Dedicado a Meer, de corazón.

Como en abril el campo, que tiembla de pasión…

(Porfirio Barba Jacob)

Con la explosión de la primavera se eleva un canto, un himno incomparable, ¿a la naturaleza?, ¿a Dios?, ¿al espíritu de las cosas? Es decir, primavera es un canto a la vida —a su renacimiento—, a la luz, al color… a tanto.

La naturaleza es ciencia y arte

Decir naturaleza es decir ciencia y arte.

Natura nos muestra a cada paso el perfecto y exacto cálculo de una segura ciencia que dio lugar a ella; porque… ¿de qué otra manera, si no es con un científico detrás, pudo formarse con tan pasmosa precisión cada una de sus tantas muestras, transformaciones, ciclos? De aquí que una antigua agrupación postule a un «arquitecto del universo», que resuelve la incógnita.

Bajo otro enfoque, es tal la belleza del entorno natural, que se antoja pensar que un gran artista, de un trazo exquisito, dedicó su tiempo a dar forma a todo lo que vemos. Tuvo delante un lienzo en blanco y sobre él se puso, literalmente, a crear.

Madre tierra

En nuestra esfera llamamos madre a la tierra, por su fertilidad. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) apunta que el concepto, de Madre Tierra —con mayúsculas—, demuestra la (indiscutible) interdependencia entre los seres humanos, los seres vivos y el planeta.

De ahí que la devastación que —unos en mínimo grado, otros a macroescala—, cometemos a cada paso es un matricidio.

En fin… aquí le mostramos unos fragmentos donde escritores plasmaron ángulos de esa naturaleza. A ver qué le parecen. A ver si fueron capaces de reproducir la maravilla de aquel universo (De ninguna manera es una selección representativa de etapas históricas, escuelas ni corrientes; solamente son ejemplos de diversos abordajes del fenómeno natural).

Cántico de las creaturas (fragmento)

Tan alto, todopoderoso y buen Señor:
para ti sean alabanzas, gloria y honor
pues solo tú mereces bendición
ya que el hombre tan solo merece hacer de ti mención.

Alabado seas, Señor, por el total de tus creaturas
y en especial por nuestro querido hermano el sol
que alumbra y abre el día y es bello en su esplendor
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por nuestra hermana la luna, de blanca luz menor,
y las estrellas brillantes que tu poder creó,
cuán limpias, qué hermosas, cuán vivas como son,
e iluminan el cielo. Alabado seas, mi Señor.

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde. Alabado seas, mi Señor.
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerza, belleza, alegría. Alabado seas, mi Señor.

Y por la hermana tierra que es, toda ella, bendición;
hermana madre tierra que da en toda ocasión
hierbas, frutos y flores de color.
Y por el aire, las nubes y la quietud. Alabado seas, mi Señor.1

Autor: san Francisco (Asís, Umbría, Italia 1181 o 1182-1226). Abanderado distinguidísimo de la fe católica. Renunció a la riqueza de su linaje por entregarse a Dios mediante una pobreza radical. Fundador de órdenes religiosas. Se le considera, aunque al parecer hay un caso anterior, como el primer ejemplo de estigmas.2

No obstante pertenecer a una orden cuyo santo tutelar es san Ignacio, Jorge Mario Bergoglio al asumir el papado escogió para sí el nombre de Francisco, símbolo, pues, de una congregación distinta a la suya.

En su célebre cántico, un canto a lo natural incluyendo al astro rey —de ahí que se le conozca asimismo como «Cántico del hermano sol»— muestra san Francisco su amor, al grado de identificación, por la naturaleza, así como su mirar en ella la mano divina. Es admirable, además, que compuso la inmortal alabanza cuando atravesaba por graves crisis.

