Desde hace años la relación de Rusia con la Unión Europea y los Estados Unidos ha tenido en los medios de comunicación uno de los principales ejes de conflicto. Washington y Bruselas acusan a Moscú de manipular y desinformar, y tras la invasión a Ucrania tomaron la definición de cerrar sus espacios mediáticos a empresas rusas. ¿Qué opina de la manera en que fue manejado este tema? ¿Qué repercusiones puede tener para la gestión de los medios, especialmente los no-mainstream como IPS u Other News?
La información ha sido siempre utilizada por el poder, tanto económico como político. La información es, por definición, vertical. El que la emite, por impresión en diarios y revistas o por vía electrónica, en radio y TV, la envía a un público que no puede actuar en el proceso. Por esto, el poder siempre ha buscado utilizarla. La época de Gutenberg representada por este fenómeno ha durado seis siglos. La comunicación, que es un fenómeno más reciente y que hasta hoy sólo se ha podido realizar con Internet, es diferente. La comunicación es horizontal: yo soy receptor, pero puedo ser también emisor. Allá el poder puede mucho menos. Los medios que hacen información son siempre más cercanos al poder, han dejado de ser un negocio, y cada año tienen menos fuerza. Y la política hoy se va orientando siempre más hacia los medios sociales. El ejemplo más reciente es Trump. Todos los medios americanos imprimen 60 millones de copias -los de calidad, en total, 10 millones-, pero Trump, con Twitter, tenía 80 millones de followers, y ha prescindido totalmente del control de los medios.
Cabe añadir de todos modos que Internet ha sido capturado por el mercado, que ha eliminado la horizontalidad que todos saludamos al comienzo. Hoy hemos pasado de la época de Gutenberg a la época de Zuckerberg, y los usuarios somos datos, y no personas. Esto tiene gran importancia para los jóvenes, que hoy se trenzan en alborotos creados verticalmente, determinados por los motores de búsqueda, que dividen a los usuarios en grupos afines, y se va así eliminando el diálogo, ya que cuando alguien del bando A se encuentra con alguien del B, chocan, terminan insultándose, sin escuchar ni compartir. Y los motores de búsqueda, para mantener el usuario, dan precedencia a lo que genera más impacto, con lo cual las noticias más extrañas terminan teniendo prioridad. La polarización extrema de Estados Unidos no hubiera sido posible sin las redes sociales.
Los diarios se enfocan cada vez más en los acontecimientos y abandonan los procesos; y las relaciones internacionales no se entienden sin analizar el proceso en que los acontecimientos se colocan. En Nairobi, en el 1973, había 75 corresponsales extranjeros, Hoy, hay tres. Ninguna TV europea tiene corresponsales en África. Entonces, es fácil para un gobierno decidir expulsar a corresponsales, pero es casi imposible cerrar las redes sociales, aunque los gobiernos autocráticos busquen hacerlo. Es por esto por lo que el público ruso sabe poco de la realidad de la guerra. Pero si alguien es determinado, siempre puede encontrar la manera de superar la censura, aunque sea una capacidad propia de los jóvenes, los ancianos no están en Internet, y siguen dependiendo de los medios de comunicación tradicionales.
En Italia, el diario de mayor peso, Il Corriere della Sera, por cuarenta días ha tenido la primera página tomada con el titular a nueve columnas dedicado a Ucrania. Y seguían las primeras veinte páginas, todas dedicadas a Ucrania. Había desaparecido el resto del mundo. Y lo mismo ha pasado con la mayoría de los medios europeos. Solo con las elecciones francesas, los diarios han sido obligados a dar un espacio importante a Macron y no a Zelensky. En este sentido, los representantes de la prensa de calidad norteamericana, como el Washington Post, el New York Times y el WallStreet Journal, han sido más equilibrados. Obviamente, cuanto más dure la guerra, más insuficiente se vuelve la repetición de los acontecimientos en los medios. Pero la prensa europea, al igual que la misma Europa, se ha alineado con la OTAN, y con muy poco debate. En Rusia, obviamente, la prensa ha sido un amplificador del gobierno. Los medios estadounidenses por su parte, que discrepan frecuentemente del gobierno en temas nacionales y domésticos, en política exterior tienden a apoyar la posición oficial. En esto juegan factores de identidad nacional, de nacionalismo y de poco conocimiento en las redacciones de la realidad internacional.
Lo que ha sido sorprendente es ver a la prensa europea convirtiéndose en megáfono de las posiciones de la OTAN. Putin ha sido demonizado como Hitler, y Zelensky elogiado como un héroe griego. Los rusos aparecen como bárbaros que matan a Minos. Nunca ha habido ninguna noticia negativa sobre los ucranianos, cuando en la guerra la violencia y el abandono de la ética es inevitable y desgraciadamente algo generalizado. Es como si nunca se hubiese salido de la guerra fría, y estamos listos para aceptar una escalada que se puede volver caliente, con toda tranquilidad. Se ha contraído el PBI, aumenta el costo de vida, la inflación, y hasta ahora, no ha habido ninguna reacción. Es algo realmente sorprendente.
