A pesar de los seguidores, los me gusta, los emojis sonrientes, también los de la cara de cerdito. A pesar de mis 5.000 contactos, sea en Facebook o en Instagram, donde realizo operaciones de naturaleza diversa, sean los de LinkedIn, quienes, por alguna razón, han comprendido que mi periodo sabático se ha terminado y no cesan en su empeño de encontrarme una ocupación. A pesar de los shares en esta misma revista, el tablero de Pinterest con sus recomendaciones («agrega a tu perfil los pronombres que te caracterizan y así otras personas sabrán cómo dirigirse a ti»). A pesar de la escasa presencia en Twitter, por más que mis tuits no pasen desapercibidos y el más reciente sobre Yoko Ono y John Lennon, Read Pace, haya tenido 456 visualizaciones. A pesar de todo esto (y a pesar de ti), tus actos, tus acciones se mueven ininterrumpidamente entre el ámbito de los sueños y la esfera del alma, brincando de aquí para allá.
Es en YouTube donde Ilaria comenta que aprecia tu comentario. Dulce, uno de mis gatos, el más pequeño y recién llegado, sale por patas tan pronto como me ve con el móvil en la mano, porque ya sabe que acabará en Tik Tok, cuyo algoritmo es capaz de encontrar contenidos potencialmente interesantes entre los millones que se publican cada día, proyectando a veces al Olimpo de la Fama a quienes hasta entonces eran perfectos desconocidos y, sabes lo que te digo, no seas tímido, ven aquí que voy a convertirte en el Rey de los Gatos... al menos en esta red social.
Sin embargo, a pesar de todo esto, lo de ir recorriendo y buscando y repasando si se ha dado un like aquí o allí, es algo que no me pertenece. Vengo notando que, al usar las redes más allá del ámbito de lo que serían «descripciones realistas», uno termina por encontrarse con proyecciones personales, construidas a partir de fragmentos eclécticos, procedentes de estilos heterogéneos.
La humanidad está inquieta, tratando de darle un sentido al inmenso trayecto que deberíamos acometer si sabemos de seres capaces de afectar, incidir en el mundo y que han decidido aceptar la naturaleza de la convivencia común, cívica. Todo lo que forma parte de mi mundo lo afronto y encaro de modo múltiple y diversamente correcto. Mientras tanto digo: puedes modificarme y removerme en cualquier momento de la pestaña Configuración.
Como si deseases revelarnos lo que guardas, a través de capas de experiencia que se entrelazan y superponen hasta casi formar cuadrículas cromáticas, veladuras que confieren una nueva luz a las siluetas, llenándolas de insólitas sugerencias. Rendir homenaje y rediseñar otra faz, enrollándose en la tentativa de mantenerse dentro del encanto propio, tal que si se tratase de las líneas secretas de un viejo palimpsesto sobre el que es necesario rascar para hallar finalmente el fondo; otra verdad.
Mientras buceaba en estas reflexiones, observando a través de los vidrios, advertí, fuera del hotel en el que me encuentro, grupos enteros de estudiantes en viaje escolar, algo que no se veía desde hacía dos años en la gran ciudad.
Articula esta iconografía en una visión palingenésica, dando nueva vida a las imágenes «olvidadas» para integrarlas ahora en significados novedosos. Te das cuenta de que, de forma súbita e inesperada, vuelven a percibirse en los autobuses lenguas extrañas y diversas. Entretanto, pero no te muestres, haces cosas antiguas, construyes auténticos decorados a partir de viejos grabados y fotografías que has ido recogiendo y acumulando en pequeños mercados locales, desvanes abandonados y polvorientos baúles repletos de cosas arrinconadas, olvidadas.
Debo admitir que siempre he pensado que las redes sociales pueden ser un arma poderosa, muy poderosa, pero justo después de haber hecho todas las investigaciones y búsquedas, examinando el impacto de esa tecnología que comparto con el resto de personas, lo que sientes resulta inesperado: la mascarilla hace que tus ojos permanezcan perennemente húmedos.
