La libertad es la única revolución permanente. En ella se trascienden los límites, se crean mejores realidades y cada época encuentra la raíz de su evolución, el hilo conductor de su aventura. Por la libertad se acerca el día de la igualdad y de la vida fraterna, y se fortalecen la autogestión, la autonomía, el autogobierno y la creatividad.
(Fernando Araya)
He leído con atención la obra de Fernando Araya, escritor, ensayista, filósofo, empresario cultural, administrador de negocios y experto en mercadeo. Lo que he encontrado me llevó a sostener con él varias conversaciones que traduje en esta entrevista. Fernando ha planteado unas tesis que estimo relevantes. Menciono las principales: primera, la teoría de la historia como sistema de probabilidades, posibilidades y propensiones, lo que él denomina «metapraxeología»; segunda, la epistemología general metarrealista que lo aleja de la dualidad idealismo-materialismo; tercera, la pragmática de ideales (praxeología) que busca contribuir a que las personas concreten sus objetivos y propósitos; cuarta, la antropología existencial que reivindica el lugar central de la persona autónoma y autogestionaria como creadora de la historia, y, cinco, la ontología fundamental centrada en la diferencia entre el ser y el ente.
Además de esta construcción teórica, que para Fernando es también práctica porque se encuentra imbricada a la acción de cada día, sobresale su condición de empresario o gestor cultural que lo ha llevado a incursionar en investigaciones de microhistoria y de macrohistoria. Como gestor de la cultura una de sus contribuciones es la definición del libro como obra de arte, así como los impactos de ese concepto en el mundo de las empresas culturales y de la dinámica cultural, donde plantea innovaciones que sintonizan con la cuarta revolución industrial y el advenimiento de la sociedad 4.0.
Fernando, ¿quién eres tú?
Una persona que se esfuerza cada día en concretar el principio de la autogestión creativa. Sea en el arte, la cultura, la empresa, la vida cotidiana, la economía, en cualquier interacción social, siempre busco expresar la autogestión, esto es, la capacidad de actuar con independencia de cualquier instancia externa, sea estatal, gubernamental, política, ideológica, religiosa o económica. No digo que siempre lo logro, pero esforzarme en esa dirección es motivo permanente de inspiración. Estimo que en la vida de un ser humano su principal creación es él mismo, edificarse desde sí mismo; es esta destreza de autogestionarse la que lo salva de desaparecer en lo impersonal y masificado.
Ese «edificarse desde sí mismo», que lo comprendo perfectamente, ¿no implica un riesgo de individualismo egocéntrico?
No lo creo. El sí mismo de cada persona, su singularidad, no es una realidad aislada, solipsista, el sí mismo existe en interacción con otros y con los entornos naturales. Desde Aristóteles, y mucho antes, se sabe que el ser humano es social por definición. La persona se realiza al interactuar con otros, sin separación ni yuxtaposición. El olvido de esta unidad profunda, antropológica, de lo social y lo individual, explica el origen de las ideologías individualistas y colectivistas. Cada uno realiza su singularidad en compañía, y es esto lo que evita que los individualismos y los colectivismos prevalezcan.
En la mitología se conoce la historia del joven Narciso, que ejemplifica muy bien el caso de una persona prisionera en su sí mismo, por completo aislada de los demás porque solo atendía a su propia belleza. Es el individualismo narcisista. La ninfa Eco no fue correspondida en su amor porque Narciso estaba enamorado de él de manera absoluta, y con esa enfermedad murió. En la cárcel de su ego no conoció el mundo, ni el amor, ni la belleza. Las experiencias del colectivismo político e ideológico expresan la antítesis del narcisismo individualista. Puede hablarse de un narcisismo colectivista que convierte en objeto de adoración alguna instancia colectiva: la comunidad, el partido político, la clase social, el Estado, el gobierno, la ideología, la nación, el imperio. En los siglos XX y XXI los paradigmas del comunismo, el nazismo, el fascismo, el economicismo y los fanatismos religiosos evidencian ese narcisismo colectivista donde se oprime a la persona hasta diluir cualquier singularidad. La desaparición de lo individual se observa con claridad en las guerras. Los estrategas piensan en términos de geopolítica, geoestrategia y de los intereses económicos e ideológicos de los imperios. Nadie ha realizado el análisis integral y profundo de la situación generada por las guerras desde la perspectiva de los inocentes, los sufrientes, los desplazados, los torturados, los muertos, estas son singularidades diluidas y destruidas en el frenesí del colectivo imperial, del nacionalismo exacerbado y de la economía del sistema militar-industrial. Se trata de un horror deliberado y genocida. La guerra expresa un desequilibrio mental y social de proporciones gigantescas, es la manifestación de una enfermedad crónica y mortal del cuerpo y del espíritu. ¡Cuánta razón tiene Ernesto Sábato cuando afirma que la especie humana es experta en anunciar paraísos terrenales y divinos, al mismo tiempo que crea infiernos y odios ilimitados! Un movimiento por la paz, que no sea expresión de macabras manipulaciones políticas, ideológicas y económicas, debe organizarse alrededor de dos objetivos: primero, abandonar los fanatismos, vivir sin odio y, segundo, erradicar el sistema militar industrial. Estos objetivos son de realización progresiva, no inmediata, pero debemos colocarlos en el horizonte permanente de nuestra acción.
