El recién ultimado Museo Fellini debía haberse inaugurado en 2020, cuando se cumplía el centenario de su nacimiento en Rímini -la deliciosa ciudad costera de la región Emilia-Romaña-, pero por problemas debidos al confinamiento por la epidemia de Covid-19, su apertura se fue postergando hasta llegar a principios de este año.
Se trata de otro concepto de museo, donde es total la inmersión en la creación de imágenes del maestro, en la visión felliniana de la cinematografía y de su relación con las artes, armonizando permanentemente la innovación y la tradición. El Museo Fellini abarca tres espacios: el Castillo Sismondo, el Palacio del Cine Fulgor y la plaza Malatesta. Prácticamentne, se ha creado un polo museal difundido por el centro histórico de la ciudad, que constituye el mayor proyecto dedicado a la genialidad del riminés Federico Fellini.
La herencia cultural de uno de los más ilustres directores de la historia del séptimo arte resulta perfectamente plasmada en Rímini, la ciudad que le vió nacer en 1920, recuperando una trayectoria que involucra al visitante en una experiencia envolvente, en un diálogo entre espacios interiores y exteriores donde la creatividad y la imaginación introducen en el universo centrado en «todo se imagina», como citaba Federico Fellini.
El contenido se despliega a lo largo de tres puntos cardinales del corazón histórico, poniendo en contacto los tres ejes: el Castillo Sismondo -la fortaleza de los Malatesta del siglo XV a cuyo proyecto contribuyó Filippo Brunelleschi (el escultor florentino del Renacimiento)-, el Palacio Fulgor -un edificio de origen dieciochesca cuya planta baja está ocupada por la sala de proyecciones Fulgor, el legendario cine inmortalizado en la pelicula Amarcord, actualmente con el montaje proyectado por el escenógrafo Dante Ferretti (premiado tres veces con un Oscar)- y finalmente enlazando los dos edificios, la plaza Malatesta -una amplia zona urbana, salpicada de verde, pistas para espectáculos, instalaciones artísticas, con un estenso espejo de agua para rememorar el antiguo foso del castillo y un gran banco circular- que, como al final de la película Ocho y medio, quiere ser un himno a la vida y a la solidaria voluntad de reunirse todos juntos.
El principal espacio, el Castillo de Sigismondo Malatesta se ha convertido en el primer eje del polo museal esparcido del Museo Fellini. En sus salas escenográficas y acogedores ambientes se respira toda la energía creativa del maestro. El recorrido se espande entre proyecciones e instalaciones interactivas en un impacto de luces, voces, música y visiones ininterrumpidamente. Los rostros, las historias y la magia de la obra felliniana resaltan en los diversos contextos haciendo soñar a los visitantes, capaces de narrar y ofrecer -con el estupor y la imaginación que regalaba el cineasta- la esencia creativa y visionaria del séptimo arte de Fellini.
Por su parte, el edificio del Fulgor, icónico y emblemático para la obra felliniana, ha sido también el lugar físico en el que Federico empezó a amar la gran pantalla: desde el cine norteamericano al del Oeste o al cómico. Por ello, este segundo eje del Museo de Fellini es el lugar más indicado para introducirse en la vida y en la cinematografía del riminés. Dotado de espacios más recogidos respecto a los del Castillo Sismondo, el Palacio Fulgor es el lugar destinado a la información, al estudio y a la investigación. Y dada la posibilidad de consultar archivos digitales, instrumentos interactivos, revistas de época, películas y documentos audiovisuales, queda abierto a un público de todas las edades, amantes de la cinematografía y estudiosos. Cabe citar una nota curiosa: en la plaza de San Martino, saluda a los visitantes justo en la entrada del Palacio del Fulgor, la imponente rinoceronte (conocida con el nombre de Rina) protagonista de algunas de las escenas más potentes y sugestivas de la película felliniana Y la nave va. Actualmente, Rina es el símbolo de todo el polo museal centrado en Fellini.
Mientras la plaza de los Sueños, situada entre el Castillo Sismondo y el cine Fulgor, es el tercer eje del Museo Fellini: la que hace tiempo fue la plaza Malatesta, y hoy día, tras una intensa obra de reproyección y recalificación, se ha transformado en la plaza de los Sueños. Una explanada atractiva, que además de englobar los dos ejes del polo museal, las otras dos excelencias culturales de Rímini, representadas por el Teatro Lírico Galli -inaugurado por Giuseppe Verdi y restaurado en 2018- además del flamante PART –Palacio del Arte de Rímini, centro de arte contemporáneo extendido en dos palacios del siglo XIV, e inaugurado en 2020-. Esta plaza con sus juegos de luces nocturnos, su gigantesco banco circular y su Bosque de los Nombres (un bosque urbano, que recoge un conjunto de flores de piedra iluminados por farolas de hierro forjado y vidrio dedicadas al escritor ruso Lev Tolstoj, sobre el cual están grabados los grandes nombres del cine, amigos de Tonino Guerra1, entre los cuales aparecen Giulietta Massina y el mismo Federico Fellini) representa el emblema de una ciudad que interpreta el alma del visionario lema felliniano: «Todo se imagina».
El internacional Fellini Museum es el resultado de la participación de casi todos los productores de las películas de Fellini y de los actuales responsables de los derechos de explotación, así como de los principales archivos audiovisuales nacionales: desde Teche Rai al Archivo histórico del Instituto Luce, desde la Fundación Fellini pour le Cinéma de Sion a la Asociación Tonino Guerra al Archivo Fotográfico de la Fundación Centro Experimental de Cinematografía, de la Cineteca de Bolonia a Cinemazero de Pordenone y otros archivos no menos importantes.
El Ayuntamiento de Rímini encargó a Studio Azzurro la dirección artística del proyecto multimedia inmersivo y el Museo Fellini está comisariado por Marco Bertozzi y Anna Villari.
Notas
1 Tonino Guerra, poeta, escenógrafo y más, recordaba: «Con la película Amarcord me parece que Federico y yo hemos logrado regalar la infancia al mundo» y añadía: «Vivíamos y trabajábamos en dos mundos diferentes. Él tenía sus colaboradores y yo trabajaba con Michelangelo Antonioni. Cuando Fellini pensó en rodar un filme sobre la historia del país, consideró oportuno si podíamos trabajar juntos. Después de Roma, Federico quería dedicar una película a Romaña y, como yo, había escrito mucho sobre esta región, y para ello decidió el título dialectal Amarcord (Yo me acuerdo). Con Federico se trabajaba muy bien. Algo muy divertido. El último guión lo realizamos en 8-9 días. Se trataba de una colaboración muy sana, limpia. Juro que para Amarcord no sé si hay algo más de mí o de él. Lo juro, no recuerdo la parte mía». He aquí la importancia en el cine felliniano del grande Tonino Guerra, cuya Asociación sigue viva gracias a su viuda, Lora, y a su hijo, Andrea, y con la presidencia honoraria de Carmen Yáñez, viuda y sucesora de Luís Sepúlveda.