«Vivo el lenguaje porque la lengua es leve y no pesa como la carne»: estos versos abren la antología poética póstuma 41, de Beatrice Viggiani, un elegante volumen editado por Universosud y presentado en el Polo Bibliotecario de Potenza, en el sur de Italia.
Todos los testimonios, subrayaron el carácter profundamente libre de Beatrice Viggiani, sin duda una de las figuras de la poesía más importantes de la región en el siglo XX, enfatizando al mismo tiempo sus dos amores: su país natal Italia y la región donde nació y donde descansan sus restos y Venezuela, donde vivió durante casi 40 años y donde dejó una profunda huella en la cultura de ese país.
Profesora de Historia de la Cultura en la escuela de artes plásticas «Martín Tovar y Tovar», de Barquisimeto, ciudad del centro occidente de Venezuela, su quehacer no solamente se limitó al ámbito de las aulas académicas: sus talleres de arte y cultura se extendían hacia los barrios más desposeídos, los campos, incluso las cárceles.
Gracias a su intensa actividad en el campo cultural, las autoridades locales reconocieron su gran contribución y hoy su imagen forma parte de la «Galería de Mujeres Ilustres», de Barquisimeto. Por su parte, a nivel nacional fue premiada con la medalla «Andrés Bello» de Primera Clase, la condecoración más importante que el Estado venezolano confiere a las personas prominentes a nivel cultural.
La periodista Carmela Formicola, que presentó el acto, recordó «las raíces rebeldes, inconformistas e irreverentes de Beatrice, que se rebeló contra una sociedad como la lucana a principios de los años 60, que se expresan en esta maravillosa antología, donde encontraréis ecos de Sudamérica, pero también carnalidad, erotismo, fuerza, como en las novelas de Isabel Allende».
Por su parte, la asesora a la cultura de la Municipalidad de Potenza di Potenza, Stefania D’Ottavio, destacó el rol desempeñado por Beatrice Viggiani a mediados del siglo pasado en Potenza, y «ese fuego que quema en sus poesías, que es el fuego de la libertad ya que algunas de sus opciones, sobre todo las que más le fueron cuestionadas, en realidad son las opciones de una mujer profundamente libre en una época para nada fácil».
Margherita Perretti, de la Comisión de Igualdad de Oportunidades de la Región Basilicata (ex Lucania) resaltó «esta figura ejemplar que tendría que ser explicada a las jóvenes generaciones porque en un contexto como es el del sur de Italia que aun hoy evidencia una situación femenina que generalmente está muy alejada de haber logrado la paridad, una figura de este tipo fundamentalmente libre y dispuesta a vivir su vida a 360 grados, a lo mejor cometiendo errores, es de todas maneras un modelo positivo».
En el caso de Beatrice, agrega Perretti , se puede hablar incluso de una globalización ante literam ya que al trasladarse a Venezuela continua a vivir su lucanidad en otro ámbito, subrayando que «Beatrice logra ser protagonista en todos los contextos, en Potenza, en Venezuela. Es una figura que merece ser conocida en un momento como cuando donde no existen certezas, donde el horizonte aparece muchas veces en claroscuro».
Para el editor Antonio Candela, Beatrice Viggiani fue, sin duda una poeta muy importante del siglo XX, pero también «una mujer fuerte, sólida un volcán de ideas que nos demostró también que el amor por la comunidad es un gran valor». Asimismo, recordó que «el día de la presentación era la Jornada Mundial del Color y aprovechó para agradecer a María Isabel Gouverneur y Ada Tolla, quienes realizaron el estupendo proyecto gráfico del libro… a lo mejor fue Beatriz misma quién nos sugirió realizar la presentación del libro esta fecha», concluyó.