Para Othernews, que es un servicio informativo sobre temas globales, esta situación ha representado un desafío muy complejo. Othernews representa un diseño nuevo. La idea es que la asociación, sin fines de lucro, es de propiedad de los lectores, que se pueden hacer socios con una modesta cuota de 50 euros anuales. Ellos eligen al directorio y discuten la línea editorial, garantizando así total independencia y una línea pluralista e inclusiva. Los lectores son 12.000, en 82 países del mundo: académicos, funcionarios internacionales, activistas de la sociedad civil global, etc.
¿Cómo caracterizaría el rol de los medios de comunicación en la cobertura del conflicto Ucrania -Rusia?
La guerra en Ucrania es exclusivamente un asunto del Norte del mundo. El Sur Global es sólo una víctima del aumento de los alimentos, de la energía y de los transportes, Ha aumentado el número de gente con hambre. En África ha trepado al 45% de la población. Los artículos provenientes del Norte han sido criticados por los lectores del sur, y viceversa. Othernews ha perdido casi 300 lectores, casi todos del Norte, por tener artículos de crítica o de dudas sobre la guerra. Yo creo que esta división Norte-Sur va a aumentar con la explosión del mundo multipolar, ya que los valores en que se basaba el multilateralismo están desapareciendo. Es posible que se vuelva a crear un “no alineamiento activo”, que la prensa de Europa y Estados Unidos va a tener dificultad en entender. El Occidente sigue creyendo que es el centro del mundo, Estados Unidos en particular.
Pero hoy, en buena medida debido a la necesidad de priorizar a los intereses nacionales en contra de la cooperación internacional, un camino abierto por Reagan y Thatcher en 1981, hemos pasado de un mundo multilateral a un mundo multipolar. En la época de Bush hijo los neoconservadores predicaban la llegada de un American Century, que Estados Unidos tenía que seguir siendo la potencia dominante. A partir de allí Estados Unidos ha perdido en todos los conflictos en que se ha metido, de Iraq a Afganistán. Y Trump ha llevado la lógica del fin del multilateralismo a sus extremos, aconsejando a todos los países que hagan, ante todo, sus intereses. El resultado hoy es que el mundo multipolar no se basa en la idea de cooperación internacional para la paz y el desarrollo, sino sobre la competición más brutal. Y Biden quiere ahora revivir el multilateralismo. Pero ya es tarde. Biden en noviembre va a perder las elecciones de medio término, y se va a convertir en un pato cojo, con un Congreso de republicanos trumpistas que le va a vetar todo. Y en el 2024 es probable la vuelta de Trump, y todo este auge de la OTAN entrará en una crisis profunda. Pero, hasta noviembre, si la guerra no entra en una escalada y se mantiene como está, la prensa europea seguirá básicamente con el casco de guerra en la cabeza.
A partir de la invasión rusa en Ucrania parece reconfigurarse la identidad de los bloques internacionales: por un lado, EE. UU. y la UE, defendiendo la tradición liberal han puesto una línea de demarcación muy grande en lo doméstico y en lo internacional entre "prorrusos" y "prodemocráticos"; por el otro Rusia, China y sus aliados considerados "iliberales". ¿Qué opinión le merece esta construcción y qué puede traer a futuro?
Esta visión de un mundo dividido en dos bloques, China y Rusia, por un lado, y del otro las democracias liberales, en concreto Europa y Estados Unidos, es una ilusión, fácil de vender. En este mundo multipolar, los países andan por su cuenta. Un buen ejemplo es Turquía, que está en la OTAN, pero no participa del embargo contra de Rusia, y se acerca mucho a China. O India, que sigue comprando armas rusas, está en la Nueva Ruta de la Seda china, pero no quiere tener problemas con Estados Unidos. Indonesia, por mucho tiempo un aliado incondicional de Estados Unidos, sigue manteniendo la participación de Putin en el próximo G-20 a pesar de todas las protestas de Estados Unidos. Y en Europa también: Hungría y Polonia desafían abiertamente a Bruselas, y se dividen en una Polonia pro-OTAN y una Hungría pro-Rusia. Arabia Saudita, la gran aliada de Washington, que ignora el pedido de Biden de aumentar la producción del petróleo, a pesar de haber sido invitada inclusive ala cumbre convocada por Biden de los países democráticos. Este bloque homogéneo de países liberales es un eslogan para un buen marketing, pero se desmorona ante un mínimo examen.
¿Cómo cree que repercute la polarización política interna de Estados Unidos en el plano internacional? ¿Por qué?
