Mario Sancho Jiménez fue sobre todo un hombre de letras con profunda vocación intelectual, ensayista y profesor costarricense con ideas de libertad individual y justicia y temperamento anarquista que nació en Cartago el 13 de junio de 1889.
Hijo de una familia culta y de ilustre apellido. Según Abelardo Bonilla, su estilo es el mejor de la prosa costarricense.
Realizó estudios inconclusos en la Escuela de Derecho de la Universidad de Costa Rica. De dicho centro académico le quedó la influencia de su director el jurista cubano de orientación positivista, Doctor Antonio Zambrana. Asimismo, valoró mucho a su profesor Elías Jiménez Rojas, quien profesaba un anarquismo individualista. Pero nunca se graduó como abogado ni ejerció tal profesión, dedicando más bien su vida a la enseñanza, tanto a nivel de colegio de estudios secundarios como en universidades.
Fue profesor de Historia y Literatura Castellana en el Colegio San Luis Gonzaga de Cartago donde recibió la influencia de su primer director, el Doctor Valeriano Fernández Ferraz, de orientación krausista, la cual era defensora de la libertad de cátedra y de la tolerancia académica frente al dogmatismo.
Su mayor realización como docente la logra en los Estados Unidos de América. En Harvard es recomendado como profesor de italiano en el Simons College de Boston y también en el país del norte imparte clases en la Brown University de Providence. En 1941 fue profesor en la universidad de Washburn de la ciudad de Topeka en Kansas.
En el servicio exterior fue Agente Confidencial de Costa Rica en Nicaragua en 1920, Cónsul de Costa Rica en Boston de 1920 a 1930 y Encargado de Negocios y Cónsul General en México de 1930 a 1932.
En 1932 fue elegido miembro de la Academia Costarricense de la Lengua para llenar la silla D, pero renunció en 1938 sin haber tomado posesión, siendo ese el lugar donde más merecía estar.
Es decir que en su vida ni concluye sus estudios universitarios ni acepta su nombramiento en la Academia de la Lengua. Mostrando en ambos casos una personalidad reacia a la formalidad, propia de los anarquistas.
Entre sus libros publicados se destacaron sus Viajes y lecturas (1933), su breve texto de crítica política titulado Costa Rica, Suiza centroamericana (1935) que disfruté mucho durante mis lecturas de adolescencia y sus Memorias, publicadas en 1961 con la Editorial Costa Rica y reconocidas con el Premio Póstumo de Ensayo Aquileo Echeverría. También es necesario recordar sus conferencias sobre el Doctor Ferraz (1934) y el Pueblo español (1937).
En sus Memorias dedica bastante espacio y reflexiones inteligentes sobre México, España y los Estados Unidos de América. Escribió sobre el francés Ernest Renan quién había destacado en Europa con un libro sobre Jesús de Nazaret a quién atildaba de anarquista. También sobre Cervantes y Krishnamurti, entre otros. Según Láscaris su ídolo fue Renan y tiene una fuerte influencia del liberal Ortega y Gasset.
Sancho viajó mucho por Centroamérica, México, Estados Unidos, Francia, Bélgica, Suiza e Italia. En 1911 conoció y estableció amistad con el gran poeta Rubén Darío en París.
Estuvo exiliado en Nicaragua durante el régimen de Federico Alberto Tinoco y José Joaquín Tinoco, responsable del asesinato de su hermano Carlos Sancho Jiménez en 2018. Allí en el vecino país Sancho se unió al movimiento armado que se proponía liberar a Costa Rica de la dictadura tinoquista. Recordemos que dicho régimen había nacido con el golpe de estado del 27 de enero de 1917 que rompió el orden constitucional costarricense.
Durante su período de residencia en Estados Unidos, Sancho contrae matrimonio con María Larramendi con quien comparte su vida y procrea a su hijo Anselmo de ciudadanía estadounidense.
Sobre su orientación política hay que señalar en primer lugar su influencia, cercanía y admiración por anarquistas tales como el francés Ernest Renan, el ruso León Tolstoi, los costarricenses Elías Jiménez Rojas y Joaquín García Monge y el salvadoreño Alberto Masferrer. Como era propio del anarquismo individualista escribió: «no pertenezco a ningún partido, iglesia, logia, fascio, célula, ni siquiera a ningún club social o deportivo». Tampoco quiso pertenecer a la Academia Costarricense de la Lengua.
