Lo muy simple y lo muy complejo son reflejos lo uno del otro.
(Briggs y Peat, 1999)
Escribir la presentación de un libro como este, es como intentar sumirse en el océano del pensamiento mismo del autor, y navegar en ese oleaje de ideas que mecen sus argumentos y crespan sus contenidos, pero, además, traducirlo, implica aún mayor reto hasta pensar como él, para plantearse a sí mismo las respuestas que lo desvelaron al surcar en aquel mar de tantas interrogantes y certidumbres.
Respecto a la creatividad que deviene del pensamiento humano y que lo hace tan singular, idear lo nuevo —a veces hasta en condiciones críticas— y hacerlo de manera innovadora, son talentos que importan no solo a la creación literaria y artística, sino también al arte visual, al diseño de productos, a la ingenierías, las ciencias, y a la inteligencia incluso emocional, pero hacerlo a partir de las motivaciones que pueden derivarse de un sueño, es digno de estudiar e intentar comprender con mayor sentido el fruto de aquellas cavilaciones del ser.
Maurizio Bianchi es autor de este texto literario que comento, y una persona poseedora de tantos talentos, que realmente me sorprenden: además de ser escritor es un ingenioso inventor de maquinitas que dispone en instalaciones artísticas las cuales se accionan con gracia en el escenario de su imaginación, requieren fantasía y técnica, pues él mismo las construye ahí en su taller de Barrio Amón, San José, capital de Costa Rica donde actualmente habita.
Diseña jardines para quien conoce la materia, es conocedor de las propiedades de las tierras y su química, de las necesidades de las plantas para alcanzar su plenitud y belleza; pero lo más importante es que se trata de una materia sencilla, cotidiana, familiar, cercana, que todos conocemos; una tarea que bien concebida acrecienta nuestra capacidad y contemplación del entorno que nos rodea. De esto nos habla, Maurizio, en este libro. También es fotógrafo de estos repartos de paz, en los cuales él capta la voz del geniecillo que asoma tras la bondad del terreno o cultivo, y el elemento que nos estimula a estar ahí, a sumirnos a disfrutar el solaz del espacio, la luz, la atmósfera de la captura que son caracteres afines a su sensibilidad y acicate para congraciar al humano con la creación de esta genuina naturaleza costarricense.
Como fotógrafo y artista visual, Bianchi es asiduo participante en importantes muestras de arte contemporáneo en Costa Rica, como la serie «Mayinca» y «Atlantis Cartografías», 2022, realizadas en varios museos y espacios expositivos en el país y el extranjero.
Sin embargo —y aquí radica mi admiración hacia este italiano que llegó al país y se enamoró de las praderas, bosques, llanuras, montañas, árboles, ríos, lagunas, costas—, en tanto él es un crisol del cual brotan ideas certeras de cómo solucionar grandes problemas que agobian a la humanidad y que hoy la mantienen en jaque: la economía, el comercio y la política mundial, contenidos de un discurso rudo y que requieren mucha sagacidad; pero además me enciende con el argumento de que en otro planeta los habitantes se comunican no con la verbalidad que de todos es conocida en esta Tierra y cultura, sino con un idioma musical que resuena en nuestra percepción auditiva como celestiales fugas. ¡Eso es único!
En otro planeta, es una novela del género autobiográfico de Maurizio Bianchi, (Roma, 1953), ¡sí!, autobiográfica, porque nos habla de él, pero a su vez ese bagaje son verdaderas teorías sobre la innovación y los caracteres propios de las ciencias de la evolución de la cultura y humanidad. Está escrita con intensas reflexiones de la vida y sus problemáticas existenciales propias del ser pero que, si no se aprovechan, la colectividad a veces pareciera hundirse en el más abrupto agujero.
Está resuelta con rigurosas descripciones del entorno, en particular, el de crecimiento e infancia vivida en un pueblito campestre en la región «Le Marche», provincia de Pesaro, Italia. Pero, su gracia, no es solo ese verbo descriptivo, radica en intrincar con una trama vivencial y humana, derivada de, como dije, un sueño. Un sueño como el que podríamos tener todos, pero el de Maurizio es poco común.
Para Bianchi, soñar es sinónimo de esperanza, propósito, logro, implica la economía, la política, la antropología social, y dice, en las últimas páginas conclusivas, que los presidentes de las naciones, los banqueros y cabezas de organizaciones económicas mundiales, debiera tener un sueño como el suyo, donde se dan claras estrategias para el crecimiento global, y para cercenarle la cabeza al monstruo de la pobreza, la corrupción, la contaminación y las bajezas que enturbian el presente y no dan tregua para tener un respiro en un futuro que sea vivible.
Bianchi elabora una narrativa vivencial, sincera, motivadora, de intensos monólogos interiores, con la cual se replantea la experiencia de su vida a través del sueño, observando conflictos y posibilidades de implicar la realidad que ocurre en un planeta distinto y distante al nuestro, y cuya superficie espejada, le devuelve las imágenes de sus experiencias —pero y sobre todo—, empoderan para fortalecer su confianza en transformaciones totalizadoras que él llama «meritocracia», que la mayoría de las personas entiende, pero no saben cómo sacarle provecho en un mundo de tantas urgencias vivenciales.