La Guerra Fría era un enfrentamiento entre dos visiones políticas e ideológicas que se enfrentaban en una guerra de poder. Estados Unidos ya no es el de Kennedy, y tampoco el de Obama. Es un país donde la polarización política ha llegado a extremos sin precedentes. En 1980 el 12% de los demócratas y el 15% de los republicanos declaraban al Pew Institute que no les hubiera gustado que su hija se casara con un hombre del otro partido. Hoy son el 91% de los demócratas y el 96% de los republicanos. Y la Corte Suprema también ya es parte de esa polarización. El 72% de los republicanos cree que Trump ha sido víctima de un fraude electoral. Y la turba que asaltó el Capitolio es definida por el partido republicano como la “muestra de una opinión política”. ¿Es este el líder ejemplar de la lucha de la democracia en contra de los dictadores en el mundo? Y estamos sólo al comienzo de un proceso de radicalización. Los estados de derecha con el aval de la Corte Suprema están prohibiendo el aborto, reduciendo las medidas de protección social, reduciendo la capacidad de votar de las minorías, y cambiando los libros escolares. Con la vuelta de Trump, o del trumpismo, en dos años la coexistencia entre los dos bandos se va a hacer todavía más difícil, y pocos van a ver en Estados Unidos la guía del mundo libre. Y esto tampoco le va a interesar demasiado a Trump.
¿Qué lecciones considera que hay para América Latina, tanto en lo político como económico, luego de 4 años de mandato de Donald Trump? ¿Y para Europa?
Mi opinión es que habrá un gran caos en las relaciones internacionales, con una creciente lucha de poder entre Estados Unidos y China, con Rusia, que hemos tenido la inteligencia de empujar en los brazos de Beijing. Obviamente, esta lucha se va a disfrazar de algo político, pero va a ser en realidad una pura lucha de hegemonía económica y militar. Es una lucha que Estados Unidos no puede ganar. Y China es un país autorreferente, que nunca ha salido de sus fronteras, y ha levantado murallas para que el enemigo se quedara afuera. Mientras Estados Unidos ha aprovechado de su soft power, su música, su comida, su manera de vestirse, los deportes y el estilo de vida, China tiene poco interés en este tipo de imperialismo. Yo he ido a China desde 1958, y siempre me ha impresionado lo poco que les interesaba que un extranjero entienda la cultura china. Pero hay decenas de miles de estudiantes chinos que estudian al exterior, mientras no se puede decir lo mismo de los norte-americanos. Los dos países son dos grandes islas, que se consideran rodeados por naciones inferiores. América Latina ha sido siempre considerada una región de segunda categoría por Estados Unidos, a pesar de tantas declaraciones, y dudo que China vea a la región más allá de sus materias primas, y a los latinoamericanos más allá de compradores.
Mi opinión, especialmente teniendo en cuenta la experiencia de Trump, es que América Latina tendría que adoptar una política de no alineamiento activa, que declare que no se va a meter en una guerra de poder que no le interesa, y que va a hacer exactamente lo que la dinámica multipolar aconseja: poner en primer lugar sus intereses como región. Con esto sacaría mayor consideración y peso en las negociaciones internacionales, y una clara ventaja en un planeta dividido por la nueva guerra fría que se prepara. Guerra que, a diferencia de la actual guerra de la OTAN en contra de Rusia, no va a poder ser militar, ya que esto significaría la destrucción del planeta. Claro que la historia y el presente no ayudan a tener una gran fe en la inteligencia del poder.
El gran problema es que América Latina sigue siendo un continente dividido por no poder abandonar la vivencia de los próceres. Es la región más homogénea del mundo, mucho más que Asia y África, y en ciertos aspectos más que Europa y Estados Unidos, teniendo en cuenta que éstos están viviendo una verdadera disgregación. Sin embargo, el proceso de integración latinoamericana ha sido una ilusión óptica. América Latina es una región de permanente experimentación política, que ha sofocado toda lógica económica por la rivalidad entre los sucesivos presidentes, entre los cuales hay un constante cambio de brújula. Me temo que, en lugar de hacer un frente unido ante la guerra fría que viene, se dejen comprar individualmente, convencidos de hacer lo mejor para su país. Lo único que puede cambiar esto es un gran movimiento popular. Pero esto siempre se ha dirigido a temas globales, como la mujer o el ambiente, y obviamente a temas nacionales: nunca a temas regionales. Y en la prensa, el tema de la integración ha sido relegado cuando mucho a sus aspectos burocráticos, de los varios organismos que han nacido y fracasado en la época moderna. Así que, en mi opinión, no me parece que hayamos sacado una verdadera lección de lo que está pasando en el mundo desde la caída del Muro de Berlín para expresar una política regional inclusiva, de gran identidad, y que nos coloque como actores importantes en la arena internacional de este siglo.
(Entrevista realizada por Sebastián Do Rosario y Federico Larsen)
Referencias
Do Rosario, S. y Larsen, F. (2022). Roberto Savio. Relaciones Internacionales, 31 (62).
Notas
Roberto Savio es un periodista ítalo-argentino y referente en los estudios sobre información internacional. Cofundador del Grupo de Prensa de los Países No Alineados, de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS) activa desde 1964, y actualmente dirige la agencia Other News.
Sebastián Do Rosario es periodista y asistente de dirección de la revista Relaciones Internacionales.
Federico Larsen es periodista y docente. Licenciado en Comunicación Social (FPyCS-UNLP), corresponsal para medios italianos en América Latina y maestrando en Relaciones Internacionales (IRI-UNLP).