Ada, sobrina de Beatrice recordó a esta tía «que llegaba como un huracán, envuelta en su poncho que nos hacía recordar tierras lejanas y exóticas, que existía un mundo más allá que nosotras ignorábamos». María Isabel, su hija recuerda que «habiendo vivido con mi madre sobre todo en Venezuela, desconocía sus experiencias en su tierra de origen, y esto de hoy es como seguir compartiendo con mi madre en los lugares que recorrió en su juventud». Para esta joven, partícipe del regreso a Italia de Beatrice, fue muy emotivo ver su capacidad «de reconectarse con estas tierras», razón por la que destaca «toda esta iniciativa de mi primo Antonio, de mi hermano Angelo, gracias a la cual se reconoce su figura, su arte, que era único y diferente; y creo que para ella sería muy importante saber que se valora su obra, lo que pensaba, sentía, es decir lo que ella era», concluye.
El escritor e historiador Giampaolo D’Andrea resaltó la edición de este libro como «una gran operación cultural para la ciudad». A continuación, explicó el título de su presentación: Un alma, dos patrias, aunque en realidad, precisó, «las patrias fueron más de dos, porque cada lugar que visitó se convirtió en una en una de sus patrias». Asimismo, destacó la descripción de «tantos lugares y sensaciones que su obra evoca como un conjunto coherente de instantáneas».
Según el poeta Oreste Lo Pomo, «Beatrice Viggiani era una simbiosis con lenguaje, donde encontraba la linfa de la existencia que la acompañó en su peregrinar en búsqueda de ella misma y de las raíces profundas de su poesía».
«Era muy conocida en Potenza en la década de los 60 cuando con Vito Revello escribió el texto de poesía a dos manos 53, explica su sobrino Antonio Perretti, uno de los artífices de la publicación de la antología actual. «Por opciones de vida se trasladó a Venezuela a fines de la década de los 60, donde vivió casi toda su vida», agrega. «Por eso la mayor parte de su obra la escribió allí; volvió a Italia en los primeros años del 2 mil y vivió en Nápoles hasta su fallecimiento. Nosotros, la familia, hemos tratado de recuperar su obra a través de la creación de una Fundación que lleva su nombre con la idea de recuperar y valorizar su trabajo. Es lo que estamos haciendo», concluye.
Nacida en Nápoles en 1932, falleció en esta misma ciudad en 2017: era una mujer fuerte, tenaz, determinada, con opciones de vida no siempre aceptadas por su familia que era muy tradicional. Pero quien siempre la supo comprender, e incluso justificar fue su padre, don Gioacchino que con toda seguridad supo ver y entender las razones de esta hija rebelde y talentosa, muy alejada de los cánones femeninos de la época.
En Roma, la poetisa se relacionó con el ambiente intelectual que se movía en torno a la Galería de Arte «El Elefante» donde conoció, entre otros a Levi, Ungaretti, Gutusso, Sinisgalli. Fue justamente éste último quien le pidió que colaborara con su esposa Giorgia para buscarle un nombre al nuevo auto de la fábrica Alfa Romeo: fue Beatrice quién bautizó el auto con el nombre de Giulietta.
Beatrice siempre recordaba que su familia era de las más antiguas de Potenza, cuyas huellas se remontaban a la primera mitad del siglo XVIII como importantes terratenientes de la zona. De hecho, Beatrice frecuentemente afirmaba que no habían sido los intelectuales de Potenza quienes la habían formado desde un punto de vista cultural sino los campesinos de la zona que le habían enseñado a «vivir». Por y para ellos había empezado a escribir.
Beatrice Viggiani vivió 35 años en Venezuela, donde llegó tras haber conocido al pintor venezolano Simon Gouverner quien fue el padre de sus tres últimos hijos, Simón, Giulia y María Isabel. «Enloquecí de amor, decidí irme a Venezuela y no le hice caso a nadie, ni siquiera a mi padre», recordaría muchos años después en su casa venezolana, en Barquisimeto.