Durante décadas has mantenido una actividad de investigación y estudio constante, ¿en qué te inspiras para no desmayar ni abandonar ese esfuerzo?
La constancia es una fuerza que me impulsa un día sí y otro también. Sin constancia nada realmente importante es posible. Vivimos en sociedades líquidas, como las llama Zygmunt Bauman, donde todo o casi todo es efímero, incierto, epidérmico, precario, provisional, mediocre, y lo que se cultiva es el anhelo de novedades, el insulto y los rumores, pero no la perseverancia ni los compromisos permanentes, ni el conocimiento profundo, ni el estudio. En las sociedades líquidas y en las interacciones líquidas se habla hasta la saciedad, pero no se dice nada. Es necesario resistir y vencer semejante circo. He sido constante porque he buscado un sentido a lo que ocurre y en lo que participo. La voluntad de sentido, diría Viktor Frankl, es el origen del ser constante, pero en las sociedades líquidas no se busca el sentido, sino la experiencia inmediata que se agota en el mismo instante en que se produce. Es una situación dramática porque anuncia desequilibrios emocionales y enfermedades psíquicas de nuevo cuño en las décadas por venir.
¿Cuáles son tus planteamientos claves, definitorios?
Uno nunca se encuentra en un espacio definitivo de conceptos o de sentimientos, por eso se debe prescindir de dogmas, sectarismos y creencias ideológicas, tan comunes en política, ideología y religión. Se debe procurar la concordia en la diversidad de intereses y de ideas, y esto solo es posible sin soberbia ni falso orgullo. En el diálogo transparente y en la conversación bien fundamentada se busca el conocimiento y la sabiduría, pero en la división y la polarización lo que se ofrece son dogmas y sectarismos, y estos destruyen al ser humano al convertirlo en un prisionero de su ego narcisista.
Entiendo lo que dices, y lo comparto por completo, las creencias dogmáticas representan algo de lo más triste y corrosivo de la experiencia humana. Quiero ahondar en esto. ¿Qué planteamiento, qué tesis propones para evitar del dogmatismo?
En «Abandonar los fanatismos, vivir sin odio: la vida humana como autogestión creativa» resumo lo que estimo son los planteamientos teórico-prácticos a los que he llegado y que, según mi apreciación, cooperan en la construcción de una vida sin dogmas ni sectarismos. Ahora bien, recuerda que, como escribió alguna vez Agustín de Hipona, «todo punto de llegada es un nuevo punto de partida», y así lo entiende y practica la ciencia y el humanismo. Mis propuestas son eso, un punto de llegada para continuar estudiando e investigando. He arribado a los siguientes planteamientos que te resumo a través de algunos enunciados:
Crítica de las ideologías: en este ámbito coincido con el Karl Marx de los Cuadernos de París (1843), los Manuscritos de Economía y Filosofía (1844), las Tesis sobre Feuerbach (1845) y la Ideología Alemana (1845). La ideología es una falsa conciencia que se utiliza para controlar y manipular a las personas. Se conciben no para generar conocimientos y sabiduría, sino para dividir, polarizar, guerrear y engañar. Los gobiernos, los Estados, los partidos políticos, las religiones, cada persona en la cotidianeidad de su vida deberían guiar sus acciones a través de conocimientos, no de ideologías que se difunden mediante aparatos de propaganda. Es falso afirmar que los gobernantes necesitan ideologías para gobernar, lo que necesitan son conocimientos, sabiduría y destrezas técnicas.
