La fitoterapia es algo bastante presente a lo largo de mi vida. Dentro de lo que se conoce como naturopatía y de todo lo que se incluye como una amalgama en esta disciplina, la herboristería es lo que resulta de mi interés en mayor medida. No hay que perder de vista que muchos de los procedimientos de lo que conocemos como medicina natural carecen de evidencia científica y, en consecuencia, conviene acotar su utilización y recomendación, aunque en la mayoría de los casos las intervenciones sean inocuas para la salud física.
Sin embargo, de igual manera y, atendiendo a los estándares para la salud mental, por procedimientos que llevan a equívocos o son directamente fraudulentos, como en el caso de algunas pseudoterapias, el daño mental y económico no es despreciable. Y de eso vamos a tratar en este artículo. No obstante, no todo en la naturopatía debe oler a fraude o a intervenciones terapéuticas placebos.
El resurgir de las plantas medicinales
Mi abuela Teresa cogía hierbas de las orillas de los caminos. Tenía macetas y parterres llenos de plantas y flores en su casa de San Nicolás, donde pasé mucho tiempo durante mi niñez. Era normal tomar infusiones de manzanilla, tila, hierbaluisa para mejorar las digestiones. Para los refriados, bronquitis y exceso de mucosidades, me solía esconder en un vano intento de evitar las refriegas en el pecho con ajos o tragar el potingue de jarabe de ajos; otra cosa eran las tisanas de regaliz o tomillo para abrirnos las vías respiratorias o los tónicos a base de hierbas astringentes como la salvia para aliviar la garganta cuando se nos inflamaba, cosa que a mí me pasaba con mucha frecuencia.
Han pasado algunas décadas desde entonces. Muchos años más, aunque no demasiados, si tenemos en cuenta el lento desarrollo de la terapéutica en general y de la farmacología en particular, desde que las plantas y su tratamiento natural como fuente de remedios para la enfermedad y el dolor humano fueron desplazadas por la química sintética. A principios del siglo XX, los medicamentos de síntesis consiguieron erradicar diferentes enfermedades de la humanidad para las cuales las plantas medicinales no mostraban eficacia tal y como entonces estaban formuladas, produciendo una desvalorización de la fitoterapia. Así, por ejemplo, las sulfamidas y los antibióticos (algunos de ellos, como ciertos corticoides y antitumorales son de origen vegetal), durante todo este tiempo nos hicieron creer que habíamos vencido a la enfermedad.
Pero, la realidad es que, en la actualidad, un estilo de vida en el que las conductas de sedentarismo y los hábitos de consumo poco saludables en un contexto de incremento de la esperanza de vida, han supuesto la aparición de nuevas enfermedades y trastornos degenerativos, dolencias para las que los medicamentos de síntesis suelen presentar complicaciones, particularmente relacionadas con los efectos secundarios que ponen en entredicho la seguridad y eficacia de su administración. La constatación de estos efectos indeseables de la medicina de síntesis, las consecuencias de los abusos de medicamentos y la consiguiente de aparición de resistencias a los efectos curativos de los mismos, han devuelto a la mirada de la sociedad y de la ciencia hacia la seguridad terapéutica de las plantas medicinales.
Sacudimos el polvo de los manuales de herboristería que permanecían en el sueño de los justos en las trasteros de nuestras boticas y los actualizamos con las recientes investigaciones sobre las posibilidades de los remedios fitoterapéuticos y mediante la preparación de gamas de formulaciones galénicas en base a principios activos que permitan asegurar las garantías de calidad, eficacia y seguridad en los remedios naturales a base de plantas y hierbas medicinales, recobrando un lugar adecuado en la farmacopea, junto a las medicinas elaboradas químicamente y a las obtenidas por biotecnología.
La botánica científica lleva con nosotros desde las antiguas civilizaciones de Oriente, Egipto o Grecia. Con el esplendor de la medicina árabe, las plantas alcanzaron su mayor nivel en cuanto a los remedios curativos y la investigación farmacológica. Hoy, muchas de esas plantas y hierbas medicinales vuelven a ser útiles para nuestra salud, pero conviene no olvidar en ningún momento —por eso la importancia de no seguir los consejos de inexpertos u oportunistas— que plantas medicinales no son lo mismo que fármacos derivados o elaborados con base en las plantas medicinales, ya que muchas de ellas no pueden dispensarse en herbolarios debido a su alta toxicidad.
