Siempre he sentido una gran fascinación por las papelerías: su olor, los colores, el sonido de los cuadernos al abrirse y, sobre todo la calma que reina en ellas. Me gustan sobre todo las antiguas, con su mostrador de madera y sus vitrinas.
El verano pasado, una noticia me puso muy triste. Tras más de cien años, la papelería Salazar anunciaba su cierre. Ana y Fernanda, las biznietas de la fundadora anunciaban el fin del negocio por falta de relevo generacional. A partir de ese momento he pasado en varias ocasiones por el número 7 de la madrileña calle Luchana para comprar algunos calendarios, marcapáginas, recambios de pluma, gomas y otras delicatessen para mi escritorio.
Pero casi un año después ya es una realidad. La papelería más longeva de Madrid ya ha cerrado sus puertas y en su escaparate ha dejado una bonita carta de despedida, que no puedo dejar de leer, con pena.
Ha llegado el momento de decir adiós.
Después de ciento quince años al pie del cañón -o en nuestro caso al pie del mostrador- ayudando a todos a encontrar lo que necesitaban, lo que buscaban, lo que les gustaba, tenemos que cerrar y despedirnos de nuestros clientes, de nuestros proveedores y de todos los que nos han conocido y se han ido convirtiendo en nuestros amigos.
Hay muchas cosas que nos gustaría decir, aunque es difícil encontrar las palabras. Por eso, sobre todas las cosas, queremos daros las gracias por todo lo que hemos vivido estos años juntos, por vuestro cariño y por vuestra confianza.
Nos hemos dado cuenta de que somos unas privilegiadas al haber podido compartir la vida con vosotros desde nuestra tienda, ayudando en todo lo posible a todo el que pasaba por nuestra puerta y entraba un ratito.
¡Ojalá pudiéramos seguir cien años más a vuestro lado!
¡Muchas gracias por todos los momentos que hemos pasado juntas y que nos llevamos con nosotras!
Nos acompañarán siempre.
¡Besos para todos!
Hace unos días leí una noticia acerca de un empresario interesado en comprar la papelería y reabrirla, manteniendo su espíritu. Eso me produjo gran alegría y es que soy incapaz de comprar en otro sitio. Menos mal que tenía material para escribir en la «despensa». A veces pienso que mi casa huele a papelería, pero, ¿cuándo surgió esta palabra?
Según algunas lecturas, 1.400 años después de la invención del papel en China, el término «papelería» surgió en Europa. Fue un término especial utilizado entre los siglos XIII y XV y proviene de la palabra latina medieval stationarius, que significa inmóvil o permanente.
Un stationarius era un tipo de comerciante que actuaba como intermediario entre las universidades y los editores o encuadernadores de libros. El término fue utilizado porque los «estacionarios» tenían sus negocios en un lugar, generalmente cerca de una universidad, que era más o menos permanente.
El papel, y la fabricación de papel, crecieron y se desarrollaron en Europa a lo largo de los siglos. En el siglo XVIII, los artículos de papelería disponibles en el mercado, como el papel para notas y el papel para cartas, comenzaron a producirse en serie junto con sobres, plumas, lápices y todos los artículos estándares que uno esperaría ver en una típica papelería.
Ahora podemos guardar notas de voz en nuestro móvil o hacer fotos y vídeos de todo lo que se nos antoje. Nos podemos apañar sin papel o boli, pero a los románticos de la papelería, nos sigue gustando todo por escrito.