Pragmática de ideales: este planteamiento consiste en postular el principio de que toda experiencia, por más pequeña que sea, es más profunda e integral que la mejor y más grande de las teorías. Y con esto no desconozco la importancia de la teoría, pero la ubico en un plano donde la variable central no es la ideación especulativa, sino la acción experimental y creativa. La Filosofía, por ejemplo, al aplicársele este principio, no es un corpus de saber teórico, sino una acción práctica esclarecedora, una experiencia liberadora de conocimiento que, como se decía en la antigüedad, ama la sabiduría. En esto coincido con Ludwig Wittgenstein en su genial Tractatus Logico-Philosophicus. Y es en este sentido que hablo de pragmática de ideales o, dicho de otra manera, de ideales imbricados en experiencias, y sobre esa base realizo la crítica al academicismo cuya raíz es la separación entre lo teórico y lo práctico. El academicismo sobrevive gracias a esa dualidad de lo teórico y lo práctico, se trata de una dualidad escolástica como estratagema de poder, no pertenece al ámbito del conocimiento, sino al de la administración burocrática de las organizaciones.
Metapraxeología: frente a la creencia de que la historia humana es un sistema determinístico donde rige de modo absoluto el principio de causalidad, sostengo la tesis de que la historia es un sistema de posibilidades, probabilidades y propensiones donde rige, además de las causalidades, las casualidades, sincronías, tendencias, incertidumbres y azares, y es eso lo que genera determinadas correlaciones de fuerzas individuales y sociales. Tales correlaciones se materializan, por decirlo así, en organizaciones, instituciones y prácticas, pero nada de esto —y aquí se encuentra uno de los errores principales del positivismo de Auguste Comte, del marxismo de Karl Marx y del reduccionismo economicista de mercado—, nada de esto se puede identificar y desentrañar con la «exactitud propia de las ciencias naturales». Se requieren instrumentos de análisis relacionados con la teoría de probabilidades y con algunos principios epistemológicos de la Física cuántica y de la cosmovisión cuántico-relativista, como por ejemplo el principio de indeterminación de Heisenberg. A lo que he dicho lo denomino «metapraxeología», o teoría metapraxeológica de la Historia, que la caracterizo como una disciplina basada en conceptos como probabilidad, indeterminación, incertidumbre, sincronía, autonomía, innovación, autogestión y creatividad, y en este punto quiero reconocer la influencia de la obra de Karl Popper donde él desmitifica al historicismo naturalista. La metapraxeología es en su base distinta a las filosofías de la historia de Hegel y de Karl Marx. En el pensamiento de Hegel el ser humano se diluye hasta desaparecer en la perfección de la idea absoluta, y en Marx esa desaparición y aniquilación también ocurre, pero no en una idea absoluta, sino en la materia eterna e infinita, y en las irracionalidades del poder político y económico. En ambos casos el principio antropológico conduce a la destrucción del ser humano. En la metapraxeología el ser humano prevalece bajo condiciones de indeterminación e incertidumbre, y esta es la raíz antropológica de la historia, lo que defino como antropología existencial.
Ontología fundamental: esta parte de mi trabajo se concentra en un tema que Gottfried Leibniz, Martín Heidegger y Stephen Hawking han expresado en la pregunta: ¿por qué existe algo y no más bien nada? Este es el llamado problema del fundamento, que ha sido formulado desde distintas perspectivas científicas y filosóficas, e introduce la llamada diferencia ontológica entre el ser y el ente. Un asunto complejo, alambicado, de difícil resolución, pero decisivo en la construcción científica y del humanismo. El problema del fundamento no puede ser resuelto al margen o en contra de la investigación científica y humanista.
Epistemología metarrealista: se ha descubierto que no existe una separación absoluta entre el objeto conocido y el sujeto que conoce, de ahí que sea necesario concebir una epistemología general y epistemologías específicas que se fundamenten en el principio de la continuidad comunicativa sujeto-objeto. Lo intuyó Pearce cuando afirmó que: «El espíritu humano refleja un universo que refleja el espíritu humano», también Michael Talbot al postular que «la materia y la conciencia son un continuum» o David Bohm al sostener que «si examinamos con suficiente profundidad la materia encontraremos el reflejo de las mismas cualidades reveladas cuando se examina de modo semejante la mente». Todo esto implica una nueva epistemología, y a eso lo denomino «epistemología metarrealista».
Un eje transversal: el conjunto de las tesis a las que me he referido encuentra un eje transversal en cinco conceptos claves: libertad, autonomía, creatividad, autogobierno, autogestión. En el fondo la noción decisiva es la de libertad como poder de autodeterminación, porque de ella se derivan las otras. Y en este sentido la libertad es la única revolución permanente. Por la libertad se trascienden los límites, se crean mejores realidades y cada época encuentra la raíz de su evolución, el hilo conductor de su aventura. Por la libertad se acerca el día de la igualdad y de la vida fraterna, y es en ella donde se fortalecen el autogobierno, la autogestión, la autonomía y la creatividad. El ser humano está condicionado por muchas variables (sociales, económicas, educativas, biográficas, psicológicas, políticas), pero en su ser existe una fuerza poderosa que le permite trascender esos condicionantes. Puede afirmarse, con las neurociencias contemporáneas, que estamos determinados a no estar determinados.