En esta ciudad la pareja Gouverner Viggiani desempeñó un importante papel en el mundo cultural, ya que el pintor fue designado Director de la Academia de Bellas Artes Martin Tovar y Tovar, mientras Beatrice era profesora de Cultura. Pero en realidad esta exuberante italiana fue mucho más: fue una maestra de vida para sus jóvenes alumnos, ya que no solo les contaba, extasiándolos, las maravillas del arte mundial, la mayor parte de las cuales había visitado, sino que les hablaba de los grandes filósofos del mundo moderno, entre ellos Antonio Gramsci. Incluso al reducido grupo de estudiantes que frecuentaban su casa los adentraba en los sabores de la cocina italiana, de la que era maestra.
«A las niñas de mi clase se les enseñaba a hacer de todo, porque solo así seríamos estupendas dueñas de casa, capaces de administrar nuestro núcleo familiar, y sobre todo a las personas que trabajarían para nosotras», recordaba. Y no eran recuerdos que emergían de su fabulosa imaginación, ya que su mamá era la baronesa Giulia de Ferrariis Salzano Gaetani dell'Aquila di Aragona, emparentada a su vez, por línea materna, con los príncipes de Piemonte.
«Su vida en Venezuela, a nivel cultural y social, fue muy intensa ya que los barrios periféricos y pobres de Barquisimeto siempre podían contar con su presencia cuando en sus actividades culturales la invitaban a dar charlas sobre cultura, arte o lectura de poesía… fue un área a la que mostró especial atención», dijo en la presentación uno de sus alumnos, el pintor Enrique Hernández.
«Por su casa, que más parecía un museo donde todos los espacios estaban repletos de obras de arte y artesanía popular no solo pasó gran parte del mundo intelectual venezolano, sino también ilustres personalidades vinculadas al mundo del cine y la cultura como Gerard Depardieu, Beniamino Placido y Umberto Eco. Este último la visitó en su camino a Maracaibo mientras desarrollaba su novela La isla del día anterior», agregó el pintor.
Beatriz se enamoró de Venezuela, que cantó y describió en su poesía, reflejando no solo las maravillas de esa hermosa tierra, sino también sus múltiples dolores. Muy interesantes los testimonios de algunos ex alumnos venezolanos, los pintores Miguel Granado, David Escobar y Henry Gil, quienes por video destacaron la importancia de la poeta en sus vidas.
La casa de Beatrice era un lugar muy acogedor, con buena conversación y excelente comida. En un período incluso abrió un restaurant el «Mac Bimba» (un guiño irónico a McDonald y a la palabra italiana bimba, es decir «niña»): con comida a la carta a mediodía y cena con reserva, aunque las amistades más cercanas podían llegar a cualquier hora.
En la informalidad venezolana, una noche apareció por su casa una amiga periodista con un joven oficial de la aeronáutica que ya empezaba a darse a conocer y que recién había salido de la cárcel tras un intento de golpe, en 1992, contra el presidente Carlos Andrés Pérez, mientras sería su sucesor Rafael Caldera, quién lo amnistió después que el oficial reconociera el fracaso de su intento por tomar el poder. Era el año 1994 y empezaba la carrera política de Hugo Chávez que lo llevaría a la Presidencia de la República, en 1998.
Para Beatriz fue una sorpresa conocer a este militar de ideas innovadoras y también Chávez se fascinó con su personalidad. Esa noche la conversación se extendería hasta altas horas de la madrugada. Así inició una amistad que duraría en el tiempo y que continuó incluso después de la elección a presidente de Venezuela de Hugo Chávez.
Los últimos años de su vida los transcurrió en Nápoles, aunque nunca perdió sus raíces nativas y afectivas con Potenza, ya que en esta ciudad vive Angelo, el hijo de su primer matrimonio, con el fotógrafo Aldo la Capra. No es exagerado afirmar que Beatriz Viggiani fue «poetisa de dos mundos», ya que, como escribió el historiador Giampaolo D’Andrea, en la presentación de su antología: «mantuvo una fidelidad doble a sus lugares de origen y a la tierra de adopción».