De lo natural a lo desnaturalizado
Muchas personas creen que utilizar remedios naturales, como el de las plantas medicinales para tratar un determinado problema de salud, malestar o incomodidad orgánica u emocional, para el que han demostrado eficacia, es más seguro que tomar un medicamento de síntesis o biotecnológico. Las personas hemos estado usando plantas medicinales desde hace cientos de años. Por lo tanto, es fácil ver lo atractivo. Aunque «natural» no quiere decir necesariamente seguro. A menos que sean los remedios apropiados y se tomen de la manera indicada, algunas hierbas pueden interactuar con otros medicamentos generando trastornos de diversa índole o ser tóxicas a dosis altas. También pueden causar efectos secundarios no deseables.
Los remedios naturales no se someten a los mismos controles de calidad que los productos de la medicina alopática. En general, están menos supervisados que los productos de síntesis y también tienen un mayor riesgo de exposición a agentes contaminantes. De igual manera, sus efectos terapéuticos, sus beneficios para la salud son siempre más lentos y su curso sanador es holístico y, por lo tanto, menos específico, al entenderse la enfermedad como un desequilibrio físico, emocional, social, ambiental y espiritual. Todas estas características y visión terapéutica deben ser conocidas y comprendidas tanto por los profesionales que recomiendan los productos naturales como las personas que lo consumen.
Existe, además, el hecho legal de que los productos de terapias naturales se deben comercializar sin referencia a propiedades terapéuticas.
No obstante, lo comentado, los beneficios de las medicinas naturales son numerosos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) las considera terapias complementarias importantes y recomendables cuando existe evidencia terapéutica (lo cual ocurre con muchas de ellas, especialmente de las relacionadas con la alimentación y la herboristería, y sus derivados). En general, las plantas medicinales, por ejemplo, tienen menos efectos secundarios adversos que las medicinas sintetizadas y tienen un efecto sinérgico por el cual los principios activos de las plantas actúan de forma conjunta para ofrecer unos resultados más integrales de lo que lo puede hacer un solo principio activo, como ocurre con muchos medicamentos oficiales.
Si bien en las repisas de las boticas naturales, de las herboristerías o de los comercios de dietética y nutrición, los salones de relajación y meditación, encontramos muchos productos y actividades especialmente beneficiosas para nuestra salud física, mental y emocional, en los últimos años hemos encontrado como, en muchos de estos comercios y entidades, se les ha colado por las rendijas de la puerta de atrás, creencias pseudocientíficas y prácticas pseudoterapéuticas, algunas de las cuales se sitúan al filo del fraude, cuando no son directamente fraudulentas, que desnaturalizan las iniciativas y los procedimientos de la medicina natural.
En algunos establecimientos que venden productos vegetales, preparados dietéticos y programaciones nutricionales, alimentos ecológicos o cosmética natural, se vienen desarrollando actividades de trastienda, como alineación de chacras, desintoxicación iónica, lámparas de sal, sesiones de tarot terapéutica y otros servicios sospechosamente fraudulentos, a pesar de que, incluso ante la falta de regulación de estos establecimientos, la normativa impide que realicen cualquier tipo de tratamiento, que vendan medicamentos o productos supuestamente curativos. Esta anomalía, denunciada por las asociaciones contra las pseudoterapias en España desde 2018, parece ir en aumento.
El sector de las terapias naturales no es impermeable a personas que pretenden encontrar vías de distribución de sus productos o de sus «terapias», esquivando cualquier tipo de control y amparándose en la frustración de muchas personas con las terapias basadas en la evidencia o, sencillamente, por la fe puesta en determinadas creencias y credos. No obstante, también conviene tener en cuenta que existen quienes mantienen una actitud de persecución contra todo lo relativo a las terapias naturales.
Atender a las personas de forma responsable es el fin primero y último de cualquiera que se dedique a una actividad relacionada con la salud. En general, encontramos en las personas dedicadas a la medicina natural, a la dietética, a la nutrición, a la fitoterapia, gentes con enorme vocación de ayuda y con conocimientos amplios y contrastados. Pero, la realidad es que no sabemos cuántos curanderos hay en las trastiendas tratando gripes, depresiones, dolores de espalda o tumores, ni cuántos problemas de salud se derivan de los falsos remedios, técnicas inútiles y píldoras que no son más que placebos.
Aunque el problema de las pseudoterapias no para de crecer, corresponde, más que a ninguna otra persona, a los que consideramos la medicina natural basada en la evidencia como un constructo que puede ayudar y complementar los procesos curativos de las personas, echar por la puerta de atrás a todos esos que tratan de vivir del humo y del engaño.