«¿Qué animales fueron domesticados en América antes de la llegada de los europeos?», la pregunta va dirigida a un grupo de turistas. Inmediatamente, llegan las hilarantes respuestas: cóndores, toros, burros. No pueden estar hablando en serio, pensé. Luego, continua la lección al describir que fueron seis. Las llamas y alpacas, una atracción para los visitantes, son las primeras respuestas acertadas. En la actualidad es una exportación de los Andes y las encuentran en los más disparatados lugares donde exhiben su andar elegante y mal genio.
Las llamas, que atraen la curiosidad por lucir un cómico rostro y parsimonia al caminar, son utilizadas en el Cusco para generar ingresos a campesinas que, con sus vestimentas típicas, posan junto a los camélidos sudamericanos. Ellas van y vienen de cacería por la ciudad: «Foto, una foto, foto», repiten en monotonía; cuando los turistas escasean, pueden tornarse agresivas.
John, un exitoso abogado neoyorquino llega a visitar la capital arqueológica de América junto con su esposa. Tras tomarse un breve descanso, deciden recorrer la ciudad; ella tiene un ligero dolor de cabeza producto de la altura. Pasean distraídos las empinadas calles cuando vieron sus primeras alpacas siguiendo a una mujer vestida de colores intensos. El hombre de mundo, alborotado, se acerca a fotografiar. Iba de buen ánimo, dispuesto a descubrir una cultura diferente. Orgulloso de poner en práctica las lecciones de español, pregunta: «¿Cuánto le debo por favor?». «Veinte», fue la respuesta de la pintoresca mujer «¿Cuánto?», preguntó otra vez. «Veinte», insistió la mujer andina. John, sorprendido, se dio cuenta de que lo estaban engañando y comenzó a discutir no con la cuzqueña, sino con la esposa. Ella, que no es boba, aunque pragmática, lo insta a pagar. Cuando John entrega el dinero, la mujer decide contraatacar con un disparatado: «¡No son soles, son veinte dólares!». John se puso furioso, «¿cómo es posible que esto suceda?», solo fue una foto, analizaba. Esta vez sí discutió, pero la cuzqueña no daba su brazo a torcer. John, un abogado acostumbrado a cerrar millonarios contratos, decide pagar y no retratar más alpacas. La última noche, ya perdida la vergüenza de haber sido engañado por una campesina, se atrevió a narrar su mala experiencia mientras bebíamos cócteles, para reír a carcajadas. Por el mismo precio había comprado un sweater de alpaca y saboreado la alpaca steak1.
Lo cierto es que la domesticación de llamas y alpacas ocurrió hace cuatro mil años y contribuyó en gran medida a la grandeza del incario. La llama fue usada como bestia de carga para recorrer el imperio con un máximo de veinticinco kilos. Muy débiles para ser montadas, y sin proveer lácteos, las llamas se engríen cuando se introducen las acémilas y logran desplazarlas. Las alpacas, por su parte, proveían lana para abrigar a los andinos durante el invierno. La carne de llama sirve para hacer charqui,2 quizá la única palabra quechua incorporada al inglés y convertirse en jerky,3 los huesos fueron utilizados como herramientas en la textilería.
El cuy,4 roedor andino, es nombrado así por el sonido onomatopéyico, un animal silvestre que en sus orígenes poblaba cavidades subterráneas. Cavia es el nombre científico, y se desconoce cuándo se logra domesticar, aunque se sabe que culturas desarrolladas entre mil doscientos y cuatrocientos años antes de Cristo, ya consumían la carne. El cuy se reproduce cada tres meses, dos o tres crías a la vez; las ratas, cada tres semanas con una media de doce crías. El cuy es una exquisitez por su deliciosa y saludable carne; si viajas en los Andes, tienes que aventurarte a probar, pero siempre debes tener en cuenta que el cuy no cuenta con cola.
El pato moscovita5 es un espécimen originario de América del Sur, aunque se puede encontrar en México y la Florida; actualmente existen dos subespecies: una variedad silvestre y otra doméstica. Esta última, al dejar de volar, se volvió pesada y se le atrofiaron las alas. Los indígenas domesticaron al pato moscovita dos mil años atrás, fue utilizado de alimento consumiendo carne y huevos.
El perro sin pelo, o perro chimú, fue uno de los primeros compañeros del hombre, domesticado desde tiempos inmemoriales. Se dice que los utilizaban para arroparse del frio, hoy es reconocido como un patrimonio nacional.
El pavo es originario de Norteamérica. Los nativos ya lo habían domesticado cuando llegó el Mayflower, y fue compartido durante el primer invierno de los colonos, anticipando una celebración muy popular en la actualidad, el Día de Acción de Gracias.
Notas
1 «Filete» en inglés.
2 De la quechua ch’arki, cecina, chalona, carne salada y seca.
3 Carne deshidratada cortada en tiras, secadas a baja temperatura.
4 Del quechua qowi. Cavia, también conocido como cuy, conejillo de Indias, o cobayo.
5 Cairina moschata.