Está el móvil, sí, ese regalo del enemigo, ese certero caballo de Troya, siempre tentándonos, desde la intimidad de nuestro bolsillo, a responder correos o hacer una llamada de trabajo, incluso cuando nos hallamos en un lugar público, abarrotado de gente, donde no se oye nada. Escribe solo aquello que te cueste borrar y que se diluya antes incluso de haber acabado de escribirse.
Te dicen, te aconsejan en el empleo de las redes para despertar un poco la curiosidad de los demás. Después de un rato, escribes «tengo que confesar algo...» o cosa por el estilo. Puedes no escribir nada hasta que alguien responda. Podrías experimentar y desaparecer en medio del camino. Ya nadie debería recibir noticias tuyas. Pero estudiando más profundamente el tema, finalmente comprendo que no soy el único en pensar así. Se llama desinterés. Interrumpiendo también los contactos con amigas y amigos varios que puedas tener informados acerca de tu situación personal. ¡Lo cierto es que hay numerosos estudios que lo confirman! Vayamos al grano asumiendo que fuiste tú quien interrumpió el contacto. La forma en la que estos materiales aparecen ensamblados te recordará al teatro, pues las imágenes se yuxtaponen en el intento de formar una secuencia coherente. No importa lo que te digan, no respondas, no ahora, ya no. Todos están esperando tu respuesta, porque despertaste su curiosidad, los has intrigado, muy probablemente se lanzan sobre el Facebook cada cinco minutos para ver si llega tu respuesta. No publiques nada más.
Tienes que desaparecer como una sombra bajo los rayos del sol. La alquimia logra así que todas las zonas ridículas del sueño no se conviertan en cromatismos predecibles: solo de este modo la historia deviene alegórica.
¿Y entonces?
Explora configuraciones de imágenes capaces de revelar una potente carga analítica. Erige imágenes pobladas por elementos etéreos como reflejos y transparencias que por momentos nos hacen pensar en circos y otras veces en apariciones. Incluye también personajes imposibles, personajes con la impronta de la ironía, procediendo así podrás desarrollar las diferentes interpretaciones. Compartir experiencias, expresar y confrontar opiniones.
Sin duda, todo este efecto onírico que suscita una cierta curiosidad, y producido en nosotros por medio de gozosos entrecruzamientos atemporales, los cuales, únicamente gracias al buen uso de la técnica atraviesan la temporalidad, es también causa de una sensación de melancolía, de melancolía onírica. Para alegrar la sesión vespertina, recordaré un piscolabis con los dulces típicos del carnaval.
Todo esto a la espera de asistir nuevamente con alegría y emoción a la lectura del Nuevo Testamento.
Arrojados a la helada y acampando en el arcén de las carreteras en una espera de días, antes de poder continuar con su huida hacia Europa. El calvario principia en Ucrania, tiene lugar en el asfalto.
Solamente ahora empiezo a darme cuenta de cuán difícil ha sido este día, teléfonos que no responden, familiares de amigos desaparecidos. La naturaleza de los tiempos actúa sobre el ser humano revelándose tan drásticamente, solo que nunca piensas que pueda suceder en el lugar de donde eres, en el lugar de donde procedes.
«Yo, por ejemplo, tengo luz, pero poca agua. En otros casos hay agua, pero no tienen luz. Los amigos vienen a mi casa para ver el telediario, o para recargar el móvil, o para usar la nevera y conservar la comida».
Por los muros caídos, el llanto en el triste hospital, por las calles cubiertas de escombros y miedo, por el ave que vuela sin árbol y el perro que aúlla sin ojos, patria de agua y de vino, hija y madre de mi alma, déjame confundirme contigo en el viento y el llanto y que el mismo iracundo destino aniquile mi cuerpo y mi tierra.
(Pablo Neruda)
«Hoy no pude comprar el pan, puesto que algunas personas han comprado mucho más de lo que van a consumir... así dejan al resto sin pan».
No War!