Es posible que haya tenido un grado de influencia de su primo, el sacerdote y también guerrillero sandinista y socialcristiano Jorge Volio Jiménez. A fin de ampliar este punto de vista comparto el texto de don Luis Barahona Jiménez:
Para completar la semblanza intelectual de Mario Sancho en lo relativo a sus ideas políticas yo diría que el influjo de su primo, Jorge Volio, le debió llevar a la lectura de Tolstoi y de otros rusos que predicaban el socialismo con influencias cristianas y luego su permanencia en Francia le permitió admirar la palabra y la acción política de Volio, por el que siempre mostró admiración… Todo esto y la lectura de los clásicos hicieron madurar su pensamiento político social en el que se conjugan y equilibran su anarquismo individualista, su innato sentido de la justicia, su gran simpatía por el pueblo ruso y su inclinación por un socialismo de tipo democrático, pero dinámico, en contraposición con el liberalismo dominante, al cual achacaba todos los males del país.
Efectivamente, tomó distancia y hasta realizó importantes críticas al orden republicano y democrático liberal de su tiempo, en el que su otro primo Ricardo Jiménez Oreamuno había ocupado tres veces la silla de la presidencia de la república.
En el ámbito internacional, Sancho se muestra amigo de Rusia, la cual fue primero bolchevique y luego estalinista, pero aliada contra Hitler y durante la guerra civil española toma partido a favor de la república, es decir contra Francisco Franco.
En el ámbito nacional es muy crítico del orden político y económico de la llamada Suiza centroamericana y especialmente adversario de la dictadura de los Tinoco. Se movía entre una orientación de izquierda y un aristocratismo espiritual, lo cual para algunos analistas sería una especie de contradicción.
Tenía un anhelo cosmopolita y le molestaba el aldeanismo de Cartago y Costa Rica, aunque siempre terminaba por regresar a su tierra. Según Láscaris, «Desarraigado y al mismo tiempo íntimamente localista».
Durante la década del treinta del siglo pasado defiende el derecho de los diputados comunistas a ocupar sus curules en el congreso. Y más tarde se retira de la vida política y se dedica a escribir sus Memorias.
Constantino Láscaris le catalogó de marxista, Roberto Murillo le consideró pluma de una izquierda democrática y Luis Barahona le percibió un temperamento anarquista y una influencia socialista democrática e incluso social cristiana.
Según Láscaris fue un brillante ensayista que dejó una obra doctrinalmente poco profunda. Desde mi punto de vista fue, por encima de todo, un hombre de letras y no un ideólogo, ni un doctrinario y tampoco un hombre de ciencias sociales.
Durante la guerra civil de 1948 estuvo preso en su querido Colegio San Luis Gonzaga de Cartago debido a sus ideas políticas. Tal parece que sus adversarios le seguían viendo como cercano al bando que entonces llamaban «caldero-comunista».
Mario Sancho falleció en 1948, a la edad de 59 años, en Cartago, dejando sin corregir sus célebres Memorias, que luego fueron publicadas con un prólogo de su esposa María Larramendi de Sancho, quien allí escribió:
…su simpatía y gratitud a la Unión Soviética por la maravillosa ayuda con que sus ejércitos contribuyeron a salvarnos de Hitler se había resentido mucho cuando comenzó a notarse el imperialismo estalinista. Aunque admirador siempre del pueblo ruso, estoy segura de que ahora repudiaría vehementemente las instigaciones del Kremlin y las afrentas de que están siendo víctimas Checoeslovaquia, Polonia, Bulgaria…
Es decir que, según la viuda, la amistad de Mario Sancho con Rusia y con la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial no incluía continuar apoyando a Moscú en el nuevo contexto de la posguerra mundial, la Guerra Fría y los desarrollos del imperialismo estalinista. Pero desde luego el testimonio muy respetable de la viuda queda, como es lógico, en el terreno de las conjeturas ideológicas.
En reconocimiento a su legado la Biblioteca Pública de Cartago lleva el nombre de Mario Sancho Jiménez.
Concluimos esta semblanza sobre el gran ensayista con sus propias palabras:
Libre nací y libre quiero morir, y mi corazón profesa la misma repulsa hacia la dictadura, en todas partes y en todos los tiempos…
Notas
Barahona Jiménez, L. (1977). Las ideas políticas en Costa Rica. San José: Ministerio de Educación Pública, pp.122-123.
Láscaris, C. (1975). Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica. San José: Editorial Costa Rica, pp. 334-337.
Murillo, R. (1990). Segundas estancias. Editorial Cultural Cartaginesa, pp. 143-151.
Sancho, M. (1961). Memorias. San José: Editorial Costa Rica, pp. 8-9.