monopolio económico de la nueva clase y la dictadura ideológica y política del PCUS.
Tales límites eran:
- La unidad partido-ejército-Estado, en virtud de la cual, los comunistas ejercían el control sobre el conjunto de la sociedad.
- El unipartidismo.
- El marxismo-leninismo como doctrina oficial del Estado.
- El centralismo democrático como principio organizativo de la sociedad y el Estado. Esto implicaba reforzar el control social y político del partido sobre la población.
De los límites indicados el principal era el propio Partido Comunista. La reforma social, política y económica en curso no debía debilitar la posición del Partido Comunista, al contrario, uno de sus objetivos estratégicos era fortalecerla.
Los comunistas soviéticos no estaban en condiciones de renunciar a la unidad partido-ejército-Estado, ni al control partidario sobre la población, porque todo su sistema estaba montado sobre esos pilares.
Como tratando de atenuar las dudas de sus camaradas, Gorbachov se refiere a la relación ente el partido y la perestroika, en los siguientes términos:
El impulso de la perestroika no ha servido más que para consolidar la posición del partido, y agregar una nueva dimensión a su papel moral y político dentro de la sociedad y el Estado.
Probablemente no todos los comunistas soviéticos creían en esas palabras de Mijaíl Gorbachov. Algunos tenían temor de que la política de reestructuración terminaría por debilitar la posición del PCUS, como en efecto ocurrió.
El fracaso de la transición rusa
No hay duda, y los hechos lo demuestran, que la perestroika y la glasnost implicaban un riesgo en cuanto a la posición dictatorial del Partido Comunista. Eso determinaba la utilización de la represión como medio para evitar la movilización de fuerzas que, al interior de la sociedad soviética, esperaban una oportunidad de expresarse.
Entre los años 1990 y 1992 se sucedieron los hechos que llevaron a la desintegración de la Unión Soviética y a la desaparición del Partido Comunista de la Unión Soviética, iniciándose lo que se conoce como la transición rusa cuyo objetivo era crear una sociedad liberal en lo político; es decir, regida por el pluralismo ideológico y multipartidario, y establecer en toda regla una poderosa economía de mercado vinculada a la economía internacional. Se trataba de objetivos que ya se habían perfilado, con mucha ambigüedad, en los tiempos de la reforma. Esa transición no alcanzó los objetivos indicados. La nomenclatura soviética se las ingenió para sobrevivir e incorporarse al proceso de transición; se consolidó un régimen político autoritario, y un sistema económico controlado por políticos, ideólogos, militares y empresarios aliados al poder político. Nada muy distinto a lo que existía en la extinta Unión Soviética. Con relación al fracaso de la transición rusa, escribí en «Mirar en el tenebroso laberinto» (Meer, 19 de marzo, 2022) que:
La transición rusa fracasó en relación con sus objetivos primigenios, pero eso no fue responsabilidad exclusiva de las «élites» de ese país, lo que se observó fue una alianza de esas «élites dominantes», que lo eran también en el período soviético, con los organismos financieros internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, entre otros). El conjunto de estos actores político-institucionales (rusos, europeos y estadounidenses) diseñaron y ejecutaron una «estrategia de choque» de carácter economicista realizada con precipitada rapidez, centrada en variables económicas y financieras (liberación de precios y privatizaciones), descuidándose el tema de la desburocratización, y la cohesión social y política del sistema. Al poco tiempo de iniciado el proceso de transición se desató una alta inflación, se debilitaron los ahorros, aumentó la pobreza, se aceleró la concentración de la riqueza y se debilitó la cohesión social. La ausencia de un marco institucional adecuado al proceso de transición y de un esquema regulatorio de las principales decisiones catapultó la corrupción endémica que padecía Rusia desde los tiempos soviéticos. Al mezclarse esa corrupción sistémica, con la precipitación economicista, el nacionalismo y la inclinación política centralista, se originó un régimen autoritario concentrado en el desarrollo militar y en el control policial e ideológico de la población.
¿Balance en los alrededores del año 2030?
Desde esos años noventa hasta el presente (tres décadas han transcurrido) la sociedad rusa ha seguido una trayectoria que en su corriente principal conducía directamente al intento de responder, por distintas vías, al resultado adverso de la Guerra Fría y al fracaso de la transición rusa. La guerra en curso, que es global, envolvente y expansiva (no se trata solo de la invasión a Ucrania) se encuentra en un momento intenso y de expansión acelerada, tengo la impresión de que, hacia finales de la presente década, en los alrededores del 2030, se llegará a un punto de balance final, y en ese momento veremos por completo plasmadas las coordenadas reinventadas de la geopolítica internacional y de las sociedades humanas. En ese momento también se hará el recuento macabro de las víctimas inocentes, las torturas, los genocidios, la destrucción de la naturaleza y los desequilibrios mentales y emocionales, y desde los pasillos del antihumanismo del complejo militar industrial financiado por los imperios y sus aliados se inventará una narrativa para hablar de paz, aun cuando en el fondo estarán preparándose para nuevas guerras. Lamentable, decadente, el hedor del mundo seguirá haciendo de la historia un inmenso panteón.
De aquellos polvos (perestroika, glasnost, Guerra Fría, transición rusa, relanzamiento de las economías de mercado, ascenso de las tradiciones liberales) provienen los lodos actuales.