Es aquí donde radica el acorde perfecto en ese lenguaje que él escucha, que él entiende y puede traducir en forma de posibles soluciones para el mundo actual, en medio de una nefasta pandemia que lo ha tenido violentado por más de dos años y, por si fuera poco, una guerra, como la de la invasión a Ucrania por parte de Rusia, escena para un nuevo David enfrentando a Goliat que no merma de contrariar con indiscriminadas formas de maltratar y ningunear al otro. Todo esto merma el desarrollo de la economía y habría que preguntarle a Bianchi que más le dice aquella musicalidad, además de su fuerte sentido crítico, autocrítico y flujo de soluciones a la crisis económica que embarga a la humanidad y al planeta en que vivimos, y que no sabemos cuánto va a soportar afectado por el calentamiento global, y a la miopía o testarudez de los gobernantes mundiales que no trazan las soluciones que, aunque median en un sueño, pueden visionar estrategias factibles por sencillas, quizás hasta genuinas y fantásticas. Dicho carácter es influido por la complejidad e incertidumbre de la vida actual, en una sociedad incrédula, que pudiera sostenerse mejor con una espiritualidad vivenciada y que oscila entre lo social y la herencia cultural del pasado.
La exposición de tales tácticas sucede en un intenso diálogo iniciado, con un representante papal comisionado para invitar al personaje central, Giulio, a una audiencia papal, delante de líderes mundiales, raptados por los estertores de una voz, «grito en el desierto» que nos confronta a una espiritualidad afectada por tales contingencias mundiales. En la parte intermedia del libro y quizás, el más conciso diálogo se da con un funcionario estatal que lo transporta a iniciar el viaje junto al comandante del avión caza, que lo llevará a su destino final en Roma, son raptados por una extraordinaria nave extraterrestre, que por su adelantada tecnología les pone un espejo de las ideas con que si fueran adoptadas podrían mejorar su mundo.
Gran parte de la trama ocurre en Costa Rica, donde reside el autor como pensionado, haciendo una importante descripción de la casa que habita y sobre todo los parajes boscosos y jardines, apreciado en la descripción de las riquezas ecológicas y bellezas naturales del país. No son jardines pensados al estilo clásico como los habidos en Versalles, Múnich, o Salzburgo, sino rizomáticos, donde lo vegetal brota donde quiere en la mayor libertad natural. El tiempo de actuación en la trama del libro ocurre desde la década de los años noventa del siglo anterior, en un contexto que le permite previsualizar y precognizar estrategias factibles para salir adelante ante las vicisitudes de la vida que autorretrata, luego de ser intervenido quirúrgicamente en 2002 trasplantándole el hígado, e iniciar un severo tratamiento postoperatorio para recuperar su salud, pero que le sirvió de laboratorio para tramar esta intensa narrativa.
Es una jerga y conceptualidad resuelta, rica en metáforas que cohesionan el sentido crítico e inspirador de esta propuesta, la cual atañe, como se dijo, a la ideología, la filosofía, la psicología, la política, la antropología, la sociología, y a una creatividad fantasiosa e ideal, pero además fervorosa, imaginario simbólico que, si se le brindara la oportunidad, sería un milagroso sueño. Porque la mayoría creemos que solo esas ideas pancartas del mercadeo y en lenguajes sofisticados son efectivas, pero las humildes y sencillas simplemente pasamos la página sin darle la posibilidad de demostrar su operatividad. Son descripciones sustanciosas, que no evadimos leer en tanto traen consigo una energía interior, fogonazo que termina encendiendo al lector.
Una de las descripciones de Bianchi de la campiña de su infancia dice:
El resto de aquella geografía ondulante y al mismo tiempo quieta, era apunto su ápice. Mirando la horizontal desde las cimas más altas, deleitaba la vista de una secuencia de tales ondulaciones, por decenas y decenas de kilómetros, como si se tratara de inmensas ondas terrestres, silenciosas, e inmutables. El mismo gigantesco movimiento del océano profundo, pero aquí agigantado más allá del mundo, hecho solo de fértiles, olorosas, y cultivos agrícolas.
Otra de las respuestas en un diálogo entre el personaje central Giulio Alighieri, y, Leonardo, el anfitrión en un planeta distante, agrega:
Respondiendo tu pregunta lo mejor que puedo, en parte vengo de otro planeta, porque en realidad es otro planeta, el que tú has visto, tanto que, mirándolo, ni siquiera lo has reconocido, pero en verdad es tu propia Tierra, pero en un universo paralelo, en esencia es el mío, y mucho más antiguo que el tuyo, pero al final podemos decir que es el mismo.
El libro posee reflexiones muy sensibles y sinceras de la vida, la suya en particular y algunos cercanos que juegan distintos roles en la trama. Ventila sus problemáticas existenciales, como las de todos, en un ejercicio de rendir cuentas por lo recibido, y a las cuales él siempre saca provecho, pues cada uno de estos razonamientos es portador de un logro, para despertar una esperanza, una ilusión, o la zaga que sostiene una utopía que va abriéndose paso en el limbo de lo actual.
Esto me motiva a revisar los argumentos de las siete leyes de la teoría del caos, que se pregunta ¿si la vida es simple o es compleja? La respuesta dice que puede ser ambas cosas: «El caos revela que los que parece increíblemente complicado puede tener un origen muy sencillo, mientras que la simplicidad puede ocultar algo sorprendentemente complejo» (Briggs y Peat, 1999, p. 104). Son como una moneda antigua que se colecta con esmero con dos caras inseparables la una de la otra.
Ya para terminar con este texto de presentación y comentario, diría que la experiencia de traducir al español el manuscrito en italiano creado por Maurizio Bianchi —a quien conocí en Roma en los años ochenta—, ha sido aleccionador, en tanto me ofrece nuevos ojos y pensamientos para comportarme como su más fiel lector, no solo de su letra grande sino de la pequeña que permite ampliar la comprensión de lo insustancial y diminuta que es la vida humana, en relación a lo tanto que existe por explorar y aprender aún en la ficción y en el imaginario de un planeta paralelo al nuestro.
Nota
Briggs, J. y Peat, F. D. (1999). Las siete leyes del caos. España: Grijalbo.