¿Y no son esos planteamientos nuevos dogmas? ¿No te contradices cuando defiendes esas tesis y al mismo tiempo afirmas que «todo punto de llegada es un nuevo punto de partida»? ¿No crees que en realidad lo que propones es tan dogmático y sectario como los dogmas y sectas que acostumbras a criticar en tu crítica a las ideologías?
Los planteamientos de que hablamos pueden convertirse en dogmas y sectas si así son tratados en la mente y las emociones, pero no es ese el enfoque pertinente. Como te he dicho el dogma es una prisión, una cárcel que oprime al espíritu, por eso las tesis que te he compartido deben ser vistas como hipótesis de trabajo, ideas que se proponen y fundamentan para seguir estudiando e investigando, y que pueden ser corregidas, enriquecidas, profundizadas, rebatidas y sustituidas, si así lo requiere el avance del conocimiento. De nuevo, todo punto de llegada es un nuevo punto de partida. Una cosmovisión teórico-práctica no es una regla que aprisiona y oprime la experiencia, sino más bien la expresión conceptual y emocional de la experiencia, que se enriquece y transforma con la experiencia y por la experiencia. Una vez más: la más pequeña de las experiencias es más profunda e integral que la mejor de las teorías, y este es el mejor antídoto para evitar dogmatizar y sectarizar.
No quiero concluir esta conversación sin que expliques tu definición del libro como una obra de arte, y con este tema incursiono en tu faceta de gestor cultural.
No distingo entre la cosmovisión teórica y la práctica social e histórica. La separación teoría-práctica es una ilusión del teoricismo. La racionalidad humana es teoría-práctica en interacción, y este enfoque conduce a la definición de la razón como logo-afectiva, o también como inteligencia sentiente de que habla Xavier Zubiri. Como escritor, empresario y gestor cultural, procuro fundamentar la acción en las ideas que te he referido. En cuanto a la definición del libro como obra de arte he arribado a esa noción al contrastar la situación cultural actual con la existente hace treinta o cincuenta años. En ese pasado no tan lejano el libro era concebido como un producto físico donde abundaba el lenguaje de las palabras regidas por los códigos lingüísticos correspondientes, ese mundo de palabras lo definían, pero los lenguajes del libro se han diversificado por completo, y lo que es más importante, se han fusionado en una experiencia estética y cognitiva de nuevo tipo. Ya no son solo palabras las que intervienen en la composición textual, ahora también lo hacen las imágenes, los colores, los diseños y diagramaciones, los olores incluso, las interacciones tecnológicas. Son múltiples las formas que adquiere un libro, y múltiples e infinitas las combinaciones de todos los elementos referidos. El libro es un sujeto-objeto multidimensional que se construye simultáneamente en sus distintos niveles. Esta multidimensionalidad del libro y la interactividad armónica de sus niveles lo convierten en una obra de arte, una creación de belleza para ser vista y disfrutada al mismo tiempo que se interiorizan sus contenidos. La interacción con el libro pertenece al ámbito del Eros.
Un libro es el video en el que se expresa la imagen en movimiento que lo resume, el color, la voz de quien lo lee, el diálogo y el debate que genera, la película que inspira, el lugar donde circula y, en este contexto, las formas tradicionales de organización editorial y los canales habituales de distribución quedan por completo obsoletas, están desapareciendo. Al crear obras biográficas, autobiográficas, ensayísticas, literarias, de ciencias, tecnología y humanismo, tengo presente que la belleza formal es indistinguible de la profundidad y rigurosidad en cuanto al conocimiento que se busca transmitir, y esto supone innovar radicalmente en términos de gestión económica y social, de organización y administración.
Fernando, un gran gusto conversar contigo. Son muchas las resonancias que genera lo que dices, y la definición del libro y de la gestión cultural en nuestro tiempo me resulta de una novedad absoluta. Seduce, sin duda, esa tesis del libro como creación artística simultánea en sus distintos niveles de realización. Las implicaciones prácticas de esa idea en la economía de la cultura, las dinámicas culturales y en la organización de la gestión cultural son múltiples.
Gracias a ti, Óscar, por esta conversación.