Yo también hablo de la rosa (fragmento)

Toda la tarde oí latir mi corazón. Hoy terminé temprano con mis tareas y me quedé así, quieta en mi silla, viendo borrosamente en torno y escuchando los golpecitos discretos y continuos que me daba en el pecho, con sus nudillos mi corazón: como el amante cauteloso al querer entrar, como el pollito que picotea las paredes del huevo, para salir a ver la luz. Me puse a imaginar mi corazón, una compleja flor marina, levemente sombría, replegado en su cueva, muy capaz, muy metódico, entregado al trabajo de regular extensiones inmensas de canales crepusculares, ancho como ruta para góndolas reales, angosto como vía para llevar verdura y mercancías a lentos golpes de remo, todos pulsando disciplinados, las compuertas alerta para seguir el ritmo que les marca la enmarañada radiación de la potente flor central. Pensé de pronto: si todos los corazones del mundo sonaran en voz alta… Pero de eso no hay que hablar todavía. Pensé en el aire también, que olía a humo y a comida ya fría; yo estaba como un pez, en mi silla, rodeada por el aire; podía sentirlo en la piel, podía sentir las tenues corrientes que lo enredaban, rozándome al pasar. Aire que late y circula.

Autor: Emilio Carballido (Córdoba, Veracruz, México 1925; Xalapa, Veracruz, México 2008). Nació en Córdoba —no la hispana ni la argentina, sino la mexicana—, sonriente ciudad en el centro del estado de Veracruz.

Fue beneficiario de las enseñanzas y orientaciones de grandes maestros: Yáñez, Pellicer, Novo, Gorostiza que lo llevaron al camino del arte escénico donde se convirtió en verdadero maestro, con una gama de recursos.

El fragmento seleccionado es el monólogo de «la intermediaria», ya que estamos en una pieza teatral. Ella habla del corazón de la forma tan original que usted acaba de leer.

Visitas (fragmento)

A través de la noche urbana de piedra y sequía
entra el campo a mi cuarto.
Alarga brazos verdes con pulseras de pájaros,
con pulseras de hojas.
Lleva un río de la mano.
El cielo del campo también entra,
con su cesta de joyas acabadas de cortar.
Y el mar se sienta junto a mí,
extendiendo su cola blanquísima en el suelo.
Del silencio brota un árbol de música.
Del árbol cuelgan todas las palabras hermosas
que brillan, maduran, caen.

Autor: Octavio Paz (Ciudad de México 1914-1998). Escritor muy influyente en las letras y más allá de ellas. Promotor cultural. Premio Nobel de Literatura en 1990, único mexicano con ese lauro.3 Dueño de una inteligencia clarividente (para la literatura). En el texto que presentamos, la madre naturaleza tiene miembros y adopta posturas humanas y animales.

La postnaturaleza

Pero, he aquí que pueda haber una postnaturaleza, es decir que luego de la que conocemos exista otra que la sustituya. Es un tema religioso. Así lo «vio» san Juan y procedió a consignarlo en su:

Apocalipsis (fragmentos)

Y el cielo desapareció como un pergamino que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de su lugar.

[…]

Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado ya, y el mar ya no tenía existencia. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, ataviada como una novia engalanada para su esposo.

Autor: san Juan. Discípulo de Jesús, «amado» —como se calificó a sí mismo. Escritor prolífico en la Biblia: del evangelio que lleva su nombre, de 3 cartas y del Apocalipsis. No confundir con otro Juan contemporáneo, el Bautista, precursor de Jesús que sufrió decapitación.4

Notas

1 Versión del autor del presente artículo.
2 Aquí se entiende por estigmas las heridas incurables que presenta una persona al modo de las de Jesucristo en su pasión. Más allá de lo doloroso e incapacitante, se les considera una inequívoca distinción a quien las posee, una bendición (Espere usted un artículo posteriormente sobre el tema).
3 Los premiados de Latinoamérica y de España serían 5 en cada lado si dejáramos a Mario Vargas Llosa fuera, para colocarlo… quién sabe de qué lado, pues tiene nacionalidades peruana e hispana.
4 Y no solo él, los santos de nombre Juan son de hecho incontables; a cuál más, grandes. Por ejemplo: el caritativo san Juan de Dios, patrono de los enfermos; el místico san Juan de Cruz; el revolucionario san